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miércoles, 15 de noviembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (T. S. Elliot)

Editorial
Nota previa: 

Desde hace unos días, paralelamente a esta sección Un libro, un poema he iniciado en WhatsApp, en el apartado "novedades", la publicación diaria de un poema bajo el hashtag (#) un poema al día. Es, lógicamente, una fórmula absolutamente efímera, pasadas las 24 horas, desaparece, pero quienes tenéis mi número podéis ver el poema, que cada día será de un libro distinto... 

***

#unlibrounpoema

Elliot ya es un clásico del siglo XX y no necesita presentación de ningún tipo. Guste o no, se haya leído o no, todo el mundo sabe que es el autor de obras tan influyentes en su época como La tierra baldía o Cuatro cuartetos.

Hoy dejo aquí, en traducción de José María Valverde

LA CANCIÓN DE AMOR DE J. ALFRED PRUFROCK


Si yo creyese que mi respuesta fuese
a persona que alguna vez volviera al mundo,
esta llama quedaría sin más sacudidas.
Pero como jamás desde este fondo
volvió nadie vivo, si es verdad lo que oigo,-+
sin temor de infamia te respondo.

DANTE, INFERNO, XXVII


Vamos entonces, tú y yo,
cuando el atardecer se extiende contra el cielo
como un paciente anestesiado sobre una mesa;
vamos, por ciertas calles medio abandonadas,
los mascullantes retiros
de noches inquietas en baratos hoteles de una noche
y restaurantes con serrín y conchas de ostras:
calles que siguen como una aburrida discusión
con intención insidiosa
de llevarnos a una pregunta abrumadora…
Ah, no preguntes "¿Qué es eso?"
Vamos a hacer nuestra visita.

En el cuarto las mujeres van y vienen
hablando de Miguel Ángel.

La niebla amarilla que se restriega el lomo en los cristales de las ventanas,
el humo amarillo que se restriega el hocico en los cristales de las ventanas,
metió la lengua lamiendo los rincones del atardecer,
se demoró en los charcos quietos sobre los sumideros,
dejó que le cayera en el lomo el hollín que cae de las chimeneas,
resbaló por la azotea, dio un brinco repentino,
y, viendo que era una suave noche de octubre,
se enroscó una vez en torno a la casa y se quedó dormido.

Y claro que habrá tiempo
para el humo amarillo que se desliza por la calle,
restregándose el lomo contra los cristales de las ventanas;
habrá tiempo, habrá tiempo
de preparar una cara para encontrar las caras que encuentras;
habrá tiempo de asesinar y de crear,
y tiempo para todos los trabajos y los días de las manos
que levantan y dejan caer una pregunta en tu bandeja;
tiempo para tí y tiempo para mí,
y tiempo aún para cien indecisiones,
y para cien visiones y revisiones,
antes de tomar té con tostadas.

En el cuarto las mujeres van y vienen
hablando de Miguel Angel.

Y claro que habrá tiempo
de preguntarse "¿Me atrevo?", y "¿Me atrevo?"
tiempo de volver atrás y bajar la escalera,
con un claro de calvicie en medio de mi pelo
(dirán: "¡Cómo le está clareando el pelo!")
mi chaquet, mi cuello duro subiendo firmemente hasta la barbilla,
mi corbata rica y modesta, pero afirmada con un sencillo alfiler-
(dirán: "Pero ¡qué delgados tiene los brazos y las piernas!")

¿Me atrevo
a molestar al universo?
En un minuto hay tiempo
de decisiones y revisiones que un minuto volverá del revés.
Pues les he conocido ya a todos, les conozco a todos—
he conocido los anocheceres, mañanas, tardes,
he medido mi vida con cucharillas de café:
conozco las voces que mueren con una caída agonizante
bajo la música de un cuarto de más allá.
Así ¿cómo podría hacerme ilusiones?

Y he conocido ya los ojos, los conozco todos—
los ojos que te miran fijos en una expresión formulada,
y cuando esté formulado, despatarrado en un alfiler,
cuando esté clavado y retorciéndome en la pared,
¿cómo empezaría entonces
a escupir todas las colillas de mis días y maneras?
Y ¿cómo podría hacerme ilusiones?

Y he conocido ya los brazos, los conozco todos—
brazos con pulseras y blancos y desnudos
(¡pero, a la luz de la lámpara, con vello parado claro!)
¿Es perfume de un traje de mujer
lo que me hace divagar así?
Brazos que se extienden en una mesa, o que se arropan en un chal.
¿Y cómo hacerme ilusiones entonces?
¿Y cómo iba a empezar?

........................................................

¿Diré que he pasado al oscurecer por estrechas calles
observando el humo que se eleva de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa, asomados a la ventana?

Debería yo haber sido un par de ásperas garras
corriendo por los fondos de mares silenciosos.

.......................................................

!Y la tarde, el anochecer, duerme tan pacíficamente!
Alisada por largos dedos,
dormida… cansada… o se hace la enferma,
extendida en el suelo, aquí junto a ti y a mí.

¿Debería yo, después del té con pastas y helados,
tener la energía de forzar el momento hasta su crisis?
Aunque he visto mi cabeza (ya ligeramente calva) presentada en una bandeja,
no soy ningún profeta —y no se trata aquí de nada importante;
he visto chisporrotear apagándose el momento de mi grandeza,
y he visto al eterno Lacayo, alargándome mi abrigo y riéndose con disimulo,
y, en resumen, tuve miedo.

Y habría valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre la porcelana, entre un poco de charla tuya y mía,
habría valido la pena
descabezada de un mordisco el asunto con una sonrisa,
apretar el universo en una bola
echándolo a rodar hacia alguna pregunta abrumadora,
decir: “Soy Lázaro, venido de entre los muertos,
vuelto para decíroslo todo, os lo diré todo”-,
si alguna, poniéndose una almohada junto a la cabeza,
dijera. “No es eso lo que yo quería decir en absoluto.
No es eso, de ningún modo”.

Y habría valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre porcelana, entre un poco de charla tuya y mía,
habría valido la pena
descabezar de un mordisco el asunto con una sonrisa,
apretar el universo en una bola
echándolo a rodar hacia alguna pregunta abrumadora,
decir: "Soy Lázaro, venido de entre los muertos,
vuelto para decíroslo todo, os lo diré todo"—,
si alguna, poniéndose alguna almohada junto a la cabeza,
dijera: "No es eso lo que yo quería decir en absoluto.
No es eso, de ningún modo".

Y habría valido la pena, después de todo,
habría valido la pena, 
después de las puestas de sol y los jardincillos delante de casa, y las calles regadas,
después de las novelas, después de las tazas de té, después de las faldas que se arrastran por los suelos,
y esto, ¿y tanto más?
¡Es imposible decir precisamente lo que quiero decir!
Pero si una linterna mágica proyectara los nervios como estructuras en una pantalla:
habría valido la pena
de que alguna acomodándose una almohada o tirando a un lado un chal,
y voliéndose a la ventana, dijera:
"Eso no es en absoluto,
eso no es lo que quería decir en absoluto."

.......................................................

¡No! No soy el príncipe Hamlet, ni tenía por qué serlo;
soy un noble del séquito, uno que sirve
para hacer bulto en una comitiva, empezar alguna que otra escena,
aconsejar al príncipe: sin duda, un fácil instrumento,
respetuoso, contento de ser útil,
político, cauto y meticuloso;
lleno de elevado fraseo, pero un poco obtuso;
a veces, incluso, casi ridículo—
a veces, casi, un Bufón.

Envejezco… envejezco…
Tengo que llevar vueltas en los bajos de los pantalones.

¿Me saco raya en el pelo por detrás? ¿me atrevo a comerme un melocotón?

Me pondré pantalones blancos de franela, y pasearé por la playa.
he oído a las sirenas cantándose unas a otras.
No creo que me canten a mí.
Las he visto cabalgar en las olas mar adentro
peinando el blanco pelo de las olas echando atrás
cuando el viento sopla el agua hasta ponerla blanca y negra.

Nos hemos demorado en las cámaras del mar
junto a ondinas enguirnaldadas de algas, en rojo y pardo,
hasta que nos despierten voces humanas y nos ahoguemos.

***


domingo, 8 de febrero de 2015

LA CASA DE MARÍA LUISA, una nueva librería

La casa de María Luisa

En estos momentos de auge del libro electrónico y del imperio de la novela, resulta grato comprobar cómo se pone en marcha una librería especializada en poesía. Es muy pequeñita y combina la oferta poética con objetos de arte y antigüedades, pero ahí está, luciendo títulos que si no fueran por empresas como ésta y otras similares, no habría manera de encontrar, salvo en bibliotecas.

El acontecimiento bien merece un poema.



ODA AL LIBRO (II)

Libro
hermoso,
libro,
mínimo bosque,
hoja
tras hoja,
huele
tu papel
a elemento,
eres
matutino y nocturno,
cereal,
oceánico,
en tus antiguas páginas
cazadores de osos,
fogatas
cerca del Mississippi,
canoas
en las islas,
más tarde
caminos
y caminos,
revelaciones,
pueblos
insurgentes,
Rimbaud como un herido
pez sangriento
palpitando en el lodo,
y la hermosura
de la fraternidad,
piedra por piedra
sube el castillo humano,
dolores que entretejen
la firmeza,
acciones solidarias,
libro
oculto
de bolsillo
en bolsillo,
lámpara
clandestina,
estrella roja.



Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
Cuál fue nuestra victoria?
Un libro,
un libro lleno
de contactos humanos,
de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres
y herramientas,
un libro
es la victoria.
Vive y cae
como todos los frutos,
no sólo tiene luz,
no sólo tiene
sombra,
se apaga,
se deshoja,
se pierde
entre las calles,
se desploma en la tierra.
Libro de poesía
de mañana,
otra vez
vuelve
a tener nieve o musgo
en tus páginas
para que las pisadas
o los ojos
vayan grabando
huellas:
de nuevo
descríbenos el mundo
los manantiales
entre la espesura,
las altas arboledas,
los planetas
polares,
y el hombre
en los caminos,
en los nuevos caminos,
avanzando
en la selva,
en el agua,
en el cielo,
en la desnuda soledad marina,
el hombre
descubriendo
los últimos secretos,
el hombre
regresando
con un libro,
el cazador de vuelta
con un libro,
el campesino arando
con un libro.


                 Pablo Neruda. Odas elementales.

¡Enhorabuena, Javier, y que la aventura sea larga y próspera!

miércoles, 14 de septiembre de 2011

ENTREVISTA CON KARMELO IRIBARREN

Empecemos por el principio: ¿qué es lo que te llevó a escribir poesía, qué es lo que te condujo a escoger este medio para expresarte?


Karmelo Iribarren
Muy sencillo: me di cuenta de que podía hacerlo. Un día iba en el autobús mirando por la ventanilla y escribiendo un poema en la cabeza. Fue algo que sucedió así, sin premeditación. Me llevé un pequeño susto, hay que decirlo. Luego en casa lo pasé a un papel. Allí había algo... Para entonces –tendría unos quince o dieciséis años- había leído ya bastante poesía, novela, etc... Y seguí probando, y perfeccionando el método. Escribí sonetos, décimas... más de cien, tan malos como perfectos (en lo que a la ortodoxia se refiere), fijándome mucho en el ritmo, los acentos... Me empollé libros de crítica literaria...
Bien sea como lectores, bien como escritores, todos tenemos nuestros autores favoritos, fantasmas que nos acompañan durante muchos años. ¿Cuáles son los tuyos y en qué medida han influido en tu forma de escribir?

            Yo, como poeta, me formé leyendo poesía española, a partir de Bécquer y Espronceda sobre todo. He leído, claro, a los clásicos del siglo de oro, y a los griegos y latinos... pero no me han influido, han ampliado mi cultura literaria, por decirlo de alguna manera, pero eso es otra cosa. Quizás, con Antonio y Manuel Machado, sean poetas como Biedma y Ángel González los que más me han enseñado. Y el Dámaso Alonso de Poemillas de la ciudad, y luego el Rafael Morales de Canción sobre el asfalto, por ejemplo, un libro que leí muchísimo. Y Pío Baroja, y la novela negra americana, con Raymond Chandler a la cabeza... Y muchos más, claro. Pero las lecturas fundamentales son las que uno hace de los quince a los veinticinco o treinta años, esas son las más definitivas, si se puede hablar en estos términos, tan categóricamente.

            A veces se te ha encuadrado dentro del realismo sucio. ¿Estás de acuerdo con esta apreciación? En tu opinión, ¿se te puede alojar dentro de algún estilo literario, de alguna corriente? ¿Qué opinas de todo esto: movimientos, generaciones, estilos...?

            Realismo sucio, realismo limpio, minimalismo, ala feísta de la poesía de la experiencia, realismo elegíaco... A mí no saben dónde meterme, si pudiesen me harían desaparecer, pero ya no pueden... No hay que hacer demasiado caso a todo eso, no merece la pena.

¿Qué compartes -si es que compartes algo- con los poetas de tu edad?

            Con los herméticos, retóricos, “silenciosos” y surrealistas..., no comparto nada, es evidente; salvo, claro, como dices, la edad. Con los otros, los de línea clara, comparto precisamente eso, la claridad, tan mal vista, por cierto, por los anteriormente mencionados, quizás por lo compleja y arriesgada que resulta. Cuando no dices nada, no corres el riesgo de equivocarte.

            En tus poemas podemos apreciar un continuo esfuerzo por expresar con sencillez, por ser lo más directo posible, por quitar toda la carga retórica posible a ese artefacto llamado poema. ¿Es esta una apreciación correcta? Y si es así ¿cuánto hay de trabajo, de esfuerzo porque sea así y cuanto de naturalidad, de que te sale de esa manera?

            Sí, es como dices, funciono por eliminación. Soy pura elipsis en mi afán de transparencia. Iribarren el elíptico. Quito todo lo que puedo, hasta el punto de que creo que a veces me paso, y que en lo que desdeño se va también parte de la poesía que quizás había conseguido atrapar el poema en su primera versión. En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, bueno, los poemas vienen un poco como quieren y cuando quieren... Yo no tardo demasiado en escribirlos, es normal, los míos son cortos, casi epigramáticos... y además para cuando lo paso al papel o al ordenado el poema está prácticamente resuelto. Aunque mi cabeza no es la que era, todo hay que decirlo. He perdido agilidad... Y abundando en el asunto: si el poema me interesa mucho y no consigo verlo, lo dejo en un cajón y no vuelvo a él en meses... Tengo poemas con versos escritos a lo largo de varios años, pero son la excepción. El “arte” está, supongo, en que no se note. El arte o, más sencillamente, el oficio.

            Muchos de tus poemas están construidos a partir de una pequeña historia, recogen un microrrelato en su interior. ¿Te has planteado alguna vez pasarte a la narración o alternar ambas formas, poesía y cuento o novela?

            Hubo un tiempo en que barajé la idea, pero al final no lo hice, no me lancé. Supongo que porque no sentí la necesidad imperiosa de hacerlo.  Seguramente me ahorré sufrimientos y sudores vanos con esa decisión, quiero pensar así. Últimamente me ronda la idea de empezar con mis memorias. La espanto, claro, como si de un moscardón se tratase, y sigo viviendo. Pero... vuelve.

            Cada poeta tiene su propia manera de construir un poema, su forma particular de abordar la escritura, ¿cuál es la tuya?, ¿qué pasos das?, ¿cómo operas desde que comienzas hasta que lo das por terminado?

            Como he dicho antes, la poesía viene cuando y como quiere, al menos en mi caso. Cuando aparece suele hacerlo como una frase que en realidad, y pese a su tono coloquial, es ya un verso, o dos, y que marca el ritmo y a veces hasta la extensión del poema. Suele ser producto, este “hallazgo o revelación”,  de algo que he leído, visto u oído en algún sitio, algo con lo que el subconsciente ha hecho luego su trabajo, claro. Pero a veces lo que me llega es el final del poema, o puede pasar que tenga el principio y casi vislumbre el final pero del resto no sepa todavía nada... Son situaciones, en cualquier caso, que conozco y que sé cómo abordar... Rara vez abandono un poema, pero a veces sucede, que no puedo con él, seguramente porque cogí un camino equivocado tres versos más arriba, por ejemplo... En estos casos, como he dicho, los dejo en un cajón, en el purgatorio, y vuelvo a ellos tiempo después. Hay poetas más metódicos, o con otro método, poetas que escriben todos los días, hoy tres versos, mañana diez, como quien pone ladrillos. Siempre me ha resultado extraño –y hasta un poco sospechoso- este espécimen de poeta.

             Aprecio en tu obra, corrígeme si me equivoco, un punto de tristeza y una cierta inclinación a la nostalgia; por otra parte, como la de la mayoría de los escritores.

          Nos hacemos mayores, nos va quedando menos, el verano es cosa de jóvenes, no se puede fumar, la sal te hace daño y no me van a dar nunca el nacional de poesía... La ironía no puede con todo, y aparece esa tristeza, esa melancolía, que son de alguna forma una especie de refugio contra las inclemencias de la felicidad que a raudales discurre por las calles y de la que uno ya no puede formar parte. Literariamente, además, la tristeza da mucho juego, aunque en mi caso nunca es impostada. Hay que ponerse triste de vez en cuando Iribarren, me dijo una vez un crítico, allá por los noventa. Y me empecé a reír, claro. Lo cierto es que demostró con esa frase que no me había leído demasiado. Toda mi poesía está recubierta de una pátina de tristeza que se acentúa, es cierto, en los últimos libros, libros casi elegíacos. Pero es normal: nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, auque a veces nos guste una canción...

            ¿Cuáles son los ingredientes vitales que te empujan a esta visión del mundo, de la sociedad, del tiempo en que te mueves?

            No hay más que mirar un poco por ahí para darse cuenta de que estamos rodeados de estupidez, demagogia, basura en tapa dura... Y no digas nada que se salga del guión, porque te estigmatizan. De momento han ganado los sectarios, los de conmigo o contra mí, los nuevos mesías sin dios, pero la historia es cíclica, no hay mal que cien años dure. Y conmigo que no cuenten, que se vayan al cuerno, todos, con sus prebendas y sus servidumbres... Yo, a lo mío.

Dentro de poco publicarás un nuevo libro de poemas. ¿Puedes adelantarnos algo de su contenido?

            Sí, saldrá en cosa de un mes, en la editorial Huacanamo. Se titula Otra ciudad, otra vida, un título que no puede ser más que una metáfora a esta edad. Habla de hastío, de lo que supone vivir en la penumbra, de no sentirte de donde eres, y habla también de lo poco que importan las cosas que dicen que tienen que importarnos... Es un libro elegíaco, muy triste a veces, con toques de ironía, desolador casi siempre, pero con algún poema de amor. Son poemas breves casi todos, y quisiera pensar que intensos... Hablan de mí, es decir, de ti y de aquél que pasa por allí enfrente...

            ¿Qué te gustaría que se recordase de tu obra, qué te gustaría que pasase a formar parte de la Literatura?

            Si te soy sincero, me da un poco lo mismo. La meta es el olvido. Pero me gusta cuando alguien me lee y dice “esto suena a verdad”. En esos casos pienso que algo he conseguido. Algo, como dijo Chandler, por lo que se despellejan los intelectuales...


Podéis encontrar la mayor parte de sus libros aquí.

Otras referencias sobre su obra podéis descubrirlas en este enlace.

jueves, 14 de enero de 2021

WANG WEI, un poema, tres idiomas

Gaztelupeko hotsak

Hace tiempo me regalaron esta singular y bellísima edición de poesía clásica china. Es un libro que tiene cubiertas artesanales en metal grabado y envejecido artificialmente. El diseño del libro corresponde al ya fallecido pintor J. L. Zumeta y al fotógrafo J. Urretabizkaia. Dentro, como era de esperar y podéis ver por las páginas escaneadas, hay más sorpresas. Las páginas pares (las de la izquierda) contienen los poemas de Li Bai, Wang Wei y Du Fu impresos en tinta roja y en ideogramas chinos, que para un occidental son un regalo para la vista. Las impares, las traducciones al euskara realizadas por Rafa Egiguren. E intercaladas entre originales y traducciones hay siete láminas del pintor que ambientan visualmente lo que las palabras dicen. Pero todavía hay más, mucho más, porque el libro no es un propiamente un libro, o no es solamente un libro, sino un disco. Lo encontramos en el sobre adjunto de la cubierta final. Podríamos entender que todo el aparato no es otra cosa que un bellísimo y plural objeto para contener el CD de Joserra Senperena. Una auténtica delicia.




 Y ahora el poema en su idioma original:



1. En euskara:

BANBUEN ARTEAN

Oihanean denon isilean

banbuetan eseri naiz trankil

zitara jo bitarte, txistuka

ilargiak nau distiraz jantzi.

                          Traducción: Rafa Egiguren.


2. En castellano: 

EN EL BOSQUE DE BAMBÚES

Sentado solo entre silenciosos bambúes,

taño mi laúd y silbo unas canciones.

Nadie sabe que estoy en el espeso follaje.

Sólo la brillante luna acude a acompañarme.

                          Traducción: Guojian Chen.


3. En inglés: 

BAMBOO HOUSE

Sitting alone in a bamboo grove

Plucking a zither, repeating this song:

Deep in the forest, in a spot unknown

Waiting for a bright moon to come.

                          Traducción: Srijana (en inglés podéis encontrar decenas de traducciones).

Esta es la delicada pieza musical que J. Senperena compuso para acompañar el poema (podéis leer el poema en voz alta mientras suena de fondo la creación del músico):

Ignoro totalmente lo que Wang Wei dijo en su idioma. Los traductores me ofrecen la idea general, aunque en la forma de expresarlo distan mucho unas traducciones de otras. Cojo el último verso: 

1. La luna me viste de brillo/de reflejos 

2. Sólo la brillante luna acude a acompañarme

3. Esperando que llegue una luna brillante

Seis líneas más tarde, continúo sin saber nada de chino, pero si la idea es la misma en todos los textos, es decir, la de alguien que ha ido a disfrutar de la naturaleza en soledad a un bosque de bambúes, la primera, ya que estamos hablando de poesía, ofrece un tono poético y una belleza formal que las otras dos ignoran. Me quedo con la primera.

***

El disco-libro es inencontrable en estos momentos. Es necesario recurrir a una biblioteca. Este es el exiguo listado de bibliotecas municipales del País Vasco donde está disponible, pero no en todas se presta:

lunes, 17 de octubre de 2011

CÓMO SE HACE UN POEMA

Que nadie se llame a engaño, con este libro nadie va a aprender cómo se hace un poema si previamente no se ha hecho antes. O sí, no lo sé. Pero el libro va y no va de eso. Con este libro ocurre como con todos esos que llevan por título Cómo se hace... una novela, un guión de cine, un cuento, o lo que sea.

Lo que sí vamos a encontrar es el testimonio de 52 poetas (desde los nacidos a comienzos del siglo XX hasta los nacidos en la década de los 70), todos ellos de reconocido prestigio, que nos cuentan cómo hacen ellos su poema, qué cosas tienen o no tienen en cuenta, qué elementos utilizan y cuáles desechan, cómo trabajan desde la primera idea o el primer verso lo que luego será el texto definitivo. Y cada uno de ellos lo hace utilizando un ejemplo real, es decir, un poema ya publicado.

Eso sí, cada uno cuenta lo que quiere. Quiero decir que cada uno de ellos pone en el papel aquello que quiere poner y deja de escribir aquello de lo que no le apetece hablar, con lo que algunos (y es muy legítimo) escamotean gran parte de lo que realmente conforma el trabajo interno de la construcción del poema, mientras otros dejan muy claro toda esa arquitectura, y el trabajo que realizan hasta que la erigen.

En cualquier caso, es un libro más que interesante, no para aprender a escribir un poema, sino para conocer aquello a lo que los poetas que pasan por aquí, le dan importancia y en qué basan su poética, con lo que se nos ofrece una hermosa puerta de entrada a su obra.

El libro, que se publicó en 2002, está ya agotado, pero siempre se puede encontrar en una biblioteca o dando vueltas por las librerías de viejo. Iberlibro, por ejemplo, lo tiene. Merece la pena.

miércoles, 29 de mayo de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Vladimir Mayakovski)


#unlibrounpoema


Cuenta en el estudio previo Jesús García Gabaldón (editor y traductor) que el título de la primera de las obras que traduce tuvo su origen en una anécdota que le ocurrió al poeta en un viaje en tren. Una joven sentada frente a él se mostró inquieta y temerosa por la presencia de Maiakovski. Tal vez pensaba que podría sobrepasarse a la entrada de un túnel o cualquier otro momento de oscuridad. El caso es que el poeta intentó tranquilizarla con estas palabras:No se preocupe, señorita, soy una nube en pantalones. No sabemos si la joven se tranquilizó o no, lo cierto es que el monodrama/soliloquio/poema dramático que hoy conocemos como Nube en pantalones lo leyó una noche de julio de 1915 en casa de Lili y Ósip Brik, a quienes conoció aquella misma noche. La pareja quedó encantada. Desde entonces los tres pasarían a tener una gran amistad. Ella, de hecho, fue su amante durante un tiempo y a ella están dedicados los dos títulos recogidos en esta edición. De cada uno de ellos recojo el poema inicial, es decir, los que llevan por título "Prólogo". El primero está escrito todo él en mayúsculas.

Prólogo a Nube en pantalones:


A VUESTRA MENTE QUE SUEÑA EN UN CEREBRO MOLIDO

COMO UN OBESO LACAYO EN UN MUGRIENTO SOFÁ

IRRITARÉ CON LOS DESPOJOS DE UN CORAZÓN SANGRIENTO

BURLÁNDOME HASTA LA SACIEDAD DESCARADO Y MORDAZ.



MI ALMA NO TIENE CANAS

NI TERNURA SENIL

HAGO RETUMBAR EL MUNDO CON LA POTENCIA DE MI VOZ

Y AVANZO BELLO CON VEINTIDÓS AÑOS.


¡TIERNOS! VOSOTROS ACOSTÁIS EL AMOR SOBRE VIOLINES

SOBRE TIMBALES ACUESTA EL AMOR EL VULGO

NO PODÉIS DESPELLEJAROS COMO YO

Y SER TODO LABIOS.


VENID A INSTRUIROS DESDE EL SALÓN VESTIDA DE BATISTA

LA CELOSA FUNCIONARIA DE LA LIGA ANGÉLICA

Y LA QUE TRANQUILAMENTE HOJEA LOS LABIOS

COMO LA COCINERA LAS PÁGINAS DE UN LIBRO DE COCINA.


SI QUIEREN ME PONDRÉ FRENÉTICO DE CARNE

VARIANDO DE TONO COMO EL CIELO

SI QUIEREN SERÉ IMPECABLEMENTE TIERNO

NO HOMBRE SINO NUBE EN PANTALONES.


NO CREO QUE EXISTA UNA NIZA FLORIDA

DE NUEVO ALABO

A LOS HOMBRES ABANDONADOS COMO UN HOSPITAL

Y A LAS MUJERES GASTADAS COMO UN REFRÁN.


Prólogo a Flauta vertebral: 


Por todas vosotras

que me gustasteis o me gustáis

guardadas como iconos en la cueva del alma

como copa de vino en un brindis

alzaré mi cráneo lleno de versos



Cada vez pienso más

si sería mejor poner

un punto de bala a mi final

Hoy yo

por si acaso,

doy un concierto de despedida



¡Memoria!

Reúne en la sala del cerebro

a las infinitas filas de mis amores

De ojo en ojo derrama la risa

Viste la noche de pasadas nupcias



De un cuerpo a otro derramad la alegría

Que nadie olvide esta noche

Hoy tocaré la flauta

de mi propia columna vertebral.



***


jueves, 5 de febrero de 2015

ELI TOLARETXIPI

Quien pasa por aquí sabe que este espacio nació como una herramienta de apoyo a las tertulias que mensualmente llevamos a cabo en la biblioteca. Con esa intención, siempre que puedo, me pongo en contacto con los poetas para recabar de ellos permisos, colaboración y/o información. En el mes de mayo disfrutaremos de la obra de la poeta donostiarra. Con ese motivo le hice llegar un cuestionario. Pero ella hizo algo más que contestar a las preguntas. Unió todas las respuestas y construyó un texto que puede funcionar muy bien como carta de presentación a su mundo creativo.


Gracias, Eli, por tu amabilidad y tu trabajo.


Me atrae de la poesía el hecho de que dice las cosas al sesgo, de modo comprimido; que exprime la realidad y que a la vez se imprime en ella; que habla desde otro lado y abre puertas hacia otros lados. No es la creación de otros mundos fantásticos, etc., sino que parte de este mismo mundo que todos compartimos, y lo transforma.

Empecé a escribir poesía en el colegio. Estudié en el Liceo Santo Tomás de San Sebastián. Teníamos que leer la literatura contemporánea vasca, la española que estaba en el programa de EGB y Bachillerato en los años setenta; también literatura europea. Era fantástico. Y tuve dos profesores buenísimos, Ander Otermin y Amaia Berasategi. A mí, en principio, me atrajeron JA Artze y el Lorca de Poeta en Nueva York, tal vez porque siempre te atrae lo raro, lo incómodo, lo que no entiendes muy bien, lo que se sale de los cauces, lo osado, lo que te dice algo nuevo. Y eso, de un cierto modo, me llevó a la traducción. El primer libro que compré en inglés, a los dieciséis años, fue un volumen de bolsillo con las obras completas de EA Poe y empecé a traducirlo para entenderlo. De esa experiencia salió Edgar, lo último que he publicado. La traducción de poesía la he vivido como si interpretara una música que no es mía. Como un músico que se sienta al piano y lee la partitura y la toca; con esa distancia; pero, inevitablemente, esas piezas te impregnan. Traducir a Sylvia Plath me llenaba de tristeza; mientras traducía poemas de Tess Gallagher notaba que lo que yo escribía era mucho más narrativo. Me pasó durante Los Lazos y El Especulador. Cuando traduje el “Iceberg Imaginario” de Elizabeth Bishop, al terminar, noté que me estaba quedando helada y era agosto. Se produce una especie de posesión cuando traduces a alguien que te gusta; no es fácil de explicar; suele ser de una intuición inconsciente. También la traducción puede ser un ejercicio en épocas en las que no puedes elaborar nada original.


Proceso de creación
Tengo la costumbre de pensar los poemas como elementos para formar un libro. A veces se impone el concepto antes que los poemas. Otras veces son los poemas los que van saliendo y necesitan una “caja”, que es el libro; a veces es un título lo que los contiene. Otras veces vienen en series que tengo que numerar para no perderme. Así surgió el libro Los Lazos del número; tuve que construir la estructura a partir del número tres como una forma de contener los poemas, un andamio para que no se cayeran. Los materiales de construcción de los poemas son la vida, las lecturas, los sueños. Hay una gran imaginería onírica, que no considero irracional, sino que trata de buscar su lógica dentro del poema, dentro de mi vida, y casi nada de lo que aparece en los poemas es arbitrario. En los objetos, en lo matérico, están el tiempo, el espacio y la luz. La poesía es también un método de percepción y de buscar el lenguaje para articular todo eso. Y podría decir que sí, que la poesía es un modo de conocimiento; un lugar desde donde poder entender la vida. En mis poemas a veces aparecen sujetos que ya no están, pero con los que pasa algo; errores, ajustes entre el presente y el pasado. En el poema se da un tiempo simultáneo, que es presente mientras el poema se va haciendo y se proyecta hacia el futuro cuando está en manos del lector. A propósito del lector, casi nunca pienso en un lector ideal mientras escribo; tengo en cuenta a poetas o escritores que me han inspirado y los cito; quiero creer que estoy aportando algo a quien me lee, sea quien sea, algo que, de alguna manera, da pistas o incomoda o hiere o, alguna vez, conforta, y desearía que siempre me leyeran sin prejuicios. Quisiera creer que el lector es ágil y flexible, y que puede llegar a sus propias conclusiones.

En algunos poemas he hecho referencia al estado de ánimo. Hay poemas en los que no pasa sino eso; tal vez sea melancolía, que es un tema que siempre me ha interesado mucho. Es un humor como acuoso que ciertos días moja todo lo que ves. También la violencia. El ser humano tiene un lado oscuro y oculto, inconfesable, pero en los poemas no sale todo eso. En efecto, los poemas son piezas elaboradas, deliberadamente abiertas, aunque parezcan cerradas, y en algunos poemas sólo se da eso, una impresión. Mi trabajo es mi manera de ofrecerle algo al mundo, y el lector es libre de hacerse la imagen que quiera del poeta.

Lecturas
Las poetas en habla inglesa, desde Emily Dickinson. Adrienne Rich fue un gran descubrimiento y ella me llevó a otras poetas como Elizabeth Bishop, Denise Levertov, Margaret Atwood o Tess Gallagher o Theodore Roethke. Pero también me gustan la narrativa corta y los escritores más marginales como Antonio di Benedetto, Elvira Orphée, Hebe Uhart o Silvina Ocampo.

Asistí este otoño en Madrid, en Función Lenguaje (Centro de Literatura Aplicada) a un seminario organizado por los poetas Olvido García Valdés, Miguel Casado, Pedro Provencio y Antonio Ortega. Nos juntamos varias personas. Había algunos poetas muy jóvenes. Analizamos a Antonio Gamoneda, Lorenzo García Vega, José-Miguel Ullán y Eduardo Milán. Estoy leyendo y releyendo sus trabajos. Por otro lado, también estoy leyendo a Anne Carson, a la poeta danesa Inger Christensen y lo último de Menchu Gutiérrez y de Sonia Scarabelli, una poeta argentina. 

Por último, un hermoso audio de Sorkunde Idigoras con el poema Subconsciente


miércoles, 25 de septiembre de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Ángel Antonio Herrera)

Editorial
#unlibrounpoema

Los espejos nocturnos, tal y como dice el subtítulo, recoge los poemarios que Ángel Antonio Herrera ha publicado hasta ahora:
 
El demonio de la analogía (1987).
En los palacios de la culpa (1993).
Te debo el olvido (1998).
Donde las diablas bailan boleros (2004).
Los motivos del salvaje (2012).
El piano del pirómano (2014).

Pero además de recoger su poesía, el libro contiene un valor añadido gracias al trabajo de ilustración (glosa visual sobre los poemas) que ha realizado José Manuel Ciria.



RÚBRICA

Dónde el agosto de la fortuna, nunca elegido.
El afán de haberme querido suicida, dónde,
la suerte de no haber abierto aquel lunes un primer libro.
Quedará dónde el sur de la sospecha que no escuchamos.
Dónde el verano de haber querido a otra muchacha,
y en su cielo la ilusión con promiscuos colores
distintos a los de esta tarde,
en cuyo balcón de nuevo barajo la suerte
de ser o no ser qué sendero.
Dónde, incluso, el hondo hueso de las horas
que no se quemaron cautivas del amor,
o de su terca herencia.
Dónde el agrado de haberse perdido
con sístole de otras nostalgias,
que es como decir dónde, o cuándo,
las vidas que sí arruiné decidiendo mi vida.
Dónde el vino vencido de haber brindado
bajo la luna de un riesgo que nunca dio conmigo.


De Los motivos del salvaje (2006-2010).



XXV

Contra el paradero del verdugo, tengo un verano de antídoto.

Ahora mismo estoy cruzando en bicicleta las ocho de la tarde del segundo viernes de agosto de mi adolescencia.
Me creo el dueño de un cielo donde cantan todas las cosechas del color azul. Mi vida es ancha como una promesa, mi corazón suspira como un revólver.

Sé y no sé que respiro eternidad acaso en el último engaño de la alegría.

Contra las prédicas de la rutina, está la bengala del descuido y la lógica de la selva.

Yo quería lograr un poema igual que bucea un príncipe, igual que desoye la trayectoria el águila.
Todavía voy a la espera de saber cuánto le dura al amante una canción de desdicha, cuánto de primer astro aún gobierna en la lejanía de la noche donde no tiene timón sino la desdicha.

Contra el corazón de deriva, está el camposanto seguro y la muchacha mágica.

Casi todo poema es la ponencia de un sonámbulo, la misa de una lejanía que nos alborota un mar por dentro.
Si no fuera porque ahora mismo sigo cruzando en bicicleta las ocho de la tarde del segundo viernes de mi adolescencia, tú y yo estaríamos besándonos en medio de estos versos.

Entonces, yo quería desempeñarme en el robo de desafíos. Entonces, y hoy, yo quería indagar en la secreta geometría del susto, hospedarme para siempre en la hemeroteca de lo que ama la primavera, y es así miniatura del futuro de la fortuna de la propia primavera.

Contra el ahogo de tanto calendario, queda la autoría de la imaginación y el taller de la lluvia.


De El piano del pirómano (2012-2014).


Esta es la presentación que realizaron en el Ateneo de Madrid (alternan la conversación con el autor con mucha lectura de poesía, lo que siempre es de agradecer):


***


miércoles, 28 de febrero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Joaquín Pasos)

Editorial
#unlibrounpoema

Coincido con Óscar Hahn en que este "Canto de guerra de las cosas" es digno de encabezar una posible selección de los más sobresalientes poemas de Joaquín Pasos (1914-1947). 
 


Fratres: Existimoenim quod non sunt codignae passiones hujus temporis ad futuram gloriam, quae revelabitur in nobis. Nam exspectatio creaturae revelationem filiorum Dei exspectat. Vanitati enim creatura subjecta est non volens, sed propter eum, qui subjecit eam in spe: quia et ipsa creatura liberatibur a servitute corruptionis in libertaten gloriae filiorum Dei... Scimus enim quod omnis creaturae ingemiscit, et parturit asque adbuc.
                          PAULUS AD ROM. 8,18-23



CANTO DE GUERRA DE LAS COSAS


Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.
Vuestros hijos amarán al viejo cobre,
al hierro fiel.
Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras familias,
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su carácter dulce;
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre;
con el bronce considerándolo como hermano del oro,
porque el oro no fue a la guerra por vosotros,
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel del niño mimado,
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido acero…
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó algún oro.

El agua es la única eternidad de la sangre.
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre.
Su violento anhelo de viento y cielo,
hecho sangre.
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo,
mañana estará seca la sangre.
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina
podrán llenar el hueco del corazón vacío.
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro palpitante,
la constancia viva de un grifo,
el grueso líquido.
El río se encargará de los riñones destrozados
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano que regrese el agua a los cuerpos de los hombres.

Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo al que no puede herir otro cuchillo.

Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte,
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la carne.
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,
si los campos no están sembrados de bayonetas,
si no han reventado a su tiempo las granadas…
Decid si hay algún pozo, un hueco, un escondrijo
que no sea un fecundo nido de bombas robustas;
decid si este diluvio de fuego líquido
no es más hermoso y más terrible que el de Noé,
sin que haya un arca de acero que resista
¡ni un avión que regrese con la rama de olivo!

Vosotros, dominadores del cristal, he ahí vuestros vidrios fundidos.
Vuestras casas de porcelana, vuestros trenes de mica,
vuestras lágrimas envueltas en celofán, vuestros corazones de bakelita,
vuestros risibles y hediondos pies de hule,
todo se funde y corre al llamado de guerra de las cosas,
como se funde y se escapa con rencor el acero que ha sostenido una estatua.
Los marineros están un poco excitados. Algo les turba su viaje.
Se asoman a la borda y escudriñan el agua,
se asoman a la torre y escudriñan el aire.
Pero no hay nada.
No hay peces, ni olas, ni estrellas, ni pájaros.
Señor Capitán, ¿a dónde vamos?
Lo sabremos más tarde.
Cuando hayamos llegado.
Los marineros quieren lanzar el ancla,
los marineros quieren saber qué pasa.
Pero no es nada. Están un poco excitados.
El agua del mar tiene un sabor más amargo,
el viento del mar es demasiado pesado.
Y no camina el barco. Se quedó quieto en medio del viaje.
Los marineros se preguntan ¿qué pasa? con las manos,
han perdido el habla.
No pasa nada. Están un poco excitados.
Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el ancla.

No había que buscarla en las cartas del naipe ni en los juegos de la cábala.
En todas las cartas estaba, hasta en las de amor y en las de navegar.
Todos los signos llevaban su signo.
Izaba su bandera sin color, fantasma de bandera para ser pintada con colores de sangre de fantasma,
bandera que cuando flotaba al viento parecía que flotaba el viento.
Iba y venía, iba en el venir, venía en el yendo, como que si fuera viniendo.
Subía, y luego bajaba hasta en medio de la multitud y besaba a cada hombre.
Acariciaba cada cosa con sus dedos suaves de sobadora de marfil.
Cuando pasaba un tranvía, ella pasaba en el tranvía;
cuando pasaba una locomotora, ella iba sentada en la trompa.
Pasaba ante el vidrio de todas las vitrinas,
sobre el río de todos los puentes,
por el cielo de todas las ventanas.
Era la misma vida que flota ciega en las calles como una niebla borracha.
Estaba de pie junto a todas las paredes como un ejército de mendigos,
era un diluvio en el aire.
Era tenaz, y también dulce, como el tiempo.


Con la opaca voz de un destrozado amor sin remedio,
con el hueco de un corazón fugitivo,
con la sombra del cuerpo,
con la sombra del alma, apenas sombra de vidrio,
con el espacio vacío de una mano sin dueño,
con los labios heridos,
con los párpados sin sueño,
con el pedazo de pecho donde está sembrado el musgo del resentimiento
y el narciso,
con el hombro izquierdo,
con el hombro que carga las flores y el vino,
con las uñas que aún están adentro
y no han salido,
con el porvenir sin premio, con el pasado sin castigo,
con el aliento,
con el silbido,
con el último bocado de tiempo, con el último sorbo de líquido,
con el último verso del último libro.
Y con lo que será ajeno. Y con lo que fue mío.


Somos la orquídea del acero,
florecimos en la trinchera como el moho sobre el filo de la espada,
somos una vegetación de sangre,
somos flores de carne que chorrean sangre,
somos la muerte recién podada
que florecerá muertes y más muertes hasta hacer un inmenso jardín de muertes.

Como la enredadera púrpura de filosa raíz
que corta el corazón y se siembra en la fangosa sangre
y sube y baja según su peligrosa marea.
Así hemos inundado el pecho de los vivos,
somos la selva que avanza.

Somos la tierra presente. Vegetal y podrida.
Pantano corrompido que burbujea mariposas y arcoíris.
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos,
nuestro dolor brillante en carne viva,
oh santa y hedionda tierra nuestra,
humus humanos.

Desde mi gris sube mi ávida mirada,
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido,
desde el fondo de un vértigo lamoso
sin negro y sin color completamente ciego.
Asciendo como topo hacia un aire
que huele mi vista,
el ojo de mi olfato, y el murciélago
todo hecho de sonido.
Aquí la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo
puede imaginar si vamos o venimos,
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso,
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos
y en esta cruel mudez que quiere cantar.

Como un súbito amanecer que la sangre dibuja
irrumpe el violento deseo de sufrir,
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne
y el rabioso corazón ladrando en la puerta.
Y en la puerta un cubo que se palpa
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo,
hasta más hondo aún, hasta el agua,
y en el agua una palabra samaritana
hasta más hondo aún, hasta el beso.
Del mar opaco que me empuja
llevo en mi sangre el hueco de su ola,
el hueco de su huida,
un precipicio de sal aposentada.
Si algo traigo para decir, dispensadme,
en el bello camino lo he olvidado.
Por un descuido me comí la espuma,
perdonadme, que vengo enamorado.

Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces.
Pájaros muertos, árboles sin riego.
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo.
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno,
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno.
Tú, que viste en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza,
tú, la invitada al viento en fiesta,
tú, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas, sobre la verja
tú que miraste a un caballo del tiovivo
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen los niños de la escuela,
asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta.

Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera sonámbula sin sentido.
La naturaleza tiene ausente a su marido.
No tienen ni fuerzas suficiente para morir las semillas del cultivo
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de la boca del hombre herido.
Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido,
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles inscritos.
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño
o el ruido de un bravo asesino con su cuchillo.
¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido!
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido!
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo!

Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado en seco.
No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos,
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de huérfanos.
Es el dolor entero.
No pueden haber lágrimas ni duelo,
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de este dolor, ¡soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno.
Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡puedes pasar, en el aire, a través de ella, tus dedos!
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.


Serrat puso música al epitafio que Ernesto Cardenal le dedicó y lo cantó así:

***


miércoles, 3 de enero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (J. Cortázar)

Editorial
 #unlibrounpoema



MASACCIO

                                                  Así la luz lo sigue mansa,
                                                  y él que halló su raíz y le dio el agua
                                                 urde con sus semillas el verano.

                                     
                                 I


Un oscuro secreto amor, una antigua noticia
por nadie confirmada, que sola continúa y pesa;
el vino hace su tiempo, la distancia se puebla
de construcciones memorables.


Por las calles va Masaccio con un trébol en la boca,
la vida gira, es esa manzana que le ofrece una mujer,
los niños y los carros resonantes. Es el sol sobre Firenze
pisando tejas y pretiles.


Edificio mental, ¿cómo crecer para alzarte a tu término?
Las cosas están ahí, pero lo que se quiere no está nunca,
es la palabra que falta, el perro que huye con la cadena,
y esa campana próxima no es la campana de tu iglesia.


Bosque de sombra, la luz te circundaba con su engaño
dulce, un fácil puente sobre el tiempo
Torvamente la echabas a la calle para volverte a las capillas
solo con tu certeza. Alguna vez
le abrirías las puertas verdaderas, y un incendio
de oro y plumajes correría sobre los ojos. Pero aún no era hora.


Así va, lleno de jugos ácidos, mirando en torno
la realidad que inesperada salta en los portales
y se llama gozne, paño, hierba, espera.
Está seguro en su inseguridad, desnudo
de silencio. Lo que sabe es poco pero pesa
como los higos secos en el bolso del pobre.

Sabe signos lejanos, olvidados mensajes que esperan

en paredes ya no favorecidas; su fe es una linterna
alzándose en las bóvedas para mostrar, humosa,
estigmas, una túnica, un abrazo maldito.


Vuelve y contempla y odia su amor que de rodillas bebe
en esa fuente abandonada. Otros
pasan sonriendo sus visiones
y alas celestes danzan un apoyo para la clara mano.
Masaccio está solo, en las capillas solas,
eligiendo las tramas del revés en el lodazal de un cielo de mendigo,
olvidado de saludar, con un pan
sobre el andamio, con un cuenco de agua,
y todo por hacer contra tanto sueño.


En lo adentro del día, en esa lumbre
que hace estallar lo más oscuro de las cosas, busca;
no es bastante aclarar; que la blancura
sostenga entre las manos un martirio
y sólo entonces, inefable, sea.



                                  II


                                                     La escondida
                                                     figura que ronda entre las naves
                                                     y mueve el agua de las pilas.


Entre oraciones ajenas y pálidos sermones
eso empezó a desgajarse. Él soportaba
inmóvil, oyendo croar los grajos en los campaniles,
irse el sol arrastrando los últimos oficios. Solo,
con el incienso pegado a la ropa, un gusto a pan
y ceniza. Traían luces.
Cuando salía andaban ya las guardias.


Pintar sin cielo un cielo, sin azul el azul.
Color, astuta flauta! Por la sombra
ir a ellos, confirmándolos. La sombra
que antecede al color y lo anonada. En las naves,
de noche, veía hundirse el artificio,
confundidos los cuerpos v los gestos en una misma podre
de aire; su quieto corazón soñó
un orden nocturno donde el ángel
sobreviviera.


Pintó el pago del tributo con las seguridad del que golpea;
estaba bien esa violencia contenida
que estallaría en algún pecho, vaina
lanzando lejos la semilla.
Un frío de pasión lo desnudaba; así nació
la imagen del que aguarda el bautismo con un gesto aterido,
aspersión de infinito contra la rueda de los días
reteniéndolo aún del lado de la tierra.


Un tiempo predatorio levantaba pendones y cadalsos;
sobrevenían voces, el eco
de incendios sonoros, poemas y desentierros.
Los mármoles tornaban más puros de su sueño,
y manuscritos con razones
y órdenes del mundo. En los mercados
se escuchaba volver las fábulas dormidas; el aceite
y el ajo eran Ulises. Masaccio iba contento a las tabernas,
su boca aliaba el ardor del pescado y la cebolla
con un eco de aromas abaciales, mordía
en la manzana fresca el grito de la condenación,
a la sombra de un árbol de vino que fue sangre.


De ese desgarramiento hizo un encuentro,
y Cristo pudo ser de nuevo Orfeo, un ebrio
pastor de altura. Ahora entrañaba fuerza
elemental; por eso su morir requería violencia,
verde agonía, peso de la cabeza que se aplasta crujiendo
sobre un torso de cruel sobrevivencia.
Pintó sus hombros con la profundidad del mar y no del cielo,
necesitado de un obstáculo, de un viento en contra
que los probara y definiera y acabara.


Después le cupo a él la muerte,
y la aceptó como al pan o la paga,
distraído, mirando otra cosa
que tampoco veía. El alba estaba cerca,
la vuelta de la luz legítima. ¡Cuántos oros y azules esperando!
Frente a los cubos donde templaría esa alborada
Masaccio oyó decir su nombre.

Se fue, y ya amanecía

Piero della Francesca.

                             De Salvo el crepúsculo.

Tumba del poeta. Cementerio de Montparnasse.

***