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lunes, 26 de mayo de 2025

HISTORIA DE LOS FILÓSOFOS ILUSTRADA POR LOS TEXTOS

En librerías
Hay libros a los que tengo un cariño especial y las razones de ese cariño pueden ser muy diversas e incluso peculiares. En el caso de esta Historia de los filósofos el cariño es resultado de su utilidad y claridad expositiva. Es un manual muy sencillo de utilizar y está organizado de manera muy didáctica: una escueta biografía, pero significativa; una exposición breve, pero suficiente, de las ideas principales del autor o autora; un retrato, generalmente realizado por alguien que conoce bien vida y obra de la persona en cuestión; una selección de textos realizada con muy buen criterio, textos que inciden verdaderamente en lo fundamental del pensamiento expuesto; y una breve y selecta bibliografía que recoge los principales títulos de los pensadores tratados, junto con los estudios más destacados sobre los mismos. Todo muy compacto, muy funcional y muy bien dispuesto para que la consulta sea eficaz y pueda orientar al mismo tiempo que despertar las ganas de profundizar en el conocimiento y estudio subsiguiente. 

Pongo un ejemplo (pp 456-9):


MICHEL SERRES LA VIDA DE SERRES 

    Nacido en Agen en 1930, Michel Serres es admitido en la Escuela naval en 1949 y comienza una carrera de oficial en la armada en diversos barcos de la Marina nacional (participará en concreto como retirado en la reapertura del canal de Suez). Pero, atormentado por la violencia que ha acompañado a sus años de formación (la guerra de España, la derrota, los campos de concentracion, Hiroshima, las guerras coloniales) dimite de la Escuela naval y, tras una licenciatura en matemáticas, entra en la Escuela normal superior en 1952. Obtiene la agregación de filosofía en 1955 y el doctorado en 1968, con una tesis consagrada a Leibniz (El sistema de Leibniz y sus modelos matemáticos, 1968). Buscando desde entonces superar la separación entre ciencia y filosofía, Serres se embarca en una exploración sistemática y cruzada de todos los dominios del saber, sumergiéndose a veces en los lejanos horizontes de lo imaginario (mitología, literatura, pintura). Colocada bajo el patrocinio del dios griego de los intercambios, de los viajes y de las encrucijadas, la serie de los Hermes (cinco volumenes, 1969-1980) se propone elaborar, en la línea de Bachelard, un «nuevo y novedoso espíritu científico» que sea capaz de comunicar el orden y el desorden, el azar y la necesidad, la razón y la sinrazón. Después de haber enseñado en las universidades de Clermont-Ferrand y de Vincennes (donde tuvo por colega a Michel Foucault), Michel Serres es nombrado profesor de historia de las ciencias en la universidad de París-I; desde 1976 enseña igualmente en la Universidad de Stanford, en Estados Unidos. Elegido el 29 de marzo de 1990 para la Academia francesa, Serres dirige, desde 1983, la edición del «Corpus de las obras de filosofía en lengua francesa» en la editorial Fayard. 

UNA EPISTEMOLOGIA PLURALISTA 

    Michel Serres, al igual que Edgar Morin, está enamorado de la complejidad. Persuadido, a semejanza de los epistemólogos contemporáneos, de que el orden puede nacer de lo bruto y del caos, se ha puesto a la escucha de las verdades locales y singulares, de los flujos y de las discontinuidades, de los ecos y las correspondencias insospechadas para intentar una reconciliación de todos los saberes. Como ferviente adepto de Leibniz (en el cual ve al filósofo del pluralismo y de la coherencia), Serres practica en efecto la pluridisciplinariedad, buscando sin cesar tender puentes, establecer correspondencias entre dominios aparentemente separados, cuando no antagonistas. No solo cada disciplina genera conceptos, descubrimientos o crisis que contaminan las disciplinas vecinas, sino que la ciencia misma dialoga permanentemente con lo que ella pretende excluir: la magia, la literatura, la moral, la religion. Por eso es vano querer trazar fronteras en el interior del vasto campo de la cultura: todos los saberes, sea cual sea la época a que pertenezcan, son isomorfos entre sí; no hay, contrariamente a lo que pensaba Bachelard, «corte epistemológico» entre un conocimiento y el conocimiento que le precedía, entre lo lógico y lo mitológico, entre la realidad y la ficción. A la preocupación por la clausura, sobre la cual se ha construido la ciencia moderna, responde la exigencia de apertura que todo saber actual debe satisfacer. 
    Entre su abundante producción (unas veinticinco obras al día de hoy), citemos Los cinco sentidos (1985) y El contrato natural (1990). En Los cinco sentidos, Serres se revuelve contra la tiranía del verbo, ligado según él al privilegio acordado a la vista en nuestra cultura. Serres propone, pues, reencontrar la virtud de los cinco sentidos en su simple dimensión carnal y suspender la vieja oposición entre el conocimiento y el goce. Es el programa cartesiano de dominio y posesión de la naturaleza lo que Serres pone en cuestión en El contrato natural. Se hace urgente, nos dice Serres, firmar con la Tierra un «contrato de simbiosis» por el cual el hombre se comprometiera a renunciar al parasitismo o al dominio de una naturaleza que de aquí en adelante le ha sido abandonada sin defensa alguna a sus poderes. 

Retrato de SERRES por Bertrand Poirot-Delpech 
Nacido en 1930 

    ¿Como se llega a ser poeta? Yo estaría tentado de responder que permaneciendo niño, y sobre la tierra. 
    Volvamos pues. por ultima vez, hacia las solas fuentes válidas. Tu erudición en terminos artesanales, rústicos, camosos, nudosos, tu preocupacion popular, heredada de Victor Hugo, de poner al vocabulario, si no un bonete rojo al menos la gorra paternal de los marineros, todas estas cosas, no busquemos más, nacieron cuando el pequeño Michel Serres, me parece verlo, repite insistentemente golpeando las piernas del adulto sentado al trabajo: «¿Para que sirve eso?»; y «eso, ¿cómo se llama?»; luego se aleja canturreando la palabra y olvidando la cosa, como hacen a menudo los niños, a los que se cree, erróneamente, locos por los trenes eléctricos, cuando les fascinan mucho más, incluso y sobre todo si han partido de casi nada, ¡los vertiginosos cambios de agujas de la palabra!

 BERTRAND POIROT-DELPECH, Discours de réception de Michel Serres a l’Académie française, Imprimerie nationale, 1991. 


TEXTO N.° 214. «EL CONTRATO NATURAL» 

    Desde entonces, vuelven al mundo los hombres, lo mundano a lo mundial, lo colectivo a lo físico, un poco a la manera como sucedió en la época del derecho natural clásico, mas con grandes diferencias, sin embargo, que provienen todas del reciente paso de lo local a lo global y de la renovada relación que mantenemos en adelante con el mundo, antaño nuestro amo y hogaño nuestro esclavo, siempre y en todo caso nuestro huésped, ahora nuestro simbionte. 
    ¡Retomo, pues, a la naturaleza! Eso significa: añadir al contrato exclusivamente social el otorgamiento de un contrato natural de simbiosis y de reciprocidad, en donde nuestra relación con las cosas trocaría dominio y posesión por la escucha admirativa, la reciprocidad, la contemplación y el respeto en donde el conocimiento no supondría la propiedad, ni la acción el dominio, ni éstas sus resultados o condiciones de rapiña. Contrato de armisticio en la guerra objetiva , contrato de simbiosis: el simbionte admite el derecho del huésped, mientras que el parásito — nuestro estatuto actual— condena a muerte a aquel al que saquea y en el que habita sin cobrar conciencia de que en último termino él mismo se condena a desaparecer. 
    El parásito toma todo y no da nada; el huésped lo da todo y no toma nada. El derecho de dominio y de propiedad se reduce al parasitismo. Por el contrario, el derecho de simbiosis se define por la reciprocidad: tanto da la naturaleza al hombre, tanto debe devolver este a aquella, devenida sujeto de derecho. natural, 

                                SERRES, El contrato natural, Pre-Textos, Valencia, 1991.

 

 ***


viernes, 17 de enero de 2025

MATERIAL GIRLS, Kathleen Stock

Editorial
Traducción: Irene Jové
La generosidad de Jaime Aspiunza, doctor en filosofía y traductor de Nietzsche, me ha permitido publicar aquí este trabajo que, por actualidad e importancia, merece ser leído con detenimiento. Espero que os resulte tan interesante como a mí.

Curioseando en la doctrina woke, me encontré el libro de Kathleen Stock, Material Girls, o de la importancia de la realidad para el feminismo. El libro, magnífico, es un esmerado análisis y desmontaje del supuesto feminismo de la teoría de la identidad de género, la defensa a ultranza de lo transgénero aun en detrimento de la consideración y respeto del sexo, es decir, la ideología que está detrás de la llamada Ley Trans (Ley 4/2023, 28 de febrero, publicada en el BOE del 1 de marzo de 2023).

Lo que sigue es un extracto pergeñado para una charla pronunciada ante jóvenes de entre 16 y 18 años. Como todos los ciudadanos, los jóvenes de esa edad se ven sometidos a una propaganda maniquea, con la diferencia, no obstante, de que a veces está incluida en los propios programas de algunas asignaturas, con lo que se les quiere hacer creer que es cuestión de conocimiento, cuando –como espero se vea– no pasa de ser filosofía de baratillo.

Kathleen Stock ha sido Profesora de Filosofía en la Universidad de Sussex hasta octubre de 2021, cuando ella misma abandonó el puesto tras una furiosa campaña de persecución por parte de un grupo organizado de estudiantes, un sindicato universitario y una buena parte de sus colegas que, por supuesto –no disponen de más argumentario–, la acusaban de tránsfoba.

Creo que ella permite distinguir muy bien lo que sería el rechazo de las personas trans, que para nada defiende, y el rechazo de un discurso disparatado que se arroga –falsamente– la exclusiva defensa de los intereses de la comunidad trans.


Voy a hablar de género, en particular de la llamada identidad de género.

La tesis, el argumento que defiendo: Las personas trans merecen vivir sin miedo, merecen leyes y políticas que las protejan adecuadamente de la discriminación y la violencia. Pero las leyes y las políticas basadas en la identidad de género no son el camino correcto.


Cuatro axiomas del activismo trans:

«1. Tú y yo, y todo el mundo, tenemos un estado interior de gran importancia llamado identidad de género.

«2. Para algunas personas, la identidad de género interior no coincide con el sexo biológico –masculino o femenino– que los médicos les asignaron al nacer. Son las personas trans.

«3. La identidad de género, y no el sexo biológico, es lo que te hace ser hombre o mujer (o ninguno de los dos).

«4. La existencia de personas trans nos genera una obligación moral a todos: la de reconocer y proteger legalmente la identidad de género y no el sexo biológico.»


Estos axiomas o principios no son fruto de la observación o la investigación, son creencias, ocurrencias y hasta disparates.

Muchas personas trans asumen que la existencia y el reconocimiento de sus derechos políticos y legales dependen de que la teoría de la identidad de género se dé por buena, y eso es lo que voy a demostrar que es una equivocación, que es falso y perjudicial.

La imposición de la teoría de la identidad de género en nuestras leyes está causando un daño material a muchas personas, incluidas personas trans.

La teoría de la identidad de género no solo afirma que la identidad de género existe, es fundamental y debe ser protegida legal y políticamente. También dice que el sexo biológico es irrelevante y no necesita esa protección legal. Que la identidad de género –en una supuesta lucha– debe imponerse al sexo biológico.


¿Por qué habría que elegir entre sexo e identidad de género?


Veamos primero qué es el sexo, los sexos:

¿Cómo distinguimos los sexos?: más allá de algunos criterios médicos o biológicos (cromosomas, gametos), la manera como entendemos en general los conceptos de «macho» y «hembra» se puede explicitar del siguiente modo.

«Macho» y «hembra» remiten a un conjunto relativamente estable de características morfológicas a las que se suman los mecanismos subyacentes que producen esas características. — Ahora bien, para dejar lugar a la innegable diversidad genética y morfológica existentes, lo fundamental es que ninguna característica concreta del conjunto, ni ningún mecanismo subyacente, se considera esencial para la pertenencia de un individuo a la especie. Basta con que haya suficientes.

La mayoría de la gente tendrá todas las características…, pero ¡no todos, sin que por eso sea nadie menos macho o menos hembra!

No es que los rasgos observables constituyan el sexo, pero sí es cierto que se suele hacer hincapié en ellos.


J. Butler –se le suele atribuir– postula la «construcción social del sexo»: lo que significa que
1) no hay una división natural del sexo
2) «macho» y «hembra» no son más que una codificación social contingente y arbitraria.

La proposición 1 es antiintuitiva, es decir, miramos y vemos diferencias sexuales; dicha proposición no proviene, por tanto, de la observación. (Los defensores del constructivismo suelen responder que nuestra mirada no es inocente, que está ya pervertida del insoslayable y constrictivo discurso social: la nuestra. La suya…, la suya ¡no logra desengancharse!... del insoslayable y constrictivo discurso social.)

La proposición 1 proviene de un par de ideas «filosóficas» sacadas de quicio, exageradas, pero insostenibles:
a) que el lenguaje no refleja lo existente, no se refiere a una realidad previa, sino que “produce” o “construye” la realidad. — Es cierto que la realidad simbólica –lo social, lo político– está en buena medida elaborada mediante el lenguaje, pero si algo es referente ineludible del lenguaje lo es el cuerpo, y los cuerpos humanos son sexuados. Si no fuera así, no existiría, por ej., la medicina;
b) que cualquier teoría binaria de los sexos ha de ser inevitablemente “normativa” y, por lo tanto, “excluyente”. — Los conceptos de «macho» y «hembra» que he propuesto arriba no contienen normas; que haya habido, y siga habiéndola, exclusión no tiene que ver con los conceptos que dan cuenta de la diversidad hallada en la naturaleza, sino con el mal uso, prejuicioso que de ellos se haga.

Así, dicha «construcción social del sexo» es un poco simplista y conspiranoica, adolescente. — Por el éxito que tiene, sin embargo, debe de ser también muy seductora, como si nos trajera a la luz una «verdad profunda».


El modelo binario no implica determinismo biológico, como tantas veces se le atribuye; así pues, para no caer en el determinismo biológico, no hace falta prescindir del modelo binario.


En definitiva, hay una división natural de sexos en machos y hembras: más del 99% son lo uno o lo otro. De ahí que sea erróneo –y tramposo– decir que el sexo se «asigna» — el sexo se percibe, se reconoce en el recién nacido.

Solo 1,8 de cada 10.000 son intersexuales; solo 1,2 de cada 100.000 son hermafroditas.


Y es que el sexo tiene importancia, una importancia fundamental: en primer lugar, porque sin sexo el ser humano habría desaparecido, ni siquiera existiría; en segundo –no me puedo extender aquí–, por su relevancia en la medicina, en el deporte, en la orientación sexual y en los efectos sociales de la heterosexualidad.




Veamos ahora qué es la identidad de género.1

La noción apareció en los años sesenta (J. Money, R. Stoller). Hoy en día se entiende que es lo que nos hace ser hombre o mujer; si coincide con el sexo, cis-; si no, trans-género. En la legislación ha llegado a sustituir al sexo, por medio de la simple declaración de dicha identidad.

Tener una identidad de género que no se corresponde con el sexo, es algo que la sociedad –se dice– debería respetar. Y estamos de acuerdo. — Cosa distinta son algunas de las consecuencias que de dicho respeto se deducen.

La identidad de género –se nos dice– es la vivencia interna, psicológica de una identidad masculina o femenina. Como apuntaba al principio, se supone que todos tenemos esa identidad.

La forma más elemental de entenderlo suele ser considerar que es algo innato, una parte estable y persistente del yo, que determina quién soy “realmente”; una especie de núcleo, de esencia. Vendría temprano a la conciencia (para los dos, tres o cuatro años), del mismo modo que descubrimos de niños si tenemos pito o rajita.

Tomado al pie de la letra, este modelo parece justificar la creciente importancia jurídica y política de la identidad de género. Y, como además es algo que solo uno mismo puede conocer, requeriría un enfoque “afirmativo” por parte de los profesionales, es decir, que se preste atención a quienes dicen tener una identidad de género desajustada.



¿Es verdaderamente innata? ¿Está la identidad de género en el cerebro, como se sugiere? ¿Es un hecho innato, permanente y estructural del cerebro? — Parece bastante dudoso.

Por de pronto, las personas que no son trans no tienen ni idea de lo que sea identidad de género: saben cuál es su sexo, y no porque tengan una conciencia especial dedicada al sexo, sino porque llevan viéndolo y viviéndolo desde niños.

Solo cuando hay discrepancia, cuando uno sufre a causa de ella, parece que tenemos necesidad de hablar de la identidad de género. — Ni siquiera siempre: hay muchas personas no trans que están descontentas con su sexo, y no por eso se convierten en trans, es decir, sienten ser de otro sexo.

Tal vez solo pueda haber identidades de género desajustadas en relación con el sexo, y no ajustadas. De donde se deduce que la identidad de género no puede ser algo estructural, algo dado en el cerebro, o en el cuerpo humano. — Del mismo modo que no tiene sentido pensar que hay una conciencia específica de nuestra tendencia política, o de nuestros gustos, etc.



Que la identidad de género esté influida por la biología –hay diferencias entre los cerebros masculinos y los femeninos–, no significa que sea innata, es decir, que esté «programada» en una parte del cerebro. Y, desde luego, que haya un acceso directo de la conciencia a dicho programa, es aún más impensable.



Otro modelo de la identidad de género es el de la teoría queer, muy citada y muy afamada. Se suele remitir a Butler, lo que es muy poco plausible: ¡que Butler hable de desajuste entre sexo y género!

La teoría queer es más una propuesta política que otra cosa, de donde se deriva su problema principal: en su intención de rarificar la situación, de hacer saltar por lo aires las estructuras sociales — olvida la importancia de lo psicológico, de lo personal. Como dice Jay Prosser, un profesor trans inglés: «y si hay transexuales que lo único que buscan no es ser “performativos” [es decir, actores o activistas políticos], sino simple y llanamente ser».

Otro de su motivos es la difuminación y multiplicación de identidades –desde no binario hasta las 58 que propone Facebook, pasando por «semifluido» y «pangénero»–; la cosa es curiosa, si se quiere, pero tiene límites muy serios. No porque nos inventemos una palabra sabemos cuál es su referente real. Al alejarnos de lo que conocemos de verdad –macho o hembra, hombre o mujer– se pierde el sentido.



La teoría de la identidad de género, al prescindir de la biología y de la psicología, postulando una mítica identidad prescrita antes del nacimiento, es incapaz de explicar cómo se llega a estar en discrepancia con el propio sexo hasta el punto de desear cambiarlo o de sentirse más cercano al otro.

No puedo extenderme. Baste con señalar algo obvio: no hay identidad dada sino un proceso activo de identificación con el propio sexo o con el otro. Y esa identificación se da tanto de manera consciente como inconsciente. Por eso, vamos con el tiempo descubriendo cómo nos sentimos en relación al propio cuerpo.

El psiquiatra Az Hakeem describe en su libro Trans, p. 52, cómo observa en los clientes que desarrollan identidades de género desajustadas una trayectoria característica que va desde
[1] “un primer signo o síntoma de que algo no va bien” y un “cambio de humor” hasta un
[2] “periodo de búsqueda de significado tras la experiencia de cambio en el yo” y, finalmente, un
[3] “cambio experimentado en el yo atribuido a la identidad de género”. A esto le sigue una
[4a] “creciente preocupación por la identidad de género”, una
[b] “atribución retrospectiva del género como causa de los problemas en la vida” y una
[c] “mayor conciencia del género en la vida cotidiana en relación con uno mismo y con los demás”.


La identificación puede ser disfuncional, pero también puede ser una gran fuente de valor y significado.

Esta manera de entender la identidad de género permite atender la infinidad de casos diferentes que se encuentran. Una identidad de género desajustada no es necesariamente algo contra lo que haya que luchar. Son muchos los aspectos negativos de nuestra vida que, asumidos, le dan su riqueza y particularidad.

Por eso, frente a la propaganda del activismo, que desea ver disforia de género por todas partes, una de las críticas principales que se debe hacer es la absoluta irresponsabilidad, perniciosa y aun perversa, de quienes en los niños que juegan con juguetes asociados al otro sexo o llevan su ropa ven un síntoma indiscutible de identidad trans. — En los niños, más aún en el caso de los infantes, que están formando sus conceptos básicos, no hay conciencia de lo que es ropa de niño o de niña, y menos de lo que es ser niño o niña.

Lo mismo se puede decir de los problemas de la pubertad o la adolescencia: las dudas, los conflictos con la propia sexualidad no necesariamente implican disforia de género. Y también de otros problemas de salud mental.

Más razonable parece esperar: Si un niño se siente atraído por el mismo sexo, en la adolescencia la confusión puede crecer y es probable que su imagen de sí mismo se tambalee ante la presión de la familia, los amigos y la sociedad en general. Cuando hay tanto en juego, lo mejor es “estar a la espera” para ver si las cosas siguen igual o cambian. La intensa identificación inicial con un ideal de sexo opuesto o andrógino puede transformarse en muchos casos en otra cosa.



¿Qué es ser mujer?

La cuestión de si las mujeres trans se pueden considerar mujeres en sentido estricto se ha vuelto muy tóxica. — La respuesta negativa se toma «como un intento de “borrar” a las personas trans», ignorando que lo único que se pregunta es cómo clasificarlas.

Eso por un lado. Por el otro, resulta que si vence el activismo trans, es la mujer la que resulta borrada.

De ahí la importancia de saber qué es ser mujer. Dicho de otro modo, cuáles son los conceptos públicos de mujer y de hombre.


Un concepto no es el fruto de una decisión arbitraria tomada por un comité de poderosos, pero tampoco depende de la opinión de uno. No nos preguntamos por lo que deberían ser la feminidad y la masculinidad, sino por lo que son. — ¿Qué se entiende por ser mujer?

Lo que voy a hacer es analizar un concepto. — Los conceptos son herramientas cognitivas que, cuando funcionan bien, nos ayudan a gestionar el mundo en el que vivimos de manera más efectiva, a percibir diferentes tipos de cosas y hacer distinciones entre ellas, en relación con los intereses que podamos tener.

Hay conceptos de cosas en sentido estricto, y decimos que poseemos el concepto cuando somos capaces de identificar esa cosa de manera fiable: setas comestibles y venenosas, hambre o ansiedad, etc. También hay conceptos de cosas no perceptibles –bondad, democracia, amistad, la propia identidad de género, etc.–; en este caso, una prueba de que se manejan dichos conceptos es hablar con coherencia de ellas en diversos contextos, empleando palabras específicas referidas a dicha cosa que los demás puedan reconocer. — Lo que se intenta hacer en una clase de filosofía.

Los conceptos los creamos en respuesta a los intereses humanos, eso es cierto; por eso no tenemos conceptos para referirnos, por ej., a las cosas que duran más de tres años: ¿para qué? Pero el que respondan a intereses humanos no significa que los conceptos no seleccionen también divisiones reales ya existentes en el mundo. Los conceptos, cuando funcionan bien, seleccionan lo que ya existe.

Insisto, los conceptos seleccionan, no crean las cosas, como pretende el constructivismo.

A veces resulta que un concepto no funciona bien. En los casos más extremos, se descubre que un concepto no se refiere a nada real. Por ej., la supuesta noción biológica de Raza: ¡eso no existe!, luego no deberían sacarse conclusiones a partir de ella.

Así pues, el análisis conceptual –característico del pensamiento filosófico– implica prestar atención tanto a los conceptos y el lenguaje como a la naturaleza de las cosas.



El concepto de «mujer»

La teoría de la identidad de género nos dice que lo que nos define como hombre o mujer no es el sexo, sino la identidad de género. Se están proponiendo ahí interpretaciones radicalmente modificadas de los conceptos ya existentes de mujer y de hombre.

Desde siempre, estos conceptos se han entendido de la siguiente manera:
‘mujer: hembra humana adulta’; ‘hombre: macho humano adulto’;
ahora, ‘mujer: ser humano adulto con identidad de género femenina (le hayan “asignado” el sexo hombre o mujer)’; ‘hombre: ser humano adulto con identidad de género masculina (le hayan “asignado” el sexo hombre o mujer)’».
Y se pretende dejar de lado, olvidar los conceptos tradicionales.

Aun cuando tengamos en cuenta el interés de la identidad de género, no se pueden definir mujer y hombre en términos de la identidad de género. — ¿Por qué?

Hay una mitad de la población, la de sexo femenino, a la que le suceden cosas particulares justamente por su sexo –desde tener hijos a ser discriminadas en el trabajo–, y hace falta un concepto con que referirnos a ese grupo, que es el tradicional de mujer. Y esto es especialmente cierto cuando los objetivos son feministas. — De ahí el que el feminismo de la identidad de género no se ocupe ya de la mujer.

Hay otros conceptos que se basan en el de mujer, como son los relativos a las diversas edades de la mujer: niña, abuela, etc.

Aún más importante es que dichos conceptos se refieren a seres que, la mayoría de las veces, pueden identificarse como tales por medio de la percepción. — Los conceptos basados en la identidad de género niegan la validez de la percepción, borran la realidad en uno de sus aspectos esenciales y primarios.

Está demostrado que hay una estrecha relación entre la percepción y la adquisición de algunos conceptos. mujer y hombre se adquieren normalmente en parte a través de la vista y el oído. La mayoría de los niños adquieren una idea de cómo usar estos conceptos cuando se les señalan mujeres y hombres por la calle, en casa o en libros ilustrados. — Es imposible extirpar ese conocimiento y esa experiencia del alma humana. Negarlos solo provoca confusión.

De hecho, aunque la identidad de género quiera ser un estado psicológico interno que no tiene correlación directa con la apariencia externa, lo cierto es que si hay identidad de género femenina o masculina es porque previamente ya sabemos lo que es ser hombre o mujer. — En realidad, hace trampa la teoría ya que la identidad de género remite inevitablemente al sexo, por más que pretenda negarlo.


Suelen decir los activistas trans que las personas cis deben ser “más amables”, y “renunciar” a los conceptos de mujer y hombre (como si los demás nos aferráramos a estas palabras por rencor, para hacerles daño). — No hay nada de eso: es que ¡son necesarias!

K. Stock propone añadir a nuestro vocabulario colectivo otros conceptos que representen al “humano adulto con identidad de género femenina” y al “humano adulto con identidad de género masculina”; esos conceptos no serían excluyentes, sino que clasificarían a las personas en categorías cruzadas. Las mujeres podrían ser humanos adultos con identidades de género masculino, y los hombres podrían ser humanos adultos con identidades de género femenino. Cada uno de nosotros puede clasificarse en varias categorías a la vez.

De lo que no se puede prescindir es de los conceptos tradicionales de mujer y hombre. — Además, la propuesta trans implica un fuerte desprecio de las mujeres, ya que en ella ¡resultan ser más importantes unos machos con identidad de género femenina que las mujeres!



En resumen: pretender que existe en nuestros cuerpos o en nuestras mentes algo así como la identidad de género y que por obra y gracia de tal elemento básico el sexo dejaría de tener relevancia es un sinsentido, puesto que la dichosa identidad de género –fruto de un proceso conflictivo de identificación, esto es, de formación de dicha identidad– solo surge en discrepancia con el sexo. Así pues, identidad de género o identidad sexual y sexo están por definición vinculados.

Se encuadra, eso sí, dentro de esa delirante tendencia de la época a despreciar el cuerpo en cuanto sustrato imprescindible de nuestro ser humanos, versión informacional o digital del antiguo gnosticismo: ese creer que somos fundamentalmente mente y que por ello podríamos en cualquier momento prescindir de ese soporte material tan imperfecto que son nuestros cuerpos.

Les guste o no, una cosa está clara: somos –los humanos– cuerpo, cuerpo animado, espirituoso o psicofísico, pero siempre cuerpo. Y si algún día dejamos de serlo, dejaremos de ser humanos. En cualquier caso, las fantasías al respecto, por mucho que vendan, no pasan de ser fantasías, fantasmagorías, falsas ilusiones, embustes. Y no hay que confundir el rigor intelectual con el marketing y la propaganda.

Las peligrosas consecuencias de todo este juego de poder: como mínimo, bajo la pretensión de proteger a personas, muy poquitas, terriblemente perseguidas, provocar confusión en muchas, en particular entre los más jóvenes. Más graves, ciertamente, la ignorancia e irresponsabilidad con que se ha estado invitando a que se resuelva cualquier conflicto aparente o real supuestamente ligado a la identidad sexual por medio de la transición al otro sexo; en última instancia, la contaminación o, mejor, perversión del ideario feminista al derivar el sujeto de sus reivindicaciones de la mujer en sentido estricto a la persona trans con identidad de mujer, esto es, al hombre con identidad de mujer.



Kathleen Stock, Material Girls. Por qué la realidad es importante para el feminismo, trad. de Irene Jové, Shackleton Books, 2022

1 Ley trans: «identidad sexual»: ‘Vivencia interna e individual del sexo tal y como cada persona la siente y autodefine’ (art. 3).

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Me congratulo del anuncio de tregua en Palestina.

martes, 11 de junio de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 14

#Nietzschedescomplicado#Nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza).


Querido Jesús, me preguntabas el otro día qué leer de Nietzsche, por dónde comenzar, si es que había alguna vía adecuada de acceso al «complicado –por no decir maldito– Nietzsche».

Libros de una pieza son El nacimiento de la tragedia y Así habló Zaratustra, y eso lleva a que –junto con otras razones– se piense que han de ser lo primero que leer. Así habló Zaratustra sería una buena lectura desde un punto de vista literario, es lo más poético que Nietzsche haya escrito; ahora que leérselo a los niños antes de dormir, tampoco sé si es una buena opción… Eso sí, entender el pensamiento de Nietzsche con el Zaratustra es difícil, muy difícil. Nietzsche no es el fundador de una religión.

El nacimiento de la tragedia es la primera obra que Nietzsche publicó, y por ello, desde un punto de vista cronológico, hay quien la elige para comenzar. Sin embargo, es una obra compleja, densa, con muchas referencias ocultas…, que en la edición de Alianza, la más famosa, se enrarece aún más por el sesgo de las notas que la acompañan, que de Nietzsche hacen un epígono de Schopenhauer. En cualquier caso, no me parece demasiado recomendable para iniciarse en la lectura de Nietzsche.

Es curioso, pero los demás libros, no de una pieza, sino de muchos aforismos, pensamientos sueltos o breves ensayos (dejando de lado De la genealogía de la moral) no parecen considerarse puertas francas al conocimiento del filósofo. Seguimos necesitando cierta unidad. ¿Cómo voy a ser yo, lego en la materia, capaz de dotar de unidad a un conjunto dizque disjunto de ocurrencias a veces estrambóticas, otras chocantes, siempre paradójicas o insustanciales…? Así que nos vamos al libro «de verdad».

Hay un texto de 1873, un texto breve y sencillo, muy pedagógico y a la vez personal en que Nietzsche nos ofrece su visión de los comienzos de la filosofía en la Grecia antigua, la de los filósofos preplatónicos; con Platón la cosa cambia. Se trata de La filosofía en la época trágica de los griegos, proyecto inacabado del que nos han quedado las secciones dedicadas a Tales, Anaximandro, Heráclito, Parménides y Anaxágoras, unas 75 páginas en la edición alemana de bolsillo. (Hay traducción de L. E. deSantiago Guervós en Tecnos.) Es un texto claro en que Nietzsche presenta el pensamiento «como captación intuitiva de lo sensible previa a su elaboración racional y discursiva», nos explica D.Sánchez Meca en la introducción del vol. I de las Obras Completas. Dicho de otra manera, Nietzsche intenta vincular vida y pensamiento, vida personal particular y pensamiento de quien tiene o lleva esa vida.


Todo ello de manera breve, no exhaustiva, limitándose a algunas ideas centrales y a algunos episodios vitales: «han sido seleccionadas las enseñanzas en las que resuenan todavía con gran fuerza los rasgos personales de un filósofo […] Se puede ofrecer la imagen de un hombre con la ayuda de tres anécdotas; de cada sistema trato de extraer tres anécdotas, y dejo de lado el resto», que solo servirían para aburrir, explica Nietzsche en su introducción.

La personalidad el filósofo es «el aspecto eternamente irrefutable»: tal es la premisa de esta breve historia de algunos pensadores preplatónicos. Como es de imaginar, dados estos presupuestos, el autor de la historia –Nietzsche– se inmiscuye en ella –nos la cuenta personalmente–, y descubrimos que Heráclito es su principal inspiración, su mentor cimero. — Pero no voy a destripar la película, digo: el delicioso librito sobre los comienzos de la filosofía, que resuenan aún en nuestros cuerpos.

Otro texto inacabado del mismo año, Sobre verdad y mentira en sentidoextramoral, poco más de veinte páginas, nos dan una buena idea de cómo entiende Nietzsche ya en esos años jóvenes –no tenía aún treinta– el ser humano, el conocimiento, el lenguaje y la verdad, por citar algunos de los asuntos centrales de su pensamiento. Exige una lectura cuidadosa, liberada de prejuicios, consciente de la carga retórica del texto, pero es un comprimido ideal del núcleo de su filosofía. 

Para contribuir a su mejor lectura, advierto que Nietzsche no dice que no exista la verdad, sino solo cierta concepción de la verdad, de la que ya hablábamos en entregas anteriores de esta serie, la que podría llamarse «verdad metafísica». Queda una verdad más humana, que va variando, que no es absoluta, y que, en cualquier caso, no vence a la negativa a aceptarla, porque más allá –o más acá– de la verdad está el poder, y es este en última instancia el que sanciona qué verdad vale y cuál no.

Tampoco dice que haya de volver el ser humano a la intuición y a la animalidad, que el lenguaje sobre y la ciencia sea inútil… No lo dice, aunque nos veamos tentados a deslizarnos por esa pendiente. No, no es Nietzsche un irracionalista. Intenta, frente a un racionalismo excluyente, triunfante en el ámbito del pensamiento, reintegrar nuestra animalidad, nuestra corporalidad a nuestra espiritualidad, enriqueciendo así la racionalidad.


Por último, puede ser interesante leer las páginas (unas sesenta) que el propio Nietzsche dedica a comentar sus obras en su «autobiografía» intelectual, Ecce Homo o cómo llega uno a ser lo que es (edición de M. Barrios Casares en Tecnos).




He de agradecer a Iñaki Marieta, buen conocedor de Nietzsche, a más de nietzscheano de siempre, las ideas de que aquí me he valido para ofrecer un camino real al pensamiento del filósofo sajón.

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lunes, 19 de diciembre de 2022

GRAN HISTORIA VISUAL DE LA FILOSOFÍA

Ejemplar de la biblioteca de Egia.
Si a la capacidad explicativa sumamos la capacidad sintética y la imaginativa, nos encontramos con resultados tan divertidos, atractivos y didácticos como esta Gran historia visual de la filosofía que el profesor Masako Tanaka se ha sacado de la manga en un juego de prestidigitación intelectual verdaderamente brillante. 

Es cierto que existen otros manuales muy claros y sintéticos, que el Atlas de filosofía utilizaba muchos gráficos y dibujos para representar ideas, que Filosofía en viñetas como herramienta para introducir el tema fue todo un acierto, e incluso el muy anterior y más amplio programa de Filosofía para niños creado por Matthew Lipman. Es cierto, y todos ellos son necesarios, pero existe un hueco para esta Gran historia que tiene el rigor de los manuales y del Atlas, y el atractivo visual del cómic. No va dirigido a ningún sector del público en particular porque puede ser usada como elemento de consulta sobre un concepto, como repaso rápido para situarnos en una época del pensamiento, como chuleta de revisión de ideas ante un examen, como manual siempre al alcance de la mano... o para presumir mientras se viaja en algún medio de transporte atestado de libro chulo e intelectual ¿por qué no?

Ah, y como todo libro académico, dispone de un índice analítico utilísimo, de un bibliografía excelente y no descuida ningún concepto ni pensamiento contemporáneo: feminismo, género, orientalismo, imperio, bioética... está todo. Os dejo un par de páginas para que veáis cómo está organizada la información. Aquí una línea del tiempo con el personal de la época contemporánea: 


Y aquí la explicación de la famosa navaja de Ockam:


Yo creo que hasta alguien poco interesado en la filosofía puede disfrutar con un libro así. Y supongo que el alumnado de Tanaka estará encantado con su profe.

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miércoles, 6 de octubre de 2021

FILOSOFÍA PARA NIÑOS y NIÑAS

Veo que Kutxa Kultur ha organizado unas jornadas en la 4ª planta de Tabakalera para que niñas y niños de 8 a 11 años reflexionen, debatan y se diviertan con juegos, lecturas y propuestas dinámicas en torno a esos temas que solemos considerar como filosóficos: La libertad. El infinito. El amor. El origen y el sentido de la vida. La justicia. La muerte. La felicidad. La belleza… Más o menos, lo mismo que el programa desarrollado por Matthew Lipman a finales de los años 60 y que aquí nos llegó gracias al Proyecto Didáctico Quirón a finales de los 80.

La cuestión es que yo me dediqué, cuando me dedicaba a esas cosas, a poner en práctica el programa de Lipman y todavía tengo los materiales didácticos en casa. Como no voy a necesitarlos más, los ofrezco a quien pueda necesitarlos para trabajar con ellos. Para ponerse en contacto conmigo, se puede utilizar el correo que figura en la columna de la derecha de este blog.

Esto no impide, antes al contrario, que recomiende vivamente la matriculación (gratuita) en las jornadas que ha puesto en marcha Kutxa Kultur y cuya información repito aquí:

  • CUÁNDO: 6 sesiones para los niños y niñas y 1 para padres, madres y familiares:
9 y 23 de octubre
6 y 20 de noviembre
4 y 18 de diciembre (esta última sesión será doble, los niños/as estarán en una sala y la familia en otra).

  • HORARIO: sábados por la tarde. 17:00 -18:30

  • INSCRIPCIÓN GRATUITA: Del 10 de septiembre al 6 de octubre de 2021 AQUÍ
Con la inscripción del niño o niña significa la inscripción también de la familia.

  • EDAD: 8 a 11 años.

  • IDIOMA: euskera. La sesión para la familia se realizará en bilingüe, en función de las necesidades del grupo.

jueves, 22 de octubre de 2020

FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN

 


El Festival Internacional de Poesía de Medellín es el acontecimiento poético más grandioso de cuantos eventos poéticos se celebran en el mundo. Este año, debido a la pandemia, se ha celebrado de manera telemática entre el 1 de agosto y el 10 de octubre. Pero a quienes no podemos acudir a Colombia, ni este ni otros años, siempre nos queda el consuelo de poder disponer de una muestra importante de las palabras que poetas de todos los continentes, y casi de todos los países del mundo, dejan en Medellín, porque la organización tiene una magnífica página donde quedan recogidos buena parte de los contenidos del mismo. Para que os hagáis una idea —pero que esto no sea excusa para que dejéis de visitar la página oficial—, aquí están solamente los contenido que aparecen en la página de inicio.