Camus comienza su ensayo El mito de Sísifo con estas palabras: No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Me voy a permitir la osadía de corregir al pensador y novelista francés cambiando el final de su frase. Yo diría que no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, la vida misma. La vida desde el principio hasta el fin, la vida en toda su plenitud, la vida conscientemente vivida. Esto implica también, claro está, el final de la misma. Y es en este punto, quizá el que menos debiera importar a entidades ajenas, puesto que no afecta a la organización social ni política, donde meten su mano a saco las religiones, los estados, las concepciones ético-filosóficas y, si nos descuidamos, todo el vecindario que nos rodea.
Veamos: si nuestra vida es nuestra, plenamente nuestra, ¿por qué se producen esos inacabables debates (escándalos, las más) cada vez que una persona, hastiada de vivir de una forma que no quiere y bajo una condiciones a todas luces inhumanas, toma la decisión sobre su propia vida de no seguir viviéndola? ¿A quién afecta esa decisión, si no es a ella misma y a las personas que ella quiere? ¿Teme, acaso, el Estado quedarse sin contribuyentes por un suicido masivo? ¿Cree la Iglesia Católica quedarse sin almas para poblar el cielo, ahora que no existe el infierno? ¿Qué concepción ética o religiosa podría ser tan cruel e inmoral como para hurgar en el dolor personal y disfrutar con él?
Pero no hablo del suicidio —que también—, hablo de la eutanasia. Es decir, hablo de la persona dueña y responsable de su vida. Hablo de la dignidad de ser persona durante todo el período que dure la vida. Hablo del sinsentido de vernos reducidos durante los últimos momentos de nuestra vida —pueden ser años— a la degradación y a la ignominia de que estos últimos momentos no sean nuestros porque alguien decide que seremos más nobles arrastrando el dolor por el dolor, la desesperanza por la desesperanza. ¿Es necesario recordar los largos años del drama que se vio obligado a vivir Ramón Sampedro?
Sin embargo, no es de la muerte de lo que quiero hablar, sino de la vida. De la vida sin tabúes y sin miedos, de la vida que hacemos nuestra sabiendo a dónde y cómo queremos llevarla. Hablo de todos y cada uno de los minutos que nos pertenecen desde que somos conscientes, y de administrarlos con la sana alegría de vivirlos hasta que llegue el instante de decir: Esto ha sido mi vida, estoy satisfecho con ella. He sido feliz, no empañéis vuestros ojos. Lo mismo que el autor decide cuál es la mejor frase para cerrar el libro, porque el libro le pertenece por entero, también con nuestra vida ocurre lo mismo: es nuestra hasta el final, y nosotros somos los guionistas de la historia y sus protagonistas.
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