En el recorrido por La Vera, nos acercamos la tarde del miércoles a Jarandilla. Antes de hacer nada, fuimos a información para pedir un mapa, situarnos e iniciar la visita. La persona que atendía, después de preguntarnos —ya sabéis, para estadística— de dónde veníamos y decirle que de San Sebastián, nos obsequió con un arratsalde on (buenas tardes) y un ongi etorri (bienvenidos) que nos dejó deslumbrados. Luego nos dijo que no sabía más que tres palabras (bat, bi, hiru) y que eso era todo. Pero hay más.
Inmediatamente colocó el mapa que estáis viendo sobre el mostrador y sin parar de darnos información oralmente, iba realizando las anotaciones oportunas por si se nos olvidaba más adelante el qué, el cómo, el dónde o a qué hora era eso de lo que nos hablaba. El mapa estaba colocado tal y como aparece aquí, es decir, hacia nosotros; él estaba al otro lado del mostrador, frente a nosotros, y en ningún momento tuvo que voltearlo para realizar ninguna anotación. ¡Era capaz de escribir al revés! Y lo hacía mientras hablaba.
Me di cuenta cuando colocó la fecha (arriba, izquierda) 3-II-1557, día en que terminaron las obras del palacio de Yuste, junto al monasterio del mismo nombre, en lo que sería la residencia de retiro del emperador Carlos V. Al verlo, exclamé ¡pero si está escribiendo al revés! Él, muy tranquilo, no, al derecho. Sí, efectivamente, al derecho para quien lee, pero él estaba escribiendo (y dibujando) desde su posición frontal a la nuestra.
Por si no sois conscientes de la dificultad que tiene, probadlo en casa. No es nada sencillo. Y realizarlo a gran velocidad mientras se está explicando me parece una habilidad al alcance de muy poca gente. Menos aún, cuando no se enuncia lo que se escribe y, además, se escribe en otro idioma distinto del que se habla. Porque Manuel, responsable de la oficina de información de Jarandilla, sabe algo más de tres palabras en euskera. Conoce bastantes más que las mencionadas arriba (osteguna, jueves; larunbata, sábado; ezk., abreviatura de izquierda).
Cuando terminó de explicarnos los encantos y particularidades de su localidad, yo, todavía perplejo, le pregunto cómo se llama. Me dice, Imanol, que es la forma vasca del castellano Manuel. Le damos las gracias, eskerrik asko, Imanol. Él, con una sonrisa: ez horregatik (de nada).
Era obligado darle las gracias públicamente y demostrar mi admiración.
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