viernes, 26 de agosto de 2016

UN POEMA DE WOLE SOYINKA

Pocas personas recordarán que Wole Soyinka fue Premio Nobel en 1986. Sus pocos, poquísimos libros traducidos al castellano —La estación del caos, Los intérpretes, Los años de la niñez; tal vez, no lo sé, alguno más— son practicamente inencontrables, excepto este poemario en prosa que recoge textos escritos en la cárcel al final de la década de los 60 y que Bartebly sacó en 2010. También se pueden leer algunos poemas recogidos en archivos disponibles en internet. Seguramente la colección más amplia se encuentre en el número 34 de Cuadernos de Poesía Social, de la Biblioteca Virtual Omegalfa.

PLUMAS A SUELDO

La pluma puede abrirle un sendero a los arados
La pluma puede forjar espadas con arados
Con palabras del arado y la espada.
Y la pluma consagra, y la pluma desenmascara las mentiras
De las vanas teologías, la pluma entroniza
Los reclamos mohosos del Poder, recomienda
Como de origen divino espacios disputados.

La pluma resulta ser poderoso oído de las espadas
Lengua que glorifica hechos sangrientos, que viste de fama
La violación, que saquea con túnicas venerables
De épicas hazañas. La pluma puede hundirse
En el tintero y salir
Goteando sangre.

Piedras preciosas adornan sus lenguas de rutina,
De hipocresía, de conjura estéril.
Muéstrenme las camas de agua en que se acuestan
Saquen el tapón y pregúntense por qué el flujo es rojo oscuro
Y espeso, y con grumos. Eternamente

En enjambres como langostas, como mentiras y moscas, consortes
Sacados de negras orgías de plumas conmemorativas
Larga es la línea de las grandes seducciones
Atracción del ocio en nuestra tribu ajedrezada – de poetas
orales ambulantes, hasta la pluma y el computador portátil.
Hemos llegado a conocer algunas. Sirvieron
Y fueron servidas a su turno. Algunas creyeron,
Y otras vendieron sus almas en un mundo de ensueños.

Pero ambas estaban inmunizadas contra el testamento
De los ojos, y los oídos, el hedor y la culpa del poder
Y la anomia de la lluvia que se vuelve roja, de plagas de langostas,
La muerte de los primogénitos, los siete años de escasez y
Otra vez de nuevo el octavo y luego la secuencia circular –
De la muerte y la carencia. Una promesa no ganada o dada
No es para que la rediman los mortales –

Pero Dios decretó que el fin multiplicará los medios –
Curtida en la espera, la pluma escribe:
Nosotras también servimos.

                      Traducción, Nicolás Suescún.

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