#Nietzschedescomplicado#Nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza).
Querido Jesús,
me preguntabas el otro día qué leer de Nietzsche, por dónde
comenzar, si es que había alguna vía adecuada de acceso al
«complicado –por no decir maldito– Nietzsche».
Libros de una
pieza son El nacimiento de la tragedia y Así habló
Zaratustra, y eso lleva a que –junto con otras razones– se
piense que han de ser lo primero que leer. Así habló Zaratustra
sería una buena lectura desde un punto de vista literario, es lo más
poético que Nietzsche haya escrito; ahora que leérselo a los niños
antes de dormir, tampoco sé si es una buena opción… Eso sí,
entender el pensamiento de Nietzsche con el Zaratustra es difícil,
muy difícil. Nietzsche no es el fundador de una religión.
El
nacimiento de la tragedia es la primera obra que Nietzsche
publicó, y por ello, desde un punto de vista cronológico, hay quien
la elige para comenzar. Sin embargo, es una obra compleja, densa, con
muchas referencias ocultas…, que en la edición de Alianza, la más
famosa, se enrarece aún más por el sesgo de las notas que la
acompañan, que de Nietzsche hacen un epígono de Schopenhauer. En
cualquier caso, no me parece demasiado recomendable para iniciarse en
la lectura de Nietzsche.
Es curioso,
pero los demás libros, no de una pieza, sino de muchos aforismos,
pensamientos sueltos o breves ensayos (dejando de lado De la
genealogía de la moral) no parecen considerarse puertas francas
al conocimiento del filósofo. Seguimos necesitando cierta unidad.
¿Cómo voy a ser yo, lego en la materia, capaz de dotar de unidad a
un conjunto dizque disjunto de ocurrencias a veces estrambóticas,
otras chocantes, siempre paradójicas o insustanciales…? Así que
nos vamos al libro «de verdad».
Hay un texto
de 1873, un texto breve y sencillo, muy pedagógico y a la vez personal en que Nietzsche nos ofrece su visión de los comienzos de
la filosofía en la Grecia antigua, la de los filósofos
preplatónicos; con Platón la cosa cambia. Se trata de La
filosofía en la época trágica de los griegos, proyecto
inacabado del que nos han quedado las secciones dedicadas a Tales,
Anaximandro, Heráclito, Parménides y Anaxágoras, unas 75 páginas
en la edición alemana de bolsillo. (Hay traducción de L. E. deSantiago Guervós en Tecnos.) Es un texto claro en que Nietzsche
presenta el pensamiento «como captación intuitiva de lo sensible
previa a su elaboración racional y discursiva», nos explica D.Sánchez Meca en la introducción del vol. I de las Obras Completas.
Dicho de otra manera, Nietzsche intenta vincular vida y pensamiento,
vida personal particular y pensamiento de quien tiene o lleva esa
vida.
Todo
ello de manera breve, no exhaustiva, limitándose a algunas ideas
centrales y a algunos episodios vitales: «han sido seleccionadas las
enseñanzas en las que resuenan todavía con gran fuerza los rasgos
personales de un filósofo […] Se puede ofrecer la imagen de un
hombre con la ayuda de tres anécdotas; de cada sistema trato de
extraer tres anécdotas, y dejo de lado el resto», que solo
servirían para aburrir, explica Nietzsche en su introducción.
La
personalidad el filósofo es «el aspecto eternamente
irrefutable»: tal es la premisa de esta breve historia de algunos
pensadores preplatónicos. Como es de imaginar, dados estos
presupuestos, el autor de la historia –Nietzsche– se inmiscuye en
ella –nos la cuenta personalmente–, y descubrimos que Heráclito
es su principal inspiración, su mentor cimero. — Pero no voy a
destripar la película, digo: el delicioso librito sobre los
comienzos de la filosofía, que resuenan aún en nuestros cuerpos.
Otro
texto inacabado del mismo año, Sobre verdad y mentira en sentidoextramoral, poco más de veinte páginas, nos dan una buena idea
de cómo entiende Nietzsche ya en esos años jóvenes –no tenía
aún treinta– el ser humano, el conocimiento, el lenguaje y la
verdad, por citar algunos de los asuntos centrales de su pensamiento.
Exige una lectura cuidadosa, liberada de prejuicios, consciente de la
carga retórica del texto, pero es un comprimido ideal del núcleo de
su filosofía.
Para
contribuir a su mejor lectura, advierto que Nietzsche no dice que no
exista la verdad, sino solo cierta concepción de la verdad, de la
que ya hablábamos en entregas anteriores de esta serie, la que
podría llamarse «verdad metafísica». Queda una verdad más
humana, que va variando, que no es absoluta, y que, en cualquier
caso, no vence a la negativa a aceptarla, porque más allá –o más
acá– de la verdad está el poder, y es este en última instancia
el que sanciona qué verdad vale y cuál no.
Tampoco dice
que haya de volver el ser humano a la intuición y a la animalidad,
que el lenguaje sobre y la ciencia sea inútil… No lo dice, aunque
nos veamos tentados a deslizarnos por esa pendiente. No, no es
Nietzsche un irracionalista. Intenta, frente a un racionalismo
excluyente, triunfante en el ámbito del pensamiento, reintegrar
nuestra animalidad, nuestra corporalidad a nuestra espiritualidad,
enriqueciendo así la racionalidad.
Por último,
puede ser interesante leer las páginas (unas sesenta) que el propio
Nietzsche dedica a comentar sus obras en su «autobiografía»
intelectual, Ecce Homo o cómo llega uno a ser lo que es
(edición de M. Barrios Casares en Tecnos).
He de
agradecer a Iñaki Marieta, buen conocedor de Nietzsche, a más de
nietzscheano de siempre, las ideas de que aquí me he valido para
ofrecer un camino real al pensamiento del filósofo sajón.
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