Si el método de trabajo de Sherlock Holmes en las novelas de Conan Doyle se fundamenta en la observación, la erudición y la inferencia lógica, en esta película aparece uno más: la tremenda capacidad de lucha más allá de toda lógica. Bien es cierto que el héroe de las novelas tampoco era manco y dominaba el boxeo, la esgrima y un tipo de lucha oriental llamada baritsu.
Dicho esto y visto el tráiler, no creo que a los acérrimos del detective decimonónico les vaya a gustar mucho la película de Ritchie, porque ésta es una historia adaptada a los gustos más modernos -¿posmodernos?- de héroe de acción: mucha acción, humor y complicidad entre los protagonistas, situaciones imposibles, estética muy cuidada, fotografía precisa, chica mona y astuta. En pocas palabras, película comercial que se deja ver muy bien por todos los públicos mientras comemos palomitas.
El lado mejor es que la película no pretende engañar. Desde el primer momento se nos presenta como lo que es: una película de acción -de acción fantástica, de fantasía- en la que el protagonista va a salvar el mundo de un malo-malísimo haciendo lo posible y lo imposible. Más esto último, porque cuanto más difícil sea la cosa, más espectacular será el resultado.