Sin embargo, después de haber soltado la lagrimilla de rigor y después de haberme enamorado perdidamente de Cio-Cio-San, no puedo dejar de preguntarme por qué la ópera —especialmente la ópera, sí— ha construido papeles femeninos tan tremendamente tradicionales, pasivos y dependientes. Me resulta difícil evitar ese desgarro que se produce entre el sentimiento y la razón cada vez que escucho el bellísimo Un bel dì, vedremo.
"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
lunes, 12 de octubre de 2015
UN BEL DÌ, VEDREMO
Algunas de las arias escritas por el gran Puccini son hermosas hasta la médula. Hermosas y profundamente tristes. Difícil es no conmoverse al escucharlas: la música, bellísima y delicada como sólo él era capaz de componer; la historia, triste cual bebé desconsolado al que no podemos socorrer. Todo colabora para que se nos queden pegadas a la piel. Y de entre todas ellas Un bel dì, vedremo es, tal vez, la más adictiva.
Sin embargo, después de haber soltado la lagrimilla de rigor y después de haberme enamorado perdidamente de Cio-Cio-San, no puedo dejar de preguntarme por qué la ópera —especialmente la ópera, sí— ha construido papeles femeninos tan tremendamente tradicionales, pasivos y dependientes. Me resulta difícil evitar ese desgarro que se produce entre el sentimiento y la razón cada vez que escucho el bellísimo Un bel dì, vedremo.
Sin embargo, después de haber soltado la lagrimilla de rigor y después de haberme enamorado perdidamente de Cio-Cio-San, no puedo dejar de preguntarme por qué la ópera —especialmente la ópera, sí— ha construido papeles femeninos tan tremendamente tradicionales, pasivos y dependientes. Me resulta difícil evitar ese desgarro que se produce entre el sentimiento y la razón cada vez que escucho el bellísimo Un bel dì, vedremo.
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