Un año más se repite en
casi todos los medios de comunicación la falta de incidencias en la fiesta de Irún. Un año más el titular no es cierto, aunque se puede entender el motivo. Como ayer por la noche comentaba un amigo:
98%, bien; 2%, mal. Vamos a quedarnos con lo bueno. Me gustan ese ánimo y esa forma de entender el mundo, y no voy a ser yo quien resalte los aspectos negativos; antes bien, quiero apuntar algo que quizá sirva para ofrecer un poco de luz en este camino.
Como hemos podido comprobar durante estos años, de poco vale apelar a la razón lógica o a la razón histórica, de menos, incluso, a la razón jurídica. Todos esos argumentos se utilizan con el único fin de demostrar que nosotros -nuestro grupo- somos los poseedores de la razón, los que tenemos la verdad. En esta batalla dialéctica perdemos todos, porque solamente sirven para cerrar más las posiciones de cada parte.
Estamos hablando de fiestas y, por lo tanto, estamos hablando de sentimientos. Si el motivo principal de las mismas es pasarlo bien, disfrutar con la familia, con las amistades, con la música y con el jolgorio de la calle, tenemos que hacer una llamada a la razón sentimental, a los afectos y a las querencias. A ese impulso que nos lleva a gritar
¡guapa! al paso de una cantinera, a saltar cuando oímos los compases de la banda entrando en la plazoleta del Juncal, o a ofrecer el mejor ánimo a la amistad correspondiente que lleva horas desfilando y, aunque feliz, está exhausta.
No pueden ni deben seguirse repitiendo las provocaciones ni las agresiones. Nada más opuesto al espíritu festivo. Nada más contrario al sentido de la fiesta. Y no podemos esperar a que los años pasen y el malestar se vaya diluyendo por aburrimiento o por cansancio. Es responsabilidad de
toda la ciudadanía, de
todas y cada una de las personas que participan en la fiesta, hacer valer ese talante abierto, alegre y jovial para que cada cual disfrute con lo que tiene a su lado.
Y corresponde también, pues también forman parte de la ciudadanía, a las juntas de cada alarde y a las instituciones y sociedades que mueven colectivos, y al ayuntamiento que gobierna la ciudad -cómo no- hacer uso de toda la razón sentimental para que, antes de que las fiestas lleguen, el ambiente esté preparado y predispuesto para disfrutar con las mismas. Y hoy es el mejor día para empezar con la tarea.