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miércoles, 17 de enero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Fernando Aramburu)

Ejemplar de la Biblioteca Central
#unlibrounpoema

Me enteré gracias a un tuit de Francisco Javier Irazoki en noviembre de que Tusquets había publicado la poesía de Fernando Aramburu. El fin de semana terminé su lectura. Bajo el título de Poesía reunida han recogido Ave sombra, Materiales de derrubio, Sinfonía corporal, Mateo, el tiempo en su arcángel y Bocas del litoral. Cierra la edición un bello epílogo de Irazoki. 

Del último título, Bocas del litoral, entresaco este


POEMA MUERTO


No sé mi nombre ni si acaso he  muerto

—polvo y fragos— la tarde en que Irún arde.

Es improbable haber sobrevivido

a la infernal derrota que citan los manuales.

Cuarenta años difuntos no dirán

—ni lo dirá el olvido que custodia otras cosas—

si le fue dado al cielo

de algún confín remoto en el exilio

o de mi tierra verde recobrada

seguir amaneciendo para mí.

Mas si huido al furor del requeté aquel día

por cuyo brazo sin piedad

a mi pecho y mi casa un dios dispara,

en quien acaso yo también creía,

dudo que azar tan compasivo no me haya deparado

alguna vez más tarde mi noche de agonía, mi estertor último

y en fin mi oscuridad inacabable

antes de la hora quieta y venidera de poniente

en que compongo este poema muerto.

Lo que allí no pudieron el fuego ni las armas enemigas

lo habrá podido a su manera el tiempo.

Oculto entre las ruinas y las llamas,

quiero haber sido al fin de esa refriega

que gana el invasor, el gudari sin nombre

de quien parte el disparo

último de su bando.

No cambiará el destino adverso de la guerra,

no alzará las paredes derruidas,

ni siquiera yo mismo acaso sepa

nunca que es ese rezagado

disparo el que da muerte a Beorlegui.


 La presentación del libro en la librería Alberti:


***


jueves, 30 de noviembre de 2023

EL CIELO NOCTURNO, DICIEMBRE 2023

Fuente: Stellarium.


 Más o menos así podríamos ver Saturno el 17 de diciembre en torno a las 20:00h... si tuviéramos un telescopio óptico profesional, como los que tienen los observatorios astronómicos. Como no lo tenemos, tendremos que conformarnos con esta imagen ofrecida por el programa Stellearium —de acceso libre— y entretenernos averiguando las aventuras y desventuras de los personajes mitológicos que han dado nombre a los satélites del planeta. Como tanto nombre será seguramente demasiado, sugiero que comencéis con Calipso, cuyo nombre, Καλυψώ, quiere decir la que oculta, la que esconde. Apasionante, ¿no os parece? Por cierto, en la actualidad Saturno tiene 146 lunas catalogadas por la UAI. En fin, vayamos con lo que el último mes de 2023 nos ofrece para ver en el cielo nocturno.

PLANETAS: Mercurio, si tenéis mucha suerte, podréis verlo durante el crepúsculo al comenzar el mes y unos minutos antes de que salga el sol al finalizar el año. Venus es visible al amanecer (más o menos desde las 05:00 al comenzar diciembre y desde las 06:00 al finalizar). Marte no podremos verlo porque camina muy pegadito al Sol. Júpiter sigue siendo durante este mes el planeta que mejor se ve y aunque va adelantando su salida y su puesta, lo veréis muy bien cualquier día del mes desde que anochece. Saturno es visible durante las primeras horas de la noche y también va adelantando su puesta hasta hacerlo sobre las 22 al finalizar diciembre. 

LUNA: Nueva, el día 12; llena, el 26.

SOLSTICIO: 22 de Diciembre, en el hemisferio norte comienza el invierno y el verano en el hemisferio sur.

LLUVIA DE ESTRELLAS: Las Gemínidas alcanzarán su máximo apogeo la noche del 13 al 14 de diciembre; las Úrsidas, la del 22 al 23.

SATÉLITES ARTIFICIALES: Para saber dónde y cuándo mirar, consultad aquí.


¡Feliz observación!

***


jueves, 2 de noviembre de 2023

CAMUS EN LA "Hª DE LA FILOSOFÍA" DE COPLESTON

Ejemplar de la biblioteca de Aiete K.E.
Aunque seguramente la de Copleston es la historia de la filosofía que más me gusta por su claridad expositiva, yo no la tengo y siempre que la he consultado ha sido acudiendo a unas u otras bibliotecas. Como todas, tiene sus carencias y limitaciones, y ningún manual puede suplir la lectura directa de los autores; pero allá donde llega y explica, a mí me parece que lo hace muy bien. Tomo como ejemplo la presentación de Camus, a quien dedica solo tres páginas, porque, como él aclara, no es un filósofo profesional —a Sartre le dedica 45—. Me salto el párrafo inicial en el que expone brevemente su obra.

Es muy conocida la afirmación de Albert Camus de que: "no hay más que un problema verdaderamente importante: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la cuestión fundamental de la filosofía". Ante esta declaración, quizá parezca propia de un excéntrico su opinión de la filosofía. Pero lo que Camus da por supuesto es que el hombre anda buscándoles al mundo, a la vida humana y a la historia un sentido en el que fundamentar sus ideales y valores. El hombre necesita asegurarse de si la realidad es un proceso teleológico inteligible que comprende un orden moral objetivo. Es decir, el hombre desea seguridad metafísica de que su vida forma parte de un proceso inteligible dirigido hacia una meta ideal, y de que al esforzarse por lograr sus ideales personales cuenta con el respaldo o con el apoyo del universo o de la realidad en todo su conjunto. Los grandes dirigentes religiosos y los creadores de sistemas metafísicos y de concepciones del mundo han procurado satisfacer esta necesidad. Pero sus interpretaciones del mundo no resisten la crítica: El mundo acaba revelándosele al hombre clarividente como falto en absoluto de finalidad o de sentido. El mundo no es racional. De ahí el sentimiento del absurdo (le sentiment de l'absurd). Hablando con rigor, el mundo no es en sí absurdo: simplemente es. "El absurdo surge de esta confrontación entre la llamada de auxilio del hombre y el irracional silencio del mundo. [...] Lo irracional, la nostalgia humana y el absurdo que resulta de su confrontación, he aquí los tres personajes del drama [...]". El sentimiento del absurdo puede originarse de diversos modos: por ejemplo, al percibir la indiferencia de la naturaleza respecto a los valores e ideales del hombre, al reconocer que el final es la muerte, o al percatarse de pronto de lo indeciblemente tediosa que es la rutina del vivir. Hay quienes, reflexionando, llegan a darse cuenta del absurdo, pero entonces adoptan una actitud de escapismo. Así Karl Jaspers salta de la zozobrante "tabla de náufrago" de la ansiedad humana al Trascendente, y Leo Chestov da un salto parecido hacia un Dios que está más allá de la razón. En cambio, el hombre que, como Nietzsche, es capaz de mirar de frente al absurdo de la humana existencia ve desaparecer el sentido del mundo. De ahí el problema del suicidio. Pues "ver disipado el sentido de esta vida, ver que nuestra razón de existir desaparece, es insoportable. No se puede vivir si la vida no tiene sentido".

Sin embargo, Camus no recomienda el suicidio. En su opinión, suicidarse significa someterse al absurdo, capitular. El orgullo y la grandeza del ser humano no se muestran sometiéndose, ni tampoco mediante ese escapismo en que incurren los filósofos existenciales (les philosophes existentiels, como Jaspers), sino viviendo en la conciencia del absurdo y, no obstante, rebelándose contra él a base de comprometerse consigo mismo a vivir con la mayor plenitud e intensidad posible. Porque no hay patrones absolutos conforme a los cuales podamos dictaminar cómo ha de vivir cada hombre. Todo está permitido, según dice Ivan Karamazoff. Aunque de ello no se sigue que el absurdo "recomiende el crimen. Esto sería pueril [...] Si todas las experiencias son indiferentes, la del deber es tan legítima como cualquier otra. Se puede ser virtuoso por capricho". El hombre del absurdo (l'homme absurd) puede adoptar varias formas. Una es la de Don Juan, que goza al máximo, mientras es capaz de gozarlas, cierto tipo de experiencias, aunque sabiendo que ninguna de ellas tiene significación última. Otra es la del que, reconociendo el sinsentido de la historia y la absoluta futilidad de la acción humana, se dedica empero, en su situación histórica, a una causa social o política. Otra forma es la del artista creador, que sabe de sobra que tanto él como sus creaciones están condenadas a la extinción y que, no obstante, consagra su vida a la producción artística. Y en La peste plantea Camus la cuestión de si es posible ser un santo ateo. El hombre del absurdo vive sin Dios. Pero de ello no se sigue, ni mucho menos, que no pueda dedicarse, autosacrificándose, al bienestar de sus semejantes. Y si lo hace así, sin ninguna esperanza de recompensa y consciente de que, a fin de cuentas, da lo mismo cómo actúe, demuestra la grandeza del hombre precisamente en este combinar el reconocimiento de lo fútil de sus acciones con el vivir sacrificándose y amando. Es posible ser un santo sin ilusión, sin autoengañarse.

En lo de que el mundo y la historia humana carecen de sentido (esto es, de una meta y una finalidad dadas con independencia del hombre) Camus está sustancialmente de acuerdo con Sartre, aunque éste no insista tanto como aquél en el tema del “absurdo”. Pero Sartre no es la fuente de la suposición de Camus. Desde luego que, tratándose de un escritor tan original como Camus, no es concebible que se limitara a tomar en préstamo sus ideas de un predecesor. Pero es evidente que Nietzsche le influyó mucho. Camus estaba convencido de que Nietzsche había previsto certeramente el advenimiento y el auge del nihilismo; y, como el filósofo alemán, también él consideraba que el hombre es el único ser capaz de superar el nihilismo. Mas no por eso cabe calificar con propiedad a Camus de nietzscheano, pues a él le preocupó incesante y progresivamente la injusticia y la opresión en la sociedad humana de un modo que no le importó a Nietzsche. En efecto, aunque Camus no dejó nunca de creer "que este mundo carece de sentido último", insistió cada vez más en la revuelta contra la injusticia, la opresión y la crueldad antes que en la rebeldía contra la condición humana en cuanto tal. Y llegó a convencerse de que el sentimiento del absurdo, tomado de por sí, puede ser utilizado para justificar cualquier cosa, incluso el asesinato. "Si no se cree en nada, si nada tiene sentido, si no podemos afirmar ningún valor, cualquier cosa puede permitirse y nada es importante. [...] Se es libre para encender hornos crematorios o para dedicar la vida a cuidar leprosos". De hecho, la revuelta presupone la afirmación de unos valores. Claro que son creación del hombre. Pero esto no quita que, si me rebelo contra lo opresión o la injusticia, afirmo los valores de la libertad y la justicia. En otras palabras, con Camus el absurdo cósmico tiende, por así decirlo, a retirarse hacia el fondo, y pasa al primer plano un idealismo moral que no propugna la formación de una élite, de una aristocracia de hombres superiores a expensas del rebaño, sino que insiste en que ha de haber para todos libertad y justicia, una libertad y una justicia auténticas y no esclavitud u opresión que se enmascaren con tan prestigiosos nombres.

Camus no fue un admirador de la sociedad burguesa. Pero llegó a comprender muy bien que la rebeldía contra el orden establecido puede degenerar en imposición de esclavitud. "El terrible evento del siglo XX fue el abandono de los valores de la libertad por el movimiento revolucionario, la gradual retirada del socialismo basado en la libertad ante los ataques de un socialismo cesarista y militarista." El hombre no puede representar el papel de espectador de todo el conjunto de la historia, y ninguna empresa histórica puede ser más que un riesgo o una aventura a la que quepa atribuir algún grado de justificación racional. Por consiguiente no es legítimo aducir ninguna empresa histórica para justificar "el exceso de una posición tiránica y absolutista". Así, no se justifica el matar y oprimir en nombre del movimiento de la historia o de un paraíso terrenal que haya de alcanzarse en un impreciso futuro. Si el nihilismo absoluto puede servir para justificar cualquier cosa, también sirve para ello el racionalismo absoluto, en el que Dios es sustituido por la historia. Tocante a sus consecuencias, "en nada difieren las dos actitudes. Desde el momento en que se las acepta, la tierra se transforma en un desierto". Dejémonos de absolutos y volvamos a la moderación y a las limitaciones. "La libertad absoluta es el derecho del más fuerte a imponer su dominio", con lo cual se prolonga la injusticia. "La justicia absoluta se logra suprimiendo toda contradicción: así pues, destruye la libertad". Es en nombre de los seres humanos vivientes y no en el de la historia ni en el de una edad futura en el que se nos llama a rebelarnos contra la opresión y la injusticia actuales, dondequiera se hallen. "La auténtica generosidad de cara al futuro consiste en dar todo al presente"
 (pp 371-3).

(Los libros que se citan en el texto son: El mito de Sísifo, Calígula, Cartas a un amigo alemán y El hombre rebelde).

***


miércoles, 11 de octubre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Griselda Álvarez)

Editorial

#unlibrounpoema

Griselda Álvarez Ponce de León (Jalisco, 1913-Ciudad de México, 2009​)


LETANÍA ERÓTICA PARA LA PAZ



Amado, ven, asómate al principio del mundo.
Somos los mismos, mismos de hace cincuenta mil años.
Somos aquellos, estos, los de allá, los de siempre
y los que han de seguirnos y los que vendrán luego.

Eras solo. Eras entonces solo.
En el pecho llevabas un hueco.
Las auroras eran amargas
como niños ciegos que quieren saber de qué color es el viento.
Eras entonces solo.
A veces la arena te subía hasta los ojos.
En cambio el agua te daba en los pies imágenes truncas.
Corrías por las orillas de todos los horizontes
y sobre el filo de las tardes
le gritabas al abismo.
Él recogía tu voz, la adornaba con matices raros
y la maduraba en ecos para que no te sintieras solo.
El abismo era tu amigo.


Pero eras entonces solo.

Otras veces llevabas tu soledad hasta el crepúsculo
y aquel incendio mudo se te iba para adentro.
Después te barnizaba un malestar luminoso.

La noche era tu enemiga.
Inacabable, sabía estirarse en dimensiones inauditas, adelgazarse
hasta ser como un hilo cortante y molesto,
con rumores de sordos quejidos.
A veces te golpeaba en monorritmos
con un nombre que no conocías, como si fuera hecho de lluvia.


Es que la noche vivía sola.

El lecho era también tu enemigo. Sin ojos te miraba con fijeza.
te escarbaba con sombras.
Te enardecía con desprendimientos.
Tejía brazos como trenzas para sofocarte.
Inventaba respiraciones cálidas,
tactos imposibles.

Había más: tu pensamiento no te dejaba descansar.
No podías separarte de él. Con su maleza de preguntas
te enredaba el día.
Tu pensamiento sin palabras, incomunicado
en la cárcel de tu cabeza.
Tu pensamiento absorto ante la carcajada del trueno.
Tu pensamiento sorprendido ante lo inútil del relámpago,
ante el por qué de la tormenta o de la tranquilidad.
Tu pensamiento girando azotado por un tema idéntico.
Tu pensamiento construido de insatisfacción.
Tu pensamiento que presentía la renuncia forzada de lo que no poseías.

Tu pensamiento recorriendo la montaña
hasta la punta de su ávido pezón.
Tu pensamiento dando tumbos por la llanura y buscando nada.
Tu pensamiento.
Tu pensamiento siempre.


Pero un día enfebrecido, te me abriste del pecho.
Te nací desde un grito.
O tal vez desde un largo silencio.

Mansa, como una cuerda que se arrastra,
torpe, como una virgen,
como un larga cifra enredada en tus huesos,
como un llanto continuo que goteara en lo oscuro,
como ronda el aullido al tope del silencio,
como el agua primera,
definitiva como amante muerta,
pero viva y levantada desde el polvo para tu compañía,
simple mitad y complicada fuente,
vine a tu encuentro.

Vengo de donde quiera, del aire o del espanto
soy la siemprellamada en tus noches sin tregua,
soy horda primitiva arrasando tu calma,
soy ya la mejor bestia mientras mi vientre gime,
la del pecho callado,
perdida en un ovillo de humildad y de cielo.
Para cuando me quieras tendré en los ojos luna
y en los brazos tendidos un racimo de cantos.


Aquí estoy, bienamado,
aquí estoy, compañero.

Soy sola en mi naufragio y vengo a tu ribera.
Soy la medida exacta salida de tu barro,
el sabor de la brisa, la lucha de tu cuerpo,
la fragancia inasible para tus fuertes dedos,
pero el trayecto corto para tu beso largo.
No sé hasta donde siento que mi ansiedad te alcanza,
ni hasta donde, cautiva, tu inmensidad me toca.
¡Qué simple nuestro encuentro y qué definitivo!
¡Oh tú, vaso riente, ganador de la espuma!
Rostro deshabitado que instala su sonrisa.
La mañana comienza a subir alegría
mientras maduro el mundo palpita su trabajo.

Vamos hacia el principio.
Asómate al abismo
y mírate en los siglos:
tus iniciales viven desde antes que existieras.
Mi cuerpo te recibe desde el fondo del caos.
Bebo en tus ojos y en tus manos bebo,
hueles a intensidad como la noche,
y en este olfato ciego sé que te pertenezco.


Acoge mi esplendor y conviértelo en ruina,
porque me doy entera como un día de sol,
porque soy la constante,
porque soy la distinta,
porque me llenas de amor hasta las lágrimas,
porque estamos en este mundo construido para nosotros
por nosotros,
porque en el lecho edificamos la muerte
al dar vida.

Este animal que dormía en mí en su bosque de ternura,
este albor que me brilla por los poros,
estos conos truncados de las frases,
esta tu soledad urgida que se prendió en el desierto
esperando el sonido de bocas silenciosas,
la caricia colgada de las manos dormidas,
el cabello hacia el viento,
esta antorcha de tactos que nos quema los huesos,
es el mundo de siempre
en que estamos viviendo.

No podemos borrar la palabra que escribieron los abuelos,
porque hemos borrado la palabra asco,
porque hemos borrado la palabra miedo,
porque hemos borrado la palabra olvido
y hemos colmado los porqués del orbe.


Húmeda compañía engendradora,
hombre desde el principio
y mujer de la esencia.


Somos los dos y estamos llenando el mundo.


Afuera dicen que la muerte llueve.
Caminamos y de trecho en trecho la sangre se agolpa.
El viento trae el rumor de todas las angustias.
Innumerables hocicos anuncian sus colmillos.


Alguien pregona la destrucción,
alguien quiere tragarse la palabra humanidad,
porque los cerebros fríos se están calentando con odio.
Dicen que la muerte llueve
y en alambres de púas se clavan las preguntas.
Piensan hoy que comemos muerto a diario
y en esta muerte transformada somos.
Una noche animal da al horizonte
y en él
arden los niños y los hombres arden.
El desaliento curva las espaldas
las frentes miran hacia abajo,
sobre la piel se unta el miedo,
los ojos se llenan de vidrios
y el corazón, caracol de pánico, ensancha su locura.
Empequeñecidas,
las madres son gusanos que piden misericordia
en este breve infierno,
mientras el aniquimilamiento silba como víbora.
Porque la inconciencia ha pedido nuestro uniforme final.

Dicen que la muerte llueve y estamos ya pisando polvo de hombre,
que nos hundimos en inmensa herida
y que hace mucho Dios está cansado.

No podemos sentarnos y ver como crece la angustia
donde antes crecía la hierba.
No vamos a reconstruir el llanto.
No aceptamos la tarea de morir.
Tenemos que decir algo.
El relato sencillo de las mujeres que seguirán poblando el universo.
El canto de los hombres de cuyo vigor saldrán las demás generaciones.

Porque es mentira esta isla de muerte
que nos vamos haciendo,
donde no hay un "te acuerdas"
que no hayan mutilado.
Porque no ha de romperse el mundo. Hemos de seguir siendo.
Porque estamos aquí. No hay todavía.
Somos los dos.
Quemados por la misma llama,
ungidos con el mismo aceite,
sucios por la misma ceniza,
doblados por la misma lluvia,
amados por el mismo viento.



Los mismos desde el principio,
los de siempre,
los de después.
Somos la pareja que aquella tarde doblegó a la hierba.
Somos la que hizo sangrar olor a la tierra,
la que finge pescados al amarse bajo el agua,
la que inventa pájaros al sentirse las alas,
la que siente el río del tamaño de su sed.
Somos la que aquella mañana defendiera su adiós con lágrimas.
La que se ama sin saciedad.
La que no cree en la costumbre o el desamor.


Somos la que no se explica cómo puede haber tanta felicidad en tan corto tiempo.

El soplo igual de una sola llama.

Los dos ojos de un solo rostro.


La que una noche contaba inútilmente las estrellas.


Somos la que conjugó todos los verbos
hasta caer vencida en su victoria.
Somos la que no padece el vacío del vocablo soledad.
La que piensa que un hijo es la propia dimensión.
La que comprende que el amor es una conversación sostenida,
la que mezcla también su propio silencio,
la que piensa que un brazo será siempre la mejor almohada,
la que goza con su maligna ingenuidad.
La que también sabe vivir sin hijos.
La del simple derecho.
Somos la pareja que no puede acabarse con el griterío de la calle,
la que protege a cada momento su dicha,
la que muerde su angustia frente al hijo muerto.
La que puede hundirse en la pobreza
porque ha tasado su oro.
La que se estrecha en el bosque hasta adelgazar
las sombras haciéndolas una,
la que pesa la importancia de haberse conocido.
La pareja precursora de toda civilización.
Somos la que contuvo su adolescencia abundante,
la pareja que alargó su ancianidad en compañerismo,
la que derramó su fértil madurez,
la que no mira el color diferente de la piel,
somos la que llevó su unión hasta lo Desconocido,
porque piensa que la muerte
sólo es un cambio en el tiempo de los verbos,
somos la misma generación repetida
tantas veces como el "yo te amo",
porque somos dos mil generaciones pero también un solo ser.
La pareja que camina a tientas para encontrarse siempre,
porque ciñe en su abrazo universal
el límite del tiempo.


Somos la misma, la misma de hace cincuenta mil años,
la de allá, la de siempre, la que ha de seguirnos
y la que vendrá luego.




***


lunes, 2 de octubre de 2023

BÉCQUER Y FITERO (La cueva de la Mora)

Editorial
Gracias, Irene, por las imágenes.



I



Frente al establecimiento de baños de Fitero, y sobre unas rocas cortadas a pico,
a cuyos pies corre el río Alhama, se ven todavía los restos abandonados de un castillo árabe, célebre en los fastos gloriosos de la Reconquista, por haber sido teatro de grandes y memorables hazañas, así por parte de los que le defendieron, como los que valerosamente clavaron sobre sus almenas el estandarte de la cruz.

De los muros no quedan más que algunos ruinosos vestigios; las piedras de la atalaya han caído unas sobre otras al foso y lo han cegado por completo; en el patio de armas crecen zarzales y matas de jaramago; por todas partes adonde se vuelven los ojos no se ven más que arcos rotos, sillares oscuros y carcomidos: aquí un lienzo de barbacana, entre cuyas hendiduras nace la hiedra; allí un torreón, que aún se tiene en pie como por milagro; más allá los postes de argamasa, con las anillas de hierro que sostenían el puente colgante.

Durante mi estancia en los baños, ya por hacer ejercicio que, según me decían, era conveniente al estado de mi salud, ya arrastrado por la curiosidad, todas las tardes tomaba entre aquellos vericuetos el camino que conduce a las ruinas de la fortaleza árabe, y allí me pasaba las horas y las horas escarbando el suelo por ver si encontraba algunas armas, dando golpes en los muros para observar si estaban huecos y sorprender el escondrijo de un tesoro, y metiéndome por todos los rincones con la idea de encontrar la entrada de algunos de esos subterráneos que es fama existen en todos los castillos de los moros.

Mis diligentes pesquisas fueron por demás infructuosas.

Sin embargo, una tarde en que, ya desesperanzado de hallar algo nuevo y curioso en lo alto de la roca sobre que se asienta el castillo, renuncié a subir a ella y limité mi paseo a las orillas del río que corre a sus pies, andando, andando a lo largo de la ribera, vi una especie de boquerón abierto en la peña viva y medio oculto por frondosos y espesísimos matorrales. No sin mi poquito de temor separé el ramaje que cubría la entrada de aquello que me pareció cueva formada por la Naturaleza y que después que anduve algunos pasos vi era un subterráneo abierto a pico. No pudiendo penetrar hasta el fondo, que se perdía entre las sombras, me limité a observar cuidadosamente las particularidades de la bóveda y del piso, que me pareció que se elevaba formando como unos grandes peldaños en dirección a la altura en que se halla el castillo de que ya he hecho mención, y en cuyas ruinas recordé entonces haber visto una poterna cegada. Sin duda había descubierto uno de esos caminos secretos tan comunes en las obras militares de aquella época, el cual debió de servir para hacer salidas falsas o coger durante el sitio, el agua del río que corre allí inmediato.

Para cerciorarme de la verdad que pudiera haber en mis inducciones, después que salí de la cueva por donde mismo había entrado, trabé conversación con un trabajador que andaba podando unas viñas en aquellos vericuetos, y al cual me acerqué so pretexto de pedirle lumbre para encender un cigarrillo.

Hablamos de varias cosas indiferentes; de las propiedades medicinales de las aguas de Fitero, de la cosecha pasada y la por venir, de las mujeres de Navarra y el cultivo de las viñas; hablamos, en fin, de todo lo que al buen hombre se le ocurrió, primero que de la cueva, objeto de mi curiosidad.

Cuando, por último, la conversación recayó sobre este punto, le pregunté si sabía de alguien que hubiese penetrado en ella y visto su fondo.

-¡Penetrar en la cueva de la mora! -me dijo como asombrado al oír mi pregunta-. ¿Quién había de atreverse? ¿No sabe usted que de esa sima sale todas las noches un ánima?

-¡Un ánima! -exclamé yo sonriéndome-. ¿El ánima de quién?

-El ánima de la hija de un alcaide moro que anda todavía penando por estos lugares, y se la ve todas las noches salir vestida de blanco de esa cueva, y llena en el río una jarrica de agua.

Por la explicación de aquel buen hombre vine en conocimiento de que acerca del castillo árabe y del subterráneo que yo suponía en comunicación con él, había alguna historieta; y como yo soy muy amigo de oír todas estas tradiciones, especialmente de labios de la gente del pueblo; le supliqué me la refiriese, lo cual hizo, poco más o menos, en los mismos términos que yo a mi vez se la voy a referir a mis lectores.


II


Cuando el castillo del que ahora sólo restan algunas informes ruinas, se tenía aún por los reyes moros, y sus torres, de las que no ha quedado piedra sobre piedra, dominaban desde lo alto de la roca en que tienen asiento todo aquel fertilísimo valle que fecunda el río Alhama, ocurrió junto a la villa de Fitero una reñida batalla, en la cual cayó herido y prisionero de los árabes un famoso caballero cristiano, tan digno de renombre por su piedad como por su valentía.

Conducido a la fortaleza y cargado de hierros por sus enemigos, estuvo algunos días en el fondo de un calabozo luchando entre la vida y la muerte hasta que, curado casi milagrosamente de sus heridas, sus deudos le rescataron a fuerza de oro.

Volvió el cautivo a su hogar; volvió a estrechar entre sus brazos a los que le dieron el ser. Sus hermanos de armas y sus hombres de guerra se alborozaron al verle, creyendo la llegada de emprender nuevos combates; pero el alma del caballero se había llenado de una profunda melancolía, y ni el cariño paterno ni los esfuerzos de la amistad eran parte a disipar su extraña melancolía.

Durante su cautiverio logró ver a la hija del alcaide moro, de cuya hermosura tenía noticias por la fama antes de conocerla; pero cuando la hubo conocido la encontró tan superior a la idea que de ella se había formado, que no pudo resistir a la seducción de sus encantos, y se enamoró perdidamente de un objeto para él imposible.

Meses y meses pasó el caballero forjando los proyectos más atrevidos y absurdos: ora imaginaba un medio de romper las barreras que lo separaban de aquella mujer; ora hacía los mayores esfuerzos para olvidarla; ya se decidía por una cosa, ya se mostraba partidario de otra absolutamente opuesta, hasta que al fin un día reunió a sus hermanos y compañeros de armas, mandó llamar a sus hombres de guerra, y después de hacer con el mayor sigilo todos los aprestos necesarios, cayó de improviso sobre la fortaleza que guardaba a la hermosura, objeto de su insensato amor.

Al partir a esta expedición, todos creyeron que sólo movía a su caudillo el afán de vengarse de cuanto le habían hecho sufrir aherrojándole en el fondo de sus calabozos; pero después de tomada la fortaleza, no se ocultó a ninguno la verdadera causa de aquella arrojada empresa, en que tantos buenos cristianos habían perecido para contribuir al logro de una pasión indigna.

El caballero, embriagado en el amor que al fin logró encender en el pecho de la hermosísima mora, ni hacía caso de los consejos de sus amigos, ni paraba mientes en las murmuraciones y las quejas de sus soldados. Unos y otros clamaban por salir cuanto antes de aquellos muros, sobre los cuales era natural que habían de caer nuevamente los árabes, repuestos del pánico de la sorpresa.

Y en efecto, sucedió así: el alcaide allegó gentes de los lugares comarcanos; y una mañana el vigía que estaba puesto en la atalaya de la torre bajó a anunciar a los enamorados amantes que por toda la sierra que desde aquellas rocas se descubre se veía bajar tal nublado de guerreros, que bien podía asegurarse que iba a caer sobre el castillo la morisma entera.

La hija del alcaide se quedó al oírlo pálida como la muerte; el caballero pidió sus armas a grandes voces, y todo se puso en movimiento en la fortaleza. Los soldados salieron en tumulto de sus cuadras; los jefes comenzaron a dar órdenes; se bajaron los rastrillos; se levantó el puente colgante, y se coronaron de ballesteros las almenas.

Algunas horas después comenzó el asalto.

Al castillo con razón podía llamarse inexpugnable. Sólo por sorpresa, como se apoderaron de él los cristianos, era posible rendirlo. Resistieron, pues, sus defensores, una, dos y hasta diez embestidas.

Los moros se limitaron, viendo la inutilidad de sus esfuerzos, a cercarlo estrechamente para hacer capitular a sus defensores por hambre.

El hambre comenzó, en efecto, a hacer estragos horrorosos entre los cristianos; pero sabiendo que, una vez rendido el castillo, el precio de la vida de sus defensores era la cabeza de su jefe, ninguno quiso hacerle traición, y los mismos que habían reprobado su conducta, juraron perecer en su defensa.

Los moros, impacientes: resolvieron dar un nuevo asalto al mediar la noche. La embestida fue rabiosa, la defensa desesperada y el choque horrible. Durante la pelea, el alcaide, partida la frente de un hachazo, cayó al foso desde lo alto del muro, al que había logrado subir con ayuda de una escala, al mismo tiempo que el caballero recibía un golpe mortal en la brecha de la barbacana, en donde unos y otros combatían cuerpo a cuerpo entre las sombras.

Los cristianos comenzaron a cejar y a replegarse. En este punto la mora se inclinó sobre su amante que yacía en el suelo moribundo, y tomándole en sus brazos con unas fuerzas que hacían mayores la desesperación y la idea del peligro, lo arrastró hasta el patio de armas. Allí tocó a un resorte, y, por la boca qué dejó ver una piedra al levantarse como movida de un impulso sobrenatural, desapareció con su preciosa carga y comenzó a descender hasta llegar al fondo del subterráneo.


III


Cuando el caballero volvió en sí, tendió a su alrededor una mirada llena de extravío, y dijo: -¡Tengo sed! ¡Me Muero! ¡Me abraso!- Y en su delirio, precursor de la muerte, de sus labios secos, por los cuales silbaba la respiración al pasar, sólo se oían salir estas palabras angustiosa: -¡Tengo sed! ¡Me abraso! ¡Agua! ¡Agua!

La mora sabía que aquel subterráneo tenía una salida al valle por donde corre el río. El valle y todas las alturas que lo coronan estaban llenos de soldados moros, que una vez rendida la fortaleza buscaban en vano por todas partes al caballero y a su amada para saciar en ellos su sed de exterminio: sin embargo, no vaciló un instante, y tomando el casco del moribundo, se deslizó como una sombra por entre los matorrales que cubrían la boca de la cueva y bajó a la orilla del río.

Ya había tomado el agua, ya iba a incorporarse para volver de nuevo al lado de su amante, cuando silbó una saeta y resonó un grito.

Dos guerreros moros que velaban alrededor de la fortaleza habían disparado sus arcos en la dirección en que oyeron moverse las ramas.

La mora, herida de muerte, logró, sin embargo, arrastrarse a la entrada del subterráneo y penetrar hasta el fondo, donde se encontraba el caballero. Éste, al verla cubierta de sangre y próxima a morir, volvió en su corazón; y conociendo la enormidad del pecado que tan duramente expiaban; volvió los ojos al cielo, tomó el agua que su amante le ofrecía, y sin acercársela a los labios, preguntó a la mora: -¿Quieres ser cristiana? ¿Quieres morir en mi religión, y si me salvo salvarte conmigo? La mora, que había caído al suelo desvanecida con la falta de la sangre, hizo un movimiento imperceptible con la cabeza, sobre la cual derramó el caballero el agua bautismal, invocando el nombre del Todopoderoso.

Al otro día, el soldado que disparó la saeta vio un rastro de sangre a la orilla del río, y siguiéndolo, entró en la cueva, donde encontró los cadáveres del caballero y su amada, que aún vienen por las noches a vagar por estos contornos.

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sábado, 2 de septiembre de 2023

EL ESPESOR DE LA HERIDA

Editorial



Este poemario nace, desde el punto de vista temático, de la confluencia de un brutal hecho familiar y del estallido de la guerra en Ucrania. Podía haber surgido mucho antes, porque desde que yo tengo noticia del asesinato de mis abuelos paternos hasta que lo di por concluido hace relativamente poco tiempo, los conflictos armados en el mundo han sido muchos, demasiados, pero no fue así. El tema no me atraía entonces. 

Tampoco han sido mis fuertes convicciones pacifistas las que dieron el empujón inicial a cuanto en él expreso. Han sido anécdotas mucho más insignificantes las que al final me han determinado a escribirlo y publicarlo. La más cruel y estúpida de ellas la conforman pequeños comentarios de gente amiga y muy próxima recordándome que mis abuelos ya tenían su reconocimiento en esas cruces y placas que se colocaron al finalizar la guerra civil en pueblos y ciudades, con el lema: Caídos por Dios y por España, pero donde no figuraba nombre alguno. 

Este proceso llega a su nivel más despreciable cuando inicio una pequeña indagación para intentar averiguar en qué cuneta podrían estar sus ya irreconocibles esqueletos o en qué registro podrían constar sus nombres. Como ya se habrá entendido, a mis abuelos no los pasearon los insurgentes. Pero la memoria, ay, es caprichosa y parcial. Desde una de las asociaciones a las que acudo solicitando información se me dice: Pero es que tú eres de los vencedores. Me pareció soez. Di las gracias y colgué. 

Yo no gané nada. Tampoco mis abuelos. Tan solo mi padre ganó la pérdida de los suyos y con ellos, el norte. Ese hecho determinó de por vida su manera de entender el mundo. Manera que yo no compartía ni a los veinte ni a los treinta ni nunca. Pero que ahora, cuando él ya no está, puedo entender. Las personas somos mucho más que ideologías, aunque hay algunas a las que la ideología les ocupa todo el cerebro. 

Llegados a este punto, tal vez alguien piense que este poemario puede ser mi ajuste de cuentas personal con una parte de la historia de este país. Nada más lejos de la realidad. Basta con leer la contraportada que he redactado para darse cuenta de ello. Y quien lea el interior descubrirá inmediatamente que es una reflexión desde el dolor universal sobre el estado de guerra. Afortunadamente, ni soy yo quien la sufrió ni quien está sufriendo ninguna. Es una aproximación empática ante el horror de los más viles comportamientos que afloran en un estado de violencia total. La idea de matar a otra persona me parece abominable. Es todo ese horror y desconcierto el que he intentado plasmar en la sección Nieve negra, pero sin recurrir en ningún momento a escenas o episodios violentos.

También es un poemario que plantea preguntas sobre nuestra historia, no la de este país, sino la de la humanidad. Pretende despertar interrogantes con la sana intención, tal vez ingenua, de que nos los planteemos, aunque tan solo sea durante el breve instante que dura la lectura de un poema, con el propósito de que recordemos que son cuestiones que aún no hemos resuelto.

Y es una presentación de imágenes y elementos que tenemos muy asumidos en la historia de los pueblos y que diariamente vemos en unas ciudades y en otras, desde Lisboa hasta Tokio y desde Tokio a Nueva York. Las guerras y sus rituales de muerte dejan demasiados iconos esparcidos por doquier. Incluso contemplamos algunos como obras de arte.

El poema central, ahí donde el poemario alcanza el clímax emocional, es, claro está, donde se cuenta, ahora sí, la anécdota familiar del asesinato de mis abuelos, que empieza a manera de nota necrológica y va subiendo en intensidad emocional. 

Después, y por último, llega la expresión de un deseo que es el mismo deseo que se ha expresado tantas veces por personas más capaces e importantes que yo. Es la última sección. Lleva por título Yo también tengo un sueño. Con ese título no es necesario que aclare nada. 

Ojalá os guste y, si es así, me lo digáis. Pero mucho más me gustaría que tuviera la capacidad de remover alguna conciencia.

Y si no lo tenéis claro, aquí está el pdf del libro.

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jueves, 17 de agosto de 2023

UN POEMA, TRES IDIOMAS

A veces recordamos un nombre no por la obra que ha realizado, sino por una sola sola composición. Eso se da con alguna frecuencia en el mundo de la música —Las Ketchup y Aserejé, Los del Río y Macarena, The Proclaimers y I'm Gonna Be (500 Miles)...—. Una canción, un cuadro, un cuento, una escultura, un simple y breve poema pueden salvar el nombre del olvido, aunque lo que suele ocurrir con mayor frecuencia es que se salve esa pequeña obra y seamos incapaces de recordar quién la hizo. 

Este es el caso de Antoine-Vicent Arnault, de quien La feuille, como decía Teodoro Llorente en esta magnífica antología de poesía francesa de 1906, ha conservado el nombre de este escritor. De hecho, yo tuve conocimiento de su existencia por este ya abarquillado ejemplar que ha sido capaz de superar todo tipo de adversidades antes de llegar a mis manos, incluso salió con vida de la cárcel franquista de Carabanchel.

En fin, este es el poema:  


LA FEUILLE


De ta tige détachée,
Pauvre feuille desséchée,
Où vas-tu ? - Je n'en sais rien.
L'orage a brisé le chêne
Qui seul était mon soutien.
De son inconstante haleine
Le zéphyr ou l'aquilon
Depuis ce jour me promène
De la forêt à la plaine,
De la montagne au vallon.
Je vais ou le vent me mène,
Sans me plaindre ou m'effrayer:
Je vais où va toute chose,
Où va la feuille de rose
Et la feuille de laurier.


Era muy famoso en su tiempo y traspasó la frontera gala. A Leopardi le encantó e hizo su propia versión con él. En realidad, esos pocos versos que el italiano traduce/transforma vienen a ser algo así como una síntesis de su propia visión poética, de su modo de entender el mundo.



IMITAZIONE

Lungi dal proprio ramo,
povera foglia frale,
dove vai tu? — Dal faggio
lá dov’io nacqui, mi divise il vento.
Esso, tornando, a volo
dal bosco alla campagna,
dalla valle mi porta alla montagna.
Seco perpetuamente
vo pellegrina, e tutto l’altro ignoro.
Vo dove ogni altra cosa,
dove naturalmente
va la foglia di rosa,
e la foglia d’alloro


Y esta es la traducción que Llorente realizó. Quien sepa francés se dará cuenta de que el contenido sustancial es el mismo, pero Llorente, para mantener música y ritmo ha tenido que recurrir a una serie de recursos expresivos que lo han alargado sensiblemente. Sin embargo, y eso es lo que importa, el resultado es muy bello.  



LA HOJA



De la materna rama desprendida,
¿adónde vas perdida,
hoja marchita y seca? -No lo sé:
el fuerte roble que me dio la vida
murió, y suelta quedé.


Voy, desde aquel momento,
adonde quiera conducirme el viento,
blanda brisa o indómito aquilón;
juguetes de su aliento
todos mis vuelos son.


Voy en fugaz carrera
del bosque a la pradera,
subo al monte empinado, y sin cesar
desciendo la rápida ladera,
por el llano otra vez vuelvo a rodar.


Sin quejas enojosas
a mi destino fiel,
yo voy adonde van todas las cosas,
adonde van las hojas de las rosas,
adonde van las hojas del laurel.

***


viernes, 4 de agosto de 2023

"AQUÍ MACONDO" DEDICÓ UN PROGRAMA A NERUDA Y SUS CANTORES

AMOR AMÉRICA


Antes de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.

El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla,
fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.
Tierno y sangriento fue, pero en la
empuñadura
de su arma de cristal humedecido,
las iniciales de la tierra estaban
escritas.

Nadie pudo
recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.

No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje
cayó una gota roja en la espesura
y se apagó una lámpara de tierra.

Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre
oh tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.

Yo, incásico del légamo,
toqué la piedra y dije:
¿Quién
me espera? Y apreté la mano
sobre un puñado de cristal vacío.
Pero anduve entre flores zapotecas
y dulce era la luz como un venado,
y era la sombra como un párpado verde.

Tierra mía sin nombre, sin América,
estambre equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me trepó por las raíces
hasta la copa que bebía, hasta la más delgada
palabra aún no nacida de mi boca.


Es cierto, la poesía hay que leerla, pero qué hermosa lectura es a veces la que realizan desde el canto y la música quienes se dedican a ello, porque leer, recordémoslo una vez más, no es solamente ese ejercicio solitario y silencioso que realizamos con un libro en nuestras manos delante de los ojos. Hay numerosas formas de lectura y oír la poesía en boca de otras personas puede ser una hermosísima lectura, más aún cuando estas personas saben cantar y aciertan a colocar una apropiada melodía a las palabras de quien las escribió.

En este programa de Aquí Macondo Cristina Ardanza y Roberto Moso nos ofrecen una selección de algunos poemas que han sido cantados por solistas o por grupos durante las últimas décadas. Si os gusta la poesía del gran poeta chileno y la música más o menos popular, este es vuestro programa.


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miércoles, 12 de julio de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Juan Manuel Uría)

Editorial
#unlibrounpoema

Dice la solapa del libro que Juan Manuel Uría (Errenteria, 1976) es autor de los libros de poesía Puerta de coral, ¿Quién es Werther?, Transformaciones, Manzana de vaho, Las huellas del límite, Hablar porque la muerte, Lilith, Harria y K’amékuarhu (haikus). Dice también que como aforista ha publicado Dos por la mañana, La ciencia de lo inútil, donde reflexiona sobre la poesía y la creación poética, y Dos por la tarde. Que junto con el fotógrafo Juan Antonio Palacios ha publicado el fotolibro Harria-La piedra, que entre sus últimas publicaciones están Infancia es lugar, un libro de género inclasificable en el que vierte su visión sobre la infancia, Apuntes sobre pintura, donde reflexiona sobre la pintura y la creación plástica, y, en colaboración con José Luis Trullo, Remiúrgica, y que ha ilustrado libros propios y de otros autores y expone periódicamente parte de su obra. Creador del Festival de Poesía Guardetxe (2012-2015), cofundador, junto con el poeta Beñat Arginzoniz, de la editorial El Gallo de Oro y, junto a la poeta Sihara Nuño, de la librería Noski! Formó parte del grupo de agitación poética Gatza.

Luego están las palabras-regalo de Gamoneda, un frontispicio construido con palabras como panes de oro, como peces de luz, como sombras del aire donde la verdad vuela. 

Después vienen, y eso es lo que verdaderamente importa y vuela, el texto fragmentado de Juan Manuel Uría esparcido en XIX cantos. Copio el 

III

Un lugar, avanzar en un espacio,

                                               ocuparlo,

serestar

en ese espacio,

ser un cuerpo en el lugar y en el tiempo de un cuerpo

en ese espacio

y una sombra

que se perfila con la uña del que dibuja,

con la espátula oscura

de su palabra.

                     Y se oye

en ese espacio

una luz (ostentosa) que crepita

tal nieve bajo un pie hecho de andada y de tiempo

y de piel que es tiempo;

y el lugar

              —donde se crea la forma

de un cuerpo de nieve—

se ilumina.

Y ve

el que dibuja

una espalda, unos tobillos que giran 

en el espacio que ocupa

un cuerpo,

proyectando desnudez (salada) a los labios

del que dibuja, sí,

del que dibuja

y construye sentido en el lugar

y da nombre al espacio

y amplía así el espacio

porque el amor.

Y el amor es signo y es lugar

del corazón de un cuerpo

que se entrega al furioso ser del animal

llamado pintura,

el espacio del corazón que crece como la vida crece

envolviendo las cosas

que adquieren otro nombre así,

un mejor nombre.


Cosas

que acaricia el tiempo a su modo y manera

acabándolas en puro polvo

de cosas

en el fin de todo;

la caricia y la piel

también, leve y fugaz

fin de todo

igual que respiración que se agota

antes y después del sexo,

cerrados los ojos al lugar, abiertos ya

a la frontera,

al límite.

***


domingo, 2 de julio de 2023

MORRISTON ORPHEUS CHOIR


[La canción que interpretan es de Josh Groban. Podéis leerla aquí —Google os puede ofrecer la traducción—].


Vuelvo a los domingos musicales con este coro masculino, el Morriston Orpheus Choir, porque mientras estábamos en Swansea, tuvimos la posibilidad de acudir a un ensayo y nos acogieron con absoluta amabilidad. 

Todo empezó con una consulta en internet, donde vimos que el ensayo estaba abierto al público. No lo dudamos. Llegamos al centro donde se reunen y preparan sus conciertos unos quince minutos antes de la hora de comienzo. El cementerio que está al lado nos descubrió la tumba de un tal Daniel James, una persona que vivió de su trabajo como herrero, pero que tenía un talento especial con las palabras y escribió algo así como el himno oficioso galés, tal y como descubrimos en el panel que estaba al lado de la tumba, y que es el que da nombre al centro donde el coro ensaya.




El ensayo nos mostró un magnífico director, Conal Bembridge-Sayers, y un coro de gran calidad musical que tiene una merecida reputación internacional, y al que, según nos explicaron, la pandemia había diezmado reduciendo casi a la mitad el número de sus componentes, con el agravante de la falta de recambio generacional. La calidad humana la demostraron acompañándonos en todo momento durante el ensayo y ofreciéndonos breves y puntuales explicaciones sobre los temas y los idiomas —la mayor parte era canciones en galés—. Incluso nos ofrecieron que fuéramos al pub con ellos a cenar. Pub, por cierto, que lleva el expresivo nombre de Bienvenido, y que está junto al Centro Calon Lân y el cementerio donde reposan los restos de Daniel James.

No quiero cerrar esta entrada sin una interpretación del Calon Lân, del que los galeses se sienten muy orgullosos.


El texto en español ofrecido por DeepL Translate

No pido una vida lujosa,
el oro del mundo o sus finas perlas,
pido un corazón feliz,
un corazón honesto, un corazón puro.


Un corazón puro lleno de bondad
es más bello que el hermoso lirio,
sólo un corazón puro puede cantar,
canta de día y canta de noche.


Si deseara riquezas mundanas,
esta crecería rápidamente;
las riquezas de un corazón virtuoso y puro
darán ganancias eternas.


Tarde y mañana, mi deseo es
subir al cielo en el ala de la canción,
que Dios, que mi Salvador,
me dé un corazón puro.

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sábado, 1 de julio de 2023

EL CAPITAL EN LA ERA DEL ANTROPOCENO

Editorial
Por si alguien no lo sabe: desde hace algunos años parte de la comunidad científica ha propuesto cambiar el nombre de Holoceno (época geológica actual) por el de Antropoceno, o añadirlo a la sucesión (según las inclinaciones), pues consideran que lo más destacado de la época actual es el impacto de la especie humana sobre el medio natural. En el artículo de Wikipedia que está enlazado podéis leer un resumen de la discusión en torno al término.

Sin duda la elección del término tiene un carácter ideológico, como lo tiene el autor del libro, Kohei Saito, quien no engaña a nadie y deja bien clara cuál es su filiación en el debate político-social: 

Para saber hacia dónde nos debemos dirigir, es necesario explorar las causas primigenias del cambio climático. Y la causa fundamental no es otra cosa que el capitalismo. La razón es que el aumento de la emisión de dióxido de carbono comenzó en la Revolución Industrial; es decir, cuando el capitalismo inició en serio su andadura.  Poco después, un pensador reflexionó honda y acertadamente sobre el capital. Exacto, Karl Marx

Este libro analizará la relación entre el capital, la sociedad y la naturaleza, haciendo referencia, en distintos momentos, a El capital de Marx (p 12).

Esas pocas líneas del propio Saito en la introducción dejan bien claro cuál es el tema del libro. En realidad, no sería necesario ningún otro comentario, salvo indicar —más que nada por la pesada carga académica que la exégesis marxista ha ido dejeando a lo largo del siglo XX— que el libro se lee de corrido sin ninguna dificultad, muy lejos del lenguaje abstruso tan querido por la filosofía marxista. 

Pero sí hay algo más que comentar. Y no es un algo cualquiera, sino fundamental. Algo que nadie hasta ahora había percibido en los textos últimos de Marx, y que gracias a este coeditor de MEGA (Marx-Engels-Gesamtausgabe) vamos a poder saber: Marx era ecologista y decrecentista. Tal cual. Solo es necesario leer con atención la Crítica del Programa de Gotha y la esencial Carta a Zasúlich.

Y no, no estoy utilizando la ironía. Lo dice él: Es cierto que Marx no dejó plasmada en ningún sitio la imagen del comunismo decrecentista (...) esta es una imagen de Marx que nadie había advertido antes (...) La "Carta a Zasúlich", escrita en el ocaso de su vida, es el testamento indispensable de Marx para que nosotros sobrevivamos al Antropoceno (pp 170-1; el subrayado es mío. De la Carta se infiere el pensamiento ecologista).

No hay nada como pertenecer a un equipo para verlo todo desde ese prisma. Y si no ganamos el partido es porque el árbitro pita en contra nuestra. Desde luego, el libro tiene todos los ingredientes para convertirse en un superventas. En Japón ya lo es.

***