Para Nahia y Dani.
Y como en tantas ocasiones, gracias, Irene.
No, como podéis ver por las fotografías no estoy utilizando la expresión en sentido metafórico. Me refiero a todos esos animales que de alguna forma comparten la ciudad con nosotros, ya sean las típicas aves que siempre hemos asociado con las ciudades (gorriones, palomas, cisnes, patos...) o la multitud de especies que habitan a nuestro lado y en las que yo —ignorante urbanita— nunca me había fijado.
Debo decir que no soy un gran observador, ni tampoco he participado en salidas de avistamiento o actividades semejantes. Las fotografías que aquí aparecen, algunas de ellas tomadas con la cámara del teléfono, las he podido hacer porque esos simpáticos animalillos han tenido la amabilidad o la paciencia de esperarme a que yo enfocara cuando estaba dando un paseo, o me dirigía hacia otro lugar sin la más mínima intención de capturar imágenes de zoólogo aficionado. Sin embargo, algunas de ellas bien podrían figurar en algún manual, lo que no es mérito mío, repito, sino del animalillo que generosamente posaba.
Ejemplo de posado natural, un puntito engreído y altanero —si es lo que es, qué va a hacer si no—, es el de este hermoso gallo luciendo su mejor cresta, y que nunca hubiera pensado poder encontrarlo en medio de la ciudad, pero así es. Lo habitual no es precisamente eso, sino coincidir con algún gorrión que intenta hacerse con las migas de las sobras mientras disfrutamos plácidamente del algún bocado en una terraza, o una paloma que intenta arrebatar esa misma miga al pequeño gorrión. Y están también los parques con sus cisnes, sus patitos y cuantos pajarillos los utilizan como hábitat natural. En ellos, claro, la fauna urbana es habitual y a ellos llevamos a nuestras criaturas más pequeñas para que se distraigan observándola, aunque no siempre se contentan con la mera observación, y entonces la fauna visitada tiene que salir huyendo.Pero más fascinante incluso que la coincidencia con momentos imprevistos, como es la huida de este asustado pavo, es asistir a la sesión de cortejo primaveral. En este sentido, disfrutar de un parque como el de Cristina Enea en pleno corazón de la ciudad es todo un lujo. No es necesario acudir a los documentales para poder presenciar en vivo y en directo —y a muy poca distancia— al despliegue de todo tipo de artimañas y añagazas por parte de los machos para atraer la atención de las hembras. Si tenéis la ocasión de ver alguno de estos rituales durante estos días, comprenderéis inmediatamente el porqué de la palabra pavonearse. No se necesita consultar ningún diccionario. Justamente el domingo pasado, mientras atravesaba el parque para acudir a otro lugar, uno de esos pavos estaba ejerciendo de tal, mientras la hembra se hacía de rogar o, tal vez, valoraba disimuladamente el tamaño y el colorido de tanto despliegue. En cualquier caso, debo reconocer la belleza del momento.
Podéis ver más fotografías —no todas son de aves, incluso hay ovejas— en este enlace. Algunas, además, podréis ampliarlas bastante.