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lunes, 21 de julio de 2025

CHAMBORD

 #descubriendoFrancia

Chambord es, según dicen guías y folletos varios, el castillo más grande y más visitado del Loira. Algunas cifras: 426 dormitorios, 282 chimeneas, 77 escaleras, entre ellas la famosa escalera de caracol cuyo diseño, se dice, fue obra de Leonardo, aunque este ya había muerto cuando se comenzó la obra. Y si os da por contar las salamandras distribuidas por paredes, techos y mobiliario, deberíais pasar de las trescientas; en muchas ocasiones, acompañada de la F de Francisco, para que no quede duda. La salamandra es el símbolo que escogió Francisco I.

Más cifras: el castillo de Chambord está enclavado en un parque-bosque de dimensiones descomunales, tiene 32 kilómetros de perímetro (incluye una reserva nacional de fauna y caza). Dicen, y desde luego no voy a comprobarlo, que es el mayor parque de Europa. Buena parte de él, no todo, se puede recorrer. Incluso en el estanque rectangular que se encuentra en la trasera del castillo se pueden alquilar barquitas para pasear. También se pueden alquilar uno de esos carritos que se utilizan en los campos de golf.

A Chambord, por tanto, se puede ir para visitar la arquitectura renacentista, para ver la exposición temporal que se suele colocar en una de las alas del piso superior, para recorrer los inmensos jardines, para hacer pícnic y pasar el día completo, para ver algún evento festivo (cuando yo estuve había algunas zonas cerradas al público porque se estaban instalando gradas y escenarios para la celebración del 14 de julio), o se puede ir para todo ello.






Un par de fotos de la exposición del monje coreano Kim En Joong, artista y hombre de religión, que vivió buena parte de su vida en Francia. Curiosamente, la mayor parte de las obras expuestas en Chambord habían estado expuestas en Chartres cuando pasé por allí hace dos años. No me importó en absoluto, porque es una obra que me gusta mucho.





Los jardines, por supuesto, muy civilizados y muy simétricos, es decir, tan franceses como la misma bandera.










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martes, 16 de julio de 2024

VITRALES

Chartres, Diario sucinto de una escapada 2.


Es posible que los vitrales más hermosos del universo gótico sean los de la catedral de Chartres. Puede ser. Sin  duda el conjunto es hermosísimo y permiten pasar un buen rato abandonándonos al puro placer de la luz y el color, y esto es algo que se puede realizar en cualquier magnífica catedral gótica o en la más minúscula ermita románica con un solo ventanal a dos o tres colores. 

La apoteosis del vitral como elemento decorativo religioso se alcanza durante la época gótica medieval, cuando se aprovechan los numerosos vanos para ofrecer luz al interior de los templos mientras se cuenta una historia del antiguo o del nuevo testamento a la feligresía que acudía a las celebraciones y ritos del momento.

Muchos de esos vitrales sufrieron grandes daños. Incendios fortuitos, guerras nada fortuitas o accesos de ira de la población contra los centros religiosos han provocado la desaparición de muchos y el mal estado de otros. En ocasiones, han sido restaurados con gran fidelidad a los originales. Pero desde hace ya unos decenios existe una corriente en Europa que consiste en colocar un vitral allá donde se haya perdido el original respetando el ambiente más o menos espiritual del edificio, pero con creaciones más contemporáneas o adaptadas a los gustos de la época, que van desde la abstracción cromática de inspiración zen a la vidriera historiada con referencias sociales a la actualidad. Esto puede hacer que la arquitectura religiosa sea apreciada por una parte de la población que tal vez no se encuentre inclinada a visitar una iglesia. 

A mí, en cualquier caso, me gustan las vidrieras tanto desde el punto de vista estético como desde la atmósfera que crean en el interior de los edificios, sean o no religiosos. 

Dejo aquí una pequeña muestra de la variedad de vitrales con que me he encontrado por una pequeña zona del macizo central francés. En cada fotografía aparece el lugar al que pertenece, por si a alguien le motiva y desea verla in situ,  que no es lo mismo una foto que el ambiente interior creado en el espacio donde se halla.

Capilla St. Michel d'Aiguilhe, Le Puy-en-Velay.

 
Capilla St. Michel d'AiguilheLe Puy-en-Velay.

Iglesia abacial de Conques

Mismo sitio

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viernes, 12 de enero de 2024

CATEDRAL DE CHARTRES



La catedral de Chartres está llena de tesoros. Seguramente, los más destacados y los más reconocidos de entre ellos sean las casi 200 escenas bíblicas desarrolladas en las vidrieras y los imponentes pórticos. Pero como pasa en todos los edificios en los que han trabajado muchos artistas importantes durante mucho tiempo, hay siempre más sorpresas que las que las guías al uso suelen anunciar. 


El cierre del coro es un auténtico panel plagado de filigrana gótica tardía y grupos escultóricos. Se encargó de la dirección de esta obra maestra Jehan de Beauce —¿por qué la Wikipedia en inglés le dedica una entrada y la francesa le ignora?—, pero estuvo auxiliado por otros maestros canteros y escultores. Todo el recorrido de la girola, está cubierto por cuarenta escenas que cuentan los momentos más destacados de la vida de Jesús. 

Encuentro de Ana y Joaquín en la Puerta Dorada. Jehan Soulas.

Adoración de los Magos. Quizás de Jehan Soulas.

Tomás introduce los dedos en la herida del costado. Thomas Boudin.

Pero nada más comenzar el recorrido por el deambulatorio, después de la escena de la Visitación, nos encontramos con este hermoso ejemplar de reloj astronómico:


Con él se planificaban los oficios, se determinaba la fecha de la Semana Santa y hasta se predecían los eclipses. El cartel colocado a sus pies nos recuerda que la complejidad del mecanismo era tal que poco a poco fue abandonándose el mantenimiento del mismo. Peor, en 1793 se fundió parte del mecanismo para recuperar metal. Afortunadamente, en 2010 fue restaurado. Dispone de una esfera horaria fija de 12 + 12 horas, una esfera lunar móvil con fondo azul celeste sembrado de estrellas y, por último, una esfera zodiacal igualmente móvil que avanza un poquito cada día.

Eran tiempos en los que todavía la religión y el conocimiento científico no vivían de espaldas. 

Pero no tienen solamente uno. En el exterior, en la fachada norte, tienen otro reloj astronómico.


Parafraseando esa frase apócrifa puesta miles de veces en boca de Enrique IV, habrá que concluir que Chartres bien vale una misa. 

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