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sábado, 26 de octubre de 2024

EUGENIO MONTEJO

Ejemplar del KM
Descubrí hace relativamente poco tiempo la poesía de Eugenio Montejo gracias a un programa de música clásica. En aquel programa la presentadora del mismo leyó un poema que me atrajo profundamente. Lo busqué. Lo encontré, y junto a él vinieron otros tantos poemas que me entusiasmaron. El poema era "Adiós al siglo XX" y daba título y comienzo al poemario al que pertenecía. Desde entonces he andado leyendo de vez en cuando poemas sueltos de este autor venezolano. Hace un par de semanas vi que su poesía se encontraba recogida en Pre-Textos y que el ejemplar estaba disponible en la biblioteca del Koldo Mitxelena. Me lo llevé a casa.

Si tuviera algo que decir sobre su obra y su estilo (podéis leer y oír muchas opiniones y comentarios más autorizados que los míos en internet), además del decir más directo y sencillo de que me gusta mucho, podría decir que su poesía es profundamente sugestiva, que tiene el don de la palabra limpia y que con ella crea un mundo donde yo me encuentro plácidamente acogido, que tiene un estilo noble, hermoso y muy cuidado, y que sus poderosas y originales imágenes son bellísimas. 

Pero lo que yo diga tiene poco interés. Lo verdaderamente interesante son sus creaciones poéticas. He aquí un minúsculo muestrario de su luminosa poesía:

ADIÓS AL SIGLO XX


                                           A Álvaro Mutis

Cruzo la calle Marx, la calle Freud;
ando por una orilla de este siglo,
despacio, insomne, caviloso,
espía ad honorem de algún reino gótico,
recogiendo vocales caídas, pequeños guijarros
tatuados de rumor infinito.
La línea de Mondrian frente a mis ojos
va cortando la noche en sombras rectas
ahora que ya no cabe más soledad
en las paredes de vidrio.
Cruzo la calle Mao, la calle Stalin;
miro el instante donde muere un milenio
y otro despunta su terrestre dominio.
Mi siglo vertical y lleno de teorías...
Mi siglo con sus guerras, sus posguerras
y su tambor de Hitler allá lejos,
entre sangre y abismo.
Prosigo entre las piedras de los viejos suburbios
por un trago, por un poco de jazz,
contemplando los dioses que duermen disueltos
en el serrín de los bares,
mientras descifro sus nombres al paso
y sigo mi camino.





LOS ÁRBOLES

Hablan poco los árboles, se sabe.
Pasan la vida entera meditando
y moviendo sus ramas.
Basta mirarlos en otoño
cuando se juntan en los parques:
sólo conversan los más viejos,
los que reparten las nubes y los pájaros,
pero su voz se pierde entre las hojas
y muy poco nos llega, casi nada.

Es difícil llenar un breve libro
con pensamientos de árboles.
Todo en ellos es vago, fragmentario.
Hoy, por ejemplo, al escuchar el grito
de un tordo negro, ya en camino a casa,
grito final de quien no aguarda otro verano,
comprendí que en su voz hablaba un árbol,
uno de tantos,
pero no sé qué hacer con ese grito,
no sé cómo anotarlo.






MUDANZAS


Mudanzas por el mar o por el tiempo,
en un navío, en una carreta con libros,
cambiando de casas, palabras, paisajes,
separándonos siempre para que alguien se quede
y algún otro se vaya.
Despedirnos de un cuerpo de mujer
que se mira ya lejos como un pueblo,
donde las noches fueron más largas que los siglos
en lámparas y hoteles.
Mudanzas de uno mismo, de su sombra,
en espejos con pozos de olvido
que nada retienen.
No ser nunca quien parte ni quien vuelve
sino algo entre los dos,
algo en el medio;
lo que la vida arranca y no es ausencia,
lo que entrega y no es sueño,
el relámpago que deja entre las manos
la grieta de una piedra.




ESCRITURA

Alguna vez escribiré con piedras,
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.

No más lápiz: andamios, teodolitos,
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.

Dibujaré con líneas de guijarros
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.

Con piedra viva escribiré mi canto
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca.




MANOA

No vi a Manoa, no hallé sus torres en el aire,
ningún indicio de sus piedras.
Seguí el cortejo de sombras ilusorias
que dibujan sus mapas.
Crucé el río de los tigres
y el hervor del silencio en los pantanos.
Nada vi parecido a Manoa
ni a su leyenda.

Anduve absorto detrás del arco iris
que se curva hacia el sur y no se alcanza.
Manoa no estaba allí, quedaba a leguas de esos mundos,
—siempre más lejos.

Ya fatigado de buscarla me detengo,
¿qué me importa el hallazgo de sus torres?
Manoa no fue cantada como Troya
ni cayó en sitio
ni grabó sus paredes con hexámetros.
Manoa no es un lugar
sino un sentimiento.


A veces en un rostro, un paisaje, una calle
su sol de pronto resplandece.
Toda mujer que amamos se vuelve Manoa
sin darnos cuenta.
Manoa es la otra luz del horizonte,
quien sueña puede divisarla, va en camino,
pero quien ama ya llegó, ya vive en ella.




PÁJAROS

Oigo los pájaros afuera,
otros, no los de ayer que ya perdimos,
los nuevos silbos inocentes.
Y no sé si son pájaros,
si alguien que ya no soy los sigue oyendo
a media vida bajo el sol de la tierra.
Quizás es el deseo de retener su voz salvaje
en la mitad de la estación
antes que de los árboles se alejen.

Alguien que he sido o soy, no sé,
oye o recuerda,
si hay algo real dentro de mí son ellos,
más que yo mismo, más que el sol afuera,
si es musical la fuerza que hace girar el mundo,
no ha habido nunca sino pájaros,
el canto de los pájaros
que nos trae y nos lleva.




TERREDAD

Estar aquí por años en la tierra,
con las nubes que lleguen, con los pájaros,
suspensos de horas frágiles.
A bordo, casi a la deriva,
más cerca de Saturno, más lejanos,
mientras el sol da vuelta y nos arrastra
y la sangre recorre su profundo universo
más sagrado que todos los astros.

Estar aquí en la tierra: no más lejos
que un árbol, no más inexplicables;
livianos con otoño, henchidos en verano,
con lo que somos o no somos, con la sombra,
la memoria, el deseo, hasta el fin
(si hay un fin) voz a voz,
casa por casa,
sea quien lleve la tierra, si la llevan,
o quien la espere, si la aguardan,
partiendo juntos cada vez el pan
en dos, en tres, en cuatro,
sin olvidar las sobras de la hormiga
que siempre viaja de remotas estrellas
para estar a la hora en nuestra cena
aunque las migas sean amargas.




TAL VEZ

Tal vez sea todo culpa de la nieve
que prefiere otras tierras más polares,
lejos de estos trópicos.

Culpa de la nieve, de su falta,
-la falta que nos hace
cuando oculta sus copos y no cae,
cuando pospone, sin abrirlas, nuestras cartas.

Tal vez sea culpa de su olvido,
de nunca verla en estas calles
ni en los ojos, los gestos, las palabras.
Tantas cosas dependen noche y día
de su silencio táctil.

Nuestro viejo ateísmo caluroso
y su divagación impráctica
quizá provengan de su ausencia,
de que no caiga y sin embargo se acumule
en apiladas capas de vacío
hasta borrarnos de pronto los caminos.

Sí, tal vez la nieve,
tal vez la nieve al fin tenga la culpa…
Ella y los paisajes que no la han conocido,
ella y los abrigos que nunca descolgamos,
ella y los poemas que aguardan su página blanca



LA TIERRA GIRÓ PARA ACERCARNOS

La tierra giró para acercarnos,
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño,
como fue escrito en el Simposio.
Pasaron noches, nieves y solsticios;
pasó el tiempo en minutos y milenios.
Una carreta que iba para Nínive
llegó a Nebraska.
Un gallo cantó lejos del mundo,
en la previda a menos mil de nuestros padres.
La tierra giró musicalmente
llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho ya escrito
entre las partituras del Simposio.

(Sí, habéis intuido bien, este es el poema cuyo comienzo se cita en la película Iñárritu, 21 gramos, y aquí tenéis el anecdotario de por qué y cómo se incluyó en la película).



EN LA PLAYA

Al desnudarse a solas en la playa
sintió de pronto que uno de sus senos
se fue volando.
Lo vio un instante cruzar a ras del agua
y después mar adentro
hasta el final del horizonte,
hecho ya un punto en la tiniebla de los barcos.
Sin inmutarse, como una palma de la orilla,
con el cabello suelto al aire
se deshizo de las últimas ropas
y nadó largo tiempo en vastos círculos
alrededor de su deseo.
Sabía que todo, más tarde o más temprano,
deja la carne y huye,
así ahora las formas de su cuerpo,
como peces en otro espacio recluidos,
vueltos al mar quedaban libres
entre el vaivén de los eternos elementos.


***


miércoles, 19 de junio de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Heinrich Heine)

Traductor: Jesús Munárriz
#unlibrounpoema


Alemania, un cuento de invierno hay que leerlo de principio a fin, no se pueden entresacar unas estrofas porque no hay poemas independientes como en otros muchos libros de poesía. Es una historia y hay que leerla completa. Por ofrecer algo, he transcrito el caput I, es decir, el primer capítulo de los XXVII que contiene. En él sí aparece el objetivo y el deseo que motiva el resto. Sirva de introducción y para despertar las ganas de leer esta sátira política de la primera mitas del siglo XIX. Como alguien dijo, no es casualidad que Heine entablara amistad y colaborara con Marx en Neue neuerheinische Zeitung 

 

CAPUT I
 

Fue en el triste mes de noviembre,
—los días se agrisaban,
deshojaba el viento los árboles—
cuando viajé a Alemania.

Y cuando llegué a la frontera,
sentí un palpitar más fuerte
en mi pecho; incluso creo que
empezaron a gotear 
mis ojos.

Y al oír la lengua alemana,
sentí una cosa extraña:
creo que era como si el corazón
sangrara muy a gusto.

Cantaba con un 
arpa una niña
con sentimiento auténtico
y voz desafinada, aunque a mí
me conmovió su música.

Cantaba de amores y penas de amor,
de abnegación y reencuentro
allá arriba, en el mundo mejor,
donde todo dolor se esfuma.

Cantaba del valle de lágrimas terrenal,
de alegrías pronto deshechas,
del más allá, donde el alma goza
radiante en la gloria eterna.

Cantaba la vieja copla de la resignación,
el tralaralá del cielo
con que se arrulla, cuando lloriquea,
el pueblo, ese gran trasto.

Conozco la música, conozco la letra,
y a los señores que la han escrito;
sé que a escondidas bebían vino
en público predicaban el agua.

Otra canción, nueva y mejor,
amigos, quiero componeros
Aquí en la tierra queremos fundar
nosotros el reino de los cielos.

Queremos ser felices aquí
y no pasar más hambre;
el vientre perezoso no debe atiborrarse
de lo que produjeron manos laboriosas.

Crece aquí abajo suficiente pan
para todos los hijos de los hombres,
también rosas y mirtos, belleza y placer,
y no menos guisantes dulces.

¡Sí, guisantes para todo el mundo,
en cuanto estallen las vainas!
El cielo se lo dejamos
a los ángeles y a los gorriones.

Y si al morir nos crecen alas
iremos a visitaros
allá arriba, y comeremos con vosotros
los más gloriosos pasteles y tartas.

¡Un canto nuevo, un 
canto mejor,
como de flautas y violines!
Ni el Miserere suena ya
ni doblan las campanas.

La virgen Europa se ha prometido
al hermoso genio de la libertad;
yacen uno en brazos del otro,
saborean su primer beso.

Y aunque falte la bendición del cura,
su boda es igual de válida.
¡Viva la novia y viva el novio
y sus futuros hijos!

Mi canto es un canto nupcial,
es el mejor, y nuevo.
Se alzan en mi alma las estrellas 
de la más alta inspiración.

Estrellas entusiastas, de salvaje ardor,
deshechas en torrentes de llamas...
Me siento maravillosamente fuerte,
¡capaz de partir robles!

Desde que pisé suelo alemán,
corren por mí mágicas savias;
el gigante ha vuelto a tocar a su madre
Y le resurgen las fuerzas.

***


martes, 7 de mayo de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 10

#Nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza).

Nos has explicado el contenido del primer tratado y del segundo. Sigamos avanzando. Explícanos, por favor, qué es lo más esencial del tercer tratado.

El tercer tratado de De la genealogía de la moral se plantea la pregunta por el significado de los ideales ascéticos, en el buen entendido de que son estos los que caracterizan la moral cristiana. 

«¿Qué significan los ideales ascéticos? — Para los artistas, nada o muchas cosas diferentes; para los filósofos y los hombres de letras, una suerte de olfato o de instinto para descubrir las condiciones propicias para una espiritualidad elevada; […] para los sacerdotes, la auténtica fe sacerdotal, su mejor instrumento de poder, y también la autorización “altísima” para ejercerlo; por último, para los santos, […] Ahora bien, en el propio hecho de que el ideal ascético haya significado tantas cosas diferentes para el hombre se manifiesta la realidad fundamental de la voluntad humana, su horror vacui: esa voluntad necesita una meta, — y prefiere querer la nada a no querer.» 

Así comienza el más largo de los tres tratados o ensayos que componen De la genealogía de la moral. A lo largo de 28 parágrafos, unas 70 páginas en la edición que estoy examinando, Nietzsche considerará lo que significan –los ideales ascéticos– para los artistas, los filósofos, los sacerdotes y, por último, para la ciencia, y cómo será justamente en la conciencia científica donde se venga a superar dicho ideal ascético (entendido ahora de manera colectiva), al igual que ha sido la pujanza de la veracidad en el cristianismo la que ha llevado a que la moral cristiana se supere a sí misma. 


La expresión «ideal ascético» (o «ideales», como figura en el título) parece ser de forja propia, y para Nietzsche viene a representar el extremo, el ápice de la pretensión moral cristiana. De manera paradigmática, u ostensiva, los encontramos en los votos de las órdenes religiosas: humildad, pobreza y castidad; la manera europea –anotará en apuntes de la época– de aspirar al faquirismo.

Es decir, el ascetismo no es específico del cristianismo, aunque haya llegado a convertirse en uno de sus rasgos esenciales. Tampoco provendría del judaísmo, que no renuncia a la vida por mor de la religiosidad. Del propio Jesús dirán: «Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y de pecadores» (Mateo, 11:19).

Max Weber, que tomará el término de Nietzsche, señala en La ética protestante… cómo es la Reforma protestante la que da al ideal ascético el sentido moderno, activo pero mundano, a diferencia del monacal, que era también activo pero apartado del mundo.

No hay, pues, una definición unívoca del ideal ascético, puesto que es una noción histórica, esto es, que va variando a lo largo del tiempo y en los distintos lugares en que aparece. Por eso Nietzsche revisará algunos de los diferentes sentidos que en diferentes figuras posee. Comienza con el artista –podríamos decir–, el caso más básico, menos serio de ideal ascético.

Nietzsche se centra en Wagner, a quien toma como caso ejemplar, o típico. Ciertamente, no de las tres «virtudes» monacales, por supuesto, sino solo de la tercera, de la castidad, que habría llevado en sus últimas obras al escenario.

Es conocida la admirativa amistad del joven Nietzsche con el músico de Leipzig, a quien tanto en El nacimiento de la tragedia como en la cuarta intempestiva, Richard Wagner en Bayreuth, había reputado de músico dionisíaco. En El caso Wagner, por el contrario, representativo del vuelco que la opinión de Nietzsche habría sufrido, lo considera más un retórico, un representante de ideas, que un músico. Pero volvamos a GM III.

«¿Qué significa que Richard Wagner en su vejez rinda homenaje a la castidad?», concretamente en su obra Parsifal. Hubo otra época, «la más fuerte y gozosa, la más animosa», cuando Wagner pensaba en Las bodas de Lutero, donde castidad y sensualidad no exhibían una oposición trágica. Al fin y al cabo, en los seres humanos «mejor hechos y mejor humorados», esa sana contradicción –espritualización y sensualización juntas– es uno de los alicientes de la vida; Nietzsche piensa en Hafiz, en Goethe y en Feuerbach, a quien Wagner se había acercado en los años treinta y cuarenta.

«¿Acabó Wagner cambiando de ideas al respecto?», cuando recomienda la castidad contra la sensualidad. Nietzsche no se pronuncia. Lo que sí le parece claro es que acabó queriendo enseñar la castidad, «que obra milagros», como asegurará en Religión y arte, escrito wagneriano de 1880.

Aun cuando pueda haber sido una «veleidad de artista», que no necesariamente se identifica personalmente con el contenido de sus indagaciones artísticas (en las leyendas de la Edad Media), lo cierto –apunta Nietzsche– es que sí halla «un deseo y una voluntad secretos de predicar la marcha atrás, la conversión, la negación, el cristianismo»…

En El caso Wagner da cuenta, sin embargo, más detallada del carácter no dionisíaco de su música, lo que la alejaría de la vida, asociándolo así con el ideal ascético. Wagner habría defendido roda la vida –dice Nietzsche– que su 
«música no suponía solamente música», que su música ¡era más!, «significaba lo infinito».

De ahí que lo considere «el comentarista de la “idea”», dicho sea en sentido hegeliano: «algo que es oscuro, incierto, misterioso; entre los alemanes la claridad es una objeción y la lógica, una refutación». Wagner se inventó así «un estilo que “significa lo infinito”»: «La música como “idea”».

A esa música de enigmas, de símbolos, a esa policromía del ideal; de lo infinito y la significación; de Wotan y el mal tiempo contrapone Nietzsche «la gaya scienza: los pies ligeros; humor, fuego, encanto; la gran lógica; la danza de las estrellas […] el mar en calma — la perfección».

¿Qué significa, pues, el ideal ascético en el artista? «¡Nada en absoluto!»: nada concreto, tantas cosas. No son los artistas lo suficientemente independientes como para que sus valoraciones tengan interés. Así, el cambio en Wagner lo achaca Nietzsche a su embeleso con Schopenhauer, al hecho de que lo tomara por guía. Por razón –esto último– de la soberanía que Schopenhauer adjudicaba a la música: la música sería el arte independiente, que habla el lenguaje de la propia voluntad, «esencia» originaria y primigenia del mundo y de la vida. No nos habla de las cosas concretas de la vida, sino de Lo Profundo, de Lo Infinito.

Y eso hace que el músico se convierta en «oráculo, en sacerdote, […] en una suerte de bocina del “ensí” de las cosas, en un teléfono del más allá, — en lo sucesivo hablaba no sólo de música, este ventrílocuo de Dios, — hablaba de metafísica: ¿qué tiene de extraño el que un día acabase hablando de ideales 
ascéticos?
…»

***


miércoles, 28 de febrero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Joaquín Pasos)

Editorial
#unlibrounpoema

Coincido con Óscar Hahn en que este "Canto de guerra de las cosas" es digno de encabezar una posible selección de los más sobresalientes poemas de Joaquín Pasos (1914-1947). 
 


Fratres: Existimoenim quod non sunt codignae passiones hujus temporis ad futuram gloriam, quae revelabitur in nobis. Nam exspectatio creaturae revelationem filiorum Dei exspectat. Vanitati enim creatura subjecta est non volens, sed propter eum, qui subjecit eam in spe: quia et ipsa creatura liberatibur a servitute corruptionis in libertaten gloriae filiorum Dei... Scimus enim quod omnis creaturae ingemiscit, et parturit asque adbuc.
                          PAULUS AD ROM. 8,18-23



CANTO DE GUERRA DE LAS COSAS


Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.
Vuestros hijos amarán al viejo cobre,
al hierro fiel.
Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras familias,
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su carácter dulce;
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre;
con el bronce considerándolo como hermano del oro,
porque el oro no fue a la guerra por vosotros,
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel del niño mimado,
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido acero…
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó algún oro.

El agua es la única eternidad de la sangre.
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre.
Su violento anhelo de viento y cielo,
hecho sangre.
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo,
mañana estará seca la sangre.
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina
podrán llenar el hueco del corazón vacío.
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro palpitante,
la constancia viva de un grifo,
el grueso líquido.
El río se encargará de los riñones destrozados
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano que regrese el agua a los cuerpos de los hombres.

Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo al que no puede herir otro cuchillo.

Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte,
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la carne.
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,
si los campos no están sembrados de bayonetas,
si no han reventado a su tiempo las granadas…
Decid si hay algún pozo, un hueco, un escondrijo
que no sea un fecundo nido de bombas robustas;
decid si este diluvio de fuego líquido
no es más hermoso y más terrible que el de Noé,
sin que haya un arca de acero que resista
¡ni un avión que regrese con la rama de olivo!

Vosotros, dominadores del cristal, he ahí vuestros vidrios fundidos.
Vuestras casas de porcelana, vuestros trenes de mica,
vuestras lágrimas envueltas en celofán, vuestros corazones de bakelita,
vuestros risibles y hediondos pies de hule,
todo se funde y corre al llamado de guerra de las cosas,
como se funde y se escapa con rencor el acero que ha sostenido una estatua.
Los marineros están un poco excitados. Algo les turba su viaje.
Se asoman a la borda y escudriñan el agua,
se asoman a la torre y escudriñan el aire.
Pero no hay nada.
No hay peces, ni olas, ni estrellas, ni pájaros.
Señor Capitán, ¿a dónde vamos?
Lo sabremos más tarde.
Cuando hayamos llegado.
Los marineros quieren lanzar el ancla,
los marineros quieren saber qué pasa.
Pero no es nada. Están un poco excitados.
El agua del mar tiene un sabor más amargo,
el viento del mar es demasiado pesado.
Y no camina el barco. Se quedó quieto en medio del viaje.
Los marineros se preguntan ¿qué pasa? con las manos,
han perdido el habla.
No pasa nada. Están un poco excitados.
Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el ancla.

No había que buscarla en las cartas del naipe ni en los juegos de la cábala.
En todas las cartas estaba, hasta en las de amor y en las de navegar.
Todos los signos llevaban su signo.
Izaba su bandera sin color, fantasma de bandera para ser pintada con colores de sangre de fantasma,
bandera que cuando flotaba al viento parecía que flotaba el viento.
Iba y venía, iba en el venir, venía en el yendo, como que si fuera viniendo.
Subía, y luego bajaba hasta en medio de la multitud y besaba a cada hombre.
Acariciaba cada cosa con sus dedos suaves de sobadora de marfil.
Cuando pasaba un tranvía, ella pasaba en el tranvía;
cuando pasaba una locomotora, ella iba sentada en la trompa.
Pasaba ante el vidrio de todas las vitrinas,
sobre el río de todos los puentes,
por el cielo de todas las ventanas.
Era la misma vida que flota ciega en las calles como una niebla borracha.
Estaba de pie junto a todas las paredes como un ejército de mendigos,
era un diluvio en el aire.
Era tenaz, y también dulce, como el tiempo.


Con la opaca voz de un destrozado amor sin remedio,
con el hueco de un corazón fugitivo,
con la sombra del cuerpo,
con la sombra del alma, apenas sombra de vidrio,
con el espacio vacío de una mano sin dueño,
con los labios heridos,
con los párpados sin sueño,
con el pedazo de pecho donde está sembrado el musgo del resentimiento
y el narciso,
con el hombro izquierdo,
con el hombro que carga las flores y el vino,
con las uñas que aún están adentro
y no han salido,
con el porvenir sin premio, con el pasado sin castigo,
con el aliento,
con el silbido,
con el último bocado de tiempo, con el último sorbo de líquido,
con el último verso del último libro.
Y con lo que será ajeno. Y con lo que fue mío.


Somos la orquídea del acero,
florecimos en la trinchera como el moho sobre el filo de la espada,
somos una vegetación de sangre,
somos flores de carne que chorrean sangre,
somos la muerte recién podada
que florecerá muertes y más muertes hasta hacer un inmenso jardín de muertes.

Como la enredadera púrpura de filosa raíz
que corta el corazón y se siembra en la fangosa sangre
y sube y baja según su peligrosa marea.
Así hemos inundado el pecho de los vivos,
somos la selva que avanza.

Somos la tierra presente. Vegetal y podrida.
Pantano corrompido que burbujea mariposas y arcoíris.
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos,
nuestro dolor brillante en carne viva,
oh santa y hedionda tierra nuestra,
humus humanos.

Desde mi gris sube mi ávida mirada,
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido,
desde el fondo de un vértigo lamoso
sin negro y sin color completamente ciego.
Asciendo como topo hacia un aire
que huele mi vista,
el ojo de mi olfato, y el murciélago
todo hecho de sonido.
Aquí la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo
puede imaginar si vamos o venimos,
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso,
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos
y en esta cruel mudez que quiere cantar.

Como un súbito amanecer que la sangre dibuja
irrumpe el violento deseo de sufrir,
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne
y el rabioso corazón ladrando en la puerta.
Y en la puerta un cubo que se palpa
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo,
hasta más hondo aún, hasta el agua,
y en el agua una palabra samaritana
hasta más hondo aún, hasta el beso.
Del mar opaco que me empuja
llevo en mi sangre el hueco de su ola,
el hueco de su huida,
un precipicio de sal aposentada.
Si algo traigo para decir, dispensadme,
en el bello camino lo he olvidado.
Por un descuido me comí la espuma,
perdonadme, que vengo enamorado.

Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces.
Pájaros muertos, árboles sin riego.
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo.
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno,
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno.
Tú, que viste en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza,
tú, la invitada al viento en fiesta,
tú, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas, sobre la verja
tú que miraste a un caballo del tiovivo
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen los niños de la escuela,
asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta.

Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera sonámbula sin sentido.
La naturaleza tiene ausente a su marido.
No tienen ni fuerzas suficiente para morir las semillas del cultivo
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de la boca del hombre herido.
Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido,
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles inscritos.
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño
o el ruido de un bravo asesino con su cuchillo.
¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido!
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido!
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo!

Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado en seco.
No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos,
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de huérfanos.
Es el dolor entero.
No pueden haber lágrimas ni duelo,
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de este dolor, ¡soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno.
Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡puedes pasar, en el aire, a través de ella, tus dedos!
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.


Serrat puso música al epitafio que Ernesto Cardenal le dedicó y lo cantó así:

***


domingo, 22 de octubre de 2023

O DU, MEIN HOLDER ABENDSTERN, R. Wagner

 

La ópera Tannhäuser (R. Wagner, 1845) utiliza tres leyendas para la composición del libreto. La que aquí nos interesa es la que se refiere a Venus y el Papa. De manera sucinta, la historia es esta: un caballero ha vagado por el mundo hasta llegar a Venusberg (la montaña de Venus), donde disfruta de los placeres con que la diosa le agasaja. Al cabo de un tiempo, se cansa y decide volver al mundo cotidiano. Venus intenta impedírselo. Tannhäuser evoca a la Virgen y logra escapar. Acude en peregrinación a Roma para invocar perdón por su pasado. El Papa no se lo concede y le hace saber que antes de conseguir el perdón de Jesús saldrán brotes de su bastón. Tannhäuser vuelve a Venusberg. Poco después, el bastón del Papa se llena de brotes. El sumo pontífice envía mensajeros para que localicen al caballero y lo lleven a Roma para ofrecerle el perdón. Tannhäuser ha desaparecido para siempre y es el Papa quien es condenado.

De este O du, mein holder Abendstern (oh, tú, hermosa estrella de la tarde, lucero vespertino) lo que más me gusta es la música, y prefiero la adaptación para orquesta y cello al original con voz humana, pero no quiero privar a quienes, por el contrario, prefieren oír la voz de un buen barítono, y aquí dejo la interpretación de Bryn Terfel


La letra del texto esta:


Wie Todesahnung Dämmrung deckt die Lande,
umhüllt das Tal mit schwärzlichem Gewande;
der Seele, die nach jenen Höhn verlangt,
vor ihrem Flug durch Nacht und Grausen bangt.
Da scheinest du, o lieblichster der Sterne,
dein sanftes Licht entsendest du der Ferne;
die nächt’ge Dämmrung teilt dein lieber Strahl,
und freundlich zeigst du den Weg aus dem Tal.

O du, mein holder Abendstern,
wohl grüsst’ ich immer dich so gern:
vom Herzen, das sie nie verriet,
grüsse sie, wenn sie vorbei dir zieht,
wenn sie entschwebt dem Tal der Erden,
ein sel’ger Engel dort zu werden!

[Como un presentimiento de muerte, el crepúsculo cubre la tierra,
cubre el valle con un manto negro;
el alma que anhela esas burlas,
miedo de su huida a través de la noche y el horror.
Allí brillas, oh la más hermosa de las estrellas,
envías tu suave luz a lo lejos;
Tu querido rayo divide el crepúsculo de la noche,
y usted amablemente muestra el camino para salir del valle.


Oh tú, mi hermosa estrella de la tarde,
Siempre estaré feliz de saludarte:
del corazón que nunca la traicionó,
saludala cuando pase por tu lado,
cuando ella se aleja flotando del valle de la tierra,
¡Para convertirme allí en un ángel bendito!].

***


lunes, 1 de mayo de 2023

SHELLEY Y KEATS


 
HIMNO A LA BELLEZA INTELECTUAL



1. 

La sombra de una Fuerza incognoscible
flota, aunque incognoscible, entre nosotros;
visita este amplio mundo con la misma
inconstancia que el viento entre las flores;
como un rayo de luna tras un pico
turba secreto, imprevisible,
el corazón y rostro humanos;
como el rumor pausado de la tarde,
como una nube en noche clara,
como el recuerdo de una música,
como aquello que se ama por hermoso
pero más todavía por ignoto.

2. 


Espíritu, Belleza que consagras
con tu lumbre el humano pensamiento
sobre el que resplandeces, ¿dónde has ido?
¿Por qué cesa tu brillo y abandonas
este valle de lágrimas desierto?
¿Por qué el sol no teje por siempre
un arco iris en tu arroyo?
¿Por qué cuanto ha nacido languidece?
¿Por qué temor y sueño, vida y muerte
ensombrecen el mundo de este modo?
¿Por qué el hombre ambiciona tanto
odio y amor, desánimo, esperanza?

3. 

Ninguna voz de un ámbito sublime
ha respondido nunca a estas preguntas.
Los nombres de Demonio, Espectro y Cielo
testimonian este inútil empeño:
débiles palabras cuyo encanto no suprime
de cuanto aquí vemos y oímos
el azar, la duda, lo mudable.
Sólo tu luz, cual niebla entre montañas
o música que el viento vespertino
arranca de algún tácito instrumento
o cual claro de luna a medianoche,
sosiega el sueño inquieto de esta vida.

4. 

Amor, Honor, Confianza, como nubes
parten y vuelven, préstamo de un día.
Si el hombre inmortal fuese, omnipotente,
Tú -ignoto y sublime como eres-
dejarías tu séquito en su alma.
Tú, emisario de los afectos,
que creces en los ojos del amante;
¡Tú que nutres al puro pensamiento
cual penumbra a una llama que agoniza!
No partas cuando al fin llega tu sombra:
sin Ti, como la vida y el temor,
la tumba es una oscura realidad.

5. 

Cuando niño, buscaba yo fantasmas
en calladas estancias, cuevas, ruinas
y bosques estrellados; mis temerosos pasos
ansiaban conversar con los difuntos.
Invocaba esos nombres que la superstición
inculca. En vano fue esa búsqueda.
Mientras meditaba el sentido
de la vida, a la hora en que el viento corteja
cuanto vive y fecunda
nuevas aves y plantas,
de pronto sobre mí cayó tu sombra.
Mi garganta exhaló un grito de éxtasis.

6. 

Hice un voto: a Ti ya cuanto es tuyo
dedicaría el ser. ¿No ha sido así?
Aún hoy, con inquieto pulso, llamo
a los turbios espectros que en sus tumbas
acompañan mis horas. En fingidos lugares
donde aplico mi espíritu al amor o al estudio,
han contemplado conmigo la noche.
Saben que la alegría no ilumina mi rostro
si no es con la esperanza de que absuelvas
al mundo de su oscura esclavitud;
de que tú, Terrible Hermosura,
concedas cuanto el verso no logra proclamar.

7. 


El día es más sereno y más solemne
cuando llega la tarde. Y hay un orden
en Otoño y un lustre en su horizonte
que el estío prohíbe alojo humano
hasta hacernos creer que es imposible.
Así pues, deja que tu fuerza
-talla naturaleza, cuando joven-
provea a mi existencia venidera
de sosiego, a mí que te venero
con cuantas formas te contienen,
a mí, hermoso Espíritu, a quien diste
el temor de sí mismo y amor al ser humano.

Percy Bysshe Shelley. Traducción: Gabriel Insausti.



ODA A UN RUISEÑOR

Me duele el corazón y aqueja un soñoliento
torpor a mis sentidos, cual si hubiera bebido
cicuta o apurado algún fuerte narcótico
ahora mismo, y me hundiese en el Leteo:
no porque sienta envidia de tu sino feliz,
sino por excesiva ventura en tu ventura,
tú que, Dríada alada de los árboles,
en alguna maraña melodiosa
de los verdes hayales y las sombras sin cuento,
a plena voz le cantas al estío.

¡Oh! ¡Quién me diera un sorbo de vino, largo tiempo
refrescado en la tierra profunda,
sabiendo a Flora y a los campos verdes,
a danza y canción provenzal y a soleada alegría!
¡Quién un vaso me diera del Sur cálido,
colmado de hipocrás rosado y verdadero,
con bullir en su borde de enlazadas burbujas
y mi boca de púrpura teñida;
beber y, sin ser visto, abandonar el mundo
y perderme contigo en las sombras del bosque!

A lo lejos perderme, disiparme, olvidar
lo que entre ramas no supiste nunca:
la fatiga, la fiebre y el enojo de donde,
uno a otro, los hombres, en su gemir, se escuchan,
y sacude el temblor postreras canas tristes;
donde la juventud, flaca y pálida, muere;
donde, sólo al pensar, nos llenan la tristeza
y esas desesperanzas con párpados de plomo;
donde sus ojos claros no guarda la hermosura
sin que, ya al otro día, los nuble un amor nuevo.

¡Perderme lejos, lejos! Pues volaré contigo,
no en el carro de Baco y con sus leopardos,
sino en las invisibles alas de la Poesía,
aunque la mente obtusa vacile y se detenga.
¡Contigo ya! Tierna es la noche
y tal vez en su trono esté la Luna Reina
y, en torno, aquel enjambre de estrellas, de sus Hadas;
pero aquí no hay más luces
que las que exhala el cielo con sus brisas, por ramas
sombrías y senderos serpenteantes, musgosos.

Entre sombras escucho; y si yo tantas veces
casi me enamoré de la apacible Muerte
y le di dulces nombres en versos pensativos,
para que se llevara por los aires mi aliento
tranquilo; más que nunca morir parece amable,
extinguirse sin pena, a medianoche,
en tanto tú derramas toda el alma
en ese arrobamiento.
Cantarías aún, mas ya no te oiría:
para tu canto fúnebre sería tierra y hierba.

Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal!
No habrá gentes hambrientas que te humillen;
la voz que oigo esta noche pasajera, fue oída
por el emperador, antaño, y por el rústico;
tal vez el mismo canto llegó al corazón triste
de Ruth, cuando, sintiendo nostalgia de su tierra,
por las extrañas mieses se detuvo, llorando;
el mismo que hechizara a menudo los mágicos
ventanales, abiertos sobre espumas de mares
azarosos, en tierras de hadas y de olvido.

¡De olvido! Esa palabra, como campana, dobla
y me aleja de ti, hacia mis soledades.
¡Adiós! La fantasía no alucina tan bien
como la fama reza, elfo de engaño.
¡Adiós, adiós! Doliente, ya tu himno se apaga
más allá de esos prados, sobre el callado arroyo,
por encima del monte, y luego se sepulta
entre avenidas del vecino valle.
¿Era visión o sueño?
Se fue ya aquella música. ¿Despierto? ¿Estoy dormido?

John Keats. Traducción: Juan González-Blanco de Luaces.

***


miércoles, 4 de enero de 2023

NOVALIS (Friedrich von Hardenberg)

HIMNOS A LA NOCHE

I

Librerías que disponen de él.
¿Qué ser vivo, dotado de sentidos, no ama, por encima de todas las maravillas del espacio que lo envuelve, a la que todo lo alegra, la luz —con sus colores, sus rayos y sus ondas; su dulce omnipresencia, cuando ella es el alba que despunta? Como el más profundo aliento de la vida la respira el mundo gigantesco de los astros, que flotan, en danza sin reposo, por sus mares azules — la respira la piedra, centelleante y en eterno reposo, la respira la planta, meditativa, sorbiendo la vida de la tierra, y el salvaje y ardiente animal multiforme — pero, más que todos ellos, la respira el egregio Extranjero, de ojos pensativos y andar flotante, de labios dulcemente cerrados y llenos de música. Lo mismo que un rey de la Naturaleza terrestre, la luz concita todas las fuerzas a cambios innúmeros, ata y desata vínculos sin fin, envuelve todo ser de la Tierra con su imagen celeste. — Su sola presencia abre la maravilla de los imperios del mundo —. Pero me vuelvo hacia el valle, a la sacra, indecible, misteriosa Noche. Lejos yace el mundo —sumido en una profunda gruta — desierta y solitaria es su estancia. Por las cuerdas del pecho sopla profunda tristeza. En gotas de rocío quiero hundirme y mezclarme con la ceniza. — Lejanías del recuerdo, deseos de la juventud, sueños de la niñez, breves alegrías de una larga vida, vanas esperanzas se acercan en grises ropajes, como niebla del atardecer tras la puesta del sol. En otros espacios abrió la luz sus bulliciosas tiendas. ¿No tenía que volver con sus hijos, con los que esperaban su retorno con la fe de la inocencia?

¿Qué es lo que, de repente, tan lleno de presagios, brota en el fondo del corazón y sorbe la brisa suave de la melancolía? ¿Te complaces también en nosotros, Noche obscura? ¿Qué es lo que ocultas bajo tu manto, que, con fuerza invisible, toca mi alma? Un bálsamo precioso destila de tu mano, como de un haz de adormideras. Por ti levantan el vuelo las pesadas alas del espíritu. Oscuramente, inefablemente nos sentimos movidos — alegre y asustado, veo ante mí un rostro grave, un rostro que dulce y piadoso se inclina hacia mí, y, entre la infinita
Editorial
maraña de sus rizos, reconozco la dulce juventud de la Madre–. ¡Qué pobre y pequeña me parece ahora la Luz! — ¡Qué alegre y bendita la despedida del día! — Así, sólo porque la Noche aleja de ti a tus servidores, por esto sólo sembraste en las inmensidades del espacio las esferas luminosas, para que pregonaran tu omnipotencia — tu regreso — durante el tiempo de tu ausencia. Más celestes que aquellas centelleantes estrellas nos parecen los ojos infinitos que abrió la Noche en nosotros. Más lejos ven ellos que los ojos blancos y pálidos de aquellos incontables ejércitos — sin necesitar la Luz, ellos penetran las honduras de un espíritu que ama — y esto llena de indecible delicia un espacio más alto. Gloria a la Reina del mundo, a la gran anunciadora de universos sagrados, a la tuteladora del amor dichoso — ella te envía hacia mí — tierna amada — dulce y amable sol de la Noche, — ahora permanezco despierto — porque soy Tuyo y soy Mío — tú me has anunciado la Noche: ella es ahora mi vida — tú me has hecho hombre — que el ardor del espíritu devore mi cuerpo, que, convertido en aire, me una y me disuelva contigo íntimamente y así va a ser eterna nuestra noche de bodas.

(Traducción: Eustaquio Barjau).

Tal vez Novalis (1772-1801) sea el más romántico de los poetas románticos, es decir, el que lleva las ideas del romanticismo sobre la realidad, el idealismo, el amor y la estética a una mayor radicalidad. El idealismo mágico novaliano y la moralización de la Naturaleza, serían dos buenos ejemplo; la flor azul que anhelaba y veía en sueños es ya un símbolo universal de la creación romántica. 

Existen multitud de traducciones de sus obras. Encontrar cualquiera de ellas en las librerías, en las bibliotecas o incluso en formato pdf en internet no tiene ninguna dificultad.

La biografía que publicó Antonio Pau sobre él es una excelente biografía y una forma muy amena de introducirnos en la vida y en el pensamiento poético del alemán, además de servir como antología mínima de su obra. Imprescindible.

Y por si alguien se anima, un poquito de intrusión universitaria a cargo del profesor Francisco Salaris, asequible a todo el mundo:


***


lunes, 21 de noviembre de 2022

AVROM SUTZKEVER

Enlace
He conocido la existencia del poeta Avrom Sutzkever (1913-2010) gracias al programa de Mercedes Menchero, Música y pensamiento, una fuente inagotable de placer, bienestar y conocimiento. 

Comenta la divulgadora en el programa —lo tenéis debajo de los poemas— que es relativamente fácil encontrar en internet poemas del poeta traducidos al español. Todo depende de lo que cada cual interprete por relativamente. Es cierto que hay unos cuantos espacios en los que aparecen algunos poemas sueltos (casi siempre los mismos) y donde casi nunca se cita ni el libro ni la traducción de la que han salido, excepción hecha del excelente e incomensurable blog de Fernando Sabido —gracias, Fernando—. Libros, yo solamente he encontrado esta antología de poetas judíos, El resplandor de la palabra judía, en la que podéis leer 14 poemas traducidos por Eliahu Toker (1934-2010), escritor argentino y traductor de Sutzkever.

El primer poema que he copiado lo comenta y lo lee Menchero a partir del minuto 7:36. 


EN EL SACO DEL VIENTO


Un vagabundo descalzo sobre una roca,
Mientras el oro del atardecer,
Avienta de sí el polvo del mundo.
Del bosque hacia fuera
Extiende su vuelo una ave
Y atrapa tajante lo último del sol.

Un sauce junto al río también hay.

Un camino.
Un campo.
Una palpitante pradera.
Secretos pasos
De hambrientas nubes.
¿Dónde están las manos que engendran maravilla?

Un violín vivo también hay.

Pregunto: ¿qué queda por hacer en este momento,
Oh, mundo mío de miles de tinturas?
A no ser que
Recolecte en el saco del viento
La roja belleza
Y la traiga a casa a cenar.

Una soledad como un monte, también hay.

(Fuente: enlacejudío.com).



LA PRIMERA NOCHE EN EL GUETO

 “La primera noche en el gueto es la primera noche en el sepulcro, 
después uno se acostumbra”, así es como consuela mi vecino 
a los verdes cuerpos entumecidos tendidos en el suelo. 
¿Podrán naufragar barcos en tierra? 
Yo siento que bajo mis pies naufragan barcos y solo el velamen 
se arrastra por encima, deshilachado y pisoteado, 
sobre los verdes cuerpos entumecidos, tendidos por el suelo. 

Llega hasta el cuello… 
Sobre mi cabeza pende una larga canaleta 
cosida con hilos estivales a una ruina. Nadie 
habita sus cuartos. Solo aullantes ladrillos 
arrancados, con trozos de carne, de sus muros. 
En otros tiempos, una lluvia solía desgranar su música en la canaleta, 
leve, blanda, bendiciendo. Madres solían colocar baldes debajo 
a recoger la dulce leche de las nubes 
para lavar el pelo de sus hijas y que las trenzas felizmente brillen. 
Ahora las madres ya no están; las hijas tampoco, ni la lluvia, 
solo ladrillos en una ruina; ladrillos aullantes 
arrancados con trozos de carne de los muros. 

Es noche. Un negro veneno gotea. Soy un rescoldo 
traicionado por la última chispa y abismalmente apagado. 
Solo la ruina es mi hermana. Y el viento húmedo 
que sin aliento cayó sobre mi boca, con suave piedad 
va con mi alma, que se separa del trapo de la osamenta 
como se separa la mariposa del gusano. Y la canaleta 
cuelga todavía sobre mi cabeza en el espacio 
y fluye por ella el negro veneno, gota a gota. 

Y de pronto, cada gota se vuelve un ojo. Estoy completamente 
empapado de ojos luminosos. Una red de luz recogiendo luz. 
Y encima de mí, la canaleta cosida a la ruina con hilos de araña, 
un telescopio. Penetro a nado por su tubo y las miradas 
se unen luminosas. Allí están, como ayer, 
las familiares estrellas vivientes de mi ciudad. 
Y entre ellas, también aquella estrella tras-sabática 
a la que labios de madre elevaban una bendición: feliz semana. 

Y comienzo a sentirme mejor. 
No existe quien pueda enturbiarlo, destruirlo, 
y yo debo vivir, porque vive la buena estrella de mi madre.

(De El resplandor de la pabra judía).


***


Путин, немедленно останови войну!

sábado, 12 de marzo de 2022

FUNERAL BLUES


 Este es uno de los muchos poemas fascinantes de Auden. Y John Hannah hace una interpretación magnífica de él en la película Cuatro bodas y un funeral. A quien sepa inglés, el vídeo le basta y le sobra. Para quien no, dejo estas tres traducciones. Ninguna tiene esa brillante musicalidad que posee la versión original, pero, entre las tres, os podéis hacer una hermosa composición y, de paso, apreciar lo importantes que son los detalles en la manera de decir dentro de una composición poética. O dicho de otro modo: en poesía, tan importante como lo que se dice, es cómo se dice.


Paren todos los relojes, descuelguen el teléfono,
Eviten que el perro ladre dándole un hueso jugoso,
Silencien los pianos, y con un apagado timbal,
Saquen el ataúd, dejen pasar a los deudos.

Que los aviones nos sobrevuelen en círculos luctuosos
garabateando en el cielo el mensaje Él ha muerto,
Pongan un crespón alrededor de los cuellos blancos de las palomas,
Que los policías de tráfico usen guantes negros de algodón.

Él era mi Norte, mi Sur, mi Este y mi Oeste,
Mi semana de trabajo y mi descanso dominical,
Mi mediodía, mi medianoche, mi palabra, mi canción;
Creí que el amor sería eterno, pero me equivoqué.

Ya no deseo las estrellas: apáguenlas todas;
Llévense la luna y desmantelen el sol;
Vacíen el océano y talen los bosques,
Porque ya nada puede volver a ser como antes.


Traducción de Luis S.



Parad vuestros relojes, descolgad el teléfono, 
dadle al perro un buen hueso para evitar que ladre, 
haced callar a los pianos, tocad los tambores con sordina, 
sacad el ataúd y vengan los que lloran. 

Que los aviones den vueltas en señal de luto 
y escriban en el cielo el mensaje: “Él ha muerto”, 
ponedles crespones en el cuello a las palomas callejeras, 
que los agentes de tráfico lleven guantes negros de algodón. 

Él era mi norte y mi sur, mi este y mi oeste, 
mi semana de trabajo y mi descanso dominical, 
mi día y mi noche, mi charla y mi música. 
Pensé que el amor era eterno: estaba equivocado. 

No quiero las estrellas; hoy podéis apagarlas; 
empaquetad la luna y llevaos el sol. 
Dejad sin agua el mar, sin árboles los bosques, 
pues ya nada podrá acabar bien nunca.

Traducción de Álvaro García.



Detened los relojes, descolgad el teléfono,
Haced callar al perro con un hueso jugoso
Y silenciad los pianos; con tambor destemplado
Salga el féretro a hombros, desfilen los dolientes.

Den vueltas los aviones con vuelo inconsolable
Y escriban en el cielo las nuevas de su muerte,
Que lleven las palomas crespones en sus cuellos
Y los guardias de tráfico se enfunden negros guantes.

Era mi Norte y Sur, mi Oriente y Occidente,
Mi día laborable y mi domingo ocioso,
Mi noche, mi mañana, mi charla y mi canción;
Pensaba que el amor era eterno: fui un crédulo.

No queremos estrellas; apagadlas de un soplo;
Desmantelad el sol y retirad la luna;
Talad todos los bosques y vaciad los océanos;
Pues ya nada podrá llegar nunca a buen puerto.

Traducción de Jordi Doce.

***

Путин, немедленно останови войну!

lunes, 6 de septiembre de 2021

52ª SEMANA DE MÚSICA ANTIGUA DE ESTELLA

 


Llego un poquito tarde, pero todavía hay mucho programa del que disfrutar:

ARTEFACTUM

06/09/2021 | 12:00h.
Barrio de La Merced
Estella-Lizarra

SMADE social

MARÍA CRISTINA KIEHR & ARIEL ABRAMOVICH

06/09/2021 | 19:00h.
Iglesia de San Miguel
Estella-Lizarra

'Imaginario: De un libro de música de vihuela'

#GENERACIÓNSMADE - MUESTRA 1

07/09/2021 | 11:30h.
Casa de Cultura Fray Diego
Estella-Lizarra

Muestra 1

OPERA OMNIA

07/09/2021 | 19:00h.
Iglesia de San Miguel
Estella-Lizarra

'SARAO'

#GENERACIÓNSMADE - MUESTRA 2

08/09/2021 | 11:30h.
Casa de Cultura Fray Diego
Estella-Lizarra

Muestra 2

JOSÉ HERNÁNDEZ PASTOR

08/09/2021 | 21:00h.
Iglesia de Santa María de Eunate
Muruzábal

'En alas del espíritu'

JAVIER ARMENTIA. JOAQUÍN SEVILLA. EDURNE AIZPÚN

08/09/2021 | 22:00h.
Iglesia de Santa María de Eunate
Muruzábal

Visionado de estrellas

JOSÉ HERNÁNDEZ PASTOR

09/09/2021 | 12:00h.
Centro Residencial Luz
Estella-Lizarra

'En alas del espíritu'. SMADE social.

#GENERACIÓNSMADE - CONCIERTO FINAL

09/09/2021 | 19:00h.
Iglesia de San Miguel
Estella-Lizarra

Concierto final

ENRIKE SOLINÍS

10/09/2021 | 17:00h.
Iglesia de Santa Clara
Estella-Lizarra

'Ars Lachrimae'

CONDUCTUS ENSEMBLE

10/09/2021 | 19:00h.
Iglesia de San Miguel
Estella-Lizarra

J.S. Bach: 'Missas Brevis' I

LA REGALADA

11/09/2021 | 17:00h.
Iglesia de San Miguel
Estella-Lizarra

'Al son de los clarines y timbales'

ORQUESTA SINFÓNICA DE NAVARRA

11/09/2021 | 19:00h.
Jardines centro cultural Los Lla