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miércoles, 23 de octubre de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Ósip Mandelstam)

 #unlibrounpoema   

Tomo dos poemas de Tristia  (1916-1921), segundo libro de la poesía de Mandelstam. Todo él se halla bajo la influencia de la Revolución de Octubre. En realidad Tristia es el diario del poeta y de la revolución en forma de homenaje a Ovidio y a Pushkin. A Ovidio porque es el símbolo más universal del destierro y sirve de enlace entre el mundo clásico y el mundo eslavo. A Pushkin porque en Rusia siempre ha sido considerado por sus compatriotas como el símbolo de la dignidad del poeta perseguido.

La fecha en la que está escrito hace que no solo se pueda leer como un diario en torno a los decisivos acontecimientos que están ocurriendo en su país, sino que también se deja traslucir el ambiente bélico europeo

La razón por la que he recogido esos dos poemas es porque mientras en el primero, "El decembrista", el poeta saluda a la Revolución de Octubre, poco después la ilusión y la esperanza puestas en ella han desaparecido totalmente, tal y como podemos leer en el segundo, "Tristia". 


EL DECEMBRISTA


—¡Que el senado pagano sea testigo!—
¡Estos hechos no mueren!
Encendió la pipa y se abrochó la blusa.
Al lado juegan al ajedrez.


Trocó su sueño ambicioso por una cabaña
en los sórdidos confines de Siberia
y una pipa adornada en su boca mordaz,
que clamó la verdad en el mundo de la pena.


Chapotearon por vez primera las barcas germanas,
Europa lloraba cautiva,
y las negras cuadrigas se encrespaban
en las vueltas triunfales.


En los vasos flambeaba a menudo el ponche azul.
Y con el gran rumor del samovar
en voz muy baja hablaba la amiga renana,
guitarra amante de la libertad.


—¡Aún suscita vivas voces
la dulce libertad del ciudadano!
Pero los ciegos cielos no quieren sacrificios:
son más seguros el trabajo y la constancia.


Todo se ha enredado, y no hay nadie a quien decir
que el frío poco a poco invade todo.
Todo se ha enredado, y es dulce repetir:
Rusia, Leteo, Lorelei.


***



TRISTIA


Estudié la ciencia de la despedida 
en las calvas quejas de la noche. 
Rumian los bueyes y la espera se alarga, 
la última hora de las vigilias de la ciudad.
Sigo el rito de esta noche del gallo, 
cuando, tras llevar una penosa carga, 
los ojos llorosos miraron a lo lejos, 
y lágrimas de mujer se mezclaron con el canto de las musas.

¿Quién puede saber al oír la palabra “despedida” 
qué separación nos aguarda? 
¿Qué nos anuncia el canto del gallo 
cuando la llama arde en la Acrópolis? 

Y en la aurora de una nueva vida, 
cuando en el zaguán perezosamente rumia el buey, 
¿por qué el gallo, heraldo de la nueva vida, 
en la muralla de la ciudad agita sus alas?

Y yo amo el hilo de la costumbre, 
se desliza la canoa, susurra el huso. 
Mira, a nuestro encuentro, como pluma de cisne
vuela ya, descalza, Delia. 
¡Oh, mísera trama de nuestra vida, 
donde es tan pobre el lenguaje de la alegría! 
Todo pasó antes, todo se repetirá de nuevo. 
Y sólo es dulce el instante del reconocimiento.

Que así sea: una figura transparente 
yace inmaculada en el plato, 
como la piel tersa de una ardilla. 
Una muchacha, inclinada hacia la cera, la contempla. 

No nos toca adivinar la suerte del Érebo. 
Para las mujeres es cera lo que para los hombres es cobre. 
A nosotros sólo en las batallas nos habla el destino, 
y a ellas, les es dado morir leyendo el futuro.



***


jueves, 23 de febrero de 2023

MUSIKA MÚSICA 2023


MUSIKA-MÚSICA se celebrará el primer fin de semana de marzo –días 3, 4 y 5– bajo el título de Notak & Letrak. En total, más de 70 conciertos en tres días, en diferentes espacios de forma simultánea en el Palacio Euskalduna.

El Teatro Arriaga acogerá el viernes 3 de marzo, a las 19:00 horas, el concierto de apertura con El sueño de una noche de verano, de Mendelssohn, composición inspirada en la obra homónima de teatro de William Shakespeare.

Este será el primero de los distintos diálogos entre música y literatura que recorrerán el Festival a través de las obras de compositores como Beethoven, Liszt, Chaikovski, Purcell, Schubert, Schumann, Bizet, Strauss o Marais entre otros, y las obra escrita de Byron, Virgilio, Goethe, Ibsen, Ovidio, Cervantes, Shakespeare o Tolstoi.

PROGRAMA

ENTRADAS

INTÉRPRETES

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viernes, 1 de abril de 2022

BIZENTA ANTONIA MOGEL ELGEZABAL


Factum abiit, monumenta manent dejó escrito Ovidio (algo así como "los hechos pasan, permanecen los monumentos").

Me gusta que las sociedades recojan de manera pública el agradecimiento hacia quienes han contribuido en algo a mejorarlas, me gusta que seamos capaces de recordar mediante hitos esparcidos por la ciudad a la gente que, de una u otra manera (y las maneras pueden ser extraordinariamente variadas), quiso enseñarnos algo, me gusta que nos preocupemos por mantener en la memoria a quienes de una otra forma tenemos algo que agradecer por mínimo que sea.

Este es el texto que se puede leer en el panel colocado en el arranque de la calle Bizenta Mogel, esquina Paseo de Galicia (barrio de Intxaurrondo):



Y ya de paso, como está donde está, hice también foto a este bonito cruceiro, obra de Guillermo Feal Otero, que fue donación de la Xunta de Galizia a la ciudad de Donosti para ambientar la plaza y la calle que llevan su nombre. A unos cincuenta metros podéis ver el monumento Castelao, el famoso escritor gallego. Del monumento dejé noticia en esta entrada de 2017.


***


Путин, немедленно останови войну!

jueves, 26 de noviembre de 2020

OVIDIO, UN ALEMÁN Y UN CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE SULMONA

Escudo de Sulmona. Fuente: Wikipedia.

Sabido es que el SPQR  —Senātus Populusque Rōmānus (El Senado y el Pueblo Romano)—, referencia del gobierno de la antigua República romana, es en la actualidad un emblema oficial de la capital de Italia, Roma, y hasta un recuerdo turístico que puede tomar las formas más variopintas.

Sulmona (la Sulmo latina), pequeña localidad italiana, más o menos en la misma latitud que Roma, pero situada en el otro lado de la bota, al lado del Adriático, también tiene sus siglas identificativas —SMPE— y hasta su divertida anécdota latina.

Si la ciudad eterna lleva con orgullo en sus genes y en todo el aparato turístico las siglas que identificaban su forma de gobierno; Sulmona, más literaria y orgullosa de sus insigne hijo, ha recogido el primer hemistiquio del tercer verso de la décima elegía del cuarto libro de Tristia

Ille ego qui fuerim, tenerorum lusor amorum, 
quem legis, ut noris, accipe posteritas. 
Sulmo mihi patria est, gelidis uberrimus undis,

No creo que esas cuatro palabras necesiten traducción. En cualquier caso, aquí podéis leerla, y no solo la de esos tres versos, sino la de todo el Libro IV. 

Se entiende perfectamente que la ciudad acogiera las iniciales para colocarlas en el escudo y en cuanto papel oficial y no oficial que se terciara; al fin y al cabo es como una tautología, además del reconocimiento a la obra literaria de su hijo más destacado.

También es comprensible que quien ha estudiado la obra de alguien acuda en sus vacaciones a visitar los lugares por donde anduvo el personaje a quien tantas horas ha dedicado. Eso estaba haciendo Joseph Eberle, alemán del Neckar, periodista, editor y entusiasta usuario del latín —escribía poesía en ese idioma—. En su paseo por la ciudad donde nació Ovidio, entró en la catedral, dedicada a San Pánfilo, y en cuyo ábside están grabadas las famosas cuatro letras. 

Como un canónigo que andaba por allí vio el interés que manifestaba Eberle, se acercó a él y, haciendo gala de su buen humor, le explicó el significado: Salus mea Pamphilus est (Pánfilo es mi salud, mi bienestar). El bueno de Eberle se echó a reír con ganas y le dijo que le parecía muy ingeniosa la respuesta, pero que él era traductor de Ovidio. Cuentan que terminaron en algún bar de la plaza hablando en latín.

jueves, 19 de noviembre de 2020

OVIDIO Y LA PINTURA (segunda entrega, libros VII al XIII)

 Cefalo y Procris. 1636-7. RubensCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro VII, Cefalo y Procris.


La caída de Ícaro. 1636-8. Jacob Peeter GowyCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro VIII, Dédalo e Ícaro.

Atalanta y Meleagro cazando el jabalí de Calidón. 1635-40. RubensCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro VIII, El jabalí de Calidón.

Muerte del centauro Neso. 1696-7. Luca GiordanoCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro IX, Neso y Deyanira.


Orfeo y Eurídice. 1636-8Rubens
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro X, Orfeo y Eurídice.


Hipómenes y Atalanta. 1618-9. Guido Reni. 
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro X, Atalanta e Hipómenes.


Apolo vencedor de Pan. 1636-8. Jacques Jordaens
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro XI, Midas.


Batalla de lapitas y centauros. 1835. Rafael Tegeo Díaz
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro XII, Lápitas y Centauros.


Acis y Galatea. 1699-1704. Charles de la Fosse
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro XIII, Acis, Galatea y Polifemo.

***
Se me olvidaba: ¡feliz cumpleaños!

Sí, hoy cumple el Museo del Prado 201 años.

¡Larga vida al arte!

miércoles, 18 de noviembre de 2020

OVIDIO Y LA PINTURA (primera entrega, libros I al VI)

Ovidio y su Metamorfosis ha servido de inspiración y estímulo multitud de veces a multitud de artistas. Aquí solamente recojo algunas obras, a manera de
ejemplo, de homenaje y, cómo no, de acicate para la lectura del capítulo o pasaje de referencia.

De los quince libros que componen la obra, recorro hoy, de forma somera, los seis primeros. Mañana, los siguientes. Y de cuantos museos contienen pinturas que nacieron de la lectura de la Metamorfosis, tan solo acudo al Museo del Prado, excepto la primera ilustración, que he tomado de una edición francesa de la obra de Ovidio.

La anotación que hago debajo de la imagen recoge el título de la obra correspondiente, el autor y el apartado o capítulo del libro correspondiente a la Metamorfosis, que tenéis convenientemente enlazada para que podáis leer el pasaje de referencia. 

¡Que mitología, pintura y literatura os acompañen!


Dibujo para una edición francesa de las Metamorfosis. 1808. La obra fue ilustrada por Jean-Michel Moreau y otros (la edición no especifica quién más). Metamorfosis, Libro I, Orígenes del mundo.


Júpiter y Licaón. 1638. Jan Cossiers. Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro I, Licaón.


Deucalión y Pirra después del diluvio. 1636-37. Juan Bautista Martínez del Mazo 
(copia de Cossiers)Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro I, Deucalión y Pirra.


Apolo y la serpiente Pitón. 1636-7. RubensCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro I, La serpiente Pitón.


Apolo persiguiendo a Dafne. 1636-8. Theodoor van ThuldenCopyright de la imagen: Museo del Prado. [La obra más famosa sobre el tema es la magistral escultura de Bernini, Apolo y Dafne]. Metamorfosis, Libro I, Dafne.


Mercurio y Argos. Hacia 1659. VelázquezCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro I, Argos-Io y Siringe.


La caída de Faetón. 1636-8. Jan Carel van Eyck
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro II, Faetón.


Diana y Calisto.1635. Rubens
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro II, Calisto y Arcas-Calisto.


El rapto de Europa. 1628-9. 
RubensCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro II, Europa.


Cadmo y Minerva. 1636-8. Jacques Jordaens
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro III, Cadmo.


Paisaje con Diana y Acteón. 1608. Hendrick de Clerck
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro III, Acteón.


Narciso. 1636-8. Jan Cossiers Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro III, Narciso-Eco.


Píramo y Tisbe. Siglo XVIII. Anónimo. Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro III, Píramo y Tisbe.


La fragua de Vulcano. 1630. VelázquezCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro IV, Marte, Venus y Vulcano.


Sísifo. 1548-9. Tiziano
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro IV, Los lugares infernales.


Perseo y Andrómeda. 1699-1702. Giordano Luca
Copyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro IV, Perseo y Andrómeda.


El rapto de Proserpina. 1636-7. RubensCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro V, Ceres-Rapto de Prosérpina.


Las hilanderas o la fábula de Aracne. 1655-60. VelázquezCopyright de la imagen: Museo del Prado. Metamorfosis, Libro VI, Aracne.

martes, 17 de noviembre de 2020

LAS TRISTES

Editorial
Era el año 8 de nuestra era y Ovidio estaba felizmente olvidado del mundo y sus problemas en la isla de Capri —ya en aquella época era territorio vacacional—. Recibió la llamada del emperador Augusto. Le convocaba a una reunión. Podemos suponer que no le haría mucha gracia suspender repentinamente su retiro, pero era Augusto quien le llamaba y nadie podía negarse a una convocatoria así. Fue a Roma. Cuanto allí hablaron nadie lo sabe y nunca lo sabremos, porque fue una reunión a puerta cerrada. Conocemos la consecuencia: Ovidio fue enviado al exilio, al extremo oriental del imperio, a Tomis.

Mucho se ha especulado sobre el motivo del destierro. Lo cierto es que como dice uno de los investigadores que con mayor atención se ha dedicado al tema, John C. Thibault, ninguna afirmación sobre la causa del exilio es enteramente satisfactoria. O dicho con lenguaje científico, no hay ninguna evidencia sobre cuál fue exactamente la causa. Podemos suponer a partir de la lectura de Las Tristes (2.103-4; 3.1.51-2, y 3.5.45-52) que el motivo es doble: una composición poética  —seguramente Arte de amar— y una falta que el mismo poeta califica de leve. El caso es que no hay ningún documento que nos permita afirmar nada.

Lo que sí hay es un documento que nos habla de la profunda tristeza en la que quedó sumido Ovidio en un territorio cuya lengua no hablaba —aunque la aprendió con el tiempo—, y que se pasó todo el tiempo escribiendo cartas para conseguir su redención. Las Tristes son la mejor colección de versos para saber de su desolación e incluso de su propia vida, como es la elegía 4. 10: 

Yo soy el cantor de los tiernos amores; posteridad, oye mis palabras si quieres conocer al poeta que lees. Sulmona, abundante de frescos manantiales, es mi patria, que dista noventa millas de Roma. Allí vi la luz, y para que conozcas la época, fue el año en que perecieron los dos cónsules con una muerte igual. Si ello vale algo, heredé el orden ecuestre de mis insignes abuelos, y no debo a la fortuna el título de caballero. No fui el primogénito, sino nacido después de mi hermano mayor, que vino al mundo un año antes. La misma estrella presidió el natalicio de ambos, que festejábamos el mismo día con la ofrenda de dos tortas, y era éste uno de los cinco consagrados a las fiestas de la belicosa Minerva, el primero que se dedica a los combates sangrientos. Nuestra educación comenzó pronto, gracias al celo de mi padre, y asistimos a las lecciones de los maestros insignes de Roma. Mi hermano desde joven se inclinaba a la oratoria, como si hubiese nacido para las tempestuosas luchas del foro; y a mí desde niño me seducían los sagrados misterios, y la Musa en secreto me forzaba a rendirle culto. Muchas veces me dijo mi padre: «¿Por qué pierdes el tiempo en inútiles estudios? El mismo Homero no dejo ninguna riqueza.» Sus consejos me impresionaban, y abandonando todo el Helicón, intentaba coordinar palabras no sujetas a medida, espontáneamente acudían a formar pies cabales, y cuanto intentaba decir lo decía en verso. Entretanto los años resbalaban con pasos silenciosos, y mi hermano y yo tomamos la toga viril; echamos sobre nuestros hombros la púrpura laticlavia, y cada cual siguió su primera vocación. Ya mi hermano mayor había llegado a la edad de veinte años cuando murió, y comencé a carecer de una parte de mí mismo. Entré en el ejercicio de los cargos honoríficos que se conceden a la primera juventud, y fui nombrado triunviro. Me quedaba por conquistar el senado; mas esta carga era muy superior a mis fuerzas, y me contenté con la augusticlavia. De cuerpo poco vigoroso y natural menos apto para trabajos excesivos, y extraño a los impulsos de la turbulenta ambición, las hermanas Aonias, que siempre fueron de mí bien amadas, me convidaban a sus tranquilos ocios. Cultivé y frecuenté la amistad de los poetas de aquel tiempo, y creía ver otros tantos dioses en estos inspirados mortales. Muchas veces el viejo Macer me leyó sus poemas de las Aves y las Serpientes nocivas y las Hierbas saludables; muchas veces Propercio, unido a mí por íntimo afecto, me recitó sus fogosas elegías; Póntico, insigne por sus cantos heroicos, y Baso por sus yambos, se contaban como miembros queridos de mis reuniones, y el armonioso Horacio hechizaba mis oídos al acompañar con la lira de Ausonia sus elegantes odas. A Virgilio apenas le vi, y el avaro destino me arrebató pronto la amistad de Tibulo, que fue, Galo, tu sucesor, como de éste Propercio en la serie de los tiempos. Yo aparecí detrás, el cuarto, y lo mismo que veneré a los mayores, así los más jóvenes me veneraron a mí. No tardó mi Talía en darme a conocer; cuando leí al pueblo las poesías retozonas de mi juventud, sólo me había afeitado dos o tres veces. Exaltó mi numen una mujer celebrada en toda la ciudad, a la que dediqué mis Amores bajo el seudónimo de Corina. Compuse muchas obras, pero las que juzgué defectuosas, yo mismo las castigué entregándolas a las llamas; y antes de partir al destierro, quemé algunas que debían agradar, irritado contra mis estudios poéticos.

Mi tierno corazón, no invulnerable a las flechas de Cupido, se conmovía por la causa más leve, y a pesar de mi temperamento que se encendía con poco fuego, mi reputación no cayó envuelta en ninguna anécdota escandalosa. Casi niño todavía, díéronme una esposa ni digna ni conveniente, cuya unión se rompió en breve. Sucediole la segunda, de proceder irreprochable, pero que tampoco hubo de compartir mi lecho largo tiempo, y la última, que me acompañó basta la vejez, no se avergonzó de llamarse la esposa de un desterrado. Mi hija, dos veces fecunda en su primera juventud, aunque no de un solo esposo, me hizo otras tantas abuelo. Llegó por fin mi padre al término de su existencia, habiendo cumplido noventa años de edad, y lo lloré como él hubiese llorado mi pérdida; poco después pagué el último tributo a mi madre. ¡Felices ambos, sepultados a tiempo para no ver el día de mi condenación, y feliz yo también, porque no les hice testigos de mi infortunio ni les produje la consiguiente amargura! Si detrás de la muerte queda algo más que un vano nombre, y la leve sombra escapa a las llamas de la hoguera, y el rumor de mi falta llegó hasta vosotras, sombras de mis padres, y se juzgan mis delitos en el tribunal del infierno, quiero que sepáis la causa, y es imposible engañaros, que me ocasionó el destierro: fue por imprudente y no por criminal. Esto basta a los Manes: vuelvo a vosotros, espíritus curiosos de conocer los sucesos de mi vida. Transcurridos los años mejores, había llegado la vejez y sembrado de canas mi cabeza; desde mi nacimiento, ceñido en Pisa con la corona de olivo, el vencedor en la contienda de los carros había alcanzado diez veces el premio, cuando la cólera de un príncipe ofendido me obligó a residir en Tomos, ciudad sita a la izquierda del mar Euxino.

La causa de mi sentencia, harto conocida de todos, no necesita la confirmación de mi testimonio. ¿A qué referir la deslealtad de mis amigos, las acusaciones de los siervos y tantas amarguras más crueles que el mismo destierro? Pero mi ánimo se rebeló a sucumbir a tal prueba, y recogiendo sus fuerzas salió al fin victorioso; di al olvido la paz y los ocios de la pagada edad, tomé las armas extrañas a mis hábitos, cuando lo reclamaba la ocasión, y afronté tantos peligros por mar y tierra, como estrellas lucen en el polo que conocemos y el que se niega a nuestra vista, y después de largos rodeos arribé a las playas Sarmáticas vecinas de los Getas, hábiles en lanzar flechas. Aquí, aunque aturdido por el estruendo de las armas en torno mío resuenan, endulzo con la poesía mi triste situación; y aunque no haya un solo oído dispuesto a escucharme, abrevio y engaño con ella las horas eternas del día. Si vivo aún, y conllevo la dureza de mis trabajos, y no he llegado a aborrecer mi penosa existencia, es, Musa, gracias a ti, que me consuelas, que calmas mis inquietudes y alivias mis dolores. Tú eres mi guía y compañera; tú me libras de las riberas del Ister, y me conduces a la cumbre del Helicón; tú, caso raro, me diste en vida un nombre célebre que la fama no suele conceder más que a los muertos. La envidia, detractora de lo actual, no clavó su inicuo diente en ninguna de mis obras; habiendo producido nuestro siglo excelentes poetas, la murmuración no se enconó maligna contra mi ingenio, y si bien reconozco a muchos superiores, no se me reputa inferior a ellos, y soy muy leído en todo el orbe. Si es que encierran algo de verdad los presagios de los vates, no seré, ¡oh tierra!, tu despojo, desde el instante que muera; y ya deba al favor, ya a mis poemas este renombre, benévolo lector, recibe el testimonio legítimo de mi gratitud.

Texto tomado del sitio Imperium. Desconozco quién realizó la traducción.

***

La edición que ha realizado Antonio Ramírez de Verger para Cátedra es muy recomendable, no solo por la cantidad de notas que aporta al texto y por el trabajo introductorio que lo precede, sino porque, además, ha realizado el ímprobo esfuerzo de traducir en verso.

sábado, 14 de noviembre de 2020

EL ÚLTIMO MUNDO, CHRISTOPH RANSMAYR

Un huracán era una bandada de pájaros muy alta en la noche; una bandada blanca que se acercaba ruidosamente y de improviso era solo la cresta de una inmensa ola que se abalanzaba sobre el barco. Un huracán era el griterío y el llanto en la oscuridad de la bodega y el ácido hedor de los vómitos. Era un perro enloquecido por el oleaje que desgarró los tendones de un marinero. La espuma de las olas cubrió la herida. Un huracán era el viaje a Tomis (Párrafo inicial).

Me enteré de la existencia de esta novela por casualidad. Estaba buscando entre la bibliografía sobre Ovidio y me saltó este título. Me llamó la atención que alguien hubiera creado una historia con los personajes de Las metamorfosis. Me puse a buscar y al final me trajeron el ejemplar que tienen en el CBA irunés.

El personaje principal es Cota, admirador de Ovidio, que viaja a Tomis (ahora Constanza) para averiguar si son ciertos los rumores de que Ovidio ha muerto. La ciudad, y aquí está el toque original de la obra, es una ciudad poblada por los personajes de la obra de Ovidio. Todo en ella resulta un tanto oscuro, opresivo y agobiante, como el invierno que dura dos años en la historia. Gracias a Eco, Cota empezará a intuir qué es lo que ocurre. Las transformaciones (metamorfosis) se suceden hasta que la propia ciudad desaparezca para ser ocupada por la naturaleza.

Esto, como comprenderéis, no es nada más que una pincelada. La novela es compleja y está muy bien trabajada. Los planos temporales, la época de Ovidio y la actual, se mezclan a menudo. Los flashbacks, las escenas retrospectivas, son utilizados para contar la vida del clásico y sus problemas, hasta recibir el castigo del destierro por parte del emperador. Los personajes son, efectivamente, los de la obra del escritor latino —un Repertorio ovidiano al final del libro sirve de guía por si alguien se pierde o requiere aclaraciones—.

La obra es, pues, literatura sobre literatura, que en buena medida expresa los miedos y ansiedades existenciales de una sociedad finisecular (se publicó en 1988, al año siguiente en España) abrumada por los desarrollos técnicos. La novela de Ransmayr es metaliteratura inteligente que traslada Las Metamorfosis a la prosa contemporánea y realiza una fusión entre lo antiguo y lo actual. 

La novela, que describe el continuo declive de la ciudad de Tomis y sus habitantes, puede leerse como un escenario apocalíptico. A medida que la naturaleza recupera la ciudad, sus habitantes se transforman en pájaros y piedras. El fin del mundo que se acerca parece ser la única salida para liberar al planeta de la corrupción humana y devolverla a la naturaleza. El mismo título del libro apunta en esa dirección, El último mundo.

Si bien en España la novela debió de pasar sin pena ni gloria, por lo menos yo no había oído hablar de ella, en Alemania fue un auténtico éxito y estuvo apadrinada por Hans Magnus Enzensberger. Buena prueba de esto es la cantidad de expresiones encomiosas que se recogen en la contraportada. Hoy podréis encontrarla en alguna librería de viejo, y en alguna biblioteca, claro. No apta para quienes aborrezcan la literatura posmoderna.

martes, 3 de noviembre de 2020

OVIDIO DESDE LOS ALREDEDORES

La profunda huella dejada por Ovidio y su Metamorfosis en la cultura occidental es verdaderamente gigantesca. Es cierto que Virgilio es el primero, el más destacado, el príncipe de las letras latinas; pero Ovidio es más divertido, y si leer la Eneida requiere un esfuerzo por nuestra parte, adentrarse en los juegos mitológicos, cotillear en los asuntos de los seres del Olimpo y acercarnos a las escenas de seducción o ser testigo de las infidelidades entre seres humanos y divinos es, qué duda cabe, más sencillo y popular.

Desde la cristiandad más antigua hasta Lutero, desde Dante Alighieri a Ezra Pound, desde Tiziano a Rodin, la cultura occidental ha bebido y seguirá haciéndolo en las historias que Ovidio nos dejó, en sus historias de amor y de pasión, en sus alegorías acerca de los aspectos más variados y variopintos de la vida. 

La música también nos ha dejado un hermoso y largo muestrario de su alargada sombra. Cito solamente grandes y muy conocidas obras: Orfeode Monteverdi; Der Streit zwischen Phoebus und Pan, de Bach; Daphne, de R. Strauss; Six Metamorphoses after Ovid, de Britten; My Fair Lady, de Cukor, empujada por el Pygmalion, de Shaw. Y, por supuesto, esta deliciosa mascarada, serenata, pastoral o como quiera que la clasifiquen, de Händel

miércoles, 21 de octubre de 2020

POETAS DE GRECIA Y ROMA

Editorial
Ocurre muchas veces que no nos atrevemos a leer a los clásicos porque están ya muy lejos de nosotros, porque creemos que nos vamos a aburrir o porque pensamos que no vamos a entenderlos. Poetas de Grecia y Roma es una magnífica oportunidad para una primera aproximación, es un auténtico regalo para quien todavía no conozca esos textos esenciales que han fertilizado toda la poesía occidental.

Esteban Torre, escritor, investigador y catedrático emérito de la Universidad de Sevilla, se ha encargado de seleccionar y traducir 40 poemas, solo 40 poemas, de siete poetas griegos y siete latinos: Homero, Hesíodo, Safo, Píndaro, Sófocles, Teócrito, el pseudo-Anacreonte, Catulo, Virgilio, Horacio, Tibulo, Propercio, Ovidio y el pseudo-Ausonio. Una especie de antología mínima y esencial de esos textos que ninguna persona medianamente culta debería desconocer. 

Además, todos y cada uno de los autores vienen introducidos por una presentación muy eficaz; breve, pero intensa. De esas que despiertan las ganas de saber más. Se cierra el volumen con un glosario onomástico y mitológico que puede servir de ayuda ante cualquier dificultad que surja durante de la lectura.

Pero si eres de esas personas que conoces bien la poesía clásica greco-latina, esta antología también es un hermoso regalo por la traducción actual y elegante, por la selección verdaderamente acertada y porque es una edición muy cuidada, como si se tratara de cualquier otro libro de poesía actual. Una forma de tener a mano esos textos que solemos consultar muy a menudo, sin el envoltorio de la edición erudita.

Os dejo el último poema de la selección:


COLLIGE, VIRGO, ROSAS

                       De rosis nascentibus


Era la primavera

y, en el amanecer azafranado,

el día respiraba con dulzura

tras un frío punzante.


Una atrevida brisa 
se adelantaba al carro de la Aurora, 
queriendo anticipar 
el caluroso día. 

Vagaba yo por las cruzadas sendas 
de los regados huertos, 
deseoso de vida, 
en las horas primeras. 

Vi la escarcha cuajada, 
colgando de las hierbas que se inclinan, 
o reposando encima 
de las erguidas plantas, 
y las redondas gotas 
jugueteando en una abierta col.

Y vi las rosaledas, 
que disfrutaban del primor de Pesto, 
cubiertas de rocío, 
al renacer la estrella mañanera. 

Alguna blanca perla, 
sobre los escarchados matorrales, 
se desvanecería 
con los primeros rayos de la Aurora. 

No podría saberse 
si es la Aurora quien roba su rubor 
o se lo da a las rosas,
el día con su luz tiñe las flores.

Hay un solo rocío, 
sólo un color, una mañana sólo.
Para estrellas y flores, 
hay una dueña solamente: Venus. 

Quizá también es una su fragancia: 
si aquélla por el aire 
se derrama en los cielos, 
la otra se respira más cercana. 

Diosa común de estrellas y de flores, 
tú, la Reina de Pafos, 
dispones que sus ropas 
estén teñidas con los mismos tonos. 

Era el momento justo. 
Los nacientes capullos de las flores 
se estaban dividiendo 
en segmentos iguales. 

Una está cobijada 
por la cubierta de sus verdes hojas, 
en otra se perfilan 
tenues contornos de la roja púrpura. 

Ésta entreabre las altivas cumbres 
del capitel primero, 
liberando la punta 
de su cabeza grana. 

Aquella desplegaba ya sus velos 
unidos en lo alto, 
pensando en numerarlos 
como sus propias hojas. 

Y entonces, de repente, 
se abrió la gloria del radiante cáliz, 
luciendo claramente 
sus densos granos de azafrán oculto. 

Otra, que rutilaba 
con todo el fuego de su cabellera, 
abandonada por sus mustios pétalos, 
palidece al instante. 

Yo me maravillaba 
de la rapiña del huidizo tiempo, 
viendo que, cuando nacen, 
ya envejecen las rosas. 

He aquí que, mientras hablo, 
se derrumba la roja cabellera 
de la flor rutilante, 
y es la tierra quien brilla con su púrpura. 

Tantas figuras, tantos nacimientos, 
tantos cambios de forma 
en un día comienzan, 
y en ese día acaban. 


Siento, Naturaleza, 
que hayan de ser tan breves tus favores: 
enseñas tu regalo, 
para quitarlo ante los mismos ojos. 

La duración de un día tiene apenas 
la vida de las rosas: 
la juventud y la vejez se unen, 
en instantes fugaces. 

A la que vio nacer una mañana 
la Aurora reluciente, 
al caer de la tarde 
la contempla marchita.

Pero no importa: si en tan corto plazo 
debe morir la rosa, 
prolongará su vida 
con los nuevos retoños. 

Muchacha, coge rosas, 
fresca tu juventud, fresca la flor; 
y piensa que tus años 
son también fugitivos.

***
PS: El libro lo publicaron en 1998 el CSIC y la Universidad de Huelva bajo el título de  La poesía de Grecia y Roma. Ejemplos y modelos de la cultura literariaLo podéis descargar, la propia universidad lo ha colocado en el Repositorio Arias montano. Así podréis ver la importancia que tiene la disposición del verso. Aunque parezca una cuestión baladí, no es lo mismo leer un poema donde las palabras respiran y el verso se hace natural, que un poema en el que las palabras se amontonan y el significado difícilmente establece relaciones con el significante.