Acaba de aparecer una nueva entrega de Las cosas como fueron, es decir, una actualización de la poesía completa de Eloy Sánchez Rosillo. Con ese título quedó recogida en 2004 y ahora, catorce años después, nos ofrece otra entrega a la que ha añadido los últimos poemarios que habían aparecido de manera independiente.
Seguramente la poesía celebratoria de Sánchez Rosillo sea, dentro del panorama poético contemporáneo, la que con mayor ahínco se dedica a ensalzar los momentos cotidianos, la que con más intensidad se empeña en festejar la vida en todas sus formas.
Mentiría si dijera que no existe nostalgia en su poesía, que el dolor ha desaparecido, pero son mucho más abundantes los poemas que cantan y celebran la existencia desde sus formas más humildes y usuales. Y es una constante que crece con el tiempo, como si la edad fuera apartando los motivos para la queja y revelando los placeres más sencillos del vivir diario.
Él mismo nos lo dice:
Qué extraña y sorprendente,
la prodigiosa vida.
Antes vivía en el temor, y quise
inútilmente disputarle al tiempo
mis grandes y pequeñas posesiones,
hasta llegar al ínfimo abalorio.
Ahora dejo la puerta de mi casa
de par en par abierta. Entran y salen
las cosas de este mundo, pero aquellas
que más amo conmigo permanecen.
Nada acaba o se pierde: gira y torna
purificado a nuestro corazón;
nube que luego es lluvia, fuente y río,
nube otra vez, y lluvia y ancho mar.
Supe de la añoranza y el lamento.
Ahora celebro y canto.
Y la luz. La luz que nos ofrece el mundo. La luz por la que disfrutamos de todo cuanto existe. La luz que está presente en buena parte de sus poemas. La luz, motivo de celebración y agradecimiento.
Acude a mí, canción,
dame tu levedad, ven con tu gracia.
Yo pondré mi sentir,
pues de poco me valen las palabras.
¿Lo ves?: despunta el día.
Canción, ayúdame. Di con tu música
la luz del alba.
Cuando aparentemente todo a nuestro alrededor parece despedazarse, cuando podríamos entender que no hay ni un solo motivo para el optimismo, sorprende y revitaliza leer unos versos tan existencialmente positivos:
Haber vivido en este mundo hermoso
inspira confianza. ¿Quién que tenga
cierta experiencia del vivir dirá
que todo fue engaño? Si escuchaste
al jilguero cantar cuando eras niño,
si has tocado la luz, si conociste
el amor y el dolor, viste la luna,
te dio su sombra un árbol, caminaste
solo o con alguien junto al mar o un río,
sabes de sobra que es verdad la vida
y que somos misterio, que es misterio
cuanto ha existido, o es, o existirá.
También, que aquí te encuentras y que un día
—un día milagroso como todos—
digan que te has marchado y aún se escuchada
tu canción a lo lejos.