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Ejemplar del KM |
Lecciones de epicureísmo no es un libro de autoayuda, aunque buena parte de la filosofía sea en sí misma un esfuerzo magnífico por enseñarnos qué debemos hacer ante determinadas dificultades o cómo reaccionar ante las adversidades. Y para eso, la filosofía clásica tiene un excelente muestrario y magníficos maestros.
El libro es una buena presentación de la filosofía hedonista [nota al margen: en filosofía hedonismo o epicureísmo hacen referencia a la misma escuela de pensamiento]. Y habrá que repetir una vez más que el hedonismo no es eso que se entiende popularmente como la búsqueda exclusiva del placer, vivir de fiesta en fiesta y de lujo en lujo, o hacer cuanto nos viene en gana para satisfacer nuestros deseos. Sin duda, maximizar el placer (hedoné, de ahí el nombre) y minimizar el dolor era el objetivo prioritario de la vida de cualquier persona.
Ahora bien, Epicuro distingue 3 tipos de deseos y nos da normas y argumentos para satisfacerlos y conseguir de esta manera tener una vida más placentera y menos dolorosa:
- Naturales y necesarios: más que deseos podríamos calificarlos como necesidades primarias y biológicas, alimentarse, tener cobijo, descansar. Su satisfacción siempre proporciona satisfacción.
- Naturales y no necesarios: nacen del deseo de los seres humanos de variar y obtener más placer de la vida. Por ejemplo satisfacer el apetito con una exquisita paella y no con un trozo de pan, saciar la sed con un zumo y no con agua, o dormir en la más cómoda de las camas. Estos deseos debemos moderarlos, pues si se convierten en una obsesión, pueden proporcionarnos más disgustos que satisfacciones.
- No naturales y no necesarios: el lujo, el poder, la riqueza, la fama, la gloria, el prestigio, los honores... A estos deseos debemos renunciar desde el primer momento, pues no se sacian nunca, cuanto más tenemos más queremos, y terminan convirtiéndose en una fuente de preocupaciones; es decir, lo contrario del placer.
Sellars recorre bien todas las ideas fundamentales del epicureísmo y dedica un capítulo a cada uno de estos asuntos: la consecución de la serenidad, el placer de la amistad, las razones por las que estudiar la naturaleza y abandonar el infundado temor a la muerte. Naturalmente, no se olvida de citar, cuando corresponde, al mayor de los epicúreos de la época romana, Lucrecio y su magnífico De rerum natura.
En fin, una lectura apta para cualquier persona, tenga o no inquietudes filosóficas. Claro y ameno. Si quienes dirigen la sociedad practicaran el epicureísmo, mejor nos iría a todos.
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