Internet es una herramienta excepcional. De todas sus virtudes, que son muchas y variadas, a mí la que más me interesa y más aprecio es la posibilidad que ofrece de intercambiar y expandir información de forma libre y colectiva, con todo lo que ello acarrea. Pero solamente es una herramienta.
Ayer, aún bajo los efectos de la fiebre del viernes negro, me golpeó con estrépito mi pequeña capacidad racional un texto que pretendía explicar el origen de ese día. Transcribo: El Viernes Negro (Black Friday) se deriva de la esclavitud. Fue el día después de Acción de Gracias, cuando los comerciantes de esclavos los vendían rebajados... para la temporada de invierno... de ahí el nombre (sic). Después venían unas cuantas líneas más y terminaba la autora negándose a ir de rebajas por respeto a todos los que sufrieron el esclavismo.
Lo peor del caso es que al texto en cuestión le seguía un piélago de comentarios tan desinformados y extravagantes como el propio texto. En ellos se mezclaban hechos y conceptos tan variopintos como Halloween, Satanás, la capacidad de pensar, la filosofía y el exterminio de los nativos americanos. Una compulsiva ceremonia de la confusión.
Apesadumbrado por el cariz que estaba tomando el hilo de la conversación, copié el par de párrafos de Wikipedia donde se explica el origen del término de forma sencilla, sin entrar en pormenores y sin ánimo de debate. Resultado: un par de personas hicieron alusión al error del planteamiento inicial, el resto —un largo resto— siguió embarcado en aquello que querían creer y exponer.
Fue una triste confirmación de que, con más frecuencia de lo que sería deseable, interpretamos en lo que leemos aquello que estamos dispuestos a entender, pero nos negamos a escuchar lo que no confirma nuestras propias opiniones o creencias. Y creencias, por increíble que parezca, aperecieron unas cuantas.
Internet es una herramienta fabulosa..., si se hace un uso honesto y diálogico de ella. Pero cuando el patio de vecinos se abisma en la rumorología, las consecuencias pueden ser catastróficas. Aprender a verificar las informaciones que se mueven por la red, debería ser la primera tarea a realizar cada vez que nos encontramos con una afirmación no contrastada.
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