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viernes, 28 de enero de 2011

POESÍA FILOSÓFICA

Últimamente me encuentro muchas veces esta expresión, o bien expresiones semejantes como, por ejemplo, poesía del pensamiento, poesía de las ideas y otras similares. Da la impresión de que algunos poetas practican un tipo de poesía de profunda reflexión (los que se acogen a esta etiqueta) y otros (los que no escriben al amparo de la misma), en cambio, se dedican a expresar banalidades.

No voy a negar que existe una poesía de mayor calidad que otra, esto es evidente hasta para quien nada sepa de poesía, ni la practique, ni le guste, ni la lea. Lo mismo que existen unas películas de calidad y otras que son abiertamente malas; igual que hay un arte maravilloso y un arte deleznable. Y así en todas y cada una de las formas de expresión, en todas y cada una de las actividades humanas. Unas son buenas, otras son malas.

También parece evidente que poesía y filosofía son formas de expresión distintas, aunque en ambas encontremos reflexiones sobre el ser humano y su estar en la vida. Reflexiones que atañen al tiempo, a las relaciones sociales, a la muerte, o a cualquier otro tema sobre el cual queramos arrojar un punto de luz o, simplemente, plantear algún tipo de duda que nos haga revisar de nuevo qué hacemos aquí y para qué lo hacemos.

Lo que no comparto de ninguna manera es esa forma de etiquetar que utilizan algunos críticos, y a la que se suman algunos poetas, para indicar que "esa" poesía a la que se refieren tiene una gran profundidad de pensamiento y, de esta manera, queda inmediatamente elevada a un nivel superior de poesía. O bien colocan la etiqueta para subrayar la capacidad de transmitir ideas que "esa" poesía tiene. ¿Es que, acaso, Homero, Virgilio, Shakespeare, Quevedo y tantos otros que no se encuentran dentro de esa categoría, no transmitían ideas, no expresaban su visión del mundo y de la sociedad en sus poemas? ¿Qué poema no nos ofrece una reflexión sobre lo que nos rodea, aunque no sea un punto de vista compartido?

Es cierto que existe una poesía banal, por manida, tópica, insulsa y repetitiva. Lo que no impide que exprese ideas, aunque estas no merezcan la pena ser expuestas en público. Pero también existe una poesía, una poética y una crítica literaria que, amparándose en el hermetismo, la alusión a grandes nombres e ideas de lustre en la historia del pensamiento o jugando con las palabras más allá de lo comprensible, elabora discursos artificiales y retóricos que nada agregan al acervo común del conocimiento. Ejemplos de esto que digo hay muchos, pero, para no cansar, voy a citar solo uno.

En la antología que la editorial Hiperión preparó sobre la poesía de W. Szymborska (excelente antología, por cierto), aparece un pequeño estudio de la especialista M. Baranowska sobre la obra de la poeta polaca bajo este título: Poeta de la conciencia del ser. (¡Ahí es nada!). En ese ensayo se puede leer: Szymborska escribe para un ser filosófico agraciado, como ella misma, con el sentido del humor (la negrita es mía). Yo creo tener sentido del humor, pero no me considero ningún ser filosófico, a no ser que todo ser humano sea considerado como tal.

La inadecuación me parece aún más notable si tenemos en cuenta que la premio Nobel es una poeta popular, es decir, ampliamente reconocida y leída en su Polonia natal. Poemas suyos se han utilizado para hacer canciones de gran éxito e, incluso, sus poemas son leídos y comentados en las escuelas. Exactamente como a todo escritor le gustaría que ocurriera con su obra. Lo curioso es que Baranowska sabe de la popularidad de la obra de Szymborska (mucho mejor que yo) y, aún así, en esa tendencia laudatoria en la que todos nos dejamos caer cuando algo nos gusta mucho, no puede dejar de recurrir a la palabra filosofía. Da la impresión de que esta palabra nos transporta automáticamente a un nivel superior.

Parece difícil admitir que la sencillez y la adecuación en la expresión es una virtud y no un defecto, ni tampoco una carencia. Parece difícil reconocer que la alusión a intrincadas ideas del pensamiento de algunos pensadores, especialmente del siglo pasado, no eleva el nivel de la expresión poética, sino que la entorpece, la atenaza y la afea. Si se escribe para que los demás lo lean, parece razonable facilitar la lectura y la comprensión de lo que se quiere decir y no entorpecerla con ese deseo de deslumbrar y de dar a entender lo "culta" que es la persona que escribe.

No os abrumo más con mis fantasmas y os dejo un breve poema de Amalia Bautista (podría ser de la misma Szymborka, que tiene muchos, muy buenos y muy sencillos, pero creo que ella ya es suficientemente conocida). El poema hace gala de claridad y al mismo tiempo implica una interesante reflexión sobre el ser mujer, el concepto de castigo, la forma de contar la historia y de mirar a nuestro alrededor:

LA MUJER DE LOT

Nadie nos ha aclarado todavía
si la mujer de Lot fue convertida
en estatua de sal como castigo
a la curiosidad irrefrenable
y a la desobediencia solamente,
o si se dio la vuelta porque en medio
de todo aquel incendio pavoroso
ardía el corazón que más amaba.

martes, 6 de septiembre de 2022

WALTER BENJAMIN

Walter Benjamin (1892-1940), crítico literario, pensador asociado a la Escuela de Fránkfort que, aunque no llegó a pertenecer al Instituto para la Investigación Social estuvo siempre en su órbita de pensamiento. 

Sus textos tal vez no sean especialmente sencillos por esa mezcla de teoría marxista, toque irónico y surrealismo, pero tampoco son especialmente crípticos. Desde luego, no son comparables en dificultad a la redacción mucho más académica, técnica y hermética de sus compañeros.

Posiblemente, de cuantos escritos se recogen en esta edición —cesión de la que realizó Taurus en 1973—, el de mayor relieve y el que ha tenido mayor recorrido, es el que se titula La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. En ella defiende la tesis de que tanto la fotografía como el cine son medios muy válidos de politización. Hay que recordar que es un trabajo redactado en 1936, es decir, ambos medios de expresión estaban saliendo de su prehistoria. De hecho, este es su párrafo final: 

«Fiat ars, pereat mundus», dice el fascismo, y espera de la guerra, tal y como lo confiesa Marinetti, la satisfacción artística de la percepción sensorial modificada por la técnica. Resulta patente que esto es la realización acabada del «arte pour l'art». La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte (p 57).

Tal vez hoy se lean con mayor interés todos esos artículos agrupados bajo el título de Sombras breves, o cualquiera de los otros. De Experiencia y probreza (1933) tomo otro párrafo. Podéis juzgar acerca de su ¿actualidad?.

Nos hemos hecho pobres. Hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la humanidad, con frecuencia teniendo que dejarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo «actual». La crisis económica está a las puertas y tras ella, como una sombra, la guerra inminente. Aguantar es hoy cosa de los pocos poderosos que, Dios lo sabe, son menos humanos que muchos; en el mayor de los casos son más bárbaros, pero no de la manera buena. Los demás en cambio tienen que arreglárselas partiendo de cero y con muy poco. Lo hacen a una con los hombres que desde el fondo consideran lo nuevo como cosa suya y lo fundamentan en atisbos y renuncia. En sus edificaciones, en sus imágenes y en sus historias la humanidad se prepara a sobrevivir, si es preciso, a la cultura. Y lo que resulta primordial, lo hace riéndose. Tal vez esta risa suene a algo bárbaro. Bien está. Que cada uno ceda a ratos un poco de humanidad a esa masa que un día se la devolverá con intereses, incluso con interés compuesto (p 173).

***


Путин, немедленно останови войну!

miércoles, 18 de julio de 2012

HESÍODO

Hesíodo carece del impulso creador de Homero, de su viva imaginación poética y no tiene la fuerza epopéyica del creador de la Ilíada. Sin embargo, Hesíodo tiene la claridad y el desarrollo del didacta, del hombre práctico, del campesino (Alejandro Magno dijo de él que era el poeta de los campesinos) que conoce bien la tierra y sus necesidades, del poeta que sabe el esfuerzo que representa el trabajo diario y se esfuerza por transmitirnos naturalidad y conocimientos prácticos. Es también, de alguna manera, el primer intelectual, pues intenta poner en relación cuanto sabe para darnos consejos, para ofrecernos una visión más amplia de la condición humana. Es, en definitiva, un humanista que recorre con sus versos los caminos que van de lo más simple y próximo a lo más complejo y alejado.

La Teogonía es el primer texto que nos expone en toda su magnitud el origen del cosmos y la genealogía de los dioses. (Wikipedia tiene un cuadro verdaderamente meritorio con el árbol genealógico de los dioses griegos según Hesíodo).

Los trabajos y los días es su obra mejor conservada. Tiene un claro carácter didáctico (enseñarnos qué labores corresponden a cada época del año y cómo desarrollarlas) y moralizante (el trabajo es fuente de satisfacciones, siempre que se haga honradamente; la justicia debe presidir nuestras acciones, "la riqueza no debe ser tomada con violencia"). En esta obra también se recoge la descripción de las distintas edades del hombre.

El escudo de Heracles, pieza muy incompleta, cuenta la expedición de Hércules (Heracles) y su sobrino Yolao contra Cicno, el hijo de Ares. Cicno morirá en este combate y será transformado por su padre en un cisne, de ahí el nombre.

Muchas editoriales tienen en su catálogo las obras de Hesíodo y es muy fácil hacerse con alguna.

martes, 17 de noviembre de 2020

LAS TRISTES

Editorial
Era el año 8 de nuestra era y Ovidio estaba felizmente olvidado del mundo y sus problemas en la isla de Capri —ya en aquella época era territorio vacacional—. Recibió la llamada del emperador Augusto. Le convocaba a una reunión. Podemos suponer que no le haría mucha gracia suspender repentinamente su retiro, pero era Augusto quien le llamaba y nadie podía negarse a una convocatoria así. Fue a Roma. Cuanto allí hablaron nadie lo sabe y nunca lo sabremos, porque fue una reunión a puerta cerrada. Conocemos la consecuencia: Ovidio fue enviado al exilio, al extremo oriental del imperio, a Tomis.

Mucho se ha especulado sobre el motivo del destierro. Lo cierto es que como dice uno de los investigadores que con mayor atención se ha dedicado al tema, John C. Thibault, ninguna afirmación sobre la causa del exilio es enteramente satisfactoria. O dicho con lenguaje científico, no hay ninguna evidencia sobre cuál fue exactamente la causa. Podemos suponer a partir de la lectura de Las Tristes (2.103-4; 3.1.51-2, y 3.5.45-52) que el motivo es doble: una composición poética  —seguramente Arte de amar— y una falta que el mismo poeta califica de leve. El caso es que no hay ningún documento que nos permita afirmar nada.

Lo que sí hay es un documento que nos habla de la profunda tristeza en la que quedó sumido Ovidio en un territorio cuya lengua no hablaba —aunque la aprendió con el tiempo—, y que se pasó todo el tiempo escribiendo cartas para conseguir su redención. Las Tristes son la mejor colección de versos para saber de su desolación e incluso de su propia vida, como es la elegía 4. 10: 

Yo soy el cantor de los tiernos amores; posteridad, oye mis palabras si quieres conocer al poeta que lees. Sulmona, abundante de frescos manantiales, es mi patria, que dista noventa millas de Roma. Allí vi la luz, y para que conozcas la época, fue el año en que perecieron los dos cónsules con una muerte igual. Si ello vale algo, heredé el orden ecuestre de mis insignes abuelos, y no debo a la fortuna el título de caballero. No fui el primogénito, sino nacido después de mi hermano mayor, que vino al mundo un año antes. La misma estrella presidió el natalicio de ambos, que festejábamos el mismo día con la ofrenda de dos tortas, y era éste uno de los cinco consagrados a las fiestas de la belicosa Minerva, el primero que se dedica a los combates sangrientos. Nuestra educación comenzó pronto, gracias al celo de mi padre, y asistimos a las lecciones de los maestros insignes de Roma. Mi hermano desde joven se inclinaba a la oratoria, como si hubiese nacido para las tempestuosas luchas del foro; y a mí desde niño me seducían los sagrados misterios, y la Musa en secreto me forzaba a rendirle culto. Muchas veces me dijo mi padre: «¿Por qué pierdes el tiempo en inútiles estudios? El mismo Homero no dejo ninguna riqueza.» Sus consejos me impresionaban, y abandonando todo el Helicón, intentaba coordinar palabras no sujetas a medida, espontáneamente acudían a formar pies cabales, y cuanto intentaba decir lo decía en verso. Entretanto los años resbalaban con pasos silenciosos, y mi hermano y yo tomamos la toga viril; echamos sobre nuestros hombros la púrpura laticlavia, y cada cual siguió su primera vocación. Ya mi hermano mayor había llegado a la edad de veinte años cuando murió, y comencé a carecer de una parte de mí mismo. Entré en el ejercicio de los cargos honoríficos que se conceden a la primera juventud, y fui nombrado triunviro. Me quedaba por conquistar el senado; mas esta carga era muy superior a mis fuerzas, y me contenté con la augusticlavia. De cuerpo poco vigoroso y natural menos apto para trabajos excesivos, y extraño a los impulsos de la turbulenta ambición, las hermanas Aonias, que siempre fueron de mí bien amadas, me convidaban a sus tranquilos ocios. Cultivé y frecuenté la amistad de los poetas de aquel tiempo, y creía ver otros tantos dioses en estos inspirados mortales. Muchas veces el viejo Macer me leyó sus poemas de las Aves y las Serpientes nocivas y las Hierbas saludables; muchas veces Propercio, unido a mí por íntimo afecto, me recitó sus fogosas elegías; Póntico, insigne por sus cantos heroicos, y Baso por sus yambos, se contaban como miembros queridos de mis reuniones, y el armonioso Horacio hechizaba mis oídos al acompañar con la lira de Ausonia sus elegantes odas. A Virgilio apenas le vi, y el avaro destino me arrebató pronto la amistad de Tibulo, que fue, Galo, tu sucesor, como de éste Propercio en la serie de los tiempos. Yo aparecí detrás, el cuarto, y lo mismo que veneré a los mayores, así los más jóvenes me veneraron a mí. No tardó mi Talía en darme a conocer; cuando leí al pueblo las poesías retozonas de mi juventud, sólo me había afeitado dos o tres veces. Exaltó mi numen una mujer celebrada en toda la ciudad, a la que dediqué mis Amores bajo el seudónimo de Corina. Compuse muchas obras, pero las que juzgué defectuosas, yo mismo las castigué entregándolas a las llamas; y antes de partir al destierro, quemé algunas que debían agradar, irritado contra mis estudios poéticos.

Mi tierno corazón, no invulnerable a las flechas de Cupido, se conmovía por la causa más leve, y a pesar de mi temperamento que se encendía con poco fuego, mi reputación no cayó envuelta en ninguna anécdota escandalosa. Casi niño todavía, díéronme una esposa ni digna ni conveniente, cuya unión se rompió en breve. Sucediole la segunda, de proceder irreprochable, pero que tampoco hubo de compartir mi lecho largo tiempo, y la última, que me acompañó basta la vejez, no se avergonzó de llamarse la esposa de un desterrado. Mi hija, dos veces fecunda en su primera juventud, aunque no de un solo esposo, me hizo otras tantas abuelo. Llegó por fin mi padre al término de su existencia, habiendo cumplido noventa años de edad, y lo lloré como él hubiese llorado mi pérdida; poco después pagué el último tributo a mi madre. ¡Felices ambos, sepultados a tiempo para no ver el día de mi condenación, y feliz yo también, porque no les hice testigos de mi infortunio ni les produje la consiguiente amargura! Si detrás de la muerte queda algo más que un vano nombre, y la leve sombra escapa a las llamas de la hoguera, y el rumor de mi falta llegó hasta vosotras, sombras de mis padres, y se juzgan mis delitos en el tribunal del infierno, quiero que sepáis la causa, y es imposible engañaros, que me ocasionó el destierro: fue por imprudente y no por criminal. Esto basta a los Manes: vuelvo a vosotros, espíritus curiosos de conocer los sucesos de mi vida. Transcurridos los años mejores, había llegado la vejez y sembrado de canas mi cabeza; desde mi nacimiento, ceñido en Pisa con la corona de olivo, el vencedor en la contienda de los carros había alcanzado diez veces el premio, cuando la cólera de un príncipe ofendido me obligó a residir en Tomos, ciudad sita a la izquierda del mar Euxino.

La causa de mi sentencia, harto conocida de todos, no necesita la confirmación de mi testimonio. ¿A qué referir la deslealtad de mis amigos, las acusaciones de los siervos y tantas amarguras más crueles que el mismo destierro? Pero mi ánimo se rebeló a sucumbir a tal prueba, y recogiendo sus fuerzas salió al fin victorioso; di al olvido la paz y los ocios de la pagada edad, tomé las armas extrañas a mis hábitos, cuando lo reclamaba la ocasión, y afronté tantos peligros por mar y tierra, como estrellas lucen en el polo que conocemos y el que se niega a nuestra vista, y después de largos rodeos arribé a las playas Sarmáticas vecinas de los Getas, hábiles en lanzar flechas. Aquí, aunque aturdido por el estruendo de las armas en torno mío resuenan, endulzo con la poesía mi triste situación; y aunque no haya un solo oído dispuesto a escucharme, abrevio y engaño con ella las horas eternas del día. Si vivo aún, y conllevo la dureza de mis trabajos, y no he llegado a aborrecer mi penosa existencia, es, Musa, gracias a ti, que me consuelas, que calmas mis inquietudes y alivias mis dolores. Tú eres mi guía y compañera; tú me libras de las riberas del Ister, y me conduces a la cumbre del Helicón; tú, caso raro, me diste en vida un nombre célebre que la fama no suele conceder más que a los muertos. La envidia, detractora de lo actual, no clavó su inicuo diente en ninguna de mis obras; habiendo producido nuestro siglo excelentes poetas, la murmuración no se enconó maligna contra mi ingenio, y si bien reconozco a muchos superiores, no se me reputa inferior a ellos, y soy muy leído en todo el orbe. Si es que encierran algo de verdad los presagios de los vates, no seré, ¡oh tierra!, tu despojo, desde el instante que muera; y ya deba al favor, ya a mis poemas este renombre, benévolo lector, recibe el testimonio legítimo de mi gratitud.

Texto tomado del sitio Imperium. Desconozco quién realizó la traducción.

***

La edición que ha realizado Antonio Ramírez de Verger para Cátedra es muy recomendable, no solo por la cantidad de notas que aporta al texto y por el trabajo introductorio que lo precede, sino porque, además, ha realizado el ímprobo esfuerzo de traducir en verso.

sábado, 15 de enero de 2022

CAROLINA CORONADO

15 de enero de 1911, Carolina Coronado muere en Lisboa. Es la segunda vez que muere y la última, porque la poeta ya había muerto en 1844. Famoso es el pasaje de catalepsia que la tuvo como muerta durante varios días. Incluso hubo publicación de necrológicas en los periódicos madrileños. Por suerte, se recuperó y quienes ya habían expresado sus condolencias y divulgado su desaparición, tuvieron que retractarse. 

Otra anécdota: era tía de Ramón Gómez de la Serna; bueno, más exactamente fue tía de la madre del escritor, Josefa Puig Coronado.

La poeta había llamado la atención de Espronceda con su brillante poesía, y este la apadrinará junto con otro consagrado de la época romántica, Hartzenbusch. Ambos reconocieron inmediatamente el talento literario de la extremeña.

Carolina Coronado y Gertrudis Gómez de Avellaneda serán las dos escritoras más interesantes del romanticismo español, salvando, claro está el nombre de Rosalía de Castro, figura destacada por encima de todas y ya metida en los quehaceres del posromanticismo.

Es evidente que la poesía es una lectura minoritaria y que la de Coronado es difícil de encontrar en una librería. Castalia publicó hace ya unas décadas este magnífico ejemplar con un estudio introductorio de la profesora Noël Valis, pero ya no se encuentra si no es en bibliotecas o librerías de viejo. Afortunadamente, Torremozas sacó una antología con su obra poética hace aproximadamente un año. Esa sí está disponible. Y si la urgencia por leerla os acucia y no tenéis cerca ni biblioteca ni librería, siempre está la amplia y bien nutrida página web poesias.es, donde encontraréis casi todos sus poemas.


LOS CANTOS DE SAFO

I

Como el aura suavísima resbala
de placer en placer fácil mi vida:
entre el amor y gloria dividida,
¿cuál es la dicha que a mi dicha iguala?

Al lado de Faón, su amor cantando;
con la luz de sus ojos fascinada;
dicha inmensa es de Safo bienhadada
perder sus horas en deliquio blando.

Dicha inmensa es de Safo venturosa
que su amante en el aire que respira
beba el acento de la tierna lira,
que tan sólo por él suena amorosa.

¡Cómo a mis ojos inefable llanto
gota por gota el corazón destila,
si un instante su faz dulce y tranquila
brilla gozosa al escuchar mi canto!...

¡Si de su boca en lisonjero arrullo
la voz desciende a celebrar mi lira,
y hálito vago que su labio expira
mis sienes cerca entre el falaz murmullo!

Siento, Faón, tu delicado aliento
bullir entorno de la frente mía,
y en deliciosos tonos de armonía
herirme el corazón tus voces siento.

El corazón sus golpes precipita
al eco de tu voz apasionada:
a un suspiro, a un acento, a una mirada
como el seno de tórtola se agita.

No temo entonces que por bella alguna
perjuro olvides tu feliz cantora,
ni atractiva beldad venga en mal hora
a destrozar mi plácida fortuna.

¿Y quién la flor de la ventura mía
osará marchitar con mano aleve?
¿Quién a usurpar tu corazón se atreve
y a reinar donde Safo reinó un día?

¡Ah! no soy bella: su preciosa mano
en mi rostro los Dioses no imprimieron;
más al alma benignos concedieron
de los genios el numen soberano.

Y cítara en mis manos peregrina
las hermanas de Febo colocaron,
y de entusiasmo el corazón llenaron
de amor ardiente e inspiración divina.

Goza de triunfos la beldad un día,
que el porvenir destruye rigoroso;
cuando el genio entre aplausos victorioso
de la inmortalidad al templo guía.

Lecho de tierra y silencioso olvido
sólo del mundo la hermosura alcanza:
el estrecho sepulcro a do se lanza,
los rayos borrará de haber nacido.

Cual sueño pasará, si el genio alzando
la poderosa voz no la eterniza,
su cantar que a los siglos se desliza
vida preciosa a sus cenizas dando.

Yo también cantaré: también mis voces,
tierna Faón, tu nombre repitiendo,
con tu amor y mi amor sobreviviendo,
al porvenir sin fin irán veloces.

Yo a esa Grecia opulenta, sabia y justa
arrancaré un aplauso duradero,
una corona como el grande Homero
a mis sienes tal vez ceñiré augusta.

Y mírala ¡oh Faón! y tu sonrisa
premie el esfuerzo de tu Safo amada,
más plácida a su ser que en la alborada
place a las flores la naciente brisa.

II

Musas divinas, dioses del talento,
¿Qué me vale ceñir vuestra aureola?
Bella rival con su belleza sola
alcanzó mi afrentoso vencimiento.

Lanzadla de ante mí, lanzadla, cielos;
que al verla, el odio que me inspira crece,
mi vista con su vista se oscurece,
y hierve el corazón de envidia y celos.

Lanzadla lejos de él; no más admiren
sus ojos a la bella enamorados:
ni los míos en tanto ensangrentados
por sorprenderlos incesantes giren.

Alma Venus, escucha tú mi ruego,
y protege el amor que has encendido;
en el pecho cruel del fementido
brote una chispa del extinto fuego.

Dame atractivos, dame esa ilusoria
forma y hechizos con tu luz tocados,
¡y quítenme los Dioses irritados
mi cítara, mis cantos y mi gloria!

III

De Venus al oráculo las preces
de los augures fieles demandaron,
y el fin de mis desdichas por tres veces
y el triunfo de mi amor adivinaron.

Mas ¡ay! mintieron. —Tú roca insensible
desoyes mi pasión. —¡¡Ni una esperanza!!
¿no temes, di, que tu perjurio horrible
provoque de los Dioses la venganza?

¡Qué! ¿No temes que Venus indignada
a mis clamores presurosa acuda?
¿No temes que su cólera sagrada
sobre tu frente criminal sacuda?

Amante Diosa que el amor preside,
tú la invocaste de tu fe testigo
mi injuriada pasión venganza pide,
su hollada majestad pide castigo.

IV

Tu juventud corría silenciosa,
entre la oscura turba confundido,
cuando uniendo a tu nombre su renombre
Safo su gloria dividió contigo.

La cantora de Grecia descendiendo
de su altura, hasta ti, quiso amorosa
cantar tu vida y alumbrar tu frente
con la radiante luz de su aureola.

Y a tu lado, Faón, si la voz mía
se elevaba a cantar nuestros delirios,
miel divina en mis labios derramaban
solícitas las hijas del Olimpo.—

¿Dónde la bella que fingiendo amores
tu conquistado corazón me arranca?...
Ayer mi seno de placer latía,
y hoy de despecho y de dolor se abrasa...


Y este es el poema suyo que más me gusta, donde se identifican la poeta y la luna. La naturaleza, como dice Rico en su comentario, no es ya el misterio que representaba para la concepción romántica de la misma, sino comprensión.

LA LUNA EN UNA AUSENCIA

Y tú, ¿quién eres de la noche errante
aparición que pasas silenciosa,
cruzando los espacios ondulante
tras los vapores de la nube acuosa?

Negra la tierra, triste el firmamento,
ciegos mis ojos sin tu luz estaban,
y suspirando entre el oscuro viento
tenebrosos espíritus vagaban.

Yo te aguardaba, y cuando vi tus rojos
perfiles asomar con lenta calma,
como tu rayo descendió a mis ojos,
tierna alegría descendió a mi alma.

¿Y a mis ruegos acudes perezosa
cuando amoroso el corazón te ansía...?
Ven a mí, suave luz, nocturna, hermosa
hija del cielo, ven: ¡por qué tardía!

lunes, 2 de julio de 2018

LA EPOPEYA DE GILGAMESH

La epopeya de Gilgamesh es el relato escrito más antiguo —2500-2000 a.n.e.— de la historia de la humanidad mientras no aparezca otro, y no parece probable. En él se nos cuenta la historia de Gilgamesh, héroe sumerio que va en busca de la gloria y la inmortalidad. 

Comienza la historia con los ciudadanos de Uruk pidiendo ayuda a los dioses para que los libere de la tiranía de este rey despreciable y altanero. Después de muchos cambios y aventuras, la leyenda termina con un Gilgamesh consciente de sus limitaciones y abatido por el dolor de la pérdida. La inmortalidad no está al alcance de los seres humanos.

Hay muchas versiones de la historia, pero la que se suele utilizar para las traducciones es la versión más moderna —1100 a.n.e.— y más completa, la versión babilónica. Aquí se encuentra también el primer relato escrito del diluvio universal.

—¡Hombre de Suruppak,
hijo de Ubar-Tutu:
derriba la casa,
hazte una nave!
¡Renuncia a las riquezas 
y asegúrate la vida!
¡Desprecia los bienes
y conserva la vida!
¡Sube semilla de todo lo que vive
a bordo de la nave!

La nave que tú mismo te vas a hacer
que sean iguales todas sus medidas,
que se correspondan su anchura y su largura.
Igual que el Apsu,
tápala con un techo.

                                (Traducción de Joaquín Sanmartín)

La influencia de la Epopeya de Gilgamesh en otros relatos y otras culturas ha sido muy estudiada. Es muy clara, por ejemplo, en Homero y en la Biblia. Lo curioso no es que haya influenciado a pueblos vecinos, como es natural; lo verdaderamente curioso es que el mito del diluvio universal exista en culturas muy alejadas entre sí como son la griega, la hindú, la chibcha, la mapuche, la maya, la mexica, la inca, la uros, la kawesqar, la taíno, la guaraní, la pascuense y la moussaye del Chad. Tal vez algún día dispongamos de una buena explicación.


***

Hoy, mañana y pasado mañana (2, 3 y 4 de julio) se representa en El Grec de Barcelona. Para no perdérselo si estáis por allí.

miércoles, 21 de octubre de 2020

POETAS DE GRECIA Y ROMA

Editorial
Ocurre muchas veces que no nos atrevemos a leer a los clásicos porque están ya muy lejos de nosotros, porque creemos que nos vamos a aburrir o porque pensamos que no vamos a entenderlos. Poetas de Grecia y Roma es una magnífica oportunidad para una primera aproximación, es un auténtico regalo para quien todavía no conozca esos textos esenciales que han fertilizado toda la poesía occidental.

Esteban Torre, escritor, investigador y catedrático emérito de la Universidad de Sevilla, se ha encargado de seleccionar y traducir 40 poemas, solo 40 poemas, de siete poetas griegos y siete latinos: Homero, Hesíodo, Safo, Píndaro, Sófocles, Teócrito, el pseudo-Anacreonte, Catulo, Virgilio, Horacio, Tibulo, Propercio, Ovidio y el pseudo-Ausonio. Una especie de antología mínima y esencial de esos textos que ninguna persona medianamente culta debería desconocer. 

Además, todos y cada uno de los autores vienen introducidos por una presentación muy eficaz; breve, pero intensa. De esas que despiertan las ganas de saber más. Se cierra el volumen con un glosario onomástico y mitológico que puede servir de ayuda ante cualquier dificultad que surja durante de la lectura.

Pero si eres de esas personas que conoces bien la poesía clásica greco-latina, esta antología también es un hermoso regalo por la traducción actual y elegante, por la selección verdaderamente acertada y porque es una edición muy cuidada, como si se tratara de cualquier otro libro de poesía actual. Una forma de tener a mano esos textos que solemos consultar muy a menudo, sin el envoltorio de la edición erudita.

Os dejo el último poema de la selección:


COLLIGE, VIRGO, ROSAS

                       De rosis nascentibus


Era la primavera

y, en el amanecer azafranado,

el día respiraba con dulzura

tras un frío punzante.


Una atrevida brisa 
se adelantaba al carro de la Aurora, 
queriendo anticipar 
el caluroso día. 

Vagaba yo por las cruzadas sendas 
de los regados huertos, 
deseoso de vida, 
en las horas primeras. 

Vi la escarcha cuajada, 
colgando de las hierbas que se inclinan, 
o reposando encima 
de las erguidas plantas, 
y las redondas gotas 
jugueteando en una abierta col.

Y vi las rosaledas, 
que disfrutaban del primor de Pesto, 
cubiertas de rocío, 
al renacer la estrella mañanera. 

Alguna blanca perla, 
sobre los escarchados matorrales, 
se desvanecería 
con los primeros rayos de la Aurora. 

No podría saberse 
si es la Aurora quien roba su rubor 
o se lo da a las rosas,
el día con su luz tiñe las flores.

Hay un solo rocío, 
sólo un color, una mañana sólo.
Para estrellas y flores, 
hay una dueña solamente: Venus. 

Quizá también es una su fragancia: 
si aquélla por el aire 
se derrama en los cielos, 
la otra se respira más cercana. 

Diosa común de estrellas y de flores, 
tú, la Reina de Pafos, 
dispones que sus ropas 
estén teñidas con los mismos tonos. 

Era el momento justo. 
Los nacientes capullos de las flores 
se estaban dividiendo 
en segmentos iguales. 

Una está cobijada 
por la cubierta de sus verdes hojas, 
en otra se perfilan 
tenues contornos de la roja púrpura. 

Ésta entreabre las altivas cumbres 
del capitel primero, 
liberando la punta 
de su cabeza grana. 

Aquella desplegaba ya sus velos 
unidos en lo alto, 
pensando en numerarlos 
como sus propias hojas. 

Y entonces, de repente, 
se abrió la gloria del radiante cáliz, 
luciendo claramente 
sus densos granos de azafrán oculto. 

Otra, que rutilaba 
con todo el fuego de su cabellera, 
abandonada por sus mustios pétalos, 
palidece al instante. 

Yo me maravillaba 
de la rapiña del huidizo tiempo, 
viendo que, cuando nacen, 
ya envejecen las rosas. 

He aquí que, mientras hablo, 
se derrumba la roja cabellera 
de la flor rutilante, 
y es la tierra quien brilla con su púrpura. 

Tantas figuras, tantos nacimientos, 
tantos cambios de forma 
en un día comienzan, 
y en ese día acaban. 


Siento, Naturaleza, 
que hayan de ser tan breves tus favores: 
enseñas tu regalo, 
para quitarlo ante los mismos ojos. 

La duración de un día tiene apenas 
la vida de las rosas: 
la juventud y la vejez se unen, 
en instantes fugaces. 

A la que vio nacer una mañana 
la Aurora reluciente, 
al caer de la tarde 
la contempla marchita.

Pero no importa: si en tan corto plazo 
debe morir la rosa, 
prolongará su vida 
con los nuevos retoños. 

Muchacha, coge rosas, 
fresca tu juventud, fresca la flor; 
y piensa que tus años 
son también fugitivos.

***
PS: El libro lo publicaron en 1998 el CSIC y la Universidad de Huelva bajo el título de  La poesía de Grecia y Roma. Ejemplos y modelos de la cultura literariaLo podéis descargar, la propia universidad lo ha colocado en el Repositorio Arias montano. Así podréis ver la importancia que tiene la disposición del verso. Aunque parezca una cuestión baladí, no es lo mismo leer un poema donde las palabras respiran y el verso se hace natural, que un poema en el que las palabras se amontonan y el significado difícilmente establece relaciones con el significante.

jueves, 13 de diciembre de 2012

LUCIANO DE SAMÓSATA

Luciano de Samósata es uno de esos hallazgos reconfortantes. No aparece normalmente en los manuales de Literatura Universal y hay que irse a los de Literatura Griega para encontrar alguna referencia. Vamos, que no es un Homero, un Virgilio o un Horacio. Y, sin embargo, estoy seguro, un lector corriente actual, no culto ni académico, podrá disfrutarlo como disfruta de cualquier otro relato contemporáneo.

Este satírico, este humorista del siglo II d.C. tiene un estilo fácil, ligero, ameno, en ocasiones brillante, siempre divertido, que convierte la lectura de sus relatos en un pasatiempo de lo más agradable. De los títulos que recoge el libro que aparece en la foto (Relatos fantásticos, Ícaromenipo o Menipo en los cielos, Cuentistas o el descreído, El gallo y Lucio o el asno) el menos atractivo para el lector actual será, sin duda, el primero, porque aún representando un portentoso ejercicio de imaginación para la época, carece de historia, de argumento. El resto no sólo tienen un divertido guión, sino también una abundante descarga satírica que parece increíble por su actualidad y frescura. Luciano es algo así como el Voltaire o el Swift del siglo II. De hecho, Cuentistas o el descreído merecería ser el texto oficial de presentación de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico.

Termino esta rápida presentación con las palabras del autor que sirven de cierre al referido relato:
Resistamos (a las supersticiones, al irracionalismo, a la superchería), amigo, usando como potente revulsivo contra estos males la verdad y el sentido común: con él no hay peligro de que nos asusten esas patrañas vanas y vacías.

Feliz lectura.

miércoles, 24 de febrero de 2016

TE DOY MI CORAZÓN PARA QUE LO EXAMINES

—¿Quién leerá esto?
¿A mí me lo dices? Nadie, por Hércules.
—"¿Nadie?"
Puede que dos o... quizás nadie.
—"Vergonzoso y deplorable".

                             Traducción de Rosario Cortés Tobar

Así comienza la Sátira Primera de Persio, la que dirigió contra los malos escritores. ¿Augurio de su propia obra? No, por cierto, ya que fue un autor muy apreciado en otras épocas, aunque hoy sea prácticamente desconocido, como lo es, tristemente, cualquier otro clásico, ya estemos hablando de escritores tan grandes como Virgilio, Lucrecio o el mismísimo Homero, o bien de otros menores como el mismo Persio.

No pretendo lamentarme sobre los caprichos de la cambiante moda de los gustos literarios —que cada cual mantenga los suyos—, ni sobre el abandono de los estudios clásicos en la actualidad. Tan solo traigo hasta aquí un verso magnífico de Persio para darle hoy publicidad y sacarlo de paseo a la plaza, no sea que se nos pierda en el armario insondable de los eruditos.

El conocimiento, la cultura, cualquier manifestación artística de calidad debería ser siempre patrimonio de toda la humanidad. A veces, por desidia, por olvido, por moda o por impotencia, se nos van perdiendo cachitos de ese patrimonio común y nos vamos quedando un poquito más pobres de espíritu. Que no se nos pierda Persio ni su glorioso


Te doy mi corazón para que lo examines




jueves, 28 de diciembre de 2017

EL MUNDO CLÁSICO. LA EPOPEYA DE GRECIA Y ROMA

Robin Lane Fox es un especialista en cultura e historia clásica absolutamente entregado al estudio y disfrute de esa época, hasta tal punto que va soltando frases de este cariz: Leer a Homero te cambia para siempre. Este tipo de manifestaciones lo que nos indican es el grado de entrega y la relación que una persona mantiene con aquello a lo que se refiere; más allá de eso, las palabras carecen de significado. Pero nos están indicando hasta qué punto estamos ante alguien que vibra y se emociona con su trabajo. Quien sienta como verdadera la aseveración anterior no puede defraudarte con un texto dedicado a contarnos la historia del mundo clásico.

El mundo clásico. La epopeya de Grecia y Roma (2007) es un texto descatalogado por el momento, aunque todavía puede encontrarse en alguna librería. Tiene la virtud de estar escrito por un historiador que sabe narrar y que distingue perfectamente entre el dato académico y el que da sentido y comprensibilidad al texto. Esas dos virtudes hacen que se nos hagan cortas las 800 páginas del libro. Por extensión, podría tratarse perfectamente de un manual universitario, pero la expresión y la cortesía para con el lector hacen que esta obra sea digerible por alguien que no tenga conocimientos previos ni de historia ni de ninguna otra cosa.

Ahora bien, una cosa es lo verdaderamente atractivo que resulta el texto que nos ofrece el autor —vibrante, directo, fresco, lleno de admiración hacia la cultura de la procedemos y emotivo— y otra el hecho de que dé la impresión de que el  mundo greco-latino era lo único posible. Sin duda, tanto Grecia como Roma alcanzaron unas cotas de desarrollo elevadísimas, pero centrarse solamente en ese aspecto nos escamotea una explicación creíble sobre su deterioro y posterior desaparición. Tal vez un poco más de atención a los pueblos que rodeaban las fronteras del imperio hubiese dado una visión más completa del cómo y el porqué de cuanto acontecía.

Sea como fuere, el texto cumple con creces la función práctica, es decir, la informativa o divulgativa, y tiene un encanto tan grande que me atrevería a decir que quien lo lea quedará prendido para siempre del atractivo de esa cultura de la que somos herederos y que explica buena parte de por qué Europa es como es en la actualidad.

Tumba del saltador o nadador, Paestum. Fuente: Wikipedia.

martes, 31 de diciembre de 2019

HIMNOS HOMÉRICOS

Editorial
La colección de poemas que conocemos con el nombre de Himnos Homéricos no fueron escritos por Homero. El autor de la Ilíada era sinónimo de calidad ya en la más remota antigüedad y eso era suficiente como para que los poetas épicos de entonces se dedicaran a replicar el estilo y el metro. Pero, como nos recuerda Bowra en su Historia de la literatura griega, no se atrevían con asuntos tan graves como los que relatan la Ilíada o la Odisea. Tienen un carácter más desenfadado, humorístico incluso. Y son una colección magnífica para conocer la historia de los dioses griegos y sus aventuras; o dicho de otra manera, un excelente recurso para leer la iconografía artística de los siglos XVI al XVIII.

Por desgracia, de la mayoría solamente nos han llegado unos pocos fragmentos, pero podemos deleitarnos con los dedicados a Deméter, Hermes, Apolo y Afrodita, que se encuentran más o menos intactos. De los cuatro, el que más me sigue impresionando es el primero, el que nos cuenta la historia de la diosa de la agricultura y su hija Perséfone, raptada por Hades, el dios del inframundo. El mito sirve, entre otras cosas, para explicar cómo surgieron las estaciones.

Todos los Himnos tienen muchos elementos en común: cuentan una historia protagonizada por el dios al que se dedica, transcurren en un tiempo que no es el primigenio, suelen aparecer en relación con los seres humanos, están escritos en hexámetros dactílicos y servían de preludio a otros cantos de carácter épico que los rapsodas de aquella época iba a desarrollar en algún concurso. 

Ni que decir tiene que existen numerosas traducciones y ediciones.

Y una auténtica rareza: el que fuera catedrático de Antropología e Historia del Pensamiento en la Universidad Internacional de Cataluña, José Olives Puig, ofrece una explicación e incluso canta en griego el Himno a Ares.


Y después de haber leído los Himnos no tendríamos ningún problema para saber, por ejemplo, qué están contando estas imágenes: 


martes, 4 de julio de 2017

HOMERO AL FONDO

Aquí os tengo,
como si ahora pudiera hablar con todos a la vez,
como si fuera cierto
que esto es una casa
en la que todos los inviernos
calienta el fuego,
mientras fuera los dioses
castigan los campos con su nieve.
A vosotros voy
y de vosotros vengo.
Ya sé que hemos vivido duros momentos,
que los planes no han salido siempre tal como pensábamos,
que a veces un malentendido ha provocado fuertes discusiones.
Todo esto forma parte de la vida,
viene con nosotros
cuando nosotros llegamos a ella.
Sin embargo, no quiero medir la fiesta
por el número de silencios,
sino por la profundidad de los hallazgos
y soy feliz anotando resplandores,
me siento agradecido por aquel gesto,
aquella caricia,
aquel momento
que, a pesar del tiempo y la distancia,
aún alumbra las sombras de la noche
y hace que los miedos se diluyan.
Sólo quiero dejar aquí constancia
de que unos pocos detalles
me han hecho la vida más hermosa,
cuando he sido capaz de interpretarlos.

Ya sé que cuando escribo estas palabras
u otras cualesquiera,
de alguna forma estoy escribiendo
en contra de la muerte,
pero no quiero ni pretendo vivir en la memoria,
tan sólo deseo agradeceros el camino compartido 
y que la fiesta dure muchos años.

                     Del poemario Con vuestros nombre he escrito mis sueños.                                                    Portada: Irene Rodríguez.

domingo, 10 de mayo de 2020

UN ÁRBOL, UN REY Y LA EPOPEYA MÁS ANTIGUA DE LA LITERATURA

Cedro del Líbano. Parque de Cristina enea.


Tal vez sea por el confinamiento o tal vez sea porque el otro día andaba uno de los pavos del parque glugluteando como un loco desde lo alto de una de las ramas de este magnífico cedro del Líbano, el caso es que desde que podemos salir a pasear estoy más atento a todas esas maravillas que tengo a unos cuantos pasos de casa y que habitualmente no me paraba mucho a contemplar. Vamos, que estoy algo así como haciendo turismo alrededor de mi domicilio y entre voceo y voceo del pavo —era macho y estamos en época de celo—, saqué el teléfono del bolsillo y tomé un par de imágenes. 

Los árboles son seres vivos extraordinarios por muchas razones. Si hablamos de tamaño, entre ellos están los mayores seres vivos que podemos encontrar en la Tierra. Este cedro es un estupendo ejemplar, aunque "solo" tiene 25 metros de altura y 5 de diámetro en su tronco. Pero lo que a mí se me hace más atractivo es que se trata de un tipo de árbol unido directamente con nuestra imaginación. El cedro del Líbano aparece en la primera epopeya escrita de la historia de la humanidad, La epopeya de Gilgamesh, que, por si no la habéis leído, debéis saber que no solamente influyó en Homero, sino también en la Biblia. 

En ella podemos leer la aventura de los dos amigos, Enkidu y Gilgamesh, en lucha con el monstruo Humbaba cuando llegan al bosque de cedros. Comienza así:

Allí se pararon admirando el bosque

contemplando los elevados cedros

contemplando la entrada al bosque


Por donde Humbaba había ido y venido

había una huella

El sendero lucía recto y muy recorrido


Vieron entonces la Montaña del Cedro

paradero del trono de diosas y dioses.

        
                                                                  

Pero si las aventuras de Gilgamesh, rey de Uruk, se os hacen demasiado lejanas y su lucha contra la muerte no es suficiente para mover vuestro afecto e interés por este árbol, acaso sintáis un poco más próximas las menciones que de él se hacen en el Levítico cuando Moisés ordena a los sacerdotes hebreos que usen la corteza del cedro del Líbano en el tratamiento de la lepra: Si la plaga de lepra ha desaparecido del leproso, mandará tomar para el que se ha de purificar dos avecillas vivas, madera de cedro, un hilo de púrpura e hisopo... (Levítico 14:3 y 4); o cuando Salomón ordena construir el Templo de Jerusalén: Construyó la casa "Bosque del Líbano", de cien codos de largo, cincuenta codos de ancho y treinta codos de alto, sobre tres filas de columnas de cedro y capiteles de cedro sobre las columnas (1 Reyes, 7:2).

Pero también podríamos mencionar que las naves fenicias que surcaron el Mediterráneo entero llevando su alfabeto por todos los pueblos costeros estaban hechas con la madera de este árbol. O que la actual bandera del país que les da nombre tiene su dibujo en el centro de la misma. Ya véis si hay motivos más que suficientes para detenerse delante de este magnífico árbol y dejarnos llevar durante un momento a través de la historia porque su adn está inscrito en nuestra vida. El turismo de proximidad siempre tiene algún regalo esperándonos.