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En librerías |
Pongo un ejemplo (pp 456-9):
"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
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Pongo un ejemplo (pp 456-9):
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Desnudo femenino (grabado en madera), Eric Gill. 25 nudes. |
Eric Gill (1882-1940) dejó escrito en la introducción para su librito de grabados, 25 nudes, lo siguiente:
Al contemplar cuerpos y cuerpos humanos, el artista depende más de su vida y experiencia que en cualquier otra actividad. Somos criaturas que sabemos, queremos y amamos. ¿Qué sabemos, queremos y amamos? Digan lo que digan, nos conocemos, deseamos y amamos físicamente. No hay escapatoria ni negación. ¿Alguien quiere escapar o negar? Quizás los budistas quieran escapar; quizás los puritanos lo negarían. Pero el resto lo aceptamos y nos alegramos.
Los dibujos de desnudos, por lo tanto, ocupan un lugar especial en los asuntos humanos y una veneración especial, y como la vida humana no es solo cuestión de lágrimas y suspiros, sino también, e igual y más importante, de risas, naturalmente hay un lado cómico en todo esto. No seamos demasiado solemnes. El vello en el vientre es ciertamente muy favorecedor, pero también extremadamente divertido, tan divertido como el vello en la cabeza. El hombre es materia y espíritu, ambos reales y ambos buenos, y lo gracioso es sin duda parte de lo bueno. El cuerpo humano es, de hecho, un buen chiste; tomémoslo así.
Nada en la delicadeza y maestría de los desnudos que nos ofreció el artista y tipógrafo inglés, ni nada tampoco en los pocos párrafos de la introducción harían sospechar a una persona atenta a las explicaciones naturales que ahí aparecen sobre la representación del desnudo que Gill, un hombre profundamente religioso y entregado a su trabajo, también lo era hacia prácticas que hoy le habrían llevado directamente a la cárcel. Claro que de eso nada se supo hasta que apareció el libro publicado por Fiona MacCarthy en 1989, casi medio siglo después del fallecimiento del escultor. Lo que nos dice, una vez más, que la obra no siempre refleja lo que la persona es.
Pero este apartado va de amantes y hasta ahora nada he dicho de Daisy Hawkins, la mujer que sirvió de modelo para esta magnífica silueta.
La verdad es que poco he podido averiguar de la musa. Tan solo que llegó a casa de la familia acompañando a la madre, que pronto empezó a posar para él y que este se enamoró perdidamente de ella. Y esto lo sabemos gracias a la biografía que publicó MacCarthy y, por supuesto, a los diarios de Gill a los que la biógrafa tuvo acceso, porque en los diarios dejó anotados todo tipo de detalles de su vida personal y sexual, como hacía Victor Hugo.
***
Sobre este poema José Zorrilla, el autor del famoso Don Juan, escribió: Eran (...) una manía los alardes de versificación, y desde que Victor Hugo escribió sus Djinns, no pudimos creernos poetas sin hacer un rombo o escala métrica (Métrica española, de Navarro Tomás).
El poema es un alarde de virtuosismo métrico a lo largo de sus 15 estrofas. Comienza creciendo desde las dos sílabas (1ª estrofa) hasta las diez (8ª estrofa) para, una vez alcanzada la máxima extensión silábica, volver a decrecer ( 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 10, 8, 7, 6, 5. 4, 3 y 2 ).
En la traducción se pierde la medida, pero podéis comprobarla en el original.
En la actualidad, este tipo de habilidades métricas no se practican en absoluto, pero durante buena parte del XIX tuvieron un gran predicamento y fueron muy admiradas por el público lector.LOS DJINNS![]() |
Tumba de Sainte-Beuve, cementerio de Montparnasse |
Sobre los artistas que huyen de las fealdades del mundo y se refugian en una obra que solamente se preocupa de resaltar el lado amable del mismo se suele decir que viven en una torre de marfil. Simplificando mucho,tal vez el movimiento más representativo de esta actitud torremarfilista en la historia de la literatura haya sido el Parnaso, cuyo lema era el arte por el arte. El nombre del grupo vino dado por el de la revista en la que publicaron buena parte de sus obras: Le Parnasse contemporaine (1866-1876).
Tomaron el nombre de Parnaso por la montaña en la que habitaban las Musas, las diosas protectoras de las artes y las ciencias, es decir, de todo cuanto está por encima de las preocupaciones materiales. La ciudad de París dio ese nombre a la colina a la que acudían en el siglo XVII los estudiantes a declamar sus poemas: Montparnasse (monte Parnaso). Y es en el cementerio de Montparnasse donde se encuentra enterrado quien acuñó la expresión torre de marfil en el sentido actual que hoy utilizamos para referirnos a la actitud que mantiene un creador que huye de la fea y sucia realidad.
La expresión aparece por primera vez en el larguísimo poema dedicado a M. Villemain, cuya tercera estrofa es esta:
La poésie en France allait dans la fadeur,
Salvador Díaz Mirón (1853-1928) fue un mexicano que vivió en una época agitada social y políticamente. Armas y letras van de la mano. Lord Byron y Victor Hugo son sus ídolos, y un duelo en Orizaba le dejará la clavícula inservible y, como consecuencia, el brazo inútil. Desde 1878 llevará la mano oculta en un bolsillo de la chaqueta; en el otro, para la mano hábil, una pistola.
Rubén Darío, Julio Herrera y Reissig, Leopoldo Lugones y Francisco Villaespesa lo reconocieron como maestro. Antonio Castro Leal escribió sobre él con estas palabras: En la más alta poesía de lengua española tiene un lugar de honor, cerca de Góngora y de Quevedo (Díaz Mirón. Su vida y su obra).
En Veracruz está su casa-museo.
Un par de muestras. En el segundo, "Sursum", sorprenden las semejanzas con el Zaratustra nietzscheano que claramente no pudo haber leído en 1884 y en alemán. Fijaos: el poeta es el superhombre, el héroe de gran alma que trasciende la moral de esclavos del cristianismo.
ASONANCIAS
Sabedlo, soberanos y vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo
mientras alguien carezca de lo estricto.
Lo que llamamos caridad y ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo
el resultado del deber escrito.
Y la Equidad se sentará en el trono
de que huya el Egoísmo,
y a la ley del embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.
SURSUM
A Justo Sierra
¡Cuán grata es la ilusión a cuyos lampos
tienen perenne vida los amores,
inmarcesible juventud los campos
y embriagadora eternidad las flores!
¡Cuán vívido es el iris que colora,
magia oriental, la suspirada orilla
y a cuyo hermoso resplandor de aurora
radia hasta el fango que después mancilla!
La verdad, si engrandece la conciencia,
devora el corazón nunca sumiso;
es el fruto del árbol de la ciencia
y siempre hace perder el paraíso.
Mas aunque el bardo mate la quimera
y desvíe y aparte de sus ojos
el prisma encantador, y por doquiera
mire sombras y vórtices y abrojos,
ha de cantar la redentora utopía,
como otra estatua de Memnón que suena
y ser, perdida la esperanza propia,
el paladió de la esperanza ajena!
¡Cuando el mundo, ese Tántalo que aspira
en vano al ideal, se dobla al peso
de la roca de Sísifo, y expira
quemado por la túnica de Neso;
cuando al par tenebroso y centellante
imita a Barrabás y adora al Justo,
y pigmeo con ansias de gigante
se retuerce en el lecho de Procusto;
cuando gime entre horribles convulsiones
para expiar sus criminales yerros,
mordido por sus ávidas pasiones
como Acteón por sus voraces perros;
cuando sujeto a su fatal cadena
arrastra sus desdichas por los lodos,
y cada cual en su egoísta pena
vuelve la espalda a la aflicción de todos;
el vate, con palabras de consuelo,
debe elevar su acento soberano
y consagrar, con la canción del cielo,
no su dolor sino el dolor humano!
Sacro blandón que en la capilla austera
arde sin tregua como ofrenda clara
y consume su pábilo y su cera
por disipar la lobreguez del ara;
vaso glorioso en donde Dios resume
cuanto es amor, y que para alto ejemplo
gasta y pierde su llama y su perfume
por incensar en derredor el templo;
sublime Don Quijote que ambiciona
caer al fin entre el fragor del rayo,
torcida y despuntada la tizona
y abierto y rojo por delante el sayo;
ave fénix que en fúlgidas empresas
aviva el fuego de su hoguera dura,
y muere convirtiéndose en pavesas
de que renace victoriosa y pura…
¡Eso es el bardo en su fatal destierro!
Cantar a Filis por su dulce nombre
cuando grita el clarín: ¡despierta, hierro!
¡Eso no es ser poeta, ni ser hombre!
Mientras la musa de oropel y armiño
execra el polvo por amar la nube
y hace sus plumas con la fe de un niño
y hacia un azul imaginario sube;
mientras Ofelia, con el pecho herido
por Hamlet y sus trágicos empeños,
marcha a las ondas del eterno olvido
cogiendo flores y cantando sueños;
el numen varonil entra en la arena,
prefiriendo al delirio y al celaje
la ciudad con sus ruidos de colmena
y el pueblo con sus furias de oleaje,
y contempla la tierra purpurada,
y toma y alza, con piedad sencilla,
un montón de esa arcilla ensangrentada...
Y ese montón de ensangrentada arcilla
adquiere vida entre su mano estoica,
vida inmortal y fulgurantes alas,
y en él respira una belleza heroica,
como en la estatua de la antigua Palas.
Guardar silencio y poseer la trompa,
la recia trompa a cuya voz no exigua
vendría a tierra con su estéril pompa
el muro hostil de la ciudad antigua;
ser un Aquiles que a la lid prefiera
recordar a Briseida en el retiro,
aunque Patroclo batallando muera…
¡Eso es mentir a Dios! ¡Pero qué miro!
Cual la crin de un raudal que de alto arranca
tus cabellos se agitan... ¡Oh Maestro!
¿Por qué sacudes la cabeza blanca
cual si quisieras arrojar el estro?
¿Por qué no te alzas a la faz de Harmodio
y no repeles, cuando Atenas grita,
esa montaña de calumnia y odio
que sobre tu hombro de titán gravita?
¡Tu Etna será para tu fuerza flojo;
confía en ti y a tu misión no faltes,
que al hado cruel que lapidó tu arrojo
irá el volcán cuando debajo saltes!
¡Rompe en un himno que parezca un trueno!
El mal impera de la choza al solio;
todo es dolor o iniquidad o cieno:
pueblo, tropa, senado y capitolio.
¡Canta la historia al porvenir que asoma
cómo Suetonio y Tácito la escriben!
¡Cántala así mientras en esta Roma
Tiberios reinen y Seyanos priven!
¡Abre la puerta al entusiasmo ausente,
mueve de un grito el desusado gonce
y como a chorros de fusión ardiente
vierte en los mimbres el vigor del bronce!
¡Derrama el verbo cuyos soplos crean
la fe que anima y el valor que salva,
y que a tu acento nuestras almas sean
como tinieblas que atraviesa el alba!
Para el poeta de divina lengua
nada es estéril, ni la misma escoria.
¡Si cuanto bulle en derredor es mengua,
sobre la mengua esparcirás la gloria!
***
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Victor Hugo por Léon Bonnat (1879). Museo Victor Hugo. |
De izquierda a derecha: Verlaine, Rimbaud, Léon Valade, Ernest d'Hervilly y Camille Pelletan. De pie, de izquierda a derecha: Pierre Elzéar, Émile Blémont y Jean Aicard. |
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Fuente: Victor Hugo, Alain Verjat, Síntesis, 2010. |
La de la izquierda es suya; la otra, no. |
Este artículo de Jorge Llopis Verdú quizás ayude a contextualizar y comprender mejor la importancia de la obra gráfica de este gigante de la literatura francesa.
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Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (ahí está el libro completo) |
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Editorial. |