Él mismo, incluso, me ofrece su propia y modesta presentación en este Aviso a los lectores: Soy un abogado tardío, que primero viví “los conflictos sociales: cárcel, sindicalismo…” y luego estudié Derecho intentando encontrar respuestas y soluciones a los mismos. Me hice abogado con 38 años. Quizás por eso mismo, mi visión del Derecho está más ligada a la negociación, los pactos, a dar solución a los conflictos, en particular laborales y de empresas en crisis, y menos a pleitos. De hecho, no piso los Juzgados, no me sé los Códigos y solo voy a pleito “cuando no hay más remedio”. Advertido queda.
¿Qué es y para qué nos sirve el Derecho?
El Derecho puede entenderse como la compilación del esfuerzo de los humanos por regular mediante principios, sistemas y normas, sus conductas, su convivencia, su organización, sus poderes, sus conflictos y sus litigios, plasmada a lo largo de la Historia en Leyes, Códigos, Constituciones, Reglamentos mediante la labor de Instituciones con capacidad de legislar y de crear órganos y procedimientos especializados de control y sanción legal.
El Derecho sirve para regular mediante normas objetivas las conductas, los poderes, los conflictos entre los hombres; sirve para juzgar y sancionar hechos; y sirve para aplicar procedimientos de arbitrar y mediar, aceptando que cada persona, cada grupo, puede tener derechos e intereses distintos, pero que pueden resolverse mediante la Ley y no mediante la guerra, mediante la sanción legal y no mediante la venganza de la víctima.
¿En qué medida podemos hablar con propiedad de Ciencia del Derecho?
Se habla de Ciencia del Derecho, al igual que se habla de la Ciencia de la Historia o de la Filosofía, no como si fuera una ciencia matemática o física, sino como Ciencia Social, con su propia historia, sus técnicas, sus análisis comparados, sus procedimientos y sus principios reguladores.
¿Podría existir una sociedad sin Derecho?
No. Por la misma razón que no cabe una sociedad sin Historia, o sin Lenguaje. Pues no cabe concebir una sociedad sin normas o principios que regulen las relaciones entre sus individuos, sus familias, grupos y poderes, y que no discierna entre los comportamientos beneficiosos: el matrimonio, el trabajo…, y los perversos: el incesto, el robo…, y entre los actos positivos: el amor filial, la paz social, y los dañinos: el asesinato…, y que carezca de norma, regla o criterio de control y sanción de los mismos.
Otra cosa es el Derecho entendido como Ley escrita, que es tardío, lo mismo que primero fue la literatura oral y luego la escrita. O diferenciar el Derecho Natural, basado en principios filosóficos, y el Derecho Positivo, con normas escritas, con Leyes objetivas.
¿Qué diferencia hay entre legal y legítimo?
- LEGAL: conforme a lo que establece una Ley
- LEGITIMO: que alguien, persona o institución, tiene capacidad, competencia y derecho a actuar en algo, conforme a la ley.
En el lenguaje común pueden ser sinónimos: acto ilegal, mujer legítima…, aunque apuntan a dos temas distintos: Legalidad y Legitimidad.
Ejemplo simple: un árbitro de futbol está legitimado para sacar una tarjeta a un jugador que da una patada a otro, y aplicarle una sanción de expulsión del campo por esa falta, conforme a las normas de ese deporte contra las agresiones, pero no lo está para matarlo, esto no sería legal. Tampoco puede entrar en la clase de su hijo y, al ver que otro niño le da una patada, decidir él mismo la expulsión del agresor. No puede hacerlo incluso si ese comportamiento concreto es sancionable así conforme a la Normativa Escolar, pues él no está legitimado para aplicar esa sanción. Puede denunciar el hecho, pero son los órganos de la Escuela los únicos legitimados para decidir la sanción. Solo así la sanción será legal y legitima, las dos cosas.
Weber distinguía tres formas de legitimación del poder: la basada en el poder carismático, en el poder de la tradición y en el poder de lo legal-racional. ¿Ha asumido el poder político que deberíamos transitar por el de la autoridad basada en el marco legal-racional?
En las llamadas Democracias sí, pues el poder nace de la legitimidad que da el voto legal de los ciudadanos y se debe ejercer conforme a las leyes. Y si no se respeta la Ley, el poderoso puede ser juzgado y sancionado… ejemplo hispano: Rato, Bárcenas…. En las jerarquías tradicionales y en las dictaduras, no. Éstas se fundamentan y basan en tradiciones y libros sagrados, o en principios superiores que solo el líder puede interpretar y aplicar a su antojo… hasta ser depuesto o sustituido por otro.
A una parte de la población no le parece evidente la relación entre Justicia y Derecho ¿Cuál es el problema?
Por principio, ambas están relacionadas, pero realmente son dos cosas distintas y, a veces, eso puede generar confusión.
Ejemplos: cuando se dice “hay que hacer justicia aplicando la Ley, y no tomándose la justicia por su mano”, todos entendemos que si alguien me atropella, no debo pegarle dos tiros, sino denunciarlo para que lo detengan, lo juzguen y le condenen, porque “es la Ley la que hace justicia”. Pero hay muchas Leyes que pueden no ser justas: ¿es justo que en muchos países sus leyes no acepten el Divorcio, o el Matrimonio Homosexual, o la igualdad Hombre-Mujer, o el voto femenino…, o que esté legalizada la Esclavitud, el Appartheid, la Poligamia, la pena de muerte, la lapidación de la mujer adúltera, la ablación del clítoris a las niñas, la mutilación de las manos al ladrón…, o que no haya Libertad Religiosa, o Política, o de pensamiento…, o que se prohíba una lengua, un libro, una canción…, o que la Herencia favorezca el Mayorazgo… etc. etc.?
Iusnaturalismo, positivismo jurídico. ¿Qué está en juego detrás de esos términos?
Se trata de conceptos de la Ciencia del Derecho para distinguir entre los llamados “Derechos Naturales” y el “Derecho positivo regulado en las Leyes”, dos conceptos que parecería que deberían ser lo mismo, pero no es así.
Derechos Naturales son los que descansan en algunos principios filosóficos de valor general, por ej. “todos los hombres son iguales ante la Ley”, pero a lo largo de la Historia se consideró Derecho Natural a cosas como el derecho a tener esclavos, el derecho del hombre sobre la mujer, el derecho a ajusticiar al blasfemo o al hereje, el derecho a la guerra santa…, dependiendo de la cultura, las ideologías y la religión de cada sociedad. Solo con el auge del racionalismo, el laicismo, la filosofía humanista y la ciencia se han ido acotando una serie de derechos naturales “universales” como la igualdad de todos los hombres y mujeres independientemente de su sexo, raza, tribu, nación o riqueza…
Con todo, no se debe olvidar que, hace apenas 70 años se implantó en el muy culto país de Kant, Goethe y Beethoven el supuesto “Derecho Natural” de la Raza Aria a dominar a las demás y a acabar con los judíos. Igualmente, hubo teóricos que viendo el comportamiento del rey de la selva, el león, que, al emparejarse con una leona, empieza por matar a los cachorros de la camada anterior para que solo quede la suya, consideraron que los aspirantes a reyes tenían el mismo “derecho natural” a matar a los demás hermanos e hijos, para asegurar el reinado de su propia estirpe.
El Derecho Positivo tendría que asentarse en los Derechos Naturales Universales, pero el ejemplo nazi basta como botón de muestra de que no es oro…
¿Derechos individuales o derechos colectivos?
Los dos. ¿Por qué esa “o”? Se debe cambiar la o por la “y”.
Ejemplo laboral sencillo: yo tengo Derecho Individual al salario y a que no me traten como a un esclavo y a que, por ej, no me corten la mano por haber hecho mal una pieza. Pero tengo, como todos los trabajadores, una norma reguladora sobre qué salario me corresponde, y qué derechos laborales tengo: vacaciones, permisos, pluses, sanciones tipificadas y no denigratorias…
Si solo pedimos derechos Individuales acabaremos en la Ley del más fuerte, en la selva del todos contra todos. Si solo colectivos, se acaba en la dictadura.
¿Puede ser la Carta de los DDHH una aspiración universal o está condenada al fracaso?
Debe serlo. Y, si no la hubiera, habría que reinventarla. Precisamente, una de sus funciones es la de servir de faro y de contraste para ver dónde no se respeta… El que se vulnere la Carta de DDHH no es el fracaso de la carta, es el fracaso de los que se comportan contra ella, y, ante éstos, ella es el mejor espejo y referente. Al igual que no decimos, porque siga habiendo asesinatos, que estos condenan al fracaso la Ley contra el asesinato; al contrario, eso resalta su importancia.
Vivimos en medio de una crisis y, así como se tambalean algunos principios económicos y políticos, se ponen en cuestión los fundamentos del Derecho. ¿Hasta qué punto es esta una posición razonable y qué consecuencias puede tener?
Sí, vivimos en medio de una crisis; y en toda crisis, en la que el marco legal y las normas establecidas no logran dar respuesta a los nuevos problemas que surgen, es lógico poner en cuestión los viejos principios y buscar nuevas normas que sirvan mejor para darles respuestas. Es inevitable.
Otra cosa es que la salida a la crisis tiene siempre varias puertas. Eso es fácil verlo en experiencias del pasado: en los años 30, ante la crisis de 1929, HITLER vio la solución a la crisis en Alemania apostando por el nazismo, la expansión militar y la economía y la política de guerra. STALIN la vio reforzando la dictadura del Partido Único, la represión a los disidentes y la colectivización forzosa. Y, frente a ellos, nos es fácil defender la política keynesiana de un Roosevelt que huyó de una fórmula y de la otra y desarrolló una política socialdemócrata, que sería la guía en la Europa de postguerra, consolidando la llamada “economía social”: empresa, trabajo y derecho, base del mayor desarrollo económico y social en Occidente.
Hoy existe el mismo reto y el mismo dilema, y vuelve a ver quienes ponen a la Política, de derechas o de izquierdas, por encima del Derecho y la economía social –digamos Maduro, en Venezuela, o Putin en Rusia-, quienes ponen al Poder Financiero –digamos los candidatos republicanos, como Cruz o Trump, en USA-, y quienes ponen a la Guerra –digamos Corea del Norte, Siria, Bush…-. Lo que no se ve nada claro es dónde está hoy la respuesta correcta, por decirlo irónicamente, ¿dónde está hoy Willy… digo Roosevelt? En esto, en España, la propia izquierda está muy dividida.
Da la impresión de que la sociedad en general se encuentra muy alejada del mundo del Derecho y de sus prácticas. Parece que lo percibe como algo de lo que hay que desconfiar y, además, lo asocia al ejercicio del poder. ¿Estoy equivocado? Y si no es así, ¿qué habría que hacer para reconducir la situación?
No coincido con esa impresión, aunque el tema es complejo.
El más tonto del pueblo reclama hoy sus derechos ante el patrón, ante el banco, ante la policía, ante sus padres, ante sus hijos, ante su pareja, ante la Comunidad de Vecinos o la Escuela… Y el más desconfiado se alegra de que detengan al corrupto, al asesino, al ladrón, al estafador y pide que “les den su merecido”… Vivimos inmersos en el mundo y en las prácticas del Derecho.
Otra cosa es que en la cultura actual, a la vez individualista y gregaria, cada individuo se considere él “con derecho a todo” pero desprecie el derecho de los demás; o que lo que éste considera un “penalti injusto a mi equipo”, el l contrario lo ve como “el penalti más justo del mundo”. O que, ya en relación con el Poder, exijamos poder CONTRA los demás, pero no poder SOBRE nosotros mismos; denunciemos la Corrupción de los otros, pero entendamos la nuestra y la de los nuestros; e incluso que, conociendo la relación entre Poder Político, Poder Económico y Justicia, y que a menudo vemos que “no se castiga a los poderosos”, ésa sea una excusa perfecta para defender que yo “puedo hacer lo que se me pone: robo porque roban todos, le pego a mi novia porque todos lo hacen, mato a mi mujer con toda razón, porque me ha dejado y se ha ido con otro; o lo ha matado porque era un facha antivasco y él es un guerrillero de la ETA, o porque era un rojo antiespañol y yo soy un patriota del GAL; o por ser un caricaturista de Charlie H., que atacaba al profeta y yo soy un cruzado…”… etc., etc.
Frente a este subjetivismo atroz, y frente a los abusos de los poderosos y de los fundamentalistas de todo color, no queda otra sino seguir defendiendo contra viento y marea la primacía de la Ley y la defensa de la Carta de DDHH, y una filosofía humanista que defienda el imperio de las leyes sobre todos por igual.