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Bolas de muérdago. |
¿Quién no conoce La rama
dorada, el cuadro de Turner? La escena, bañada en el dorado resplandor con que
la divina imaginación del artista envolvía y transfiguraba hasta el más bello
paisaje, es una visión de ensueño del pequeño lago del bosque de Nemi, llamado
por los antiguos "el espejo de Diana"(...) Quien haya contemplado las quietas aguas encunadas en uno
de los verdes repliegues de las colinas albanas, no podrá olvidarlo. Las dos
aldeas italianas típicas, que dormitan en sus laderas, y el palacio, cuyos
jardines en terraplén descienden hasta el lago, apenas rompen la quietud y
soledad de la escena. Diana misma podría frecuentar aún la solitaria orilla;
aún podría aparecer entre el boscaje.
En la Antigüedad este paisaje
selvático fue el escenario de una tragedia extraña y repetida. En la orilla norteña
del lago, inmediatamente debajo del precipicio sobre el que cuelga el moderno
villorrio de Nemi, estaba situado el bosquecillo sagrado y el santuario de
Diana Nemorensis o Diana del Bosque (...) Alrededor de cierto árbol de este bosque sagrado rondaba una
figura siniestra todo el día y probablemente hasta altas horas de la noche: en
la mano blandía una espada desnuda y vigilaba cautelosamente en torno, cual si
esperase a cada instante ser atacado por un enemigo. El vigilante era sacerdote
y homicida a la vez; tarde o temprano habría de llegar quien le matara, para
reemplazarle en el puesto sacerdotal. Tal era la regla del santuario: el puesto
sólo podía ocuparse matando al sacerdote y substituyéndole en su lugar hasta
ser a su vez muerto por otro más fuerte o más hábil.
El oficio mantenido de
este modo tan precario le confería el título de rey, pero seguramente ningún
monarca descansó peor que éste, ni fue visitado por pesadillas más atroces.
Así comienza la celebérrima obra de Frazer, aquella de la que Caro Baroja decía que todo estudiante de antropología debía leer si quería iniciarse realmente en esa ciencia. Citas al margen, la obra es tan deslumbrante que resulta difícil dejar de leerla. Es como si estuviéramos sentados en torno a la hoguera y la persona más sabia y enigmática de la tribu nos fuera contando las historias más antiguas de nuestro grupo, las que explican por qué somos como somos y de dónde vienen nuestros sueños y nuestros miedos.
La leí hace muchos años y el encuentro con el trabajo de Turner me la ha recordado. Me gusta mucho el pintor inglés, pero creo que en esta ocasión no hace justicia a la leyenda ni a la tensión brutal y primigenia que se tenía que vivir en torno al santuario.
Frazer publicó una primera edición en 1890. La edición completa de la obra alcanzaba los doce volúmenes en 1914. Con buen criterio, su editor le pidió un "resumen" que pusiera la obra al alcance de todo tipo de público. Esa edición abreviada es la que se tradujo al castellano.
Lo más extraordinario del trabajo es que a partir del intento de dilucidar la ley que regulaba la sucesión en el sacerdocio de Diana, muchos años de paciente investigación y recogida de datos ofrecieron al autor un gigantesco catálogo de prácticas y creencias con respecto a las relaciones que ligaban la magia y la religión de nuestros antepasados.
El material es tan abundante y significativo que La rama dorada ha estado alimentando las despensas del psicoanálisis, impulsó la aparición de la antropología moderna, ha nutrido a la literatura del siglo XX de metáforas y de símbolos y ha estimulado la imaginación de muchas generaciones. Imprescindible.