Lo mejor de los regalos es que llegan por sorpresa y por eso hacen más ilusión. Estos Ensayos literarios llegaron hasta mi hace poco más de un mes y desde entonces me acompañan de forma continua y me sirven de descanso entre esas otras lecturas más obligatorias a las que el quehacer diario me empuja.
El profesor Antonio Chicharro, quien se ha encargado de esta edición llevada a cabo por Visor en 2009 y subvencionada por el KMKulturunea y la Diputación de Gipuzkoa, ha organizado todo el material en tres grandes apartados: Ensayos mayores, donde está recogidos trabajos tales como Exploración de la poesía, La voz de los niños, Gustavo Adolfo Bécquer, Inquisición de la poesía y Poesía y verdad (Papeles para un proceso). En la segunda parte, Otros ensayos, se recogen artículos, cartas abiertas, prólogos, notas e introducciones que Celaya fue publicando desde 1947, y que nunca se aparecieron recogidos en una publicación de forma conjunta. El tercer apartado, el más breve, es el que lleva por título Parte documental, y es donde aparecen versiones y traducciones de algunos trabajos anteriores más una bibliografía del escritor.
Como lector que soy de crítica literaria, aprecio en todo su valor los trabajos que el gran poeta vasco dedicó a esclarecer y comentar la obra de otros poetas. Me gustan mucho todos esos artículos en los que queda recogido un anecdotario más que interesante sobre encuentros, pasajes curiosos y vivencias, que de no ser por ese género literario menor quedarían perdidos irremisiblemente. Pero la sección que más me ha gustado es la que bajo el título de La voz de los niños dedica a juegos, suertes y canciones infantiles varias (verdadero trabajo de investigación etnográfica). Ahí me he encontrado con alguna cancioncilla de la infancia que ya tenía absolutamente olvidada y otras de las que no sabía nada, porque seguramente sean de cuando mis padres (hace tiempo fallecidos) tenían edad infantil o más antiguas. Un par de ejemplos:
Don-don beledron,
beledrongo elizan,
iru atso dantzan,
irurak ezdute
ardit bana poltsan.
Está en euskera anterior a la unificación que realizó la Academia Vasca, es decir, el que hoy se utiliza en los medios de comunicación y en los centros de enseñanza. Esta tonadilla para echar a suertes dice en los tres versos finales: tres viejas están bailando, ninguna de las tres tiene, un ardite en el bolsillo. Mi sorpresa vino por esa moneda. Si ya nos hemos olvidado de la perra gorda y de la perra chica, imaginaos el ardite, cuyo nombre solo conocen quienes hayan estudiado algo de historia económica o sean habituales de la literatura de los siglos XVI y XVII.
Esta otra cancioncilla corresponde a esas en las que se realizaba un pequeña representación dramática mientras se cantaba:
En mayo, me dio un desmayo.
En mayo, me desmayé.
En mayo, cogí una rosa.
En mayo, la deshojé.
Ponte, ponte, ponte
la mantilla blanca.
Ponte, ponte, ponte
la mantilla azul.
Ponte, ponte, ponte
la red colorada.
Ponte, ponte, ponte
la que quieras tú.
¿Fue, acaso, esta letrilla infantil el origen de la popular canción canaria Palmero sube a la palma?