domingo, 7 de junio de 2015

VANITAS VANITATUM OMNIA VANITAS

Retrato de los embajadores. National Gallery. Imagen tomada de Wikipedia
El Eclesiastés posiblemente sea el libro más citado de la Biblia y uno de los que ofrecen una visión más pesimista de la vida. Muy del gusto de los predicadores sentenciosos y de los enterradores de las películas del oeste americano, su máxima más utilizada, la que da título a esta entrada —vanidad de vanidades, todo es vanidad—, es tan conocida que muchos han olvidado su procedencia. 

Este constante latiguillo, este recordar que somos polvo y que la vida pasa en un suspiro, este perpetuo tener en cuenta que lo mundano no vale nada, tuvo tanta influencia en otras épocas que no había manera de encontrar actividad o expresión humana que no aludiera a él de alguna forma, especialmente en el barroco católico europeo.

Holbein el Joven (¿1497?-1543) también nos lo recuerda con ese anamorfismo situado de manera flotante en el primer plano. Tan extraña forma en una obra maestra de impecable factura fue "descubierta" por el historiador del arte lituano Jurgis Baltrusaitis. Ahí aparece la calavera, en todo su esplendor, si miramos el cuadro desde una posición muy angulada. Otro recordatorio del mismo tema, si os fijáis bien, lo encontramos en la parte superior derecha, detrás de las lujosas cortinas. Ampliad la foto y buscadlo. 

Personalmente, aprecio más la representación de objetos que se recogen en la mesa situada entre el embajador Jean Dinteville y su amigo el obispo Georges de Selve. Disfruto más el realismo detallista con que están representados y me siento más próximo al mensaje que nos quieren transmitir. Solamente el esforzado estudio puede llevarnos al conocimiento de la realidad.


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Para saber más sobre esta obra: 

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