Es una historia un poco plana, a los personajes les falta profundidad y, en ocasiones, resultan ser ligeramente tópicos. Está escrita de una manera excesivamente lineal y el autor no ha tenido un par de lectores antes de la publicación, lo que ocasiona esa típica aparición de pequeños errores que tanto afean lo escrito. Aunque, por desgracia, esto parece ya una costumbre, porque también lo podemos ver entre las novelas de escritores consagrados -algunos, incluso, académicos-. Una muestra, y no de Iñaki Bilbao, sino de Muñoz Molina: Porque a Judith le gustaban esas películas embarulladas de flamencos y contrabandistas y las voces chillonas que cantaban en ellas a Ignacio Abel le irritaban menos que a su hijo Miguel, a los doce años, también le entusiasmaran. (La noche de los tiempos, pag 40). Si este tipo de atropellos se le permiten a Muñoz Molina, qué podemos esperar de los simples escritores noveles.
Sin embargo, la novela se deja leer. Está redactada en primera persona, lo que puede ser un riesgo para el escritor, pero este modo de contar suele resultar atractivo para el lector, que simpatiza más fácilmente con el protagonista, a nos ser que éste sea un ser impresentable, que no es el caso.
Andoni, el protagonista, nos cuenta sus amores y desamores, desde la juventud hasta la edad adulta. Y en este ir y venir por los afectos, entra en juego, como otro personaje más de la novela, Navalsaz, pequeño pueblo riojano. El pueblo en cuestión actúa como pantalla en la que se proyectan fantasmas y deseos, así como catalizador de sueños y miedos del protagonista. Es, en mi opinión, el elemento más logrado de la novela.
Seguramente se os hará muy difícil encontrar la novela, a no ser que estéis en Baracaldo, porque es una edición del propio autor. Tiene una segunda novela publicada en 2009, Imágenes y palabras, en la misma editorial y de la misma forma, que espero poder leer pronto.
Feliz lectura y bienvenidos sean los autores nuevos que se atreven a publicar por su cuenta.