mirémonos a los ojos.
Bajo tu mirada dulce,
quisiera oír tus latidos.
Este oro del otoño,
hoy, un mechón blanquecino,
le cayó como un milagro
a este golfillo impaciente.
Dejé mi pueblo hace tiempo,
con sus bosques y praderas,
en la triste gloria urbana,
quisiera vivir perdido.
Y que el corazón a solas,
evoque el jardín de estío,
donde entre cantos de ranas,
yo, me iba haciendo poeta.
Allí, también es otoño...
Sus ramas tienden los tilos
y entran por las ventanas
en busca de los ausentes.
Hace tiempo que se fueron...
La luna en el camposanto
dice, enfocando las cruces,
que pronto iremos a verlos.
Y ya pasada la alarma,
llegaremos a otras frondas...
Todas las undosas rutas,
alegran siempre a los vivos.
Querida, ven a mi lado,
mirémonos a los ojos.
Bajo tu mirada dulce,
quisiera oír tus latidos.
colección grandes personajes |
Recordaba que hace mucho tiempo había visto una película sobre su vida, pero excepto el recuerdo nebuloso de sus amores varios y la escena de la trágica muerte, no recordaba nada más. Gracias a esta biografía de Natacha Molina me entero de que Serguéi Yesenin escribió el poema que aparece arriba para la bailarina cuando su pasión por ella acababa de comenzar. No duró mucho esa relación. Seguramente eran demasiados los elementos que jugaban en su contra como para que la relación prosperara.
Aquí os dejo una microbiografía —3' 40"— de Yesenin realizada por Gonzalo Ungidos para Radio 5.