Fernando Alonso (1941, Burgos) es un autor de literatura infantil absolutamente reconocido y premiado en numerosas ocasiones. Su título estrella, reproducido tanto en papel como sobre un escenario en infinidad de ocasiones, es El hombrecito vestido de gris.
Hoy traigo hasta aquí El hombrecillo de papel a petición de alguien que hace muchos años abandonó la edad infantil, pero no su ilusión ni los ojos nuevos con que lo mira todo.
Aquí lo tienes, Carlos.
Librerías que disponen de ejemplares |
Era una mañana de primavera y una niña jugaba en su cuarto. Jugó con un tren, con una pelota y con un rompecabezas. Pero pronto se aburría de todo.
Luego empezó a jugar con un periódico. Hizo un sombrero de papel y se lo puso en la cabeza. Después, hizo un barco y lo puso en la pecera. La niña se cansó también de jugar con el sombrero y el barco. Entonces hizo un hombrecillo de papel con un periódico. Y estuvo toda la mañana jugando con él.
Por la tarde, la niña bajó al parque para jugar con sus amigos. Iba con ella el hombrecillo de papel. Al hombrecillo de papel le gustaron mucho los juegos de los niños. Y los niños estaban muy contentos con aquel amigo tan raro que tenían.
El hombrecillo de papel de periódico era muy feliz. Y quería que los niños estuvieran contentos. Por eso, comenzó a contarles las historias que sabía. Pero sus historias eran historias de guerra, de catástrofes, de miserias...
Al oír aquellas historias, todos los niños se quedaron muy tristes. Algunos se echaron a llorar. Entonces el hombrecillo de papel pensó: "Lo que yo sé no es bueno, porque hace llorar a los niños".
Al oír aquellas historias, todos los niños se quedaron muy tristes. Algunos se echaron a llorar. Entonces el hombrecillo de papel pensó: "Lo que yo sé no es bueno, porque hace llorar a los niños".
Y echó a andar, solo, por las calles. Iba muy triste. porque no sabía hacer reír a los niños. De pronto, vio una lavandería. El hombrecillo de papel dio un salto de alegría y, con paso decidido, entró. "Aquí podrán borrarse todas las cosas que llevo escritas; todo lo que hace llorar a los niños", pensaba.
Cuando salió... ¡Nadie le habría reconocido! Estaba blanco como la nieve, planchado y almidonado.
Cuando salió... ¡Nadie le habría reconocido! Estaba blanco como la nieve, planchado y almidonado.
Pero, cuando quiso hablar... ¡De su boca no salía ni una palabra! Se sintió vacío por dentro y por fuera.
Y muy triste, volvió a marcharse. Caminó por todas las calles de la ciudad y salió al campo. Entonces, de pronto, se sintió feliz. Su corazón de papel daba saltos en el pecho. Y el hombrecillo sonreía, pensando que tenía un pájaro guardado en su bolsillo.
Y comenzó a empaparse de todos los colores que veía en el campos: del rojo, amarillo y rosa de las flores; del verde tibio de la hierba; del azul del agua y del cielo y del aire... Luego, se fue llenando de palabras nuevas y hermosas.
Y cuando estuvo lleno de color y de palabras nuevas y hermosas, volvió junto a los niños.
Mientras descansaban de sus juegos y sus risas, el hombrecillo les habló. Les habló de todas las personas que trabajaban para los demás; para que la vida fuera mejor, más justa, más libre y más hermosa.
Sobre el parque y sobre los ojos de los niños cayeron estas palabras como una lluvia fresca.
La voz del hombrecillo de papel se hizo muy suave cuando les habló de las flores... Y de los pájaros del aire... Y de los peces del río y del mar... Los ojos de los niños y del hombrecillo de papel se llenaron de sonrisa. Y cantaron y bailaron cogidos de las manos.
Y todos los días, a partir de aquella tarde, el hombrecillo de papel hacía llover sobre la ciudad todo un mundo de color y de alegría.
Y todos los días, a partir de aquella tarde, el hombrecillo de papel hacía llover sobre la ciudad todo un mundo de color y de alegría.