domingo, 9 de junio de 2024

ELLIS ISLAND, MEREDITH MONK

 

Meredith Monk es una artista que se desenvuelve muy bien en variados y diferentes medios de expresión artísticos, para que os hagáis una idea en la Wiki, en el apartado ocupación, se le asignan todas estas actividades: cantante, compositora, coreógrafa, directora de teatro, actriz, dibujante, directora de cine, bailarina, artista escénica, cineasta, artista discográfica y guionista. Vamos, que toca muchas teclas, y nunca mejor dicho.

En 1981 codirigió con Bob Rosen un cortometraje sobre la isla de Ellis, la que fuera puerta de entrada a EEUU para millones de personas procedentes de todas las partes del mundo, especialmente de Europa, durante el siglo XIX. Además del documental, también compuso esta brevísima e intimista pieza para piano con el mismo título. 

Interpreta: Timo Andres.

Que la música y el día os sean favorables.

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sábado, 8 de junio de 2024

EVA LOOTZ EN KUBO KUTXA

Tú y yo I, 1997. Instalación.

Tú y yo II, 2000. Instalación.

No es más que un pequeño agujero en mi pecho, 2004. VÍdeo.

La habitación de Manila, 1993.

Eva Lootz nació en Viena (1940) y se vino a España cuando era joven y aquí está nacionalizada. Aquí ha recibido los premios Nacional de Artes Plásticas (1994), Arte y Mecenazgo (2013) y Tomás Francisco Prieto de Medallística (2009). Su trabajo, fuertemente conceptual, presenta siempre una reflexión sobre los materiales que utiliza al mismo tiempo que suponen una indagación en torno a nuestra relación con ellos. Es, en definitiva, una obra que nos invita a pensar, a mirar desde perspectivas distintas, a replantearnos la relación con el entorno ​y con nosotros mismos.

Para quienes vayan a ver por primera vez su obra o se puedan sentir desconcertados ante las imágenes que he colocado sobre estas líneas, yo les aconsejaría que visitaran la exposición con la guía de la misma en la mano (está disponible en castellano, euskara e inglés). Y como aproximación general, este documental del año 2017 de La 2 puede ofrecer los necesarios mimbres para situarse ante la obra de la artista:


HASTA EL 25 DE SEPTIEMBRE DE 2024

HORARIO

De martes a domingo:

12:00h-14:00h

16:00h-20:00h

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viernes, 7 de junio de 2024

LAS CUATRO PARTES DEL MUNDO


Este conjunto escultórico corona una de las fuentes más emblemáticas y hermosas de París. Representa las "cuatro partes del mundo" que se conocían cuando fue construido por Gabriel Davioud. La fuente está situada en el extremo sur de los Jardines de los Grandes Exploradores, en memoria de Marco Polo y René Robert Cavelier de La Salle.

Fue construida entre 1867 y 1874 y realizada gracias a la colaboración de varios artistas. Jean-Baptiste Carpeaux se encargó del grupo principal, el de las Cuatro Partes del Mundo, que aparecen sosteniendo el globo terráqueo rodeado por la estructura del globo celeste que contiene las constelaciones zodiacales en su representación alegórica. África está simbolizada por una mujer negra; América por un amerindio; Asia, por un asiático, y Europa, por una mujer de rasgos occidentales. Emmanuel Frémiet hizo el ocho caballitos de mar, además de los peces y tortugas situados en el interior de la superficie destinada al agua. Eugène Legrain esculpió el globo y el friso de los signos del zodíaco. Y por último, Louis Villeminot produjo el friso y las guirnaldas que adornan el pedestal.



Como podéis ver en esta otra toma, los Jardines de los Grandes Exploradores son un maravilloso paseo ajardinado que reúne en su seno una generosa colección de esculturas y mira, en dirección sur, hacia esa ilustre institución científica que es el Observatorio de París. 


Y si damos la vuelta y nos dirigimos hacia el norte, entraremos en los más famosos Jardines de Luxemburgo, con su palacio y su más abundante colección de esculturas. Un lugar donde evadirse del ajetreo ciudadano o disfrutar, incluso, de una sesión de teatro de marionetas.
  

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jueves, 6 de junio de 2024

FILOSOFÍA, FELICIDAD Y SENTIDO COMÚN

Parece mentira que haya que decir estas cosas, pero con tanto vendedor de humo y autoayuda —ahora, crecimiento personal— habrá que seguir repitiéndolas. Lou Marinoff, el profesor de filosofía del City College of NY, incitaba al público a leer más a Platón y consumir menos prozac. Toda la filosofía, en realidad, es un ejercicio de búsqueda del sentido común y de enriquecimiento personal; como lo es, igualmente, toda la literatura (hablo de literatura, no de pasatiempo).

Pongo un solo ejemplo, porque es muy conocido y resulta ejemplar en sus extremos: estoy absolutamente convencido de que la muy solitaria y muy aislada vida que llevó Emily Dickinson fue mucho más plena y más rica que la de la inmensa mayoría de quienes vivimos hoy en entornos hiperconectados, luchando a neurona partida contra el avasallamiento de las casas comerciales que nos quieren convencer de la excelencia de las naderías que venden, defendiéndonos de la estupidez sublime de las falsas noticias y embustes varios (¿hay que decir fakes?) que promueven en turnos sincronizados grupos excrementicios y clase política que no merece ese nombre.

Repitámoslo de otra manera: más cultura y menos sandeces.

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miércoles, 5 de junio de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Julio Herrera y Reissig)

Librerías con ejemplares
 Simplificando mucho, y sin dar más explicaciones, en Herrera y Reissig (1875-1910) podemos encontrar cuatro tendencias poéticas según sus inclinaciones del momento. Cogeré un poema de cada uno de ellos —son poemas breves— por eso de ofrecer un pequeño panorama creativo.

De Los éxtasis de la montaña, una eglogánima:


EL DESPERTAR


Alisia y Cloris abren de par en par la puerta
y torpes, con el dorso de la mano haragana,
restréganse los húmedos ojos de lumbre incierta,
por donde huyen los últimos sueños de la mañana

La inocencia del día se lava en la fontana,
el arado en el surco vagaroso despierta
y en torno de la casa rectoral, la sotana
del cura se pasea gravemente en la huerta...

Todo suspira y ríe. La placidez remota
de la montaña sueña celestiales rutinas.
El esquilón repite siempre su misma nota

de grillo de las cándidas églogas matutinas.
Y hacia la aurora sesgan agudas golondrinas
como flechas perdidas de la noche en derrota.



Del mismo título, una eufocordia:


EL SAUCE


A mitad de mi fausto galanteo,
su paraguas de sedas cautelosas
la noche desplegó, y un lagrimeo
de estrellas, hizo hablar todas las cosas...

Erraban las Walkirias vaporosas
de la bruma, y en cósmico mareo
parecían bajar las nebulosas
al cercano redil del pastoreo...

En un abrazo de postrero arranque,
caímos en el ángulo del bote...
Y luego que llorando ante el estanque

tu invicta castidad se arrepentía,
¡el sauce, como un viejo sacerdote,
gravemente inclinado nos unía!...


De El teatro de los humildes, con claros atisbos decadentistas, una estrolúmina:


EPITALAMIO ANCESTRAL


Con la pompa de brahmánicas unciones,
abrióse el lecho de sus primaveras,
ante un lúbrico rito de panteras,
y una erección de símbolos varones...

Al trágico fulgor de los hachones,
ondeó la danza de las bayaderas
por entre una apoteosis de banderas
y de un siniestro trueno de leones.

Ardió al epitalamio de tu paso,
un himno de trompetas fulgurantes...
Sobre mi corazón, los hierofantes

ungieron tu sandalia, urna de raso,
a tiempo que cien blancos elefantes,
enroscaron su trompa hacia el ocaso.


Y de La Torre de las esfinges, apartado Los éxtasis de la montaña, las tres primeras espinelas:


En túmulo de oro vago,
cataléptico fakir,
se dio el tramonto a dormir
la unción de un nirvana vago...
Objetivase el aciago
suplicio de pensamiento
y como un remordimiento
pulula el sordo rumor
de algún pulverizador
de músicas de tormento.

El cielo abre un gesto verde,
y ríe el desequilibrio
de un sátiro de ludibrio
enfermo de absintio verde...
En hipótesis se pierde
el horizonte errabundo,
y el campo meditabundo
de informe turbión se puebla,
como que todo es tiniebla
en la conciencia del Mundo.

Ya las luciérnagas –brujas
del joyel de Salambó–
guiñan la “marche aux flambeaux”
de un aquelarre de brujas...
Da nostalgias de Cartujas
el ciprés de terciopelo,
y vuelan de tu pañuelo,
en fragantes confidencias,
interjecciones de ausencias
y ojeras de ritornelo.


Nota: Idea Vilariño es una excelente exégeta de la obra de Herrera y Reissig. Si encontráis su libro Julio Herrera y Reissig. Seis años de Poesía, en alguna biblioteca, podréis comprobarlo... y disfrutarlo.

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martes, 4 de junio de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 13

#Nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza).

Con esta entrega llegamos al final del recorrido que hemos realizado de la mano del profesor Aspiunza por De la genealogía de la moral. Por cierto, si queréis disfrutar de sus explicaciones en vivo y en directo, o preguntarle cualquier cosa que consideréis pertinente sobre el tema, mañana, miércoles 5, a las 19:00, tendréis oportunidad de hacerlo en el local de la librería Zubieta

Hecho este inciso, vamos con Nietzsche.


Por último se plantea Nietzsche qué significan los ideales ascéticos para la ciencia. Podríamos presumir que al ocuparse –la ciencia– de la realidad, y no necesitar de virtudes negativas, ni de Dios ni más allá, nada tendrá que ver con el ideal ascético, sino que representará en cierto modo una fuerza contraria. Mas no, «allí donde sigue siendo pasión, amor, ardor, sufrimiento, no es lo contrario del ideal ascético sino, más bien, la forma más reciente y noble de este.» Esto, en el caso de los «honestos trabajadores» de la ciencia, cuyo trabajo Nietzsche celebra…, solo que eso «no demuestra en modo alguno que la ciencia en su conjunto tenga la meta, la voluntad, el ideal, la pasión de una gran fe». Por lo demás, «es [también] un escondrijo para toda clase de mal humor, […] mala conciencia, — es el desasosiego propio de la carencia de un ideal, el sufrimiento por la falta del gran amor, lo insatisfactorio de una sobriedad involuntaria

¿Qué pasa con los héroes, llamémoslos así, del conocimiento: «esos espíritus duros, severos, austeros, […] que constituyen la honra de nuestra época, todos esos ateos, anticristianos, inmoralistas, nihilistas, esos escépticos, efécticos, hécticos [inquietos, impacientes] de espíritu […], esos últimos idealistas del conocimiento, los únicos en que hoy en día habita y se ha encarnado la conciencia intelectual»? Por más que crean haberlo superado, también el ideal ascético es el suyo…, pues todavía creen en la verdad. La voluntad de verdad, dirá en la conclusión, es el núcleo del ideal ascético.

«Creer en la verdad»: ¿cuál es el problema: el creer o la verdad?

Creer es irrenunciable: cada uno es el que es y hace lo que hace sobre la base de creencias difícilmente explicitables, creencias que constituyen nuestra posición, nuestro estar siendo en el mundo, nuestro punto de vista, o perspectiva, que dirá Nietzsche. Por eso critica el cinismo –la incredulidad– de los comediantes del ideal: «¡Todo mi respeto más profundo para el ideal ascético siempre que sea honesto, mientras crea en sí mismo y no esté haciéndonos una farsa! Lo que no me gustan son esas chinches coquetas, cuya ambición de oler a infinito es insaciable hasta tal punto que el infinito acaba oliendo a chinches; no me gustan los sepulcros blanqueados que hacen la comedia de vivir; no me gustan los cansados y los agotados que se envuelven en sabiduría y miran “objetivamente”; […] tampoco me gustan esos novísimos especuladores del idealismo, los antisemitas, que ponen ahora los ojos en blanco a la manera del hombre de bien‑cristiano‑ario e intentan excitar todos los elementos de animal cornudo que haya en el pueblo abusando del medio más barato de agitación, que es la afectación moral…»

La creencia, y la pasión que desata –sea honesta, sea fingida– son, pues, ingredientes insoslayables de la vida. Otra cosa va a ser «la» verdad. Tradicionalmente se ha entendido la verdad de manera absoluta: la verdad es una en cada cuestión, única, puntual, o «clara y distinta», como poetizaba Descartes la determinación del punto geométrico.

Eso, que puede seguir valiendo para cuestiones cuantitativas simples –¿cuánto mido, cuánto peso, etc.?–, ciertamente ya no es un acercamiento adecuado a la noción de verdad que Nietzsche propone. Aun cuando muchas veces se oiga o se lea por ahí lo contrario, Nietzsche no niega la noción de verdad: ¡la transforma, la amplifica…! ¡La explosiona y relativiza!

La verdad deja de ser una cuestión absoluta, puntual, única, para entenderse de manera relativa o, como a él le gusta decir, perspectiva o perspectivística. La verdad, que sigue refiriéndose a la realidad, es algo que se ve siempre desde un punto de vista particular, dicho sea en sentido fisiológico y en sentido psicológico o intelectual. La posición de mi cuerpo, de mi mirada, su sensibilidad, etc., influyen en lo que yo capto de lo que se me da; también, las nociones de que me valgo para describirlo y entenderlo, el marco conceptual, mi estado anímico…, mis creencias basales.

Por eso puede haber varias verdades acerca de algo, ¡siendo verdaderas! No es que no haya verdad en absoluto ni que cualquier cosa que se diga –a capricho– tenga derecho a ser considerada verdad, como tantas veces se oye por ahí. Esto sería no ya relativismo o perspectivismo sino un engendro muy retorcido al que, sí, aunque lo llamen «relativismo», habría que llamar relativismo absoluto (o absolutista), y que tiene más de absoluto (y de absolutista) que de relativismo, puesto que tanto en la tesis como en su pragmática efectiva pretenden ser sin parangón.

Nietzsche viene a caracterizar la verdad como plausibilidad, como verosimilitud; de ahí el que no cualquier cosa pueda ser verdad. La verdad ha dejado de ser puntual para abarcar toda una trama que se tiende entre quien mira y dice y lo que se está mirando e intentando decir; es una red de relaciones que se sustentan en conjunto.

«Mirado en estas circunstancias, fijándome en estos aspectos, creo que las cosas son así…» «Si cambian las circunstancias, si me atengo a otros aspectos igualmente relevantes o, dadas mis creencias, aun más significativos, entonces…» Obviamente, ha de darse un equilibrio trazable y reconocible entre los distintos elementos en consideración; mi(s) paranoia(s), es decir, mi fijación en una idea o en un orden de ideas no coadyuvan a la verdad, la desvirtúan, la imposibilitan; se cae ahí en la subjetividad de la pretendida verdad. Algo de subjetividad va a haber siempre; lo decisivo es cuánto. Cuantos más ojos, cuantos más afectos intervengan en la asimilación de un acontecer, tanto más rico será el concepto que podamos hacernos de él, tanto mayor será la objetividad. Por supuesto, una objetividad asimismo de grado. La tenida vulgarmente por «objetividad», la meramente cuantitativa, puede servir a otros efectos; no, desde luego, para decir –ella sola– la vida, que es de lo que –recordemos– está Nietzsche hablando.

La noción tradicional de verdad, la «clara y distinta», la única y absoluta responde al ansia humana de certezas, un «atavismo religioso», del que, a decir verdad, para vivir una vida plena y valiosa, no tenemos necesidad. Insisto: no tenemos necesidad de certezas acerca de las cuestiones últimas…, ni de las primeras. Se puede hallar un reposo, un hogar, habitar un lugar que sea el de las cosas cercanas, el de «la vida pequeña», en palabras de JÁ González Sainz. Tendrá cada uno que descubrirlo, que levantarlo, acomodarlo y aviarlo, pero es una opción que conviene con lo que Nietzsche apunta.

No se trata, por tanto, de que Nietzsche arremeta contra la ciencia, no. Señala tan solo que no basta con buscar la «objetividad» si esa objetividad comporta el absoluto que la verdad entendida en sentido tradicional (o metafísico) quería ser, un remedo profano del Dios cristiano. De hecho, en la ciencia de su época hay ya voces que advierten de algo semejante; valga de ejemplo la famosa –en su momento– amonestación del fisiólogo berlinés Emil Du Bois-Reymond ante médicos y naturalistas en la Asamblea correspondiente de 1972 en Leipzig: ignoramus et ignorabimus!, ¡no sabemos ni vamos [nunca] a saber!



En resumen, el ideal ascético le ha dado sentido al sufrimiento humano, lo que siempre es una ayuda, pero al mismo tiempo le ha traído un nuevo sufrimiento, «más hondo, más íntimo y venenoso, más corrosivo para la vida: poniendo todo sufrimiento en la perspectiva de la culpa…». Tenía un sentido, tenía culpa… Envenenaba su vida –odiándose su humanidad, sintiendo repugnancia por los sentidos, por la razón, miedo ante la felicidad y la belleza, ansioso por apartarse de todo lo aparente, lo cambiante, el devenir, el deseo, la propia ansia…– pero salvaba la voluntad, aunque fuera voluntad contraria a la vida, voluntad de nada: «el hombre prefiere querer la nada a no querer…».

Así acaba De la genealogía de la moral. Con ese funesto toque de atención.



Si bien harán falta décadas o siglos o…, múltiples experimentos, catástrofes: «Tenemos que volver a convertirnos en buenos vecinos de las cosas más cercanas y dejar de apartar la mirada de ellas tan despectivamente como hasta ahora, hacia las nubes y los monstruos nocturnos. En bosques y cavernas, en zonas pantanosas y bajo cielos cubiertos — allí el hombre ha habitado durante mucho tiempo como sobre grados de cultura de milenios enteros y ha vivido míseramente. Allí ha aprendido a despreciar el presente, la vecindad, la vida y a sí mismo — y nosotros, habitantes de tierras más luminosas de la naturaleza y del espíritu, recibimos aún en nuestra sangre, por herencia, algo de este veneno del desprecio hacia lo más cercano.»

¡Tenemos que volver a convertirnos en buenos vecinos de las cosas más cercanas…! 

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LAS AVENTURAS DEL PRÍNCIPE ACHMED, Lotte Reiniger


Plinio el Viejo en su Historia Natural (XXXV, 15) escribía lo siguiente: La cuestión de los orígenes de la pintura es oscura, y no está en los propósitos de este libro. Aseguran los egipcios, que este arte fue inventado hace seis mil años, antes de trasladarse a Grecia, es obviamente un argumento inútil. Entre los griegos, algunos dicen que fue descubierta en Sicyon, en Corinto dicen otros, todos de acuerdo en que sus comienzos fueron en una estrecha línea de la sombra de un hombre, y que así fue su principio. Para los segundos casos, usamos un solo color, monocromo se le dijo a este trabajo, después se han descubierto procesos más complicados; hoy en día la pintura monocroma todavía está en uso. Unos cuantos siglos más tarde el célebre historiador del arte V. I. Stoichita dedicaba un magnífico libro a contarnos la poco Breve historia de la sombra. 

La sombra, como elemento creativo y de distracción, ha tenido un largo recorrido. El teatro de sombras o sombras chinescas —así llamado porque fue Marco Polo quien lo trajo a Europa y se creyó que era un invento chino— tiene ya muchos siglos de antigüedad. Después, allá por el siglo XVI, en la zona suizo-alemana, surgió la costumbre de realizar siluetas a tijeras y dos siglos después era ya una costumbre muy extendida tanto en Francia como en Inglaterra. Pasa el tiempo, y aunque la costumbre afloja, una mujer, Lotte Reiniger (1899-1981), une la pasión por el recorte con la pasión por la imagen en movimiento.

Una charla sobre el cine de animación, la admiración del trabajo realizado por Méliès, su fuerte impulso creativo y su experiencia como rotulista y decoradora en películas de Wegener, dieron como resultado su primera película propia realizada con siluetas, Das Ornament des verliebten Herzens (El ornamento del corazón enamorado, 1919). Más tarde, en 1926, llegaría el éxito con Die Abenteuer des Prinzen Achmed (Las aventuras del príncipe Achmed), una maravilla de la época montada gracias a las hábiles manos con las tijeras de la artista, que tuvo que realizar miles de siluetas para conseguir realizar lo que podemos ver.

He optado por una copia no excesivamente buena, pero que tiene la ayuda de algunos pocos subtítulos en español, lo que puede facilitar la comprensión de algunos detalles. En cualquier caso, si queréis disfrutar de copias remasterizadas en 4K, en YouTube encontraréis un par, por lo menos. 

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lunes, 3 de junio de 2024

LITERATURA Y ENTRETENIMIENTO

Editorial

Editorial
 No es necesario ser un lince para darse cuenta de que hay una enorme diferencia entre unos libros que están escritos para que pasemos un buen rato leyéndolos, sean del género que sean, si bien generalmente son textos narrativos, y otros que, además de entretenimiento, nos ofrecen mucho más, incluso nos exigen mucho más. Los primeros sirven para pasar el rato; los segundos nos dan una visión del mundo, es decir, nos enseñan a descubrir aspectos de la realidad o de nosotros mismos. Estos son los que forman parte de la historia de la literatura. Los otros no van más allá de ser un producto comercial, que pueden estar incluso muy bien escritos, pero que nunca formarán parte de la historia colectiva de la humanidad. 

Ya sé que esta no es una idea novedosa, aunque de vez en cuando sea necesario recordarla para no caer en la falacia de pensar que Murasaki, Cervantes, Austen o Flaubert son equivalentes a algunos de los muchos nombres que llenan los espacios de muchas librerías en la actualidad o firman libros en alguna feria. Está muy bien vender libros y ganarse la vida escribiendo, pero conviene diferenciar entre lo que es actividad mercantil y actividad intelectual, aunque en ocasiones se den las dos al mismo tiempo.

En el libro de Gomá podemos leer: Llamamos artistas a quienes, por una inspiración misteriosa, completan con la imaginación las cuarenta piezas que faltan a la experiencia y, como si ya estuvieran colocadas las cincuenta del total, son conmovidos por la visión resultante, que ensambla la pluralidad desordenada de los fragmentos y les da por primera vez unidad de sentido. Y más adelante: Escritos a secas es aquella persona que ha aprendido el oficio de poner una palabra después de la otra y componer con ellas un texto, mientras que poeta es aquel escritor con vocación cuyo texto, además de bien redactado, plasma la imagen del mundo que ha conocido en el curso de la visión. 

En el breve ensayo de Rorty, el primero de los que aparecen recogidos en el libro de Kairós (Filósofos, novelistas y comparaciones interculturales: Heidegger, Kundera y dickens) se va más allá y se defiende la idea de que podemos apreciar mucho mejor la visión del mundo y la transmisión de ideas a través del trabajo de los poetas que de los profesionales encargados de la tarea, es decir, de los filósofos. Para eso inicia su argumentación apoyándose en una cita de Kundera a través de la cual podemos entender que para comprender en qué fallaron las expectativas de la Ilustración, no es a Horkheimer Adorno a quienes debemos leer, sino a Flaubert. Quien lo dice es un filósofo, no un poeta.

Lo que quiero destacar con este par de citas es que la Literatura (es decir, la que hacen los poetas; no la que practican quienes tienen por oficio escribir), además de ser una fuente inagotable de placeres estético-intelectuales, es, y ahí reside la diferencia sustancial, una inmensa lección de humanidad donde aprender del mundo y sus problemas, de lo que somos y nos configura, de lo que nos rodea y de cómo afrontarlo. La Literatura, en definitiva, nos descubre el placer de encontrarnos y reconocernos. 

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domingo, 2 de junio de 2024

CHOPIN, ESTUDIO EN DO MENOR, OP. 10, Nº 12

 

Los estudios solían ser composiciones destinadas a estudiantes para que pudieran practicar una técnica determinada y, por eso mismo, suelen basarse en un solo motivo musical. Los estudio de Chopin también, pero no concedía muchas facilidades, pues algunos de ellos más parecen piezas escritas para pianistas expertos duchos en el arte de recorrer las teclas. 

Este estudio recibe el nombre de Revolucionario porque surgió al mismo tiempo que se producía en su Polonia natal la conocida como Revolución de los cadetes, inscrita en las revoluciones que se dieron en toda Europa durante el año 1830 y que en este caso era una revolución dirigida contra la ocupación de Polonia por parte de las tropas rusas.

Como bien puede apreciarse en el vídeo aunque no se tenga ninguna idea de música, este vibrante y revolucionario estudio puede resultar un auténtico desafío para cualquier intérprete por la rapidez con que tienen que moverse los dedos y la enorme amplitud con que tienen que estirarse. Eso por no hablar de las semicorcheas de las que tiene que ocuparse la mano izquierda. 

Pero si para el quien interpreta puede suponer un gran esfuerzo y mucho tiempo de trabajo, para quien escucha es, simple y llanamente, un auténtico disfrute.

Interpreta Rousseau, que no sé quién es, pero tiene un canal YouTube realmente divertido. 

Que la música os sea favorable.

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sábado, 1 de junio de 2024

DE LA GENEALOGÍA DE LA MORAL


 Si Nietzsche es uno de los pensadores más interesantes, originales e influyentes de la contemporaneidad, De la genealogía de la moral es, como señala Jaime Aspiunza en el prefacio, uno de los libros más leídos del autor y, seguramente, uno de sus títulos que más fácilmente y de forma más completa expone sus ideas acerca de la moral. 

Es evidente que en esta presentación no va a poder estar el autor, pero que en ella vayan a estar dos especialistas en el filósofo germano y que uno de ellos sea además el editor y traductor del título en cuestión garantiza, sin duda, la calidad y el interés de cuanto en ella digan. 

Para quien necesite un estímulo antes de decidirse a acudir a la presentación del día 5 en la librería Zubieta-Troa, puede echar vistazo a los capítulos 78, 9, 10, 11 y 12 de la serie Nietzsche descomplicado que el propio Aspiunza ha redactado. 
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viernes, 31 de mayo de 2024

EL CIELO NOCTURNO, JUNIO 2024

Aurora boreal captada en Guipúzcoa el 10 de mayo. Fotografía de David Anguiano.
Tal vez, el próximo 6 de junio podría volver a verse.

PLANETAS: Mercurio, con suerte, podrá verse los últimos días de junio tras la puesta de sol en el horizonte O. Venus camina más cerca del Sol incluso que Mercurio por lo que su visión es imposible este mes. Marte es visible al alba, comienza el mes apareciendo sobre el horizonte E sobre las 04:30 y va adelantando su salida para hacerlo sobre las 03:20 el 30 de junio (hora peninsular española).

2 de junio, 04:30. Fuente: Stellarium web.

Júpiter tampoco vamos a poder verlo hasta mediados de mes, cuando se haya separado un poco más del Sol; entonces será visible al al amanecer sobre el horizonte E., poco antes de las 05.00. Saturno, al comenzar el mes, se levanta sobre el E bien pasadas las 03:00 y el 30 de junio aparecerá una hora y media antes.

LUNA: 6 de junio, luna nueva; 22 de junio, luna llena.

LLUVIA DE ESTRELLAS: 7 de junio, máxima actividad de las Ariétidas; 27 de junio, máxima actividad de las Boötidas

SOLSTICIO: 20 de junio. Comienza el verano en el hemisferio norte y el invierno en el hemisferio sur.

SATÉLITES ARTIFICIALES: Para saber dónde y cuándo mirar, consultad aquí.


Feliz observación y no olvidéis pedir a vuestro ayuntamiento que rebaje la contaminación lumínica.

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jueves, 30 de mayo de 2024

REGALOS DEL DÍA (Diario de un epicúreo agradecido), 14


LUCES DE ATARDECER
Con la misma suavidad con que los días se nos van marchando al caer la tarde, también se nos va mayo en su lento caminar hacia junio y, como regalo de despedida, al borde mismo del Cantábrico, nos ha ido dejando unas cuantas hermosas y crepusculares luces para adornar la ciudad y el horizonte. 
 







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miércoles, 29 de mayo de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Vladimir Mayakovski)


#unlibrounpoema


Cuenta en el estudio previo Jesús García Gabaldón (editor y traductor) que el título de la primera de las obras que traduce tuvo su origen en una anécdota que le ocurrió al poeta en un viaje en tren. Una joven sentada frente a él se mostró inquieta y temerosa por la presencia de Maiakovski. Tal vez pensaba que podría sobrepasarse a la entrada de un túnel o cualquier otro momento de oscuridad. El caso es que el poeta intentó tranquilizarla con estas palabras:No se preocupe, señorita, soy una nube en pantalones. No sabemos si la joven se tranquilizó o no, lo cierto es que el monodrama/soliloquio/poema dramático que hoy conocemos como Nube en pantalones lo leyó una noche de julio de 1915 en casa de Lili y Ósip Brik, a quienes conoció aquella misma noche. La pareja quedó encantada. Desde entonces los tres pasarían a tener una gran amistad. Ella, de hecho, fue su amante durante un tiempo y a ella están dedicados los dos títulos recogidos en esta edición. De cada uno de ellos recojo el poema inicial, es decir, los que llevan por título "Prólogo". El primero está escrito todo él en mayúsculas.

Prólogo a Nube en pantalones:


A VUESTRA MENTE QUE SUEÑA EN UN CEREBRO MOLIDO

COMO UN OBESO LACAYO EN UN MUGRIENTO SOFÁ

IRRITARÉ CON LOS DESPOJOS DE UN CORAZÓN SANGRIENTO

BURLÁNDOME HASTA LA SACIEDAD DESCARADO Y MORDAZ.



MI ALMA NO TIENE CANAS

NI TERNURA SENIL

HAGO RETUMBAR EL MUNDO CON LA POTENCIA DE MI VOZ

Y AVANZO BELLO CON VEINTIDÓS AÑOS.


¡TIERNOS! VOSOTROS ACOSTÁIS EL AMOR SOBRE VIOLINES

SOBRE TIMBALES ACUESTA EL AMOR EL VULGO

NO PODÉIS DESPELLEJAROS COMO YO

Y SER TODO LABIOS.


VENID A INSTRUIROS DESDE EL SALÓN VESTIDA DE BATISTA

LA CELOSA FUNCIONARIA DE LA LIGA ANGÉLICA

Y LA QUE TRANQUILAMENTE HOJEA LOS LABIOS

COMO LA COCINERA LAS PÁGINAS DE UN LIBRO DE COCINA.


SI QUIEREN ME PONDRÉ FRENÉTICO DE CARNE

VARIANDO DE TONO COMO EL CIELO

SI QUIEREN SERÉ IMPECABLEMENTE TIERNO

NO HOMBRE SINO NUBE EN PANTALONES.


NO CREO QUE EXISTA UNA NIZA FLORIDA

DE NUEVO ALABO

A LOS HOMBRES ABANDONADOS COMO UN HOSPITAL

Y A LAS MUJERES GASTADAS COMO UN REFRÁN.


Prólogo a Flauta vertebral: 


Por todas vosotras

que me gustasteis o me gustáis

guardadas como iconos en la cueva del alma

como copa de vino en un brindis

alzaré mi cráneo lleno de versos



Cada vez pienso más

si sería mejor poner

un punto de bala a mi final

Hoy yo

por si acaso,

doy un concierto de despedida



¡Memoria!

Reúne en la sala del cerebro

a las infinitas filas de mis amores

De ojo en ojo derrama la risa

Viste la noche de pasadas nupcias



De un cuerpo a otro derramad la alegría

Que nadie olvide esta noche

Hoy tocaré la flauta

de mi propia columna vertebral.



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martes, 28 de mayo de 2024

NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 12

#Nietzschedescomplicado (conversaciones con Jaime Aspiunza).


Tras preguntarse qué significan los ideales ascéticos para el artista y para el filósofo, pasa Nietzsche en la que va a ser la parte más larga –y tal vez la más sobresaliente– del tercer tratado de su Genealogía de la moral, las secciones 11-22, a ocuparse del sacerdote, de los sacerdotes, que han sido los creadores y administradores del ideal ascético, ideal que han convertido en cultura. Así, por mucho que los sacerdotes en sentido estricto hayan pasado a desempeñar un papel secundario en nuestro mundo actual, pervive en él, sin embargo, en la cultura europea, cristiana, una cultura modelada a lo largo de siglos de preponderancia sacerdotal, el sentido que estos le dieron.

Hablo de los tiempos de Nietzsche, pero, como tendremos ocasión de ver, también de los nuestros. Fenómenos que pueden parecernos de pujante actualidad, nos los encontraremos retratados por Nietzsche casi al pie de la letra.


El sacerdote ascético es el verdadero representante de la seriedad, comienza Nietzsche. La seriedad tiene que ver con el valor que dan a esta vida, poniéndola «en relación con una existencia totalmente distinta, de la que resulta contraria y excluyente, a no ser que se vuelva contra sí misma, que se niegue a sí misma; en este caso, el de una vida ascética, se considerará la vida como un puente que lleva a esa otra existencia distinta».

Esta vida es devenir y transitoriedad; la otra, ser y estabilidad eterna. Y aunque la otra sea solo imaginada, tiene, sin embargo, un poder tan extraordinario sobre esta que hace que esta se devalúe y se niegue a sí misma, convirtiendo el ser imaginado en aquello que se debe alcanzar por medio de una actividad incesante orientada por el ideal ascético. Esta vida es un «valle de lágrimas», un error que debemos, no solo refutar, sino durante toda la vida enmendar.

Este modo atroz de valorar, añade Nietzsche, no es una excepción, «es una de las realidades más extendidas y duraderas que existen». La Tierra es el astro ascético por excelencia. El que se dé esa hostilidad tan generalizada contra la vida debe de ser, avanza Nietzsche, en interés de la propia vida; si no, no se entiende nada.


Las últimas líneas del ensayo (y del libro) explicitan la hipótesis nietzscheana: «ese odio a lo humano, más aún a lo animal, más aún a lo material, esa repugnancia a los sentidos, a la propia razón, ese miedo a la felicidad y a la belleza, ese ansia de apartarse de toda apariencia, cambio, devenir, muerte, deseo, y del ansia misma — ¡todo eso, intentemos comprenderlo, supone una voluntad de nada, una voluntad contraria a la vida, un rechazo de los presupuestos más fundamentales de la vida, pero no deja de ser una voluntad!…»

Tenemos ahí una pintura más completa de lo que es el ideal ascético: a) repugnancia a los sentidos y a la razón, por cuanto la razón debería hacerse cargo del carácter sensorial del ser humano, no oponerse a él; b) miedo a la felicidad y a la belleza, que siempre parecen engañosas y efímeras ya que lo que llevamos grabado en las entrañas como único valor es la permanencia, y nos resultan más de fiar las situaciones duras y dolorosas; c) ese empeño en buscar el ser, el verdadero ser bajo la apariencia, con el consiguiente desprecio de lo que se muestra y se nos da, ignorado por mor de lo que se cree debería ser, y no es; d) el rechazo del cambio y la transformación, e) en fin, del deseo y de la propia ansia, que redunda en que actúen de modo mucho más ciego e imprevisto que si no se rechazaran por principios morales y configuración sensible-intelectual.

Todo ello es «paradójico en grado sumo», y Nietzsche intenta desplegar la paradoja. Lo que en términos lógicos es una contradicción, «la vida contra la vida», en términos fisiológicos es «un sinsentido»: no puede ser más que aparente, aunque psicológicamente haga de la corporalidad «una ilusión». La corporalidad, sin embargo, es ara Nietzsche el punto de partida de cualquier reflexión; lo que estamos siempre pensando es nuestra naturaleza corporal. Somos un cuerpo que piensa, de donde se deduce que nuestro pensamiento viene determinado por su corporalidad.

En un fragmento de 1885 afirma Nietzsche: «Es esencial partir del cuerpo y utilizarlo como hilo conductor. Es el fenómeno más rico, que permite una observación más clara.» El punto de partida de todo pensamiento o juicio es la sensación… Que sí, que podrá ser engañosa, como se ha repetido una y otra vez, pero si el pensamiento, el juicio concreto no remite a sensaciones concretas que de algún modo –más o menos engañoso– revelan el mundo, entonces ese juicio es puro disparate.

Insisto: para Nietzsche el ser humano es, antes de nada, corpóreo. Y esta corporalidad, negada por la tradición de Occidente, es la que le lleva a rechazar la existencia de conceptos como «razón pura», «espiritualidad absoluta», «conocimiento en sí», etc. Estamos siempre situados; así: «No hay más ver que el perspectivista, ni más «conocer» que el perspectivista; y cuanto mayor sea el número de afectos a los que dejemos hablar acerca de una cosa, cuanto mayor sea el número de ojos, de ojos distintos, con que sepamos mirar a una sola cosa, tanto más completo será el “concepto” que nos hagamos de esa cosa, nuestra “objetividad”.»


La solución, pues, a lo engañoso de las sensaciones no está en el rechazo y desprecio, sino en la reiteración y contraste de las experiencias sensoriales. Ahí está el comienzo de lo que se llama ciencia. Lo cierto es que hoy día está adquiriendo cada vez mayor repercusión la idea de una mente encarnada o, mejor, corporeizada.

Volvamos al sacerdote ascético. Aclaremos la paradoja: «el ideal ascético – propone Nietzsche– nace del instinto de protección y de curación de una vida que está degenerando, la cual procura por todos los medios conservarse, y lucha por su existencia», es una maniobra de conservación de la vida. Al fin al cabo, el sacerdote ascético es el deseo, hecho carne, de ser distinto, de estar en otro sitio. Así, el que parece negador de la vida es una de las potencias conservadoras y afirmativas.

Esa vida que está degenerando es la de los seres humanos débiles, enfermizos, «los ya fracasados, derrotados, hundidos», que están hartos de sí mismos, que se desprecian…: esos, como veíamos en algún capítulo anterior, odian al vencedor. Y si estas palabras resultan a los oídos de hoy día excesivas, odian la fuerza activa, porque no la tienen. Y de este odio han hecho virtud. Eso es el resentimiento, obra cumbre del sacerdote ascético en su rebaño.

Uno de los rasgos para Nietzsche fundamentales del ser humano es el afán de distinción, que se puede lograr de muchas maneras; una de ellas, operante hoy por doquier, es la superioridad moral: «Andan dando vueltas entre nosotros cual reproches vivientes, como advertencias a nosotros dirigidas, — como si la salud, el estar bien constituido, la fuerza, el orgullo, el sentimiento de poder fueran ya en sí cosas viciosas que uno algún día tendrá que expiar, y que expiar amargamente: ¡ay, qué dispuestos están en el fondo ellos mismos a hacer expiar, cómo anhelan ser verdugos!» Jueces, almas bellas…

El sacerdote está también enfermo, pero su instinto, su maestría, su arte –y su felicidad– está en dominar a quienes sufren. Está enfermo pero es más fuerte, es la primera forma de un animal más delicado, que, más que odiar, desprecia.

Él calma a los débiles, a los enfermos, a la vez que envenena la herida; y buscando un culpable sobre el que poder descargar los afectos, lo que hace es alterar la dirección del resentimiento. Por medio de emociones más intensas que desvíen la atención del dolor, lo anestesia. Y al que sufre le convence de ser él mismo el culpable del sufrimiento. «Es falso», replica Nietzsche, mas de ese modo se ha alterado la dirección del resentimiento.

Se vuelven así inofensivos los enfermos, al orientarse sus peores instintos a «lograr que se disciplinen, se vigilen y se superen a sí mismos». Con todo, el sacerdote ascético trata solo los síntomas: alivia el sufrimiento, consuela…, lo que Nietzsche reconoce que es una genialidad. No obstante, los medios empleados para luchar contra el sentimiento de displacer resultan inhibidores de las fuerzas vitales.

El primero consiste en reducir «la sensación de vitalidad a su nivel más bajo»: a ser posible, no más querer, no más desear; evitar todo lo que dé lugar a afectos; no amar, no odiar… Esto es, la negación de sí, la santificación. — Este recurso no tiene hoy en principio muchos seguidores, aunque cabría pensar si el bombardeo emocional en que sobrevivimos, justamente por el exceso, no es de la misma especie inhibitoria.

El segundo es la actividad maquinal, que ya sabemos que es una de las formas más elementales de mitigar el sufrimiento de la existencia: la actividad maquinal, «el cultivo de la “impersonalidad”, el olvido de sí…», el perderse o alienarse en las identidades prêt-à-porter.

Un tercer recurso, al igual que el anterior, muy de nuestros días, es el darse una pequeña alegría fácilmente asequible. Y Nietzsche no está pensando en comprarse algo o darse un pequeño lujo, que es lo primero que se nos viene a las mientes, sino que nos recuerda, como forma más frecuente de alegría justamente el causarla en los demás: dar alegría es quizá la forma más cristiana de darse alegría. Así, el amor al prójimo excita, bien que de manera prudente, la pulsión más afirmativa de la vida, que Nietzsche denomina la voluntad de poder.

«Formar un rebaño es un paso esencial en la lucha contra la depresión»: «todos los enfermos, los enfermizos tienden instintivamente a la organización gregaria», y en ese reunirse encuentran placer.

Los tres recursos vistos hasta ahora son los recursos inocentes en la lucha contra el displacer. Los recursos culpables tienen todos ellos un rasgo común: «un exceso cualquiera del sentir», a modo de anestésico frente a «lo sordo, paralizante y duradero del dolor». ¿Cómo? «En principio todos los grandes afectos tienen esa capacidad, eso sí, siempre que se descarguen de súbito: la cólera, el temor, la voluptuosidad, la venganza, la esperanza, el triunfo, la desesperación, la crueldad; y el sacerdote ascético ha tomado a su servicio, sin reparo alguno, a la jauría entera de perros salvajes que hay en el hombre […] Todo ese exceso del sentir, como se comprenderá, se cobra luego su precio — pone más enfermo al enfermo —: y por eso esa clase de remedios del dolor se consideran, según un criterio moderno, “culpables”.»

No obstante, reconoce Nietzsche, el sacerdote ascético lo empleó con buena conciencia, creyendo en su utilidad, es más, en que era imprescindible. Explotando, eso sí, la «mala conciencia» de sus feligreses, su sentimiento de culpa. El sufrimiento, en este paradójico tirabuzón psico-fisiológico, viene a ser en realidad un castigo por una culpa en que el sufriente ha incurrido en una parte de su pasado. Del enfermo se ha hecho el pecador, «y ya no nos libramos de la presencia de este nuevo enfermo durante milenios».

¿Para qué ha servido esto? ¿Ha mejorado al ser humano? Si por «mejorado» entendemos «domesticado, debilitado, desanimado, refinado, reablandecido, etc. (es decir, casi lo mismo que perjudicado», entonces sí.

«En resumen, el ideal ascético y su culto moral‑sublime, la sistematización más ingeniosa, carente de escrúpulos y peligrosa de todos los recursos de exceso del sentir bajo la protección de intenciones sagradas se ha inscrito de una manera terrible e inolvidable en la historia entera de la humanidad; y, por desgracia, no sólo en su historia… Difícilmente sabría aducir alguna otra cosa que haya afectado de manera tan destructiva a la salud y el vigor de la raza, principalmente de los europeos, como dicho ideal; sin ninguna exageración, se puede decir que ha sido la verdadera fatalidad de la historia de la salud del hombre europeo.»


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