Al margen de los gustos y opiniones de cada cual, el librito es una buena opción para acercarse a la poesía primera del poeta y para conocer en directo y sin intermediarios cuál era el imaginario en el que se desenvolvía. Y como dice Zubiaur en su prólogo los logros finales de Yeats no pueden disociarse de sus propósitos iniciales.
Entresaco La balada de Moll Magee por la traducción en romance asonantado que, en mi opinión, le va muy bien al texto.
Acercaos, pequeñuelos,
no me echéis piedras a mí
porque voy refunfuñando:
apiadaos de Magee.
Pescador era mi hombre,
con la playa en el hablar;
yo salaba los arenques:
trabajaba sin parar.
No dejaban la cabaña
de salar mis pobres pies
hasta a veces por la noche,
que cruzaban el pavés.
Siempre había sido débil;
mi bebé recién nació;
la cuidaba una vecina
por el día, y luego yo.
¡Ay, queridos pequeñuelos!
Me tendí sobre el bebé;
con el alba helada y clara
contemplé frío al bebé.
¡Duerme mal la hembra cansada!
Rojo y pálido, me dio
mi hombre un poco de dinero
y a Kinsale me devolvió.
Me expulsó y cerró la puerta,
y me echó una maldición;
yo partí de allí en silencio,
ni un vecino se asomó.
Mudas puerta y ventanas,
verde y débil una estrella;
las pajitas se agitaban
a través de la calleja.
Yo partí de allí en silencio.
Más allá del viejo establo
vi a una amable convecina
su primer fuego soplando.
Me sacó toda mi historia.
mi dinero está agotado,
mas burlona y compasiva
aún me da sorbo y bocado.
que vendrá mi nombre me dice,
a llevarme para casa;
pero siempre que ando en torno,
fuera o dentro de la casa,
apilando la madera,
o los tepès, o en el pozo,
voy pensando en mi bebé,
y por dentro, sola, lloro.
Pienso a veces que ella sabe
cuándo abriendo bien sus puertas
Dios enciende las estrellas
y a los pobres nos contempla.
Ahora pues, mis pequeñuelos,
ya más piedras no echaréis,
mas reuniéndoos radiantes
de Magee os apiadaréis.