De Nueva York a Terradillos. A veces damos saltos muy grandes. De la gran ciudad, al pueblo más pequeño; del ruido, al silencio; de la actividad, a la quietud. Como si nada. Un día aquí y otro allá. Al fin y al cabo, lo que importa es la gente que vive en los lugares, no el lugar mismo. Cualquier ciudad puede ser el mejor sitio del mundo, si en él viven las personas que queremos.
Aquí, en Terradillos, el pueblo donde nacieron mi madre y me hermano José, a la sombra de una hermosa chopera, estuve comiendo con parte de mi familia burgalesa. Sirvan estas líneas, y el poema de fray Luis, de agradecimiento a la acogida que todos ellos me brindaron.
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
La oda entera podéis leerla aquí
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