Ahora parece que volvemos.
No sabemos muy bien de dónde ni hacia dónde,
pero tenemos esa impresión de vuelta…
y el viento sopla
y otras veces llueve
y parece que la gente tiene prisa
y que todo está más dorado y un poco más frío.
No importa si fue ayer cuando marchamos,
lo que importa es que hoy
-y mañana también-
tendremos que repetir el mismo gesto,
la misma impertinencia inútil
a la que la lluvia nos convoca.
Ahora parece que volvemos…
y que el mundo es un poco más nuestro:
la estéril ciudad en que vivimos,
el monte al que acudimos los fines de semana,
el trabajo que hacemos y no hacemos a diario,
el ocio que ocupamos también a veces trabajando,
el bosque que arde en cien colores
y la dicha de abandonarnos a ese bosque.
Sí, parece que todo es más nuestro,
quizá porque somos un poquito más nosotros mismos
cuando logramos alcanzar aquello que esperamos:
la fruta, el premio, la luz, el canto.
O, acaso, porque parece que volvemos.
De la colección El transcurrir medita su corriente
No sabemos muy bien de dónde ni hacia dónde,
pero tenemos esa impresión de vuelta…
y el viento sopla
y otras veces llueve
y parece que la gente tiene prisa
y que todo está más dorado y un poco más frío.
No importa si fue ayer cuando marchamos,
lo que importa es que hoy
-y mañana también-
tendremos que repetir el mismo gesto,
la misma impertinencia inútil
a la que la lluvia nos convoca.
Ahora parece que volvemos…
y que el mundo es un poco más nuestro:
la estéril ciudad en que vivimos,
el monte al que acudimos los fines de semana,
el trabajo que hacemos y no hacemos a diario,
el ocio que ocupamos también a veces trabajando,
el bosque que arde en cien colores
y la dicha de abandonarnos a ese bosque.
Sí, parece que todo es más nuestro,
quizá porque somos un poquito más nosotros mismos
cuando logramos alcanzar aquello que esperamos:
la fruta, el premio, la luz, el canto.
O, acaso, porque parece que volvemos.
De la colección El transcurrir medita su corriente
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