Así,
suavemente,
como un parpadeo,
un guiño imperceptible.
Que quede entre nosotros.
Sin levantar la voz,
quedamente,
-el mar al fondo o quizás una aguamarina-
en un juego de palabras que se dicen
a sí mismas
sin decirse.
Suavemente,
como si en una tarde de silencio y compañía
nos amáramos
al otro lado de la lluvia.
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