El lunes vi la mitad (me dormí) del segundo capítulo de la
serie de la 1 “El ministerio del tiempo”. El que me haya dormido tampoco quiere
decir nada y, aunque pueda parecer lo contrario, no es un indicador fiable de
la calidad del producto.
A pesar de estas cabezadas he de confesar que la serie me
gustó. No tanto como el primer capítulo, este fue como tomar una gaseosa que
lleva abierta ya un par de días, pero sí lo suficiente como para darle otra
oportunidad. Y me gustó sobre todo porque, a pesar de que las malas lenguas
dicen que es un “Doctor Who” a la española, arriesga. Y arriesgar en nuestra
televisión y en nuestra encorsetada ficción es algo novedoso. Sí, sí,
arriesgar, algo que debería ser el pan de nuestro de cada serie, es, por
increíble que parezca, novedoso.
Es una serie hasta cierto punto “inteligente” y cuando digo
esto me refiero a que no me tratan como un imbécil, aunque lo sea, que una cosa
no quita la otra. Es inteligente ya que me ofrecen algo más que una familia de
clase media con chacha andaluza y niños que mientras desayunan enseñan bien el
zumo de naranja que ingieren, o una familia moderna, ecologista, bienpensante,
con hogar moderno, relaciones modernas y problemas moder…chorras.
Igual, no lo descarto, la serie sea mucho peor de lo que
parece, pero cuando te has acostumbrado a que te ofrezcan bazofia, una comida
con un mínimo sabor te parece el cielo.
Un Ministerio secreto del gobierno, “El Ministerio del
tiempo”, posee una serie de puertas por las que se puede viajar al pasado. Y usando
esas puertas, (cada una de ellas da paso a una determinada época, desde el Siglo
de Oro hasta la Guerra de la Independencia, pasando por “El Empecinado” o Lope de Vega a punto de embarcar en el San Juan) los tres protagonistas van y
vienen, y vienen y van de una época a otra, con el fin de evitar que la
historia de España sufra cambios en el pasado que puedan afectar al presente.
Una especie de Terminator, como dicen en la misma serie, mezclado con Regreso al futuro. Vamos, una mezcolanza de ciencia ficción, historia, humor, drama y
amor que a priori tiene todos los boletos para descarrilar pero que a la hora
de la verdad funciona relativamente bien.
A la serie se le ve el cartón, metafórica y literalmente, en
muchas escenas. Algo que también pasaba en Estudio 1, pero que a nadie parecía
importarle. Y el problema no es el cartón, el problema es que actoralmente la
serie hace aguas, como los perros y como los campos de esta bendita tierra tan
regada últimamente. Hace aguas ya que varios personajes no dan la talla y eso
al final termina pagándose. Y aquí, admito que puedo estar equivocado, tanto a
Rodolfo Sancho como a Aura Garrido, (el “Capitán Alatriste” Nacho Fresneda lo
dejo aparte ya que hasta ahora borda el papel) les falta un poco de vida, un
poco de mala baba, un poco del espíritu ladino que tenía sin ir más lejos
Sancho Gracia, el padre de uno de los protagonistas. Falta, y tengo que decirlo
a pesar de que detesto molestar y de que sé que llevan muchos años de carrera,
oficio. Falta oficio y falta talento. Y eso hay veces que, desgraciada o
afortunadamente, se tiene o no se tiene.
En fin, que a bote pronto, esa media mitad, sigue siendo un
producto interesante sobre todo porque arriesga y porque tiene unos golpes de
humor geniales. Ese momento en el que recitan a Lope de Vega unos
"versos" de "Maneras de vivir" de Rosendo, no tiene precio.
Lo mejor de este medio capítulo sin ninguna duda.
El primer y el segundo capítulo ( y posiblemente el tercero
dependiendo de cuando leas esta crítica) los puedes ver, sin temor a dormirte
ya que puedes elegir la hora, en este enlace.
Para terminar, y como me gusta puntuar, posiblemente porque
soy de la generación de la E.G.B y entonces no había ningún complejo para
hacerlo, a esta serie le voy a dar un bien, es más le voy a dar un 6.5, un bien
holgado. El 6 porque arriesga y por el humor, y el 0,5 porque siendo como
soy un medio crítico, tenía que meter medio punto por algún lado.