Editorial |
Dice la solapa del libro que Juan Manuel Uría (Errenteria, 1976) es autor de los libros de poesía Puerta de coral, ¿Quién es Werther?, Transformaciones, Manzana de vaho, Las huellas del límite, Hablar porque la muerte, Lilith, Harria y K’amékuarhu (haikus). Dice también que como aforista ha publicado Dos por la mañana, La ciencia de lo inútil, donde reflexiona sobre la poesía y la creación poética, y Dos por la tarde. Que junto con el fotógrafo Juan Antonio Palacios ha publicado el fotolibro Harria-La piedra, que entre sus últimas publicaciones están Infancia es lugar, un libro de género inclasificable en el que vierte su visión sobre la infancia, Apuntes sobre pintura, donde reflexiona sobre la pintura y la creación plástica, y, en colaboración con José Luis Trullo, Remiúrgica, y que ha ilustrado libros propios y de otros autores y expone periódicamente parte de su obra. Creador del Festival de Poesía Guardetxe (2012-2015), cofundador, junto con el poeta Beñat Arginzoniz, de la editorial El Gallo de Oro y, junto a la poeta Sihara Nuño, de la librería Noski! Formó parte del grupo de agitación poética Gatza.
Luego están las palabras-regalo de Gamoneda, un frontispicio construido con palabras como panes de oro, como peces de luz, como sombras del aire donde la verdad vuela.
Después vienen, y eso es lo que verdaderamente importa y vuela, el texto fragmentado de Juan Manuel Uría esparcido en XIX cantos. Copio el
III
Un lugar, avanzar en un espacio,
ocuparlo,
serestar
en ese espacio,
ser un cuerpo en el lugar y en el tiempo de un cuerpo
en ese espacio
y una sombra
que se perfila con la uña del que dibuja,
con la espátula oscura
de su palabra.
Y se oye
en ese espacio
una luz (ostentosa) que crepita
tal nieve bajo un pie hecho de andada y de tiempo
y de piel que es tiempo;
y el lugar
—donde se crea la forma
de un cuerpo de nieve—
se ilumina.
Y ve
el que dibuja
una espalda, unos tobillos que giran
en el espacio que ocupa
un cuerpo,
proyectando desnudez (salada) a los labios
del que dibuja, sí,
del que dibuja
y construye sentido en el lugar
y da nombre al espacio
y amplía así el espacio
porque el amor.
Y el amor es signo y es lugar
del corazón de un cuerpo
que se entrega al furioso ser del animal
llamado pintura,
el espacio del corazón que crece como la vida crece
envolviendo las cosas
que adquieren otro nombre así,
un mejor nombre.
Cosas
que acaricia el tiempo a su modo y manera
acabándolas en puro polvo
de cosas
en el fin de todo;
la caricia y la piel
también, leve y fugaz
fin de todo
igual que respiración que se agota
antes y después del sexo,
cerrados los ojos al lugar, abiertos ya
a la frontera,
al límite.
***