Y de eso se trata, de un arca en la que ha ido guardando —unas veces con ternura, otras con ironía y algunas más con enojo— aquellas palabras por las que ha sentido algún tipo de atracción.
No es, pues, un diccionario, aunque sí tiene una querencia lexicográfica; tampoco es un ensayo, si bien podemos encontrar apuntes y reflexiones puntuales que van en esa dirección; y no es un libro de poesía, aunque no le falten buenas dosis de esta. Pero quizá sea más fácil hacerse una idea viendo algunos ejemples.
- Se jugaba en casa al julepe, y eso contribuía de manera generosa a hacer más melancólicas e interminables las tardes de los domingos. No sé por qué, siempre me ha parecido, viendo a la gente jugar a las cartas, que todos allí estaban esperando una ejecución.
- Qué abstractas las espadañas de las viejas iglesias de Castilla, que irreales, qué metafísicas las nubes atravesándolas de parte a parte y arrancando a las campanas lamentos angélicos.
- Algún gracioso dijo aquello de "soy español, cazi ná". Y nunca se dijo tanta verdad.
- La gaita perdió todo su prestigio cuando dejó de llamarse cornamusa y la militarizó el señor Fraga Iribarne.
Para divertirse con las palabras y crear nuestro diccionario personal.
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