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viernes, 21 de marzo de 2025

LONDRES VISTO POR... LORD BYRON

Vista del Támesis desde la terraza de la Tate Modern con San Pablo al otro lado.

#londresvistopor...

Dentro de tres horas espero estar volando hacia Londres, y en unas pocas más, encontrarme dentro de la National Gallery, delante de alguna de las muchas obras maestras que atesora. Esto ha sido el motivo de que haya decidido redactar sobre la marcha esta entrada (incluso estoy pensando en una serie bajo el título de Londres visto por... Ya veré).

Yo diría que soy una persona capaz de encontrar en cualquier sitio algún elemento atractivo. Diré más: creo que las ciudades grandes, a pesar de todos los inconvenientes derivados del tamaño, son lugares llenos de estímulos donde poder hallar multitud de escenas, obras, situaciones y lugares cargados de atractivos. Pero también comprendo que no todo el mundo se lleve bien con la ciudad que habita o que, en un momento determinado, pueda arrojar una opinión desfavorable, incluso encontrándose relativamente a gusto en ella. Son muchas las circunstancias vivenciales y muchos más los caracteres y temperamentos de las personas. Cada cual ve su ciudad de un modo diferente.

Lord Byron, personalidad singular donde las haya, si bien se tenía a sí mismo en gran estima, no correspondía al aprecio de la ciudad que lo adoraba como escritor, al menos, si juzgamos por las ventas de sus títulos y por la multitud que acudió a su capilla ardiente durante un par de días (Fiona MacCarthy, Byron: vida y leyenda). 

En su famoso Don Juan, canto X, estrofa 82, la describe de esta guisa: 

A mighty mass of brick, and smoke, and shipping,
  Dirty and dusky, but as wide as eye
Could reach, with here and there a sail just skipping
  In sight, then lost amidst the forestry
Of masts; a wilderness of steeples peeping
  On tiptoe through their sea-coal canopy;
A huge, dun cupola, like a foolscap crown
On a fool's head,—and there is London Town!


Que en la traducción de Pedro Ugalde queda así:

Una masa enorme de ladrillos, humo y barcos,
  Sucia y sombría y tan extensa como puede abarcar
La mirada, con alguna vela brincando
  Lejos para perderse luego en una selva
De mástiles, desierto de puntas que asoman
  Subrepticias por encima de los paquebotes,
Cúpula vasta y arisca cual corona de papel
En la cabeza de un loco, ¡he ahí Londres!


Nada que ver con el primer poema en inglés que se conoce dedicado a la ciudad. Fue atribuido a William Dunbar (¿1460? - ¿1530?) y dice así:


TO THE CITY OF LONDON

Above all rivers they river hath renown,
Whose beryl streames, pleasant and preclare,
Under thy lusty walles runneth down;
Where many a swan doth swim with winges fair,
Where many a barge doth sail, and row with oar,
Where many a ship doth rest with top-royal.
O town of townes, patron and not compare,
London, thou art the flower of Cities all.

¡Eso es amor a la ciudad!

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lunes, 27 de febrero de 2023

BYRON EN CASTELLANO (una selección)



Como aconsejaba Van Dorenal leer a Byron, conviene ser selectivo. No toda su vasta obra poética conserva la frescura que le vieron los lectores de antaño. Tal vez lo mejor sea comenzar con alguna antología e ir después profundizando en la obra. Pero cada persona tiene sus gustos y costumbres, y tampoco está mal lanzarse de golpe e impregnarse del autor hasta hartarse... o quedar prendido de su encanto. 

Don Juan es su obra mayor y última, tanto que está inacabada. Nada que ver con el Don Juan de Zorrilla o el de Tirso. La de Cátedra es una edición crítica —yo echo de menos unas cuantas notas más— y, por lo tanto, bilingüe y con estudio introductorio. En este poema épico-narrativo aprovecha para ofrecer su visión del mundo, proyectarse en el personaje y hasta para poner a caldo a los poetas de su terruño con los que no compartía gustos ni manías. Unos 16.000 versos y multitud de aventuras. El lord no era lo que se dice lacónico.

Librerías.

La publicación en 1812 de los dos primeros cantos del Childe Harold —son cuatro— le convirtieron inmediatamente en el poeta más famoso de Inglaterra. Más asequible que el anterior por su extensión, nos cuenta los viajes y reflexiones de un joven aburrido de su patria, él mismo. El corsario fue el poema que inspiró a Espronceda para componer un pirata bastante más breve y, por eso mismo, más intenso. 


Estos son, posiblemente, sus dos poemas dramáticos más famosos —escribió ocho—, más satánicos y más legibles en la actualidad. La que aquí aparece es una edición crítica de gran calidad y muy cuidada. Se recoge, incluso, la respuesta de W. Blake al Caín de Byron: El fantasma de Abel (1822). Entre iconoclastas rebeldes y heréticos andaba el juego.


Para este tiempo de picoteo y cambio rápido de lectura o de pantalla, cualquiera de estas dos antologías van muy bien —ambas se encuentran fácilmente en las librerías—. Ofrecen una buena selección de la obra lírica breve. Ambas son bilingües. La de Visor ofrece una pequeñísima muestra del Childe Harold y del Don Juan. La de Alba, el poema largo La visión del juicio (tremendo ajuste de cuentas con R. Southey al más puro estilo quevediano, incluso redactó un prefacio firmado como Quevedo Redivivus. Ahí es nada).  


 Ya tenéis Byron para entreteneros.

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