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jueves, 15 de agosto de 2019

L'AUBETTE (Strasbourg)


Me gusta que los lugares me sorprendan. Me gusta descubrir sitios que no forman parte de ese río turístico en el que parece obligatorio bañarse y que, de repente, me sorprendan con una forma de ser peculiar y atractiva. Uno de esos espacios casi mágicos de Estrasburgo es L'Aubette.

La Plaza Kléber —echad un vistazo— está cerrada en su lado norte por un edificio enorme de aire neoclásico, obra de Jacques-François Blondel (1705-1774), que tuvo durante mucho tiempo usos militares. El nombre de aubette viene de ahí: aube, obet, amanecer. Y es que el cambio de guardia se producía al amanecer.

La plaza y el edificio tienen una larga historia que no voy a contar. La cuestión es que en 1926 Theo Van Doesburg entra en contacto con el edificio por medio de sus amigos Jean Arp (que era de Estrasburgo) y Sophie Taeuber, con quien estaba casado Arp. Y con ellos llega la intervención.

Doesburg era el creador del movimiento De Stijl, famoso mundialmente por sus diseños coloristas —recordad las pinturas de Mondrian, el más destacado miembro del grupo—; pues bien, la parte del edificio que reforman entre los tres será una puesta en práctica de los presupuestos del movimiento: líneas y espacios bien definidos, claros y de colores puros.

Los cuatro ámbitos de los que se ocupan serán la escalera,


  la sala de fiestas,



la sala de cine y de baile



y el bar.


Parece que el trabajo de los tres amigos no fue muy apreciado en su momento. Tuvo que llegar una restauración en los años 60 y nuevas imntervenciones en los 80 y los 90 para que empezaran a ser apreciados estos espacios. No sé hasta qué punto L'Aubette es querido por sus habitantes. Cuando yo entré estaba totalmente vacío.

Sea como fuere, esta curiosa manifestación de lo que entonces se consideraba arte total permanece atendida y convenientemente restaurada para disfrute de quien a ella se acerque.

lunes, 17 de octubre de 2022

GOETHE Y LA CATEDRAL DE ESTRASBURGO

Portada principal de la catedral de Estrasburgo.

 Cuanto más contemplaba su fachada, tanto más se reforzaba y desarrollaba aquella aquella primera imporesión de que en ella se había aliado lo sublime con lo agradable. Si no queremos que lo colosal nos asuste cuando se nos aparece en toda su dimensión, si no queremos que nos aturda al tratar de escudriñar su particularidad, tiene que darse una unión antinatural y aparentemente  imposible: a lo colosal debe añadirse lo agradable. Pero como solo nos resulta posible expresar la impresión de la catedral al imaginar unidas aquellas dos cualidades irreconciliables, resultará fácil deducir la alta estima en la que debemos tener a este antiguo monumento. A continuación emprenderemos seriamente una descripción de cómo pueden imponerse y relacionarse pacíficamente elementos tan antagónicos (Poesía y verdad, libro IX, p 91).


Este párrafo y las tres páginas que siguen forman parte de una de las primeras revalorizaciones del arte gótico, tan desprestigiado durante los siglos XVI y XVII. Fueron la Ilustración e intelectuales como Goethe y Hegel, quienes con sus escritos impulsaron un cambio en la apreciación de este estilo arquitectónico.

Y hay una curiosa anécdota que dota de atractivo especial a la catedral. Tiene que ver con la estancia de Goethe en la ciudad para estudiar Derecho y con su enorme fuerza de voluntad. Así la contaba él:

En esta casa de la calle Vieux-Marché-aux-Poissons estuvo alojado durante esos dos años.

Pero por encima de todo me atemorizaba un mareo que me acometía cada vez que bajaba la vista desde alguna altura. quise eliminar todos estos defectos y, como no quería perder tiempo, lo hice de un modo algo brusco. Por la noche, durante la retreta, pasaba por delante de todos los tambores, cuyos violentos redobles y compases parecía que iban a hacerme estallar el corazón en pedazos. También subía al punto más alto de la torre de la catedral y permanecí sentado cerca de un cuarto de hora en el llamado pináculo, justo debajo del remate —o de la corona, si se prefiere—, hasta que reuní el valor suficiente para salir al exterior, donde en una plataforma de apenas una vara de lado y sin poder agarrarme especialmente a nada, podía ver frente a mí la interminable región, al tiempo que el entorno y los adornos más próximos tapaban la iglesia y todo lo que me sostenía. Era exactamente como verse elevado por los aires en un montgolfier. Me sometí a este temor y tortura tantas veces como hizo falta para que la impresión se me volviera completamente indiferente (p 383, misma edición).


Otra curiosidad: hoy los 142 metros de altura que tiene pueden parecernos poca cosa, pero en vida del escritor alemán era el edificio más alto del mundo y los siguió siendo hasta 1874. 

También alberga un fascinante reloj astronómico que merece la pena ver en funcionamiento.


***


Путин, немедленно останови войну!

domingo, 4 de agosto de 2019

ESTRASBURGO Y SUS HISTORIAS

Parlamento y Consejo de Europa
Toda ciudad tiene cientos de historias guardadas entre sus piedras. Algunas aparecen en los libros de estudio y se conectan con una historia mayor, que es la que recoge la memoria histórica del país en la que se encuentra esa ciudad. 

Estrasburgo es rica en ellas. No en vano ha formado parte del Imperio romano, del Reino de Austrasia, del Ducado de Borgoña, del Sacro Imperio Romano Germánico, de Francia, del Imperio alemán, y de Francia nuevamente. Eso sin hacer mención de su centralidad europea y de su fuerte vocación simbólica como lugar de encuentro y aglutinante de los esfuerzos por construir las señas de identidad del continente.

Hay, en cambio, otras historia más pequeñas, o, si se prefiere, menos verídicas, pero no por eso menos significativas. Esas suelen ser las que prefiero y las que busco cuando voy a lugares que desconozco. De esas, esta ciudad tiene un par de ellas muy atractivas. Una, referente al Diablo; otra, a las cigüeñas.


Rue Mercier con tentaciones por todas partes; la mayor, al fondo.
Cuentan que hace mucho, mucho tiempo el Diablo andaba dando una vuelta montado sobre el viento y que, de repente, vio su figura esculpida en la fachada de esta hermosísima catedral. En ella, según dicen, aparece tentando a unas muchachas —yo por más que busqué, no encontré dicha escena—. Le debió de gustar la representación y, curioso, decidió averiguar más sobre ese edificio que tan buena imagen proyectaba de él. 

Puesto a ello, se bajó del viento y se introdujo en el coro. Sin embargo, no tuvo fortuna con el momento elegido, porque en ese momento se celebraba la misa y el pobre quedó atrapado en uno de los pilares del templo. Desde entonces, el viento sigue dando vueltas en el exterior, aguardando a que el Diablo aparezca. 


En cuanto a las cigüeñas, sabido es que son el símbolo de Alsacia, aunque tal vez no sea tan conocida esta leyenda que nos habla de enanos, de cigüeñas y, por supuesto, de bebés. 

Dicen los lugareños que las parejas que deseaban tener descendencia iban a expresar su deseo a una fuente que había en uno de los rincones de la Plaza Gutenberg, muy cerca de la plaza donde se encuentra la Catedral. Esa fuente comunicaba con un lago subterráneo situado, precisamente, debajo del edificio religioso. 

Un enano vestido de rojo escuchaba el deseo con las indicaciones sobre qué tipo de bebé querían —todo muy a la carta—, acudía al lago y pescaba con una red el alma de la aún no nacida criatura y se la llevaba a una cigüeña. La cigüeña cumplía con el servicio de mensajería y la depositaba, ya con cuerpo, junto al pozo que había en el lado sur de la Catedral, a donde iban los padres para recogerla. De ahí que se llamara pozo de los bebés.

La leyenda no dice en qué momento el alma adquiría un cuerpo y la realidad es que las cigüeñas han estado a punto de desaparecer de Alsacia. Se reintrodujeron hace unos cuarenta años y alguna debe de haber, aunque yo no conseguí ver ningún nido sobre las torres de las iglesias estrasburguesas. Lo que si había era invaders que las recuerdan en algunas esquinas de la ciudad, obra, sin duda, de ese artista urbano que tanto preserva su identidad.



Aquí tenéis más fotos de la ciudad.

lunes, 28 de diciembre de 2020

ZUBIETA RECOMIENDA


Editorial Acantilado.


"El gran Mauricio Wiesenthal, escritor, profesor de Historia de la Cultura y conferenciante barcelonés, acaba de recuperar este capricho, una nueva versión de un libro sobre este tren que escribió en su juventud, obra que podría encuadrarse en la literatura de viajes, del tren, y que desvela algunos secretos del legendario Orient Express que ha recorrido nuestro continente durante muchos años desde su nacimiento en 1813 hasta 1917. 

Mauricio W. enfoca su narración desde una perspectiva metafórica que podría ser la belleza de un tren como símbolo de la unidad de Europa y de los valores en los que se apoya el continente y con cierta nostalgia se desliza por los rincones más recónditos de sus vagones como su mítico restaurante para desgranar multitud de historias. Un palacio en movimiento en el que viajaron celebridades del cine, de la política o de la cultura, un exquisito medio de transporte en el que todo era de extraordinaria calidad, un lujo del que participaron personajes como Cocó Chanel, Stephan Zweig, Maria Callas, Marlene Dietrich, el príncipe Ali Khan, Graham Green, Mata-Hari e incluso la reina Victoria o Nikita Kruschev entre otros muchos y que ha servido de inspiración para notables novelas y películas ya que allí sucedieron o pudieron ocurrir sucesos insólitos y absolutamente novelescos. Su autor recorre ciudades como Estrasburgo, Múnich, Viena, Budapest, Bucarest, Estambul, etc., y al hilo de la descripción de sus rincones más bellos o pintorescos desgrana numerosas anécdotas: aventuras, relatos de amor, crímenes ocultos o misterios. 

Su autor, fundamentalmente, reivindica la belleza de las cosas bien terminadas, de un esplendor que cautiva y que desgraciadamente tiene su final y reflexiona sobre cómo Europa es el hilo conductor de los vagones de un tren mítico, que él denomina como “el tren de los románticos”.


Wiesenthal ofrece una panorámica caleidoscópica, reflejada con elegancia y espléndida escritura, de forma que su lectura resulta fluída, además de interesantísima. Un gran regalo para estas fechas."





lunes, 19 de agosto de 2019

UNA IGLESIA PROTESTANTE, UNAS AMABLES FIGURILLAS Y UN QUÍMICO

Hay pocas diferencias entre una iglesia protestante y una católica, menos aún cuando el edificio ha servido primero al culto católico y posteriormente al culto protestante. Esto es lo que le ha ocurrido a la iglesia de San Pedro el Joven. A pesar de todo, nada más entrar en una iglesia de culto reformado se percibe otro ambiente más distendido, menos formal, más próximo y no tan circunscrito por la muerte. 

En esta iglesia, mientras andaba yo fotografiando la hermosa tribuna que separa la parte reservada a los fieles del coro, reservado a quienes ofician, me saludó un pastor protestante, me dio la mano y, poco después, me encontré con una exposición de la artista Gaby Kretz, quien había repartido sus alegres figurillas por toda la iglesia y creaban un ambiente francamente acogedor —podéis ver muchas más en la página de Kretz




Al salir de la iglesia, uno se encuentra en la plaza del mismo nombre, y allí se encuentra otra figurilla, esta más realista y formal. Se trata de la estatua del químico francés Ch. A. Wurtz (1817-1884), un personaje ilustre de quien nunca había oído hablar, pero que me llamó la atención por la cita grabada en el pedestal.


Por si no alcanzáis a leerlo: La Química es una ciencia francesa. Uno queda un poco impactado ante semejante alarde de nacionalismo. Pero no es así. Allí mismo acudí a Wikipedia para saber quien era y por qué había destacado el tal Wurt, y al final del artículo se aclara que la frase con la que abrió su Dictionnaire no era nada más que un reconocimiento al gran Lavoisier como padre de esta disciplina. Vamos, una metáfora para indicar el surgimiento formal de esta disciplina.

Me puse a mirar con menos recelo la estatua que la ciudad de Estrasburgo le ha levantado y entonces descubrí otro elemento llamativo. ¿Lo veis? Arriba, en su mano derecha. ¿No? Bueno, en esta otra imagen podréis verlo:


Lo curioso es que no pertenece a la escultura. Es un añadido reciente del que no he podido averiguar nada. Podemos pensar que se trata de una pequeña y simpática broma de los estudiantes de la Facultad de Químicas para que el señor Wurtz tenga compañía en los fríos y largos inviernos. O tal vez una alusión simbólica a la reacción que lleva su nombre. Sea lo que sea, ahí está ella, juguetona e infantil, rompiendo la seriedad del hombre de ciencia y de quienes imaginaron su estatua.

martes, 29 de octubre de 2019

20 AÑOS de la WEST-EASTERN DIVAN ORCHESTRA


(El vídeo que motivó el comentario ha sido retirado ya por el Canal Arte. Creo que los veinte años de la orquesta siguen siendo motivo de celebración. Este concierto se celebró en el Ramallah Cultural Palace. Aunque no haya solistas destacados, el lugar escogido para el concierto también es motivo de celebración y habla claramente del compromiso de la orquesta y su director).


La West-Eastern Divan Orchestra es un proyecto ideado por el músico Daniel Barenboim y el filósofo Edward Said en 1999 para reunir a jóvenes talentos musicales palestinos, árabes e israelíes, así como un foro para el diálogo y la reflexión sobre el conflicto israelí-palestino

Barenboim y Said lo tenían muy claro: no hay nada mejor que la colaboración, el estudio compartido y el conocimiento puesto en común para desarrollar la comprensión entre culturas, pueblos y personas. En la actualidad es una orquesta de reconocido doble prestigio: el profesional y el ético. 

El canal europeo Arte, que desde el comienzo ha tenido como objetivo el mismo que llevó a Barenboim y a Said a fundar esta orquesta, es decir, la superación de las rivalidades entre pueblos y personas, impulsó este concierto, en el que además participaron la violinista Anne-Sophie Mutter y el violonchelista Yo-Yo Ma. Barenboim se encargó de la dirección y del piano.

Como ya comenté hace algún tiempo, la sede de Arte se encuentra en Estrasburgo, ciudad medio alemana, medio francesa, sede del Parlamento y el Consejo de Europa, en el corazón del viejo continente, lo que la hace especialmente propicia para este tipo de eventos.

***

Anécdota: al final del concierto se ve entre el público a Angela Merckel, todavía hoy Jefa de Gobierno en Alemania. Ya me gustaría ver a los jefes de gobierno de por aquí compartir línea de butaca con el público.

miércoles, 7 de agosto de 2019

TOMI UNGERER


Si yo llegué hace unos días hasta este avión de juguete que cuelga impertérrito y evocador del techo de un museo, fue porque un amigo —gracias, Luis— me recomendó un libro. Del libro fui a la biografía. Allí me enteré de que su autor había nacido en la ciudad a la que me iba a dirigir dos días más tarde y de que en ella habían abierto hace una docena de años un museo para recoger y recordar su obra. Naturalmente, tenía que visitarlo. 

Tomi Ungerer (1931-2019) es, seguramente, mucho más conocido aquí por sus historias infantiles que por sus obras para adultos. Y probablemente también sea más conocido en Nueva York que en cualquier otra ciudad europea —exceptuando su ciudad natal—, pues fue allí donde desarrolló buena parte de su trabajo y donde consiguió prestigio internacional.

Ahora bien, si no tenéis muchos años —de treinta y cinco para abajo— o tenéis criaturas que están o han estado hace relativamente poco en la escuela, seguramente se os haga conocida la enigmática cubierta de este libro:



Sí, efectivamente, es Los tres bandidos, Hiru bidelapurrak, Els tres bandits, Os tres bandidos o como se titule en la multitud de lenguas a la que ha sido traducido este Premio Andersen 1998 a la ilustración. Sin duda, es su obra más internacional y reconocida. Tanto que hasta los contenedores de vidrio de Estrasburgo están decorados con sus ilustraciones. Un gesto que honra a la ciudad.


Y no dejéis de regalar esa historia un poco loca, conmovedora y fantásticamente ilustrada que comienza así: Había una vez tres feroces bandidos de anchas capas negras y altos sombreros negros. El primero tenía un trabuco, el segundo un fuelle lleno de pimienta y el tercero una enorme hacha roja...

lunes, 5 de agosto de 2019

ARTE, UN CANAL PARA LA INTEGRACIÓN EUROPEA



Esto, aparentemente, no tiene nada que ver con Estrasburgo. Solo aparentemente, porque la cadena de televisión ARTE (Association Relative à la Télévision Européenne) es una cadena pública de carácter cultural que tiene su sede principal en dicha ciudad, símbolo de la asociación franco-alemana como forma de superación de las enemistades que llevaron a la II Guerra Mundial, y que busca con sus emisiones el acercamiento y la comprensión entre los pueblos europeos. Haciendo honor a ese objetivo, buena parte de su programación no solamente es bilingüe sino que se ofrece de forma abierta, además de contar con multitud de programas en español, inglés, polaco e italiano.

Tomo como ejemplo de audición abierta (disponible hasta el 1 de enero de 2021) este concierto de la Orquesta Filarmónica de Radio France, dirigida por Barbara Hannigan. Se llevó a cabo el 29 de enero de este año. Actuaron como solistas Ji Yoon Park (concertino de la orquesta) y Luiggi Caggero (címbalo) y la propia Hannigan, en este caso, como la soprano de prestigio que es. Un concierto muy variado, clásico y contemporáneo, divertido y de una gran emotividad. 

02:02.- Bartók, Rapsodia para violín y orquesta nº 1.
13:40.- Haydn, Sinfonía nº 85, La reine".
36:53.- LigetiConcerto românesc.
50:27.- KurtágHét Dal pour soprano et cymbalum.
01:02:13.- KurtágZur Erinnerung an einen Winterabend, concierto para soprano, címbalo y violín.
01:10:28.- BartókLe Mandarin merveilleux.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

SORPRESAS DE LA CIUDAD

 Voy a ser generoso. Os voy a dejar todas las fotos que hice ayer por la tarde cuando iba en busca del Dantzari. 

Caballito que corona el carrusel del Alderdi Eder.

La verdad es que llevar una cámara en la mano es muy tentador. O un peligro. Vas hablando, ves una imagen que te llama la atención y, ¡hala!, ahí que te paras y dejas con la palabra en la boca a quien te acompaña. 

Gaviota que te dice: eh, aprovecha, que poso un ratito.


Desde Chillida se ve Oteiza.



Una rosa que no quiere ser menos que la gaviota.


La fuente de Francisco López y...


Y esta especie de chimenea agujereada que surge del estanque.

Sí, hasta el Parque de Zubimusu iba porque había leído hace un par de días en la guía de Edorta Kortadi que en él se encontraba este artefacto del que salía un dantzari. Y no las tenía todas conmigo porque esa chimenea, mástil o extraño objeto no tenía pinta de albergar nada en su interior, y mucho menos un alegre dantzari vasco sugiriendo una espata-dantza.

Dan las ocho de la tarde... y:


Pues ahí queda el Dantzari, obra de Joaquín Montero y Dionisio García Arranz. En el recoleto parque Zubimusu, cuando dan las horas, emerge de esa curiosa estructura un dantzari que mantiene la pata en alto durante casi dos minutos, mientras suena una música de carillón. No tiene la complicación ni la vistosidad  de los autómatas centroeuropeos, pero no deja de tener su gracia. Una atracción para la gente más menuda a la que estuvimos mirando cinco personas adultas. Y sin las aglomeraciones pandémicas de Praga, Múnich o Estrasburgo. 

De vuelta a casa, la luna juega con las nubes 


y con las farolas,


algunos edificios coquetean con espejos improvisados,


y cuando llego al Urumea, el Festival invade de sueños y colores sus tranquilas aguas. 



Que tengáis un feliz miércoles.