Mostrando las entradas para la consulta Desde Chillida se ve Oteiza ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Desde Chillida se ve Oteiza ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

domingo, 11 de febrero de 2018

DESDE CHILLIDA SE VE OTEIZA

Monumento a Fleming. Chillida. 
Esta pequeña escultura —no llega al  metro de altura— de Chillida se encuentra en el Paseo Miraconcha desde principio de los años 90. Según parece, ha paseado bastante por la ciudad: jardines del Hospital del Tórax, monte Urgull, Ategorrieta. 

La había visto muchas veces, pero nunca me había fijado en que mirando hacia el otro lado de la bahía desde la plataforma en la que se encuentra, lo que se ve encajado en el hueco superior de la figura de granito es la Construcción vacía, de Oteiza

Si no hubiera sido por que el reencuentro entre los dos grandes escultores vascos se produjo en el 97, habría pensado que el Ayuntamiento donostiarra decidió esta última ubicación como celebración del abrazo. ¿O las colocó así con la intención de provocarlo?

Bromas aparte, lo cierto es que ambos tienen muchos elementos en común, que su trabajo en torno a la representación del vacío es muy similar, que la reflexión que ambos realizaron sobre la metafísica del hueco y su representación tiene los mismos elementos y características, que participan de la misma expresión de la belleza, de ese decir silente que excede cuanto podemos imaginar, pero que gracias a él contemplamos la plenitud.

Desde Chillida, es cierto, podemos ver a Oteiza; lo mismo que desde Oteiza podemos contemplar a Chillida, sin temor a equivocarnos ni desviarnos.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

SORPRESAS DE LA CIUDAD

 Voy a ser generoso. Os voy a dejar todas las fotos que hice ayer por la tarde cuando iba en busca del Dantzari. 

Caballito que corona el carrusel del Alderdi Eder.

La verdad es que llevar una cámara en la mano es muy tentador. O un peligro. Vas hablando, ves una imagen que te llama la atención y, ¡hala!, ahí que te paras y dejas con la palabra en la boca a quien te acompaña. 

Gaviota que te dice: eh, aprovecha, que poso un ratito.


Desde Chillida se ve Oteiza.



Una rosa que no quiere ser menos que la gaviota.


La fuente de Francisco López y...


Y esta especie de chimenea agujereada que surge del estanque.

Sí, hasta el Parque de Zubimusu iba porque había leído hace un par de días en la guía de Edorta Kortadi que en él se encontraba este artefacto del que salía un dantzari. Y no las tenía todas conmigo porque esa chimenea, mástil o extraño objeto no tenía pinta de albergar nada en su interior, y mucho menos un alegre dantzari vasco sugiriendo una espata-dantza.

Dan las ocho de la tarde... y:


Pues ahí queda el Dantzari, obra de Joaquín Montero y Dionisio García Arranz. En el recoleto parque Zubimusu, cuando dan las horas, emerge de esa curiosa estructura un dantzari que mantiene la pata en alto durante casi dos minutos, mientras suena una música de carillón. No tiene la complicación ni la vistosidad  de los autómatas centroeuropeos, pero no deja de tener su gracia. Una atracción para la gente más menuda a la que estuvimos mirando cinco personas adultas. Y sin las aglomeraciones pandémicas de Praga, Múnich o Estrasburgo. 

De vuelta a casa, la luna juega con las nubes 


y con las farolas,


algunos edificios coquetean con espejos improvisados,


y cuando llego al Urumea, el Festival invade de sueños y colores sus tranquilas aguas. 



Que tengáis un feliz miércoles.

lunes, 15 de abril de 2024

VALLADOLID, ARTE EN LA CALLE

Lo profundo es el aire

 Cada vez aprecio más la escultura urbana y me gusta ver cómo las ciudades, en general, van ampliando la oferta e incorporando obra de todos los estilos, no solamente la de corte realista y reproducción de figura en homenaje a tal o cual personalidad destacada. En este sentido, no es lo mismo pasear por una de las grandes capitales del mundo que por una ciudad de provincias, pero en cualquiera de ellas podemos encontrar siempre algo que nos sorprenda y agrade. 

Prácticamente nada más llegar a Valladolid, lo primero que hice fue acercarme a la obra de Chillida. Las conexiones de todo tipo que tenemos en casa con ella son especiales y era una visita obligada. Por desgracia, cuanto se ve en la fotografía que abre este comentario es lo que se podía ver. Las obras de limpieza y rehabilitación en el exterior de la iglesia de san Pablo han obligado a protegerla.

Pero si ya sabéis de dónde procede el título de la obra del exportero de la Real Sociedad, que esa es la conexión fundamental en este caso —no la personal—, se me hacía obligatorio acercarme hasta el pequeño estanque donde Jorge Guillén se divierte jugando a los barquitos con la infancia.  

Jorge Guillén y la infancia

Claro, si empezamos a tocar el mundo literario, Valladolid es algo así como sinónimo de Zorrilla. Y este monumento, por representar lo que representa, el autor del don Juan más famoso de la literatura española, por estar situado donde está y porque será uno de las más antiguos de la ciudad, es, posiblemente, el monumento homenaje a una persona real más conocido por la ciudadanía propia y por la ajena.


La conexión literaria, de fuerte raigambre en la ciudad del Pisuerga, nos lleva inmediatamente a otras dos esculturas mucho más recientes, la de Miguel Delibes, a pocos metros de la anterior, justo a la entrada del parque Campo Grande


y la de Rosa Chacel, en la Plaza del Puente, muy cerca de donde se encuentra la de su compañero de generación, la de Jorge Guillén (también hay un busto de la escritora en el Campo Grande).


Exactamente cien años —conexión temporal—después de que naciera Rosa Chacel, Faustino Aizkorbe —conexión vasco-navarra— dejó está abstracción en acero corten A la amistad, Stella III. Se encuentra al final de la calle Héroes de Alcántara.

La conexión vasco-abstracta nos puede llevar unas pocas calles hacia el este, hasta la entrada a la Fundación Segundo y Santiago Montes, en la calle Núñez de Arce, donde nos encontramos con este Retrato de un gudari llamado Odiseo obra de Oteiza, que, por cierto, no es la única que existe en las calles de la ciudad.


Y el capricho del azar quiso que mientras me encontraba por allí, en el Museo Patio Herreriano estuviera la exposición temporal "Vanguardia y destino" donde se puede ver otro Retrato de un gudari llamado Odiseo. Conexión absoluta.


Pero no quedan ahí los caprichos conectivos del azar. En la misma exposición, dos salas más allá de la anterior, asomaba la cola de la ballena más famosa de la historia de la literatura, Moby Dick, de Adolf o Adolfo Schlosser, que toda la vecindad de la plaza José Mª Sert de Donosti ve diariamente cada vez que se asoma desde su casa. 


Y continuando dentro del ambiente de la abstracción, en la otra orilla del Pisuerga se encuentra, junto al parlamento de Castilla y León, esta obra mucho más colorista y de tendencia vertical, Metamorfosis, del murciano Cristóbal Gabarrón


Entre la abstracción y el figurativismo nos podemos dejar encantar por esta pareja con la que casualmente me encontré cuando iba de camino hacia la Museo Casa de Cervantes. Se titula, precisamente, Encuentro, y es obra de Feliciano Álvarez Buenaposada.


Muy cerquita de este gozoso Encuentro se produjeron estos otros tres, de estilos muy diferentes, pero los tres llenos de encanto, todos ellos en la plaza de España:

Escenas del mercado, de Gonzalo Coello Campos

Homenaje al voluntariado social, de Eduardo Cuadrado

La bola del mundo, de Ana Jiménez

Hubo más encuentros, resultado de todo tipo de conexiones, pero no quiero abusar de vuestra paciencia. Eso sí, si el arte urbano os interesa y tenéis intención de pasar por Valladolid, podéis utilizar la página de Arte en la calle o la de Arte en ValladolidCualquiera de las dos puede realizar el servicio de guía para indicaros qué ver y dónde. 

***