Tenía un par de ideas para comentar, pero la gripe, que no termina de dejar de quererme, me ha roto todas las ganas y ha desbaratado las pocas fuerzas que me quedan.
El caso es que después de comer me he ido con el Gorgias de Platón al sofá —estoy enredando nuevamente en la herida poética—. Una ingenuidad por mi parte. La poca fiebre, el cansancio acumulado y el proceso digestivo me han impedido leer más allá de una docena de páginas. Hasta ahí, todo normal. Lo curioso es que ni pensaba yo en Vallejo ni tengo ninguna lectura pendiente con él, pero, al despertarme, como si de un ocupa tenaz y persistente se tratara, todo mi pensamiento era ese casi verso radical y contundente de Piedra negra sobre piedra blanca.
A manera de conjuro o de tratamiento médico, me lo quito de encima y os lo dejo aquí. Es uno de los sonetos peor escritos desde el punto de vista de la norma gramatical, pero es también uno de los más hermosos y con mayor carga expresiva. Cuando la lengua alcanza estos niveles, sólo podemos rendirnos ante ella.
Me moriré
en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el
recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal
vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves
será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los
húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he
vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César
Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga
nada;
le daban duro con un palo y duro
también
con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos
húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
Si así lo queréis, en este enlace disponéis de un buen comentario del poema.
Sed buenos y felices.
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