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viernes, 30 de agosto de 2019

DÉCADAS, SIGLOS, MILENIOS

Con algunos cambios relativos al momento, vuelvo a reeditar este comentario que publiqué el dos de enero de 2010 porque veo que la persistencia en la confusión es aplastante. 

Veamos. Hoy mismo en el comentario publicitario de un espectáculo leo esto: Por si esto no fuera suficiente, estamos en la nochevieja de 1979, un cambio de década histórico a ambos lados del Atlántico (la negrita es mía). No, en la nochevieja de 1979 no cambiamos de década, cambiamos en la nochevieja de 1980. La década de los 80 comenzó el 1 de enero de 1981.

Pocas cosas hay más sencillas que contar, por ejemplo, hasta diez: 1, 2, 3... y 10. No necesitamos saber matemáticas, ni física, ni historia, ni poética, ni gramática para contar, por ejemplo, hasta diez. Eso sí, necesitamos diez objetos para poder contarlos: diez dedos (cinco en cada mano o en cada pie), diez esferas celestes o, quién sabe, tal vez, diez años.

Pero, mira por donde, esa convención que da en acordar que diez años son una década no funciona (lo mismo ocurre con los siglos y con los milenios). Las ganas de celebración, unidas a la influencia de los medios de comunicación de masas, hacen que la primera década sólo tenga 9 años; el primer siglo, 99; y el primer milenio, 999. 

¿Es tan complicado contar y recordar que si la primera década contiene los primeros diez años, la segunda, por tanto, los diez segundos años y así sucesivamente? ¿Es tan difícil tener en cuenta que si el primer siglo contiene los años que van del 1 al 100 —ambos incluidos—, el siglo XXI, por ejemplo, contiene los años que van desde el 2001 al 2100?

Lo curioso del caso es que este error parece que surge de la existencia de un año 0 al comenzar nuestra era actual. Pero ese año cero, como es natural, no se menciona, ni se recoge en ningún libro de historia, porque no puede existir un tiempo nada, un tiempo sin tiempo. Otra cosa es la pesadez de algunos que da en pensar que Jesucristo nació el año 0 y condenan así al primer siglo de la era después de Cristo (d. C.) a tener solamente 99 años. Otro absurdo.

El tiempo pasa y se cuenta en segundos, en horas, en años o en la unidad que escogamos para ello. Y si el tiempo lo agrupamos en décadas, en siglos o en milenios, el primer año de una década, de un siglo o de un milenio necesariamente tiene que terminar en 1, y el último en 0. Por lo tanto, la tercera década de nuestro siglo XXI comenzará el 1 de enero de 2021 y terminará el 31 de diciembre de 2030. 

Tan sencillo como saber contar.

martes, 14 de noviembre de 2017

PARA CADA TIEMPO HAY UN LIBRO... y cada libro guarda una historia

Para cada tiempo hay un libro es una declaración de amor al libro y un regalo tanto para el lector como para el amante de la fotografía, es un hermoso ejemplar producto de la colaboración entre Álvaro Alejandro, artista visual y escritor, y Alberto Manguel, uno de los más capacitados intelectuales para hablar de libros y de lectura en la actualidad. 90 páginas de pura poesía. Sesenta y una imágenes llenas de literatura y doce textos fascinantes. Ayer los leí mientras esperaba en la consulta de un médico. Esta mañana he vuelto a sumirme en ellos.

OCHO

El 25 de agosto de 1922, el ejército serbio deliberadamente bombardeó la Biblioteca Nacional de Sarajevo, destruyendo asé más de un millón de libros y más de 100.000preciosos manuscritos. entre los pocos tesoros que pudieron ser rescatados, hubo un célebre manuscrito hebreo iluminado, conocido como la Haggadah de Sarajevo, elaborado en españa hacia fines del siglo XIII o principios del XIV. Este libro había sobrevivido ya no a una, sino a varias catástrofes. La primera fue la expulsión de los judíos de España, exactamente cinco siglos antes del bombardeo de la biblioteca de Sarajevo. Algún lector piadoso, obligado a abandonar su querida España natal, se llevó consigo la Haggadah y, junto a otros judíos sefardíes, se refugió en cierta ciudad del imperio otomano donde, siglos más tarde, en 1914, sería asesinado el Archiduque Francisco Fernando. Un par de décadas después, durante la Segunda Guerra Mundial, la Haggadah fue salvada nuevamente, esta vez por un bibliotecario musulmán de Sarajevo, quien la escondió para protegerla de los verdugos nazis cuya misión era quemar todo libro judío. Unos siete años después del ataque serbio a Sarajevo, en la primavera de 1999, ocurrió la siguiente historia: entre los miles de musulmanes  (o "albaneses étnicos" como eran llamados) expulsados de Kosovo por los servios, había una mujer que llevaba consigo, por razones sentimentales , porque había pertenecido a su padre, un pedazo de papel en caracteres hebreos, lengua que ella no sabía leer. Arreada con sus compatriotas del otro lado de la frontera de Macedonia, la mujer decidió mostrar el papel a los miembros de la comunidad judía del pueblo donde habían acampado. Fue un momento mágico. El papel resultó ser un documento otorgado por el gobierno de Israel al bibliotecario que no solamente había salvado la Haggadah de Sarajevo, sino que también había dado refugio en su casa a judíos yugoslavos durante las atrocidades nazis. La hija del hombre que había sido un héroe durante la Segunda Guerra Mundial era ahora la víctima de un nuevo acto de barbarie. Cuando se conoció su identidad, fue rescatada del campo de refugiados y transportada con su familia a Israel, donde fue recibida por un hombre que la abrazó con lágrima en los ojos. Era el hijo, ya adulto, de uno de los judíos cuya vida había salvado el bibliotecario musulmán. "Mi padre hizo lo que hizo de todo corazón, no para recibir algo a cambio —dijo la mujer—. Ahora, cincuenta años después, de alguna manera ese algo nos es devuelto. Es como un círculo". Es a ese círculo que pertenecemos, desde siempre y para siempre, libros y lectores.


Fuente: Álvaro Alejandro

sábado, 15 de enero de 2022

CAROLINA CORONADO

15 de enero de 1911, Carolina Coronado muere en Lisboa. Es la segunda vez que muere y la última, porque la poeta ya había muerto en 1844. Famoso es el pasaje de catalepsia que la tuvo como muerta durante varios días. Incluso hubo publicación de necrológicas en los periódicos madrileños. Por suerte, se recuperó y quienes ya habían expresado sus condolencias y divulgado su desaparición, tuvieron que retractarse. 

Otra anécdota: era tía de Ramón Gómez de la Serna; bueno, más exactamente fue tía de la madre del escritor, Josefa Puig Coronado.

La poeta había llamado la atención de Espronceda con su brillante poesía, y este la apadrinará junto con otro consagrado de la época romántica, Hartzenbusch. Ambos reconocieron inmediatamente el talento literario de la extremeña.

Carolina Coronado y Gertrudis Gómez de Avellaneda serán las dos escritoras más interesantes del romanticismo español, salvando, claro está el nombre de Rosalía de Castro, figura destacada por encima de todas y ya metida en los quehaceres del posromanticismo.

Es evidente que la poesía es una lectura minoritaria y que la de Coronado es difícil de encontrar en una librería. Castalia publicó hace ya unas décadas este magnífico ejemplar con un estudio introductorio de la profesora Noël Valis, pero ya no se encuentra si no es en bibliotecas o librerías de viejo. Afortunadamente, Torremozas sacó una antología con su obra poética hace aproximadamente un año. Esa sí está disponible. Y si la urgencia por leerla os acucia y no tenéis cerca ni biblioteca ni librería, siempre está la amplia y bien nutrida página web poesias.es, donde encontraréis casi todos sus poemas.


LOS CANTOS DE SAFO

I

Como el aura suavísima resbala
de placer en placer fácil mi vida:
entre el amor y gloria dividida,
¿cuál es la dicha que a mi dicha iguala?

Al lado de Faón, su amor cantando;
con la luz de sus ojos fascinada;
dicha inmensa es de Safo bienhadada
perder sus horas en deliquio blando.

Dicha inmensa es de Safo venturosa
que su amante en el aire que respira
beba el acento de la tierna lira,
que tan sólo por él suena amorosa.

¡Cómo a mis ojos inefable llanto
gota por gota el corazón destila,
si un instante su faz dulce y tranquila
brilla gozosa al escuchar mi canto!...

¡Si de su boca en lisonjero arrullo
la voz desciende a celebrar mi lira,
y hálito vago que su labio expira
mis sienes cerca entre el falaz murmullo!

Siento, Faón, tu delicado aliento
bullir entorno de la frente mía,
y en deliciosos tonos de armonía
herirme el corazón tus voces siento.

El corazón sus golpes precipita
al eco de tu voz apasionada:
a un suspiro, a un acento, a una mirada
como el seno de tórtola se agita.

No temo entonces que por bella alguna
perjuro olvides tu feliz cantora,
ni atractiva beldad venga en mal hora
a destrozar mi plácida fortuna.

¿Y quién la flor de la ventura mía
osará marchitar con mano aleve?
¿Quién a usurpar tu corazón se atreve
y a reinar donde Safo reinó un día?

¡Ah! no soy bella: su preciosa mano
en mi rostro los Dioses no imprimieron;
más al alma benignos concedieron
de los genios el numen soberano.

Y cítara en mis manos peregrina
las hermanas de Febo colocaron,
y de entusiasmo el corazón llenaron
de amor ardiente e inspiración divina.

Goza de triunfos la beldad un día,
que el porvenir destruye rigoroso;
cuando el genio entre aplausos victorioso
de la inmortalidad al templo guía.

Lecho de tierra y silencioso olvido
sólo del mundo la hermosura alcanza:
el estrecho sepulcro a do se lanza,
los rayos borrará de haber nacido.

Cual sueño pasará, si el genio alzando
la poderosa voz no la eterniza,
su cantar que a los siglos se desliza
vida preciosa a sus cenizas dando.

Yo también cantaré: también mis voces,
tierna Faón, tu nombre repitiendo,
con tu amor y mi amor sobreviviendo,
al porvenir sin fin irán veloces.

Yo a esa Grecia opulenta, sabia y justa
arrancaré un aplauso duradero,
una corona como el grande Homero
a mis sienes tal vez ceñiré augusta.

Y mírala ¡oh Faón! y tu sonrisa
premie el esfuerzo de tu Safo amada,
más plácida a su ser que en la alborada
place a las flores la naciente brisa.

II

Musas divinas, dioses del talento,
¿Qué me vale ceñir vuestra aureola?
Bella rival con su belleza sola
alcanzó mi afrentoso vencimiento.

Lanzadla de ante mí, lanzadla, cielos;
que al verla, el odio que me inspira crece,
mi vista con su vista se oscurece,
y hierve el corazón de envidia y celos.

Lanzadla lejos de él; no más admiren
sus ojos a la bella enamorados:
ni los míos en tanto ensangrentados
por sorprenderlos incesantes giren.

Alma Venus, escucha tú mi ruego,
y protege el amor que has encendido;
en el pecho cruel del fementido
brote una chispa del extinto fuego.

Dame atractivos, dame esa ilusoria
forma y hechizos con tu luz tocados,
¡y quítenme los Dioses irritados
mi cítara, mis cantos y mi gloria!

III

De Venus al oráculo las preces
de los augures fieles demandaron,
y el fin de mis desdichas por tres veces
y el triunfo de mi amor adivinaron.

Mas ¡ay! mintieron. —Tú roca insensible
desoyes mi pasión. —¡¡Ni una esperanza!!
¿no temes, di, que tu perjurio horrible
provoque de los Dioses la venganza?

¡Qué! ¿No temes que Venus indignada
a mis clamores presurosa acuda?
¿No temes que su cólera sagrada
sobre tu frente criminal sacuda?

Amante Diosa que el amor preside,
tú la invocaste de tu fe testigo
mi injuriada pasión venganza pide,
su hollada majestad pide castigo.

IV

Tu juventud corría silenciosa,
entre la oscura turba confundido,
cuando uniendo a tu nombre su renombre
Safo su gloria dividió contigo.

La cantora de Grecia descendiendo
de su altura, hasta ti, quiso amorosa
cantar tu vida y alumbrar tu frente
con la radiante luz de su aureola.

Y a tu lado, Faón, si la voz mía
se elevaba a cantar nuestros delirios,
miel divina en mis labios derramaban
solícitas las hijas del Olimpo.—

¿Dónde la bella que fingiendo amores
tu conquistado corazón me arranca?...
Ayer mi seno de placer latía,
y hoy de despecho y de dolor se abrasa...


Y este es el poema suyo que más me gusta, donde se identifican la poeta y la luna. La naturaleza, como dice Rico en su comentario, no es ya el misterio que representaba para la concepción romántica de la misma, sino comprensión.

LA LUNA EN UNA AUSENCIA

Y tú, ¿quién eres de la noche errante
aparición que pasas silenciosa,
cruzando los espacios ondulante
tras los vapores de la nube acuosa?

Negra la tierra, triste el firmamento,
ciegos mis ojos sin tu luz estaban,
y suspirando entre el oscuro viento
tenebrosos espíritus vagaban.

Yo te aguardaba, y cuando vi tus rojos
perfiles asomar con lenta calma,
como tu rayo descendió a mis ojos,
tierna alegría descendió a mi alma.

¿Y a mis ruegos acudes perezosa
cuando amoroso el corazón te ansía...?
Ven a mí, suave luz, nocturna, hermosa
hija del cielo, ven: ¡por qué tardía!