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viernes, 6 de febrero de 2015

MARGARITA, TE VOY A CONTAR UN CUENTO



Tal vez ya conozcáis este corto de Álex Cervantes inspirado en el poema de Rubén Darío, pero hoy, nonagésimo nono aniversario de la muerte del poeta, me ha parecido un día adecuado para recordar al nicaragüense y a todas las pequeñas Margaritas que andan enredando entre juguetes, estrellas y anhelos posibles e imposibles.


A MARGARITA DEBAYLE

Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:


Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.


Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.


La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.


Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.


Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.


Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.


Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.


Y el rey dijo: —«¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».


La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
—«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».


Y el rey clama: —«¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».


Y ella dice: —«No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».


Y el papá dice enojado:
—«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».


La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.


Y así dice: —«En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».


Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.


La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.


          * * *
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.


Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.


miércoles, 30 de agosto de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Rubén Darío)

RAE
 #unlibrounpoema


Para las amistades de América que tanta atención dedican a este blog.


Ya sé que Rubén Darío está bien representado en estas Tertulias. De hecho, la entrada que dediqué al célebre poema Margarita, te voy a contar un cuento es la que más visitas acumula de todas cuantas he redactado (ya está cerca de las 15.000). Sin embargo, este ejemplar tiene muchos méritos para aparecer en esta sección: en primer lugar, me sirve para dar las gracias a la gente que me lee desde Latinoamérica; en segundo lugar, es una edición especial que se hace conjuntamente entre todas las academias de la lengua, de aquí y de allí, lo que lo hace muy barato y se puede encontrar en las dos orillas del Atlántico; y en tercer lugar, es un libro comprado en Lagun, librería a la que mañana rendiremos homenaje, y eso también tiene un valor especial.


CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera oscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

La otra fue más sensitiva,
y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
y le mató triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras, siempre son,
si no pretextos de mis rimas,
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!


Y con la compañía de esta adaptación del cantautor nicaragüense Gustavo Bucardo:


***