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lunes, 23 de enero de 2023

VARIOPINTA VITORIA


Es cierto que ya no quedaba nieve en las aceras. Los servicios de limpieza de la ciudad habían cumplido su trabajo para cuando yo llegué el viernes por la tarde. Tan solo, y muy de cuando en cuando, se veía un pequeño montículo en algún apartado en sombra al pie de un tronco o en un rincón umbrío de un edificio. Y en medio de toda esa limpieza permanecían este par de microesculturas, ya casi hielo, sobre un banco de la calle Honduras, cerca del conservatorio de música. Todo un entrañable y caluroso recibimiento.

Como suelo hacer casi siempre, aprovecho le intervención para disfrutar de algún detalle o conocer un sitio todavía sin explorar. Aunque la ciudad la conozco relativamente bien, nunca había estado ni en la catedral nueva ni me había acercado hasta la secuoya. Dada la extrema proximidad del Centro Ignacio Aldecoa a la una y a la otra, la ocasión hacía imperdonable que siguiera sin visitarlas. 

Sabía ya del mal estado en que se encontraba el árbol gigante, pero no esperaba encontrármelo demediado. La iglesia tampoco es que atraviese sus mejores momentos, pero esto, en cambio, es una ventaja para el visitante, pues permite verla sin nadie a tu alrededor y en un comodísimo silencio. 


Si alguna vez pasáis por ahí, no dejéis de recrearos en las estupendas tallas que coronan las columnas adosadas del exterior. Son fantásticas. En realidad, todo el trabajo escultórico que adorna la obra es de primera calidad, pero a mí me gustan especialmente las escenas de pequeño tamaño del exterior.


Lo imperdonable fue que mi lectura coincidiera con la conferencia sobre Micaela Portilla —yo fui alumno suyo— a la que hubiera asistido de muy buena gana, si no la hubieran cambiado pocos días antes del 18 de enero al mismo día 20 y misma hora en que yo presentaba libro 😢😢😢.
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sábado, 23 de octubre de 2021

TORRE DE LOS VARONA (Villanañe, Álava)

En recuerdo de Micaela Portilla.

Fachada este.


Hace unos diez días estuve en el encantador Parque Natural de Valderejo. Como fui con unos amigos que no conocían la zona, a la vuelta paramos en Tuesta (la portada de su iglesia merece ella sola una excursión) y en Villanañe. Aquí los llevé a ver la Torre de los Varona —por cierto, es visitable los fines de semana—.

De ella me interesaba mostrarles, sobre todo, la leyenda que justifica el cambio en la grafía del apellido y que prácticamente cuanto sabemos de la casa-torre y sus avatares se debe al trabajo de investigación de Micaela Portilla (Torres y casas fuertes en Álava), de quien me siento orgulloso de haberla tenido como profesora.

Fachada oeste. La fuente está presidida por la efigie de "La Varona", espada en mano.

Pero vamos con la leyenda:

Aunque el origen de la familia se remontan al siglo VIII, los primeros documentos sobre la familia aparecen en el XII y hacen referencia a Miguel Pérez de Barahona. Con "b" y dos aes y "h" intercalada. Cuenta la historia que una descendiente de la casa, María Pérez, luchó junto al rey Alfonso I el Batallador en una campaña a la que ella se había sumado, la cual, gracias a su empuje y bravura, resultó victoriosa. Pero ella combatía disfrazada de hombre. Cuando el rey descubrió que era una mujer, decidió que a partir de entonces los hombres de la familia se llamaran Rodrigo y se apellidaran Varona.

Esta es la leyenda que se cuenta en tierras alavesas; en cambio, si nos vamos a Soria, podemos encontrar otra versión que va un poco (o un mucho) más allá:

Los hechos se sitúan en la época de los enfrentamientos entre Castilla y Aragón. Los hermanos de María, partidarios del bando castellano, se apuntaron a la lucha y quisieron dejar a su hermana en casa, pero ella se puso armadura y se apuntó a la batalla. En el fragor de la misma, se encontraron María y Alfonso frente a frente. En el fragor de la pelea, a ella se le llegó a partir la espada, aun así resultó vencedora y el rey su prisionero. Cuando se alzaron las viseras y se descubrió quién era cada cual, vino la sorpresa de Alfonso y lo del cambio del apellido.

Además, y por rematar la peculiar historia de la familia, mi querida profesora hacía notar en su Torres y casas fuertes en Álava que es un hecho único en el mundo la existencia de una familia que durante doce siglos siga viviendo y acumulando datos desde que se inició la estirpe.

jueves, 28 de mayo de 2020

LA MEMORIA Y LOS NOMBRES

Templo de Artemisa en Éfeso,una de las siete maravillas de la antigüedad. Fuente: Wikipedia.

Escuela de Magisterio, 1974. Estoy en la clase de Historia del Arte, arte griego, estilo jónico. Micaela Portilla se entusiasma contándonos las maravillas del Templo de Artemisa. Pero el templo ya no existe porque un loco, un fanático que pretendía que su nombre perdurara a través de la historia, lo quemó. Micaela, a quien todos adorábamos, nunca quiso decirnos el nombre del pirómano insensato porque eso era precisamente lo que buscaba el incendiario: vivir en la memoria. 

Por desgracia, el nombre del pirómano sí ha perdurado, como ha perdurado el de otros muchos que buscan sus quince minutos de fama cometiendo una fechoría al amparo del eco que alcanzan en los medios de comunicación masivos y de las redes sociales. La psicología ha recogido su nombre para designar el trastorno de la conducta que empuja a cometer delitos con tal de alcanzar la fama.

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Disco de Enheduanna. Fuente: Penn Museum.

Con Enheduanna (o Enkheduana), en cambio, la situación es más o menos la inversa. En el manual de Historia Universal Siglo XXI, vol 2, tan solo aparece su nombre dentro de una frase: Las hijas ocupaban cargos religiosos que, por otra parte, les daban un verdadero poder político, como Enkheduana, a la que Sargón, su padre, nombró gran sacerdotisa de Nanna, y la hija de Naransin, Enmenana, que fue su sucesora (p 89).

Sin embargo, y aunque ya sabíamos que era la primera persona de la historia literaria de la que tenemos noticias, ya que firmó, cosa rara para la época, sus escritos, ha sido la reivindicación que de ella ha hecho Irene Vallejo en su estupendo El infinito en un junco, lo que ha provocado que pase a ser nombrada en unos cuantos sitios de acá y de allá. 

Pero lo curioso no es que recordemos sus textos y los leamos —de aquella época hay otros muchos cantos de carácter religioso y un poema, el de Gilgamesh, que sí leemos y publicamos continuamente generación tras generación—, lo curioso es que el hecho de que sea la primera mujer de la que sabemos fehacientemente que escribió es lo que le está dande notoriedad. No nos engañemos, Enheduanna no es Safo, ni mucho menos.


Fuente: atresmedia.com

Y una tercera forma de enfrentarnos a los nombres y su recuerdo es querer que desaparezcan... porque no nos gusta cómo eran la personas cuando las descubrimos más de cerca. En este caso, después de haber ensalzado su descubrimiento durante años, realizamos un juicio moral y decidimos que no merece estar en la memoria de la sociedad.

La maniobra de presión abdominal que debemos realizar para salvar a alguien del ahogamiento cuando se ha atragantado se llama, o se llamaba, maniobra Heimlich. Es un actuación rápida para liberar la tráquea obstruida y permitir así que el aire vuelva a los pulmones de la víctima del atragantamiento.

Al médico Henry Heimlich debía de gustarle la fama y el espectáculo, y se pasó la vida promocionando "su" maniobra por cuanto programa radiofónico o televisivo caía a su alcance. Parece que incluso uno de sus hijos llegó a acusarle de haber llevado a cabo prácticas fraudulentas durante medio siglo (El cuerpo humano. Guía para ocupantes, p 112). Debió de promocionar tratamientos nada científicos, pero llamativos, para curar enfermedades. El caso es que para librarse del personaje, en 2006 la Cruz Roja estadounidense dejó de utilizar el nombre de "maniobra de Heimlich" para sustituirlo por el de "compresión abdominal".

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Habría que preguntarse qué es lo que buscamos cuando subrayamos o borramos nombres. ¿Estamos hablando de comportamiento ejemplar, de hechos importantes para el resto de la sociedad o de nuestras propias fantasías? 

lunes, 7 de diciembre de 2015

BERNINI, MICAELA PORTILLA Y GARCILASO

Miro casualmente un libro de arte y me salta a la vista que hoy, 7 de diciembre, es el aniversario del nacimiento del gran Bernini. Me viene inmediatamente a la memoria la clase de historia del arte en que mi profesora Micaela Portilla hablaba apasionadamente del artista barroco. Micaela, la gran Micaela, siempre hablaba apasionadamente de arte. Oírla explicar cualquier tema era una de las tareas más gratas que he podido disfrutar durante mi vida de alumno. Escuchar su explicación, toda ella alborotada de entusiasmo mitológico y cálidos conocimientos técnicos, se me hacía siempre escaso deber, y nunca dejaba de sorprenderme lo deprisa que pasaba el tiempo.

¡Qué bien conjuga la vehemencia barroca del artista italiano, el dramatismo del mármol hecho fuego gracias a su destreza, y la pasión por enseñar y descubrir de una profesora —mejor, maestra— que llevaba el arte en las venas! Hasta el mito parece que se hace más pequeño, menos importante, ante la generosa entrega del artista y su rendida exégeta.

Imagen tomada de Wikipedia. Apolo y Dafne. Bernini. Galleria Borghese.

Garcilaso vió así el mito (mantengo la grafía de la época del autor):

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;

     de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo ’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

     Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

     ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!