Y allí estaba yo, en un anfiteatro natural, rodeado de otros espectadores y de unas magníficas hayas, cuando el director de la orquesta Et incarnatus nos anuncia la pieza siguiente: Tabula rasa, de Arvo Pärt. Ni conocía la obra ni conocía al compositor.
Quedé absolutamente conmovido y emocionado. La composición me pareció lo mejor de todo el concierto: envolvente, recogida, profundamente poética... una delicia.
Aquí os la dejo en manos de la Joven Orquesta de Cámara de Lviv, dirigida por Siergiej Burko. (Las toses y otros ruiditos molestan un poco).
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