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lunes, 10 de junio de 2024

POESÍA Y ASTRONOMÍA

Luna llena con veleta del ayuntamiento donostiarra... o al revés.

El cielo nocturno y lo que en él vemos comparte con la poesía la fascinación ante lo que está ahí, pero no terminamos de comprender del todo; ese halo de misterio y atracción que produce la belleza de lo casi sí, pero no. 

Sin irme al Big Bang, del que únicamente sabemos como producto de ecuaciones matemáticas e hipótesis muy probables, cuanto se ve a simple vista —la Luna, las estrellas fugaces y las otras, los planetas, la galaxia Andrómeda, alguna nebulosa y cúmulos estelares— ha sido objeto de atención desde que somos seres inteligentes capaces de imaginar y preguntarnos por lo que vemos. Más tarde, cuando la humanidad se hizo con la palabra escrita, apareció el canto y la metáfora como consecuencia de la admiración, la perplejidad y la belleza inaprensible.

Enlibrerías
No me voy a ir, tampoco en este terreno, al origen de la literatura —en la epopeya de Gilgamesh ya existen suficientes menciones— ni a territorios ajenos a mi idioma familiar. Este breve paseo por los cielos a través de la poesía lo inicio en Al-Andalus de la mano del ya desaparecido Emilio García Gómez y su antología de Poemas arabigoandaluces. Y como podéis leer, no todo es sobre la luna y sus efectos:

LA ESTRELLA FUGAZ


Vio la estrella a un demonio espiar furtivamente

a las puertas del cielo, y se lanzó contra él,

encendiendo un camino de llama.


Parecía un jinete a quien la rapidez de la carrera

desatara el turbante y que lo arrastrase entero tras

de sí un velo que flota. 


Ibn Sara de Santarén. (1043-1123).


Un fragmento sobre las hermosas Pléyades:

Las Pléyades descienden de su horizonte

como un ramo de jazmín en flor.


Muhámmad al-Mutámid (1040-1095).



Quevedo termina el soneto dedicado a Dafne con estos dos magníficos tercetos —recordad que Apolo, de quien huía, no es otro que el Sol—:

Buhonero de signos y Planetas,
Viene haciendo ademanes y figuras
Cargado de bochornos y Cometas.»

Esto la dije, y en cortezas duras
De Laurel se ingirió contra sus tretas,
Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras. 

Voy a pasar por alto los versos del que en mi opinión contiene mayor fuerza poética de cuantos poemas se han escrito en castellano con la luna como protagonista; me refiero, claro está, al "Romance de la luna". Y lo dejo de lado porque quiero citar aquí otros versos menos recordados que contienen una sorpresa 

Vienen manolas comiendo 

semillas de girasoles, 

los culos grandes y ocultos 

como planetas de cobre

Pertenecen al poema "San Miguel (Granada)". Dudo mucho que Lorca supiera que los planetas rocosos —la Tierra lo es, Júpiter es gaseoso— tienen en su núcleo, además de hierro y níquel, cobre, aunque sea en un bajo porcentaje. La metáfora, claro, va por otro lado, pero le sienta bien al poema el saber que existe cobre en planetas como el nuestro.

Alberti, compañero de generación, tampoco se sustrajo a la atracción de las estrellas y en su última obra publicada, que lleva nada menos que el nombre de una de las estrellas más brillantes del firmamento en su título, Canciones para Altair, podemos leer:  

No hagas caso, Altair,

de las murmuradoras, ciegas constelaciones,

calumniosas estrellas solitarias,

los errantes cometas

o las indefinidas oscuras nebulosas.

Tú a todos los apagas, Altair, con tu brillo,

temblor irresistible, capaz de derramarse,

bañando los ansiosos labios del universo. 


Compañero de aventuras y amigo de los anteriores, Neruda también sentía la comezón cósmica y se preguntaba, como seguramente todo el mundo se ha preguntado alguna vez mientras mira el cielo nocturno, cuál será el astronómico número de soles que habitan en el universo:

¡Qué sed

de saber cuánto!

¡Qué hambre

de saber

cuántas

estrellas tiene el cielo!


En "Oda a los números", de Odas elementales.

No quiero cansaros, así que voy con la última cita. Esta vez es de una poeta del tiempo presente, Ángela Vallvey, quien en su poemario Nacida en cautividad jugaba nada menos que con el principio antrópico:

Guardo dentro de mí
el resplandor del cosmos,
su azul de madrugada y su horizonte,
y acaso pueda detener la noche,
hacer una amapola con sus brumas.
O abrir un agujero
en el centro del cielo
para guardar el frío
que nace de la tierra.
Acaso pueda
lograr que el firmamento
descanse en la yema de mi dedo anular. 

Esto no es nada más que una brevísima incursión en las felices y fructíferas relaciones de la poesía con el siempre fascinante mundo de más allá de nuestra atmósfera. La palabra escrita siempre se ha llevado muy bien con los ámbitos de lo sublime, lo inmenso, lo desconocido, lo que nos deja perplejos... y cada vez que miramos hacia arriba en una noche de cielo despejado estamos entrando en ese terreno.

***


martes, 10 de noviembre de 2020

LA CERVEZA, LOS BARES, LA POESÍA

No deja de tener su gracia, y quizás también un matiz reivindicativo, que haya salido este año el número 1.100 de Visor a mayor gloria de bares y cervezas, ahora que media Europa y casi toda España tiene el acceso prohibido a compartir tragos y palabras en esos locales públicos.

Como se recuerda en la contraportada y en el texto que precede al prólogo, cada número que completa una centena lo ha dedicado la casa a un bloque temático. En este toca La cerveza, los bares, la poesía

Supongo, por eso de que es el nombre que encabeza la cubierta, que el encargado de la recopilación y del sustancioso y bien informado prólogo —no os lo saltéis— debe de ser Jesús García Sánchez, pero nada hay ni en los créditos ni en ninguna parte que así lo indique. ¿Será timidez del editor?

La selección consta de más de ciento sesenta textos que van desde el primer relato épico de la historia de la literatura, el Poema de Gilgamesh, hasta un poema del joven costarricense Juan Carlos Olivas. Entre esos dos, podéis encontrar textos —no todo es poesía en sentido estricto— de casi todo el mundo, procedentes de cualquier territorio y de cualquier lengua. Cuatrocientas páginas dan para mucho. Os dejo un par de muestras.

Anónimo, siglo VII a.n.e. Tomado de la Antología Palatina, XI, 56. La traducción es de Begoña Ortega

Bebe y goza. Qué pasará mañana, o qué en el futuro, nadie lo sabe. No corras, no te canses.
Cuanto puedas, disfruta, compártelo, come y piensa como mortal que entre vivir y no vivir no hay ni un paso.
Toda la vida es, así, el movimiento de una balanza: si tomas la delantera, tuyo será todo, pero si mueres, de otro será y tú nada tendrás.

Como veis, lo del carpe diem tiene muuuucha solera.

Y del remoto pasado en el Mediterráneo oriental al actual Cantábrico. No podía faltar a la cita en una buena antología que aune poesía, bares y cervezas el maestro Iribarren:

LA FELICIDAD

Te sientas en una terraza
a tomar algo.
A pocos metros de ti, 
niños y niñas patinan, saltan
a la comba, se pelean...
Enciendes un cigarro,
fumas plácidamente.
Al fin llega la cerveza:
en su punto,
espumeante, fresca.

Cierras los ojos
y "esto es la felicidad",
te dices.

Luego los abres
y ves a ese pobre viejo
hurgando en las papeleras.

Haceos con ella. Hay muchas y estupendas sorpresas, incluso para un buen conocedor de la poesía.

jueves, 28 de mayo de 2020

LA MEMORIA Y LOS NOMBRES

Templo de Artemisa en Éfeso,una de las siete maravillas de la antigüedad. Fuente: Wikipedia.

Escuela de Magisterio, 1974. Estoy en la clase de Historia del Arte, arte griego, estilo jónico. Micaela Portilla se entusiasma contándonos las maravillas del Templo de Artemisa. Pero el templo ya no existe porque un loco, un fanático que pretendía que su nombre perdurara a través de la historia, lo quemó. Micaela, a quien todos adorábamos, nunca quiso decirnos el nombre del pirómano insensato porque eso era precisamente lo que buscaba el incendiario: vivir en la memoria. 

Por desgracia, el nombre del pirómano sí ha perdurado, como ha perdurado el de otros muchos que buscan sus quince minutos de fama cometiendo una fechoría al amparo del eco que alcanzan en los medios de comunicación masivos y de las redes sociales. La psicología ha recogido su nombre para designar el trastorno de la conducta que empuja a cometer delitos con tal de alcanzar la fama.

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Disco de Enheduanna. Fuente: Penn Museum.

Con Enheduanna (o Enkheduana), en cambio, la situación es más o menos la inversa. En el manual de Historia Universal Siglo XXI, vol 2, tan solo aparece su nombre dentro de una frase: Las hijas ocupaban cargos religiosos que, por otra parte, les daban un verdadero poder político, como Enkheduana, a la que Sargón, su padre, nombró gran sacerdotisa de Nanna, y la hija de Naransin, Enmenana, que fue su sucesora (p 89).

Sin embargo, y aunque ya sabíamos que era la primera persona de la historia literaria de la que tenemos noticias, ya que firmó, cosa rara para la época, sus escritos, ha sido la reivindicación que de ella ha hecho Irene Vallejo en su estupendo El infinito en un junco, lo que ha provocado que pase a ser nombrada en unos cuantos sitios de acá y de allá. 

Pero lo curioso no es que recordemos sus textos y los leamos —de aquella época hay otros muchos cantos de carácter religioso y un poema, el de Gilgamesh, que sí leemos y publicamos continuamente generación tras generación—, lo curioso es que el hecho de que sea la primera mujer de la que sabemos fehacientemente que escribió es lo que le está dande notoriedad. No nos engañemos, Enheduanna no es Safo, ni mucho menos.


Fuente: atresmedia.com

Y una tercera forma de enfrentarnos a los nombres y su recuerdo es querer que desaparezcan... porque no nos gusta cómo eran la personas cuando las descubrimos más de cerca. En este caso, después de haber ensalzado su descubrimiento durante años, realizamos un juicio moral y decidimos que no merece estar en la memoria de la sociedad.

La maniobra de presión abdominal que debemos realizar para salvar a alguien del ahogamiento cuando se ha atragantado se llama, o se llamaba, maniobra Heimlich. Es un actuación rápida para liberar la tráquea obstruida y permitir así que el aire vuelva a los pulmones de la víctima del atragantamiento.

Al médico Henry Heimlich debía de gustarle la fama y el espectáculo, y se pasó la vida promocionando "su" maniobra por cuanto programa radiofónico o televisivo caía a su alcance. Parece que incluso uno de sus hijos llegó a acusarle de haber llevado a cabo prácticas fraudulentas durante medio siglo (El cuerpo humano. Guía para ocupantes, p 112). Debió de promocionar tratamientos nada científicos, pero llamativos, para curar enfermedades. El caso es que para librarse del personaje, en 2006 la Cruz Roja estadounidense dejó de utilizar el nombre de "maniobra de Heimlich" para sustituirlo por el de "compresión abdominal".

***
Habría que preguntarse qué es lo que buscamos cuando subrayamos o borramos nombres. ¿Estamos hablando de comportamiento ejemplar, de hechos importantes para el resto de la sociedad o de nuestras propias fantasías? 

domingo, 10 de mayo de 2020

UN ÁRBOL, UN REY Y LA EPOPEYA MÁS ANTIGUA DE LA LITERATURA

Cedro del Líbano. Parque de Cristina enea.


Tal vez sea por el confinamiento o tal vez sea porque el otro día andaba uno de los pavos del parque glugluteando como un loco desde lo alto de una de las ramas de este magnífico cedro del Líbano, el caso es que desde que podemos salir a pasear estoy más atento a todas esas maravillas que tengo a unos cuantos pasos de casa y que habitualmente no me paraba mucho a contemplar. Vamos, que estoy algo así como haciendo turismo alrededor de mi domicilio y entre voceo y voceo del pavo —era macho y estamos en época de celo—, saqué el teléfono del bolsillo y tomé un par de imágenes. 

Los árboles son seres vivos extraordinarios por muchas razones. Si hablamos de tamaño, entre ellos están los mayores seres vivos que podemos encontrar en la Tierra. Este cedro es un estupendo ejemplar, aunque "solo" tiene 25 metros de altura y 5 de diámetro en su tronco. Pero lo que a mí se me hace más atractivo es que se trata de un tipo de árbol unido directamente con nuestra imaginación. El cedro del Líbano aparece en la primera epopeya escrita de la historia de la humanidad, La epopeya de Gilgamesh, que, por si no la habéis leído, debéis saber que no solamente influyó en Homero, sino también en la Biblia. 

En ella podemos leer la aventura de los dos amigos, Enkidu y Gilgamesh, en lucha con el monstruo Humbaba cuando llegan al bosque de cedros. Comienza así:

Allí se pararon admirando el bosque

contemplando los elevados cedros

contemplando la entrada al bosque


Por donde Humbaba había ido y venido

había una huella

El sendero lucía recto y muy recorrido


Vieron entonces la Montaña del Cedro

paradero del trono de diosas y dioses.

        
                                                                  

Pero si las aventuras de Gilgamesh, rey de Uruk, se os hacen demasiado lejanas y su lucha contra la muerte no es suficiente para mover vuestro afecto e interés por este árbol, acaso sintáis un poco más próximas las menciones que de él se hacen en el Levítico cuando Moisés ordena a los sacerdotes hebreos que usen la corteza del cedro del Líbano en el tratamiento de la lepra: Si la plaga de lepra ha desaparecido del leproso, mandará tomar para el que se ha de purificar dos avecillas vivas, madera de cedro, un hilo de púrpura e hisopo... (Levítico 14:3 y 4); o cuando Salomón ordena construir el Templo de Jerusalén: Construyó la casa "Bosque del Líbano", de cien codos de largo, cincuenta codos de ancho y treinta codos de alto, sobre tres filas de columnas de cedro y capiteles de cedro sobre las columnas (1 Reyes, 7:2).

Pero también podríamos mencionar que las naves fenicias que surcaron el Mediterráneo entero llevando su alfabeto por todos los pueblos costeros estaban hechas con la madera de este árbol. O que la actual bandera del país que les da nombre tiene su dibujo en el centro de la misma. Ya véis si hay motivos más que suficientes para detenerse delante de este magnífico árbol y dejarnos llevar durante un momento a través de la historia porque su adn está inscrito en nuestra vida. El turismo de proximidad siempre tiene algún regalo esperándonos.


lunes, 2 de julio de 2018

LA EPOPEYA DE GILGAMESH

La epopeya de Gilgamesh es el relato escrito más antiguo —2500-2000 a.n.e.— de la historia de la humanidad mientras no aparezca otro, y no parece probable. En él se nos cuenta la historia de Gilgamesh, héroe sumerio que va en busca de la gloria y la inmortalidad. 

Comienza la historia con los ciudadanos de Uruk pidiendo ayuda a los dioses para que los libere de la tiranía de este rey despreciable y altanero. Después de muchos cambios y aventuras, la leyenda termina con un Gilgamesh consciente de sus limitaciones y abatido por el dolor de la pérdida. La inmortalidad no está al alcance de los seres humanos.

Hay muchas versiones de la historia, pero la que se suele utilizar para las traducciones es la versión más moderna —1100 a.n.e.— y más completa, la versión babilónica. Aquí se encuentra también el primer relato escrito del diluvio universal.

—¡Hombre de Suruppak,
hijo de Ubar-Tutu:
derriba la casa,
hazte una nave!
¡Renuncia a las riquezas 
y asegúrate la vida!
¡Desprecia los bienes
y conserva la vida!
¡Sube semilla de todo lo que vive
a bordo de la nave!

La nave que tú mismo te vas a hacer
que sean iguales todas sus medidas,
que se correspondan su anchura y su largura.
Igual que el Apsu,
tápala con un techo.

                                (Traducción de Joaquín Sanmartín)

La influencia de la Epopeya de Gilgamesh en otros relatos y otras culturas ha sido muy estudiada. Es muy clara, por ejemplo, en Homero y en la Biblia. Lo curioso no es que haya influenciado a pueblos vecinos, como es natural; lo verdaderamente curioso es que el mito del diluvio universal exista en culturas muy alejadas entre sí como son la griega, la hindú, la chibcha, la mapuche, la maya, la mexica, la inca, la uros, la kawesqar, la taíno, la guaraní, la pascuense y la moussaye del Chad. Tal vez algún día dispongamos de una buena explicación.


***

Hoy, mañana y pasado mañana (2, 3 y 4 de julio) se representa en El Grec de Barcelona. Para no perdérselo si estáis por allí.

domingo, 7 de mayo de 2017

ALGUNAS RAZONES PARA LEER A ARISTÓTELES

Platón y Aristóteles. La escuela de Atenas.
Imagen tomada de Wikipedia
Leer a Aristóteles sigue siendo hoy una actividad provechosa para cualquier persona interesada por la cultura en general, no solo para quienes están estudiando la historia del pensamiento filosófico, y esto por varias razones
que intentaré exponer con la mayor claridad que pueda.

Es cierto que no podemos acudir al estagirita para conseguir una mejor comprensión del mundo físico. En aquella época carecían de instrumentos de observación —microscópios y telescopios no aparecerán hasta mucho más tarde— y sus aproximaciones al conocimiento de lo que hoy se engloba dentro de las ciencias naturales se realizaba a base de mucha observación, intuición y buena voluntad. Dejemos, pues, a un lado sus trabajos sobre botánica, biología, física o astronomía. 

Sin embargo, el maestro de Alejandro bien puede acompañarnos en los campos de la lógica, la filosofía de la ciencia, la ética y la metafísica. En todos ellos todavía nos puede dar grandes lecciones. En todos ellos puede resultar muy fecunda la lectura de sus obras. En todos ellos las posibles controversias que mantengamos con él nos harán crecer un poquito más.

A mí una de las cosas que más me gusta de este portento del pensamiento es su apego al mundo real, como bien captó Rafael a través del gesto de la mano en su famoso fresco. Y es que Aristóteles intenta llevarnos siempre desde el sentido común y la percepción sensible hacia la abstracción, lo que hace más comprensible el mundo y suele evitar el idealismo autoritario y la fantasía. 

Por algo su metafísica no es precisamente metafísica, sino esa ciencia que plantea e inquiere cuestiones acerca de cualquier cosa. Se pregunta por la causalidad, por el cambio y la permanencia, por el significado de los distintos términos filosóficos, por cualquier realidad cuya naturaleza es difícilmente aprensible, objetos de reflexión como el espacio, el tiempo o la materia.

Otro característica que me gusta especialmente de su modo de pensar y de entender el mundo es la importancia que le da a todos y cada uno de los saberes para poder acercarnos al entendimiento de cuanto nos rodea, incluidos nosotros mismos. Por algo comenzó ese libro que dejó sin título y que hoy conocemos como Metafísica con estas palabras: Todos los hombres tienen de forma natural el deseo de saber

Ese deseo, esa curiosidad innata es la que ha proporcionado los mejores logros a la humanidad, desde el dominio del fuego, la invención de la agricultura, la creación del alfabeto, La Epopeya de Gilgamesh... hasta la detección del bosón de Higgs, con todos los miles de pasos intermedios, todos ellos importantes y necesesarios.

jueves, 13 de enero de 2011

LA CIUDAD DE LAS PALABRAS

¡Qué hermoso título para un libro!

Leer a Manguel es siempre un placer por el estilo diáfano con que escribe, porque es un experto lector que nos aproxima la obra de otros escritores con una mirada precisa y siempre sorprendente, y porque es capaz de relacionar ideas que los demás no vemos y transmitirlas por medio de anécdotas llenas de luz.

En este libro reflexiona, como indica en el subtítulo, sobre el universo de la ficción y su reverso, la realidad. Pero mejor que ofreceros mis palabras, os dejo un par de párrafos suyos:

Esta es la paradoja. Por una parte, el lenguaje de los políticos, que pretende referirse a categorías reales, congela las identidades en definiciones estáticas, separa, pero no consigue individualizar. Por otra, la lengua de la poesía y de la ficción, que reconoce la imposibilidad de nombrar con exactitud y de forma definitiva, nos agrupa, a todos y cada uno de nostros, en una humanidad común y fluida, y nos otorga, al mismo tiempo, identidades que nos revelan a nosotros mismos (pag. 39).

Los relatos pueden ofrecer consuelo frente al sufrimiento y palabras para dar nombre a nuestras experiencias. La ficción puede decirnos quiénes somos y qué son esos relojes de arena a través de los cuales nos deslizamos, y puede también sugerirnos formas de imaginar un futuro que, sin exigir un final feliz, pueden ofrecernos alguna manera de permanecer vivos, juntos, en esta tierra maltratada (pag. 181).

Son sólo dos ejemplos y están sacados del contexto, pero creo que pueden ser suficientemente indicativos del tema del libro (por el que desfilan Casandra, la historia de Gilgamesh, El Quijote, la necesidad de utilizar una lengua para poder convivir, la torre de Babel e incluso el famoso ordenador HAL de 2001, una odisea en el espacio) y del estilo del autor.

Feliz lectura.