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viernes, 18 de octubre de 2024

VERSOS MEMORABLES

No, no me refiero a poemas completos como los que recoge la estupenda antología de la derecha, sino a versos sueltos a los que en ocasiones acudimos como si se tratara de refranes o de sentencias, a versos que son capaces de expresar por sí solos toda una concepción del mundo, o de lo que somos, o del amor, o de la tristeza, o de la solidaridad, o de la justicia, o de lo que sea, y que somos capaces de recordar en un momento dado bien sea por su enorme belleza, por su expresividad o porque queremos reforzar con una frase brillante y redonda lo que estamos diciendo, porque tiene la capacidad de comunicar mejor lo que deseamos sugerir. Son versos que, sin que seamos necesariamente lectores de poesía, y, acaso sin saber quiénes los escribieron, podemos citar de memoria. He aquí unos pocos: 



Polvo serán, mas polvo enamorado.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien.

Quiéreme toda… O no me quieras.

Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón.

A mis soledades voy, / de mis soledades vengo;

Lo que permanece lo fundan los poetas.

La belleza es verdad y la verdad, belleza.

Escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable. Fijaba vértigos.


Conmigo lo llevaba todo: / llevaba mi dolor por compañía.



Hay muchos más versos memorables. Cada cual tiene su propia colección, aunque algunos de ellos están en las de todos. Con el paso del tiempo y las lecturas van aumentando paulatinamente. 

***



viernes, 4 de febrero de 2022

LOPE DE VEGA

A Lope de Vega, excepto en alguna cosilla, se le entiende todo muy bien. Y encontrar su poesía, tanto en formato libro de papel como en formato digital, no requiere ningún esfuerzo. Por lo tanto, convertiremos la tertulia de marzo en una fiesta de la poesía.


ROMANCE

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo,
no puedo venir más lejos.

Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.

Él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento;
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo
su locura en su arrogancia,
mi humildad en mi desprecio.

O sabe naturaleza
más que supo en este tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.

«Sólo sé que no sé nada»,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,
de desdichado me precio;
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.

Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más,
otros por carta de menos.

Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres,
que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los extraños,
y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?

Todos andan bien vestidos,
y quéjanse de los precios,
de medio arriba romanos,
de medio abajo romeros.

Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
en el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento;

y algunos, inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.

Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento,
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros,
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo!
Porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños.

Fea pintan a la envidia;
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir,
piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones ni pleitos;

ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, firmaron
parabién, ni Pascua dieron.

Con esta envidia que digo,
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.


miércoles, 13 de abril de 2016

CREO QUE ME ESTOY HACIENDO VIEJO

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

                     Lope de Vega


No, no es que me queje de casi todo, ni que me sienten mal las comidas, o que esté obsesionado por la salud. De salud ando bastante bien, aunque, como decía el carnicero de mi barrio, una vez pasados los treinta ¿no esperarás que no te duela nada? Incluso mantengo muchas ilusiones que ya tenía o he descubierto ilusiones nuevas. No, no es eso. Lo que ocurre es que se me van acentuando algunas aficiones que podríamos señalar como aficiones de cierta edad avanzada, más propias de la vejez que de la juventud.

Desde hace algún tiempo empiezo a notar que puedo estar mucho tiempo solo sin aburrirme en absoluto. Es más, puede que me dé cierta pereza acudir a una reunión, a una comida o a algún otro evento social, si estoy leyendo un libro que verdaderamente me interesa. Vamos, que por preferir, prefiero el diálogo con Virgilio al que establezco con mis congéneres vivos. Y esto parece que es un síntoma de vejez.

Y ya puestos a confesar debilidades de socialización, puedo incluso preferir en algunas circunstancias un paseo por el monte en soledad a uno acompañado. Perderme entre la flora y la fauna de un lugar, mientras voy y vengo con mis soledades, es una inclinación que percibo con mayor intensidad con el paso de los años.

Podría decir que si estoy enredado con algún pensamiento que intuyo medianamente interesante, de esos que al principio solemos valorar como estupendos, de los que creemos que se van a plasmar en un precioso poema, en una idea brillante... y que la mayoría de las veces no van a ninguna parte, tengo que hacer un gran esfuerzo para atender al resto de los humanos que me rodean.

Hace años, desde luego, podía abandonar cualquier tarea por una inmersión en un fiestorro, en una juerga o en cualquier otro acontecimiento social. A los veinte, darle vueltas a una idea me producía más aburrimiento que diversión, si no era incluso malestar, y lo consideraba una tarea plana y sin encanto. Si estaba en casa, quería salir de ella. Si me encontraba solo, buscaba compañía. 

Otro tanto podría decir de la música, de alguna música. La clásica sin ir más lejos. Me fastidia tener que dejar de escuchar a Beethoven para enredarme en una reunión de vecinos, por ejemplo. Incluso soy capaz de buscar otra interpretación para comparar cuál de las dos me gusta más, con tal de no acudir a la melodía de las discrepancias.

No sé, amigos, creo que me estoy haciendo viejo. La preferencia de lo armónico sobre lo disonante se acentúa con el transcurrir de los años. O tal vez sea, simplemente, que me he hecho mayor. Sed benévolos y disculpad mis manías.

sábado, 13 de octubre de 2012

LOPE DE VEGA

A mí el Lope de Vega que más me gusta es el de los poemas de aire popular, esos versos sueltos, ligeros y profundamente rítmicos que sólo el Fénix de los ingenios era capaz de crear. Además, como señalaba Francisco Rico en su magnífica antología de la poesía española, Lope convertía en literatura cuanto vivía, lo que le da un plus de interés a todo cuanto escribe.

De entre los miles de poemas que escribió recojo aquí ese romance que alude al tema del mundo al revés, tan extendido en las literaturas europeas del XVII y que aparece en La Dorotea. El grupo Mocedades hizo una interpretación exitosa del poema allá por los años 70. La podéis oír aquí.


A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

¡No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos!

Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,
fácimente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.

El dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento,
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo,
su locura en su arrogancia,
mi humildad en su desprecio.

O sabe naturaleza
más que supo en otro tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.

“Sólo sé que no sé nada”,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.


No me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.

Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más
otros por cartas de menos.

Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres
que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los extraños
y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?

Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
con el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento,

y algunos, inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.

Virtud y filosofía
peregrina como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento,
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.

¡Oh bien haya quien los hizo!
Porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños.

Fea pintan a la envidia;
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir
piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones, ni pleitos.

Ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, afirmaron
parabién, ni pascuas dieron.

Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.