viernes, 1 de marzo de 2024

dFERIA 2024


EL CIELO NOCTURNO, MARZO 2024

 
Un atlas magnífico que todavía se puede encontrar.

Cuanto puede verse a simple vista.

PLANETAS: Mercurio podremos verlo nada más ponerse el sol (siempre con dificultad) la segunda quincena del mes cuando se haya separado un poco más de nuestra estrella. Venus lo veremos aparecer por el ESE al amanecer, pero a medida que avance el mes irá retrasando su marcha y acerándose más a la del Sol, lo que hará que dejemos de verlo antes de que termine marzo. Marte se ha adelantado a Venus en su caminar por la eclíptica, lo que permite verlo al amanecer durante todo el mes sobre el horizonte ESE. Júpiter se ve desde que anochece hasta la medianoche en que se oculta por el O, aunque va adelantado su ocultación a medida que avanzan los días. Saturno comienza el mes pegado al sol y se va adelantando poco a poco hasta que supere a Venus en se itinerario, lo que quiere decir que podrá verse la última semana al amanecer salir sobre el horizonte ESE poco después de que lo haga Marte.

LUNA: 10 de marzo, luna nueva; llena, 25 de marzo con eclipse penumbral.

ESTACIONES: 20 de marzo, equinoccio de primavera en el hemisferio norte y equinoccio de otoño en el hemisferio sur.

LLUVIA DE METEOROS: Las Gamma Nórmidas alcanzarán su mayor pico el 14 de marzo.

SATÉLITES ARTIFICIALES: Para saber dónde y cuándo mirar, consultad aquí.


Feliz observación y no olvides pedir a tu ayuntamiento que disminuya la contaminación lumínica.

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jueves, 29 de febrero de 2024

CELEBRACIÓN DE WALT WHITMAN

El 30 de septiembre de 2019, en el Salón de actos de la Biblioteca de Humanidades "Emilio Alarcos Llorach", se produjo una celebración del 200º aniversario del nacimiento del poeta americano. Intervinieron la profesora de Literatura Norteamericana de la Universidad de Oviedo Esther Álvarez López; Luis Alberto de Cuenca, poeta y profesor del CSIC; Luis García Montero, poeta y director del Instituto Cervantes; José Luis García Martín, escritor y profesor de la Universidad de Oviedo; la poeta Aurora Luque; y la directora de la Cátedra Emilio Alarcos de la Universidad, Josefina Martínez

Una pequeña aclaración sobre el contenido: quien desee obtener alguna información significativa sobre el poeta americano, que vaya al minuto 11'20", a la ponencia de Esther Álvarez López. Son los únicos 20 minutos en los que realmente se habla del autor que se pretende celebrar. En las demás, o se dicen generalidades archiconocidas o se habla de los gustos, inclinaciones y opiniones propias de quien expone más que de Walt Whitman. Resulta difícil entender por qué se acepta estar presente en una ponencia si quien lo hace no se va a molestar en preparar algo del más mínimo interés sobre el tema.


CANTO DE MÍ MISMO

                                            24


Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Manhattan, 
turbulento, carnal, sensual, comedor, bebedor y procreador, 
ni sentimental, ni superior a hombres y mujeres, ni alejado de ellos, 
tan modesto como inmodesto. 

¡Arrancad los cerrojos de las puertas! 
¡Arrancad las puertas de los quicios! 
Quien degrada a otro, me degrada a mí; 
y cuanto se hace o dice, revierte en mí. 

La inspiración divina me desborda, y me recorren el torrente y el índice. 

Pronuncio el santo y seña primigenio; hago el signo de la democracia. 

¡Por Dios! No aceptaré nada que no puedan recibir los demás, en las mismas condiciones. 

Brotan de mí muchas voces largamente acalladas: 
voces de las interminables generaciones de prisioneros y esclavos; 
voces de los enfermos y desesperados, de los ladrones y enanos; 
voces de ciclos de gestación y crecimiento; 
y de los hilos que hilvanan las estrellas, y de los vientres, y de la sustancia paterna, 
y de los derechos de aquéllos a los que otros oprimen, 
y de los deformes, los triviales, los simples, los necios y los despreciados, 
de la niebla en el aire y los escarabajos peloteros, con sus bolas de mierda.

Brotan de mí voces prohibidas: 
voces de sexo y lujuria; voces veladas, a las que retiro el velo; 
voces indecentes, que yo clarifico y transfiguro. 

Yo no me tapo la boca con la mano. 
Me mantengo tan puro en las tripas como en la cabeza y en el corazón. 
La cópula no es para mí más vergonzosa que la muerte. 

Creo en la carne y en los apetitos. 
Ver, oír, tocar, son milagros, y cada parte, cada ápice de mí, es un milagro. 
Divino soy por dentro y por fuera, y santifico cuanto toco y me toca: 
el aroma de estas axilas es más exquisito que todas las plegarias; 
y esta cabeza es más que las Iglesias, las biblias y todos los credos. 

Si algo venero más que otra cosa, es la extensión de mi cuerpo, o de cualquiera de sus partes: 
¡translúcida arcilla mía, eres tú!, ¡bordes y basas en sombra, sois vosotros!, ¡firme reja masculina, eres tú!, 
¡cuanto contribuye a mi cultivo, eres tú!, 
¡tú, poderosa sangre mía, y tu lácteo fluir, pálida desolladura de mi vida!, 
¡pecho que se abraza a otros pechos, eres tú!, 
¡ocultas circunvoluciones de mi cerebro, sois vosotras!, 
¡lavada raíz de cálamo, becada asustadiza, nido resguardado, con dos huevos iguales, sois vosotros!, 
¡heno enmarañado de la cabeza, la barba y los músculos, eres tú!, 
¡savia que goteas del arce, fibra del trigo viril, sois vosotras!, 
¡sol generoso, eres tú!, 
¡vapores que ilumináis u oscurecéis mi rostro, sois vosotros!, 
¡arroyos y rocíos de sudor, sois vosotros!, 
¡vientos que me cosquilleáis, restregando vuestros genitales contra mí, sois vosotros!, 
¡amplios campos musculares, ramas de encina del sur, amoroso haragán de mis tortuosas sendas, sois vosotros!, 
¡manos que he cogido, caras que he besado, mortales a quienes he llegado a tocar, sois vosotros! 
Me adoro a mí mismo: hay tantas cosas en mí, y todas tan deliciosas. 
Cada momento y cada hecho me estremecen de alegría. 
No sabría decir por qué se me doblan los tobillos, ni el origen del más leve de mis deseos, 
ni la causa de la amistad que dispenso, ni de la amistad que recibo. 
Al subir las escaleras de mi veranda, me paro a considerar si todo esto existe, en verdad. 
Un dondiego en la ventana me satisface más que toda la metafísica de los libros. ¡Contemplar el amanecer! 
La escasa luz disipa las sombras, diáfanas e inmensas. 
El sabor del aire es grato a mi paladar. 
Fragmentos del mundo cambiante se elevan en silencio —escarceos inocentes, que exudan frescura— 
y se precipitan, oblicuos, por todas partes. 
Algo que no alcanzo a ver endereza sus púas libidinosas. 
Mares de zumo brillante inundan el cielo. 
La tierra invadida por el cielo, 
la consumación diaria de su unión, 
el desafío lanzado por oriente, en ese instante, sobre mi cabeza, 
la burla mordaz: ¡veremos quién es el amo!

Traducción: Eduardo Moga.


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EL DUELO DE LOS ÁNGELES, Roger Bartra/Mercedes Menchero

Editorial. Roger Bartra.
 Estaba convencido de que había dejado un comentario sobre El duelo de los ángeles: locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno hace años en el blog. Pero no. Lo he buscado y no había nada. El programa de Mercedes Menchero ha sido el causante de esta comprobación. He revisado las entradas y he descubierto que no había redactado ni una sola línea sobre él, lo que me ha ratificado una vez más la mala memoria que tengo. Leí el libro hace menos de veinte años —las anotaciones que fui dejando en él así me lo indican— y mi fantasiosa memoria me decía que le había dedicado una entrada 😕😞😥🙈.

Confesado el error, paso a recomendar su lectura porque me parece un libro muy atractivo, fácil de leer y que puede ayudar a entender mejor esa fractura que se produce entre pensamiento racional e irracional y, por consiguiente, favorecer un mejor entendimiento de aquella avalancha de subjetivismo, insatisfacción vital y melancolía —hoy sabemos que en buena parte de los casos era depresión— que vino dada con el primer romanticismo y alcanzó cimas notorias durante la segunda parte del siglo XIX. 

En El duelo de los ángeles el autor se vale de tres grandes racionalistas occidentales —Immanuel Kant, Max Weber y Walter Benjamin—, cada uno de los cuales busca ofrecer una respuesta a la cuestión del irracionalismo más extremo cuando se ven enfrentados a él por medio de un ejemplo real, una experiencia, un hecho inapelable. 

La mejor invitación a su lectura me parece que es el programa de Mercedes Menchero, porque en él va intercalando lecturas de párrafos del libro con piezas musicales que, por unas razones u otras, son próximas a los textos que lee. Una delicia.


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miércoles, 28 de febrero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Joaquín Pasos)

Editorial
#unlibrounpoema

Coincido con Óscar Hahn en que este "Canto de guerra de las cosas" es digno de encabezar una posible selección de los más sobresalientes poemas de Joaquín Pasos (1914-1947). 
 


Fratres: Existimoenim quod non sunt codignae passiones hujus temporis ad futuram gloriam, quae revelabitur in nobis. Nam exspectatio creaturae revelationem filiorum Dei exspectat. Vanitati enim creatura subjecta est non volens, sed propter eum, qui subjecit eam in spe: quia et ipsa creatura liberatibur a servitute corruptionis in libertaten gloriae filiorum Dei... Scimus enim quod omnis creaturae ingemiscit, et parturit asque adbuc.
                          PAULUS AD ROM. 8,18-23



CANTO DE GUERRA DE LAS COSAS


Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.
Vuestros hijos amarán al viejo cobre,
al hierro fiel.
Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras familias,
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su carácter dulce;
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre;
con el bronce considerándolo como hermano del oro,
porque el oro no fue a la guerra por vosotros,
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel del niño mimado,
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido acero…
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó algún oro.

El agua es la única eternidad de la sangre.
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre.
Su violento anhelo de viento y cielo,
hecho sangre.
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo,
mañana estará seca la sangre.
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina
podrán llenar el hueco del corazón vacío.
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro palpitante,
la constancia viva de un grifo,
el grueso líquido.
El río se encargará de los riñones destrozados
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano que regrese el agua a los cuerpos de los hombres.

Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo al que no puede herir otro cuchillo.

Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte,
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la carne.
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,
si los campos no están sembrados de bayonetas,
si no han reventado a su tiempo las granadas…
Decid si hay algún pozo, un hueco, un escondrijo
que no sea un fecundo nido de bombas robustas;
decid si este diluvio de fuego líquido
no es más hermoso y más terrible que el de Noé,
sin que haya un arca de acero que resista
¡ni un avión que regrese con la rama de olivo!

Vosotros, dominadores del cristal, he ahí vuestros vidrios fundidos.
Vuestras casas de porcelana, vuestros trenes de mica,
vuestras lágrimas envueltas en celofán, vuestros corazones de bakelita,
vuestros risibles y hediondos pies de hule,
todo se funde y corre al llamado de guerra de las cosas,
como se funde y se escapa con rencor el acero que ha sostenido una estatua.
Los marineros están un poco excitados. Algo les turba su viaje.
Se asoman a la borda y escudriñan el agua,
se asoman a la torre y escudriñan el aire.
Pero no hay nada.
No hay peces, ni olas, ni estrellas, ni pájaros.
Señor Capitán, ¿a dónde vamos?
Lo sabremos más tarde.
Cuando hayamos llegado.
Los marineros quieren lanzar el ancla,
los marineros quieren saber qué pasa.
Pero no es nada. Están un poco excitados.
El agua del mar tiene un sabor más amargo,
el viento del mar es demasiado pesado.
Y no camina el barco. Se quedó quieto en medio del viaje.
Los marineros se preguntan ¿qué pasa? con las manos,
han perdido el habla.
No pasa nada. Están un poco excitados.
Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el ancla.

No había que buscarla en las cartas del naipe ni en los juegos de la cábala.
En todas las cartas estaba, hasta en las de amor y en las de navegar.
Todos los signos llevaban su signo.
Izaba su bandera sin color, fantasma de bandera para ser pintada con colores de sangre de fantasma,
bandera que cuando flotaba al viento parecía que flotaba el viento.
Iba y venía, iba en el venir, venía en el yendo, como que si fuera viniendo.
Subía, y luego bajaba hasta en medio de la multitud y besaba a cada hombre.
Acariciaba cada cosa con sus dedos suaves de sobadora de marfil.
Cuando pasaba un tranvía, ella pasaba en el tranvía;
cuando pasaba una locomotora, ella iba sentada en la trompa.
Pasaba ante el vidrio de todas las vitrinas,
sobre el río de todos los puentes,
por el cielo de todas las ventanas.
Era la misma vida que flota ciega en las calles como una niebla borracha.
Estaba de pie junto a todas las paredes como un ejército de mendigos,
era un diluvio en el aire.
Era tenaz, y también dulce, como el tiempo.


Con la opaca voz de un destrozado amor sin remedio,
con el hueco de un corazón fugitivo,
con la sombra del cuerpo,
con la sombra del alma, apenas sombra de vidrio,
con el espacio vacío de una mano sin dueño,
con los labios heridos,
con los párpados sin sueño,
con el pedazo de pecho donde está sembrado el musgo del resentimiento
y el narciso,
con el hombro izquierdo,
con el hombro que carga las flores y el vino,
con las uñas que aún están adentro
y no han salido,
con el porvenir sin premio, con el pasado sin castigo,
con el aliento,
con el silbido,
con el último bocado de tiempo, con el último sorbo de líquido,
con el último verso del último libro.
Y con lo que será ajeno. Y con lo que fue mío.


Somos la orquídea del acero,
florecimos en la trinchera como el moho sobre el filo de la espada,
somos una vegetación de sangre,
somos flores de carne que chorrean sangre,
somos la muerte recién podada
que florecerá muertes y más muertes hasta hacer un inmenso jardín de muertes.

Como la enredadera púrpura de filosa raíz
que corta el corazón y se siembra en la fangosa sangre
y sube y baja según su peligrosa marea.
Así hemos inundado el pecho de los vivos,
somos la selva que avanza.

Somos la tierra presente. Vegetal y podrida.
Pantano corrompido que burbujea mariposas y arcoíris.
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos,
nuestro dolor brillante en carne viva,
oh santa y hedionda tierra nuestra,
humus humanos.

Desde mi gris sube mi ávida mirada,
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido,
desde el fondo de un vértigo lamoso
sin negro y sin color completamente ciego.
Asciendo como topo hacia un aire
que huele mi vista,
el ojo de mi olfato, y el murciélago
todo hecho de sonido.
Aquí la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo
puede imaginar si vamos o venimos,
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso,
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos
y en esta cruel mudez que quiere cantar.

Como un súbito amanecer que la sangre dibuja
irrumpe el violento deseo de sufrir,
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne
y el rabioso corazón ladrando en la puerta.
Y en la puerta un cubo que se palpa
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo,
hasta más hondo aún, hasta el agua,
y en el agua una palabra samaritana
hasta más hondo aún, hasta el beso.
Del mar opaco que me empuja
llevo en mi sangre el hueco de su ola,
el hueco de su huida,
un precipicio de sal aposentada.
Si algo traigo para decir, dispensadme,
en el bello camino lo he olvidado.
Por un descuido me comí la espuma,
perdonadme, que vengo enamorado.

Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces.
Pájaros muertos, árboles sin riego.
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo.
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno,
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno.
Tú, que viste en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza,
tú, la invitada al viento en fiesta,
tú, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas, sobre la verja
tú que miraste a un caballo del tiovivo
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen los niños de la escuela,
asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta.

Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera sonámbula sin sentido.
La naturaleza tiene ausente a su marido.
No tienen ni fuerzas suficiente para morir las semillas del cultivo
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de la boca del hombre herido.
Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido,
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles inscritos.
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño
o el ruido de un bravo asesino con su cuchillo.
¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido!
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido!
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo!

Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado en seco.
No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos,
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de huérfanos.
Es el dolor entero.
No pueden haber lágrimas ni duelo,
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de este dolor, ¡soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno.
Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡puedes pasar, en el aire, a través de ella, tus dedos!
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.


Serrat puso música al epitafio que Ernesto Cardenal le dedicó y lo cantó así:

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martes, 27 de febrero de 2024

DESAJUSTE EMOCIONAL ANTE LA MADRE PATRIA

Ivan G. M. ante su estudio.

Este poema aparece en la sección sexta de El espesor de la herida, la que lleva por título "Escucha, oh patria, mi aflicción". Surgió hace ya bastantes años, cuando vi por primera vez la estatua de La madre patria o "La madre patria llama". Ante ella quedé verdaderamente espantado. Se encuentra en Volgogrado, pero otras muchas similares y con el mismo mensaje se pueden ver por todo el mundo. No es precisamente la imagen de la patria que deseo para nadie.

Más tarde, cuando comencé a redactar el poemario, me di cuenta de que encajaba perfectamente en él. Este y "Desolación de la victoria" son los dos poemas escritos años antes de que pensara escribir El espesor de la herida, y como surgieron de una imagen concreta es por lo que prefiero que sea ella la que acompañe al audio y no la de la portada del libro.

El tema musical es obra de Ivan G. M., quien lo ha creado ex profeso para él, y quien continúa trabajando en la creación de la banda sonora del poemario. Un regalo para el que no tengo palabras de agradecimiento suficientes. 




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GIPUZKOAKO EMAKUMEAK, Aiete K E


Exposición que tiene como base las ilustraciones del libro de lectura fácil Euskal Herriko 40 emakumede Elena Ciordia y Cira Crespo.








Los textos de las cartelas que acompañan a cada una de las imágenes están en euskera, pero a la entrada de la sala hay disponible un cuadernillo con hojas grapadas que contiene todas las traducciones al castellano.

Hasta el 7 de abril
De martes a viernes: 16:00 - 20:30
Sábado: 10:00 - 14:00 / 16:30 - 20:00
Domingo: 10:00 - 14:00
Lunes y festivos: cerrado

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