Sí, efectivamente, Monterroso es el genial hondureño autor de lo que conocemos como el cuento más breve jamás escrito: Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Tan deliciosas como sus microrrelatos son las reflexiones que recogió en este librito. En ellas nos habla de todo un poco —las criadas, los asesinos, el trabajo, los parque, las moscas, los libros...—, pero sobre todo de literatura.
La obra no es interesante por los temas que aparecen (nunca es así cuando hablamos de literatura), sino por el punto de vista que Monterroso utiliza para hablar de ellos, por el humor con que lo hace y por la inteligencia que despliega en cada uno de los textos. Una delicia.
Muy conocida, por citada, se ha hecho esa breve introducción que justifica el título: La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo. Pues eso, un continuo e inacabable movimiento.
Movimiento perpetuo es una pequeña gran obra llena de humildad, de naturalidad, de magia (Onís es un asesino —atentos al palíndromo—), de sabiduria literaria, de homenajes (me gusta especialmente el que le dedica a Borges), de humor (Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea) y de muy alta escritura.
Gracias, Luis, por pasarme éste y los demás libros.
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