lunes, 18 de julio de 2016

MI ÚNICO TEMOR ERA QUE LOS LIBROS SE ACABARAN

Que soy un entusiasta de las bibliotecas ya lo he dejado escrito un par de veces. No solamente soy un entusiasta, sino que en muchas ocasiones dependo de ellas para poder leer lo que necesito. Pero no es de mí ni de mi querencia por estos santos lugares lo que traigo hoy a este blog. Es una cita de alguien más entusiasta, más autorizada y más encantadoramente ingenua. Se trata de Eudora Welty.

Esta escritora estadounidense sitúa en una biblioteca los inicios de su pasión por la literatura. Las normas de la biblioteca eran un tanto rígidas según cuenta ella misma: No podías devolver un libro el mismo día en que lo habías sacado; no importaba que hubieras leído hasta la última palabra y que necesitaras empezar otro. Podías sacar dos libros y sólo dos, y esta regla funcionaba cuando eras niña y durante el resto de tu vida.

A pesar de la insensatez de la norma, esto no le impidió seguir acudiendo a la biblioteca y disfrutando de esa inmensa fuente de palabras e historias que suponía aquel recinto mágico que siempre tenía a su disposición un libro nuevo. Su preocupación era otra totalmente distinta: Supe que aquello era una bendición, lo supe en aquel momento. El gusto no es tan importante, llega con el tiempo. Y yo quería leer inmediatamente. Mi único temor era que los libros se acabaran (la negrita es mía).

***
La anécdota está sacada del excelente libro de Manguel, libro que he leído gracias a una biblioteca y que cualquier día de estos comentaré.

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