Tertulias poéticas
"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
domingo, 2 de noviembre de 2025
VOCES8: Sicut Cervus, Giovanni Pierluigi da Palestrina
sábado, 1 de noviembre de 2025
EL CIELO NOCTURNO, NOVIEMBRE 2025
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| NGC 6960 - Copyright: Brian Meyers. Fuente: NASA. |
PLANETAS: Mercurio podrá verse los 4 o 5 últimos días del mes apareciuendo por el E. Venus es visible al amanecer cuando sale por el E, pero a medida que avanzan los días va aparewciendo cada vez un poco más tarde, hasta que al finalizar el mes desaparezca. Marte no podremos verlo porque está ya muy próximo a la posición que ocupa el Sol desde nuestro punto de vista. Júpiter es el planeta que domina la noche de noviembre, pues se ve desde que hace su aparición hasta que comienza el nuevo día. Saturno es visible durante la primera mitad (si tenéis la oportunidad de verlo a través de un telescopio, podréis comprobar que sus anillos están colocados estos días de forma perpendicular a la Tierra, lo que hace que se vean como una delgadísima línea).
LUNA: 5 de noviembre, luna llena; 20 de noviembre, luna nueva.
LLUVIA DE ESTRELLAS:
| Táuridas Norte | 12 de Noviembre de 2025, 12:52 (20 de Octubre al 10 de Diciembre) | 03h 53.5m, 22° 04.4' | 5 | |
| Leónidas | 17 de Noviembre de 2025, 18:26 (6 de Noviembre al 30 de Noviembre) | 10h 09.4m, 21° 52.6' | 15 | |
| α-Monocerótidas | 21 de Noviembre de 2025, 18:43 (15 de Noviembre al 25 de Noviembre) | 07h 49.3m, 00° 56.2' | Var | |
| Oriónidas Noviembre | 28 de Noviembre de 2025, 09:13 (13 de Noviembre al 6 de Diciembre) | 06h 05.4m, 15° 59.8' | 3 |
THOMAS HARDY (una breve selección)
I
Dejadme que disfrute de la tierra, aun consciente
de que aquella gran Fuerza, creadora de todo,
cuando hizo con sus manos su atractiva belleza,
no tuvo entre sus fines pensar en mi placer.
II
Se cruza en mi camino una mujer hermosa,
que para mí no tiene ni palabras ni gestos;
mas yo me haré un embrujo de su aire despectivo
y ensalzaré los labios que míos no habrán de ser.
III
De viejos manuscritos con sentidas canciones
que brotaron de escenas y ensueños ignorados
yo extraeré arrebatos, como si fueran míos,
pese a estar bien consciente de que son obra de otros
IV
Y algún día en el futuro, al mismo Paraíso
y hacia todos sus santos —suponiendo que existan—
alzaré desde lejos unos ojos alegres
aun sabiendo que allí no hay sitio para mí.

Afuera, en las tinieblas, alguien mira
a través del cristal de la ventana
desde la blanca sábana aterida.
Afuera, en las tinieblas, alguien mira
cómo, en vela, aguardamos la mañana
junto a la lumbre de la chimenea.
No alcanzamos a ver esos dos ojos
que nos contemplan desde la intemperie
y reproducen los destellos rojos
del fuego. No advertimos esos ojos,
ojos maravillados, rutilantes,
y sus pasos furtivos, vacilantes.
EL ACANTILADO DE BENNY
I
Oh, el zafiro y el ópalo de este errante mar de occidente,
y una mujer en lo alto con el cabello al viento cabalga sonriente,
la mujer que amé tanto y que me amó fielmente.
II
A nuestros pies el rugido continuo y las lejanas olas de la mar
semejaban un cielo inferior, engolfado en su propio palpitar,
mientras reíamos alegres en aquel mes de marzo que no podré olvidar.
Una pequeña nube nos ocultó, y brotó una lluvia irisada,
y se tiñó el Atlántico de una imprecisa y leve pincelada,
luego salió de nuevo el sol y de un tono purpúreo quedó la mar bañada.
pero ella y yo el próximo mes de marzo no volveremos allí de nuevo a pasear,
ni las dulces palabras que dijimos se volverán a escuchar.
V
Pues aunque todavía la abisal belleza se alza en aquella agreste ribera de occidente,
la mujer, a la que el pony llevaba a paso de andadura está ahora ausente,
ya no sabe de Beeny ni le importa y no volverá a reír jamás alegremente.
DESPUÉS
Cuando el Presente cierre sus puertas tras mi paso
y, cual recién hilada seda, las tiernas rosas
de mayo acune el viento, ¿dirá el vecino acaso:
“Era de los que suelen apreciar estas cosas”?
Si es al ocaso y cruza sobre el denso follaje,
como en un parpadeo, un halcón por la umbría
y se posa en la zarza que el oraje,
pensará quien lo vea: “También él lo vería”
Si fuera en noche cálida y de falenas clara,
cuando el erizo corre furtivo por el prado,
tal vez alguien dijera: “Porque nadie dañara
a estas pobres criaturas veló, y poco ha logrado”
Si al oir que he partido, junto al umbral se quedan
contemplando los astros en el cielo de invierno,
¿pensarán los que ver mi rostro ya no puedan:
"Fue alguien que meditó sobre el misterio eterno"?
HAP *
SU INMORTALIDAD
Pero no me es posible soportar
de nuevo mi dolor por una pérdida:
uno no muere por segunda vez.
Huyen los pétalos.
Ya que esto sucedió en otra ocasión,
no puede ya angustiarme.
Se desmayan los pájaros de espanto:
pero en esta estación los amigos no pueden,
Las tempestades pueden hacer daño,
Negra es la toga de la noche.
Pero la muerte nunca asustará
viernes, 31 de octubre de 2025
SESQUICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE ANTONIO MACHADO, 7
MUERTE DE ABEL MARTÍN
Pensando que no veía
porque Dios no le miraba,
dijo Abel cuando moría:
Se acabó lo que se daba.
J. DE MAIRENA: Epigramas
I
Los últimos vencejos revolean
en torno al campanario;
los niños gritan, saltan, se pelean.
En su rincón, Martín el solitario.
¡La tarde, casi noche, polvorienta,
la algazara infantil, y el vocerío,
a la par de sus doce en sus cincuenta!
*
¡Oh alma plena y espíritu vacío,
ante la turbia hoguera
con llama restallante de raíces,
fogata de frontera
que ilumina las hondas cicatrices!
*
Quien se vive se pierde, Abel decía.
¡Oh distancia, distancia!, que la estrella
que nadie toca, guía.
¿Quién navegó sin ella?
Distancia para el ojo —¡oh lueñe nave!—,
ausencia al corazón empedernido,
y bálsamo suave
con la miel del amor, sagrado olvido.
¡Oh gran saber del cero, del maduro
fruto sabor que sólo el hombre gusta,
agua de sueño, manantial oscuro,
sombra divina de la mano augusta!
Antes me llegue, si me llega, el Día,
la luz que ve, increada,
ahógame esta mala gritería,
Señor, con las esencias de tu Nada.
II
El ángel que sabía
su secreto salió a Martín al paso.
Martín le dio el dinero que tenía.
¿Piedad? Tal vez. ¿Miedo al chantaje? Acaso.
Aquella noche fría
supo Martín de soledad; pensaba
que Dios no le veía,
y en su mundo desierto caminaba.
III
Y vio la musa esquiva,
de pie junto a su lecho, la enlutada,
la dama de sus calles, fugitiva,
la imposible al amor y siempre amada.
Díjole Abel: Señora,
por ansia de tu cara descubierta,
he pensado vivir hacia la aurora
hasta sentir mi sangre casi yerta.
Hoy sé que no eres tú quien yo creía;
mas te quiero mirar y agradecerte
lo mucho que me hiciste compañía
con tu frío desdén.
Quiso la muerte
sonreír a Martín, y no sabía.
IV
Viví, dormí, soñé y hasta he creado
—pensó Martín, ya turbia la pupila—
un hombre que vigila
el sueño, algo mejor que lo soñado.
Mas si un igual destino
aguarda al soñador y al vigilante,
a quien trazó caminos,
y a quien siguió caminos, jadeante,
al fin, sólo es creación tu pura nada,
tu sombra de gigante,
el divino cegar de tu mirada.
V
Y sucedió a la angustia la fatiga,
que siente su esperar desesperado,
la sed que el agua clara no mitiga,
la amargura del tiempo envenenado.
¡Esta lira de muerte!
Abel palpaba
su cuerpo enflaquecido.
¿El que todo lo ve no le miraba?
¡Y esta pereza, sangre del olvido!
¡Oh, sálvame Señor!
Su vida entera,
su historia irremediable aparecía
escrita en blanda cera.
¿Y ha de borrarte el sol del nuevo día?
Abel tendió su mano
hacia la luz bermeja
de una caliente aurora de verano,
ya en el balcón de su morada vieja.
Ciego, pidió la luz que no veía.
Luego llevó, sereno,
el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra —¡oh pura sombra!— lleno.
jueves, 30 de octubre de 2025
RETRATOS DE AMANTES (Suzanne Valadon), 32
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| La geule de bois (la resaca). Harvard Art Museum. |
| #retratosdeamantes |
Toulouse-Lautrec (1864 -1901) era hijo de aristócratas y, por lo tanto, no necesitaba trabajar para poder vivir. También era hijo de primos y esto, junto a sus desgraciadas caídas de caballo —en cada una de ellas se rompió una pierna distinta—, seguramente afectó a su discapacidad física. Sus padres le animaron a pintar y dibujar como actividad que pudiera ofrecerle ciertas satisfacciones y alegrías. La afición caló y con el apoyo de su tío Charles y varios pintores amigos de la familia fue a vivir a París en 1881 en busca de una mejor formación. A sus padres no les agradó mucho cuando descubrieron que su inspiración y su temática como pintor procedía del libertino mundillo de Montmartre.
Lautrec se sentía a gusto en el ambiente de los cafés, cabarés y burdeles del barrio parisino. Su personalidad extrovertida y arrolladora, más la gran habilidad con los lápices, hizo de él un personaje popular en ese medio. Su obra dio a conocer a muchos de los variopintos personajes que se movían en ese ambiente. Y allí estaba Suzanne Valandon (1865 - 1938), hija de una lavandera, quien se convirtió en favorita de artistas como Puvis de Cavannes o Renoir.
Ella vivía con su madre en el mismo edificio donde vivía Lautrec y, posiblemente, de ahí vino el conocimiento y la relación. También es posible que la pintura esté realizada en el propio apartamento de Lautrec, pues se sabe que tenía una mesa de café como la que aparece en el retrato.
Fuese esto como fuere y aunque Lautrec se rodeó de la compañía de numerosas mujeres, generalmente prostitutas, no se sabe si llegaron a tener relación como amantes, si bien sus biógrafos dan por bueno que ella llegara a ser el único amor auténtico de él. Lo cierto es que cuando su madre y ella tramaron una amenaza de suicidio para empujarle al matrimonio, él cortó la relación.
No entro en la biografía de ella porque más adelante tendré ocasión de hacerlo, pero no como modelo, sino como la artista importante que fue y que recogió a sus amantes en su obra. Pero de eso me ocuparé en otra entrada.
No quiero cerrar esta sin destacar la técnica pictórica tan característica del de Albi, nombrada por algún estudioso de su obra como verduras picadas. Se trata de una pincelada rápida, nerviosa, de una viveza extraordinaria, que revela la rapidez con que pintaba y, por tanto, la capacidad para recoger con unos cuantos trazos la escena que se nos presenta ante la vista.
miércoles, 29 de octubre de 2025
UN LIBRO, UN POEMA (Sesquicentenario A. Machado, 6)
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| Editorial |
PLAZOS
Ha pocas horas que pasaron
los minutos -inútiles- de paz.
Hace una vida que empecé
a ser, por puro azar, un río
que abrazó con sus aguas
otro entretejido cauce.
Siempre fue poco el tiempo que duró
aquel gentil rebatir tiempos.
Hace ya más de un año infinito
que empezó la insondable
soledad con cenizas.
Ahora, pasa "estos días azules
y este sol de la infancia",
la muerte sembró sombras
donde para aparezca.
No parece gran cosa,
no deslumbra,
apenas
unas pocas palabras gastadas por el uso:
Estos días azules y este sol de la infancia.
Pero todo cabe en ellas,
no se terminan nunca.
Quizás por eso
yo las evoco ahora frente al mar.








