jueves, 26 de enero de 2017

CARRUSEL, de Ioana Gruia

Ioana Gruia ganó el Premio Emilio Alarcos 2016 con el poemario Carrusel. De él he copiado este hermoso poema.


EL SEGUNDO PAÍS


Un hijo es el segundo país donde nacemos
L. GARCÍA MONTERO

Busco tu mano en la noche, 
tu minúscula mano,
tu mano de bebé, talismán mío,
para escapar de oscuros pensamientos:
del alba de los días laborables,
de la aterida sombra de su ausencia,
de los pliegues nocturnos donde aguarda
cada vez más seguro de sí mismo, 
cruel en su mansedumbre,
el fracaso
con su inquieto latir de animal preso.
Tú sonríes dormida,
me esperas 
del lado luminoso de la noche,
y ya no tengo miedo,
me proteges.


Podéis escuchar a Ioana Gruia en una lectura de sus propios versos en este audio que se grabó en el Museo Picasso de Málaga en septiembre del año pasado. Si os queréis ahorrar la presentación, id directamente al minuto 14.



lunes, 23 de enero de 2017

domingo, 22 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 8

María Elena Walsh (1930-2011) publicó por primera vez el poema que reproduzco aquí en el diario Clarín (Buenos Aires), el 12 de septiembre de 1991. Hoy podéis encontrarlo en miles de sitios en internet.

Seguramente es el texto poético que mejor recoge el horror legal practicado por la humanidad a lo largo de su historia en sus diferentes modalidades. Leedlo con atención.


LA PENA DE MUERTE

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.

Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.

Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.

Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.

Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.

Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.

Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.

Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.

Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.

Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.

Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.

Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.

Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.

A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas. 

***
Y para quien no conozca a la escritora, o para quien la conozca, pero quiera recordar su voz melódica y su pausado hablar, aquí os dejo este hermoso documental que realizaron Virna Molino y Ernesto Ardito en 2012.


sábado, 21 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 7

Imagen tomada de Pontos de Vista
Ahora bien, por una infeliz contradicción de su naturaleza, ese hombre, que tiene en el don de la vida su única oportunidad de salvación terrena, que con tanto terror se aleja de la muerte que lo ronda día a día, siempre atenta a interrumpirle los sueños e iniciativas, que, ayudándose de todas las armas y ciencias, la combate a escala local y a escala mundial, en un esfuerzo titánico de conservación singular y plural, hizo de ella y hace todavía en muchos lugares de la tierra, instrumento de castigo. Electrocuta, decapita, fusila o ahorca en nombre de la justicia, en una ceguera que se extiende hasta la propia imagen de la potestad a la que dice servir, representada significativamente con los ojos vendados en los templos jurídicos. En un sadismo que no solo lo niega físicamente, sino que también arruina la majestuosa construcción ética que representa, el hombre cambia con ligereza la toga impoluta de magistrado por la sucia casaca de verdugo.

Miguel Torga (1907-1995) abrió con un discurso del que he entresacado este párrafo el Coloquio internacional comemorativo do centenario de aboliçao da pena de morte em Portugal. Era el 11 de septiembre de 1967, lo que quiere decir que Portugal fue uno de los primeros países en abolirla.

El texto completo podéis descargarlo en Dialnet (https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/174818.pdf).

viernes, 20 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 6

No habrá paz durable, ni en el corazón de los individuos ni en las costumbres de las sociedades, hasta que la muerte no sea excluida de la ley.

Con estas palabras cierra Albert Camus uno de los trabajos más brillantes del siglo XX sobre la pena capital, Reflexiones sobre la guillotina, publicado en 1957, año en que le dieron el Premio Nobel

Lo editó por primera vez en castellano la casa argentina Emecé, en 1960. Bajo el título de La pena de muerte aparecían dos ensayos, el de Camus y Reflexiones sobre la horca, de Arthur Koestler. Ambos merecen ser leídos con detenimiento. Ambos conservan todavía, y por desgracia, una plena actualidad. Hoy se pueden encontrar editados por Capitán Swing.

Podéis leer el breve —45 páginas— e intenso ensayo de Camus, en traducción de Miguel Salahert, desde aquí.

jueves, 19 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 5

Disponible en la BNE
Tomás Bernal y Lozano, abogado en la España del siglo XIX, publicó en 1855 este trabajo en el que reclamaba la abolición de la pena de muerte. Cada vez eran más las voces que desde los grupos relacionados con la actividad judicial pedían la desaparición de la pena capital. En él se puede leer lo siguiente:

¡Insensatos! ¿De qué os sirven los suplicios? Matáis al hombre, y no matáis al crimen.

Hay castigos más eficaces y más ejemplares que la muerte: el día que se impongan será una verdad la expiación, y la justicia dejará de ser una rebelión contra la justicia.

La pena de muerte es el instinto brutal de la justicia material, el instinto del brazo que se levanta y hiere a quien ha herido.

miércoles, 18 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 4

Mariano José de Larra (1809-1837) fue uno de los primeros escritores españoles en criticar de manera pública la pena de muerte. En este artículo —disculpad la longitud de la entrada, pero no me ha parecido adecuado cortar nada— denuncia el sinsentido de la pena capital, que envilece a la sociedad que la practica y que, para colomo, la convertía en espectáculo público.

Apareció en la Revista Mensajero el 30 de marzo de 1835.



Un reo de muerte

Cuando una incomprensible comezón de escribir me puso por primera vez la pluma en la mano para hilvanar en forma de discurso mis ideas, el teatro se ofreció primer blanco a los tiros de esta que han calificado muchos de mordaz maledicencia. Yo no sé si la humanidad bien considerada tiene derecho a quejarse de ninguna especie de murmuración, ni si se puede decir de ella todo el mal que se merece; pero como hay millares de personas seudofilantrópicas, que al defender la humanidad parece que quieren en cierto modo indemnizarla de la desgracia de tenerlos por individuos, no insistiré en este pensamiento. Del llamado teatro, sin duda por antonomasia, dejeme suavemente deslizar al verdadero teatro; a esa muchedumbre en continuo movimiento, a esa sociedad donde sin ensayo ni previo anuncio de carteles, y donde a veces hasta de balde y en balde se representan tantos y tan distintos papeles.

Descendí a ella, y puedo asegurar que al cotejar este teatro con el primero, no pudo menos de ocurrirme la idea de que era más consolador éste que aquél; porque al fin, seamos francos, triste cosa es contemplar en la escena la coqueta, el avaro, el ambicioso, la celosa, la virtud caída y vilipendiada, las intrigas incesantes, el crimen entronizado a veces y triunfante; pero al salir de una tragedia para entrar en la sociedad puede uno exclamar al menos: «Aquello es falso; es pura invención; es un cuento forjado para divertirnos»; y en el mundo es todo lo contrario; la imaginación más acalorada no llegará nunca a abarcar la fea realidad. Un rey de la escena depone para irse a acostar el cetro y la corona, y en el mundo el que la tiene duerme con ella, y sueñan con ella infinitos que no la tienen. En las tablas se puede silbar al tirano; en el mundo hay que sufrirle; allí se le va a ver como una cosa rara, como una fiera que se enseña por dinero; en la sociedad cada preocupación es un rey; cada hombre un tirano; y de su cadena no hay librarse; cada individuo se constituye en eslabón de ella; los hombres son la cadena unos de otros.

De estos dos teatros, sin embargo, peor el uno que el otro, vino a desalojarme una farsa que lo ocupó todo: la política. ¿Quién hubiera leído un ligero bosquejo de nuestras costumbres, torpe y débilmente trazado acaso, cuando se estaban dibujando en el gran telón de la política, escenas, si no mejores, de un interés ciertamente más próximo y positivo? Sonó el primer arcabuz de la facción, y todos volvimos la cara a mirar de dónde partía el tiro; en esta nueva representación, semejante a la fantasmagórica de Mantilla, donde empieza por verse una bruja, de la cual nace otra y otras, hasta «multiplicarse al infinito», vimos un faccioso primero, y luego vimos «un faccioso más», y en pos de él poblarse de facciosos el telón. Lanzado en mi nuevo terreno esgrimí la pluma contra las balas, y revolviéndome a una parte y otra, di la cara a dos enemigos: al faccioso de fuera, y al justo medio, a la parsimonia de dentro. ¡Débiles esfuerzos! El monstruo de la política estuvo encinta y dio a luz lo que había mal engendrado; pero tras éste debían venir hermanos menores, y uno de ellos, nuevo Júpiter, debía destronar a su padre. Nació la censura, y heme aquí poco menos que desalojado de mi última posición. Confieso francamente que no estoy en armonía con el reglamento; respétole y le obedezco: he aquí cuanto se puede exigir de un ciudadano, a saber, que no altere el orden; es bueno tener entendido que en política se llama «orden» a lo que existe, y que se llama «desorden» este mismo «orden» cuando le sucede otro «orden» distinto; por consiguiente, es perturbador el que se presenta a luchar contra el orden existente con menos fuerzas que él; el que se presenta con más, pasa a «restaurador», cuando no se le quiere honrar con el pomposo título de «libertador». Yo nunca alteraré el orden probablemente, porque nunca tendré la locura de creerme por mí solo más fuerte que él; en este convencimiento, infinidad de artículos tengo solamente rotulados, cuyo desempeño conservo para más adelante; porque la esperanza es precisamente lo único que nunca me abandona. Pero al paso que no los escribiré, porque estoy persuadido de que me los habían de prohibir (lo cual no es decir que me los han prohibido, sino todo lo contrario, puesto que yo no los escribo), tengo placer en hacer de paso esta advertencia, al refugiarme, de cuando en cuando, en el único terreno que deja libre a mis correrías el temor de ser rechazado en posiciones más avanzadas. Ahora bien, espero que después de esta previa inteligencia no habrá lector que me pida lo que no puedo darle; digo esto porque estoy convencido de que ese pretendido acierto de un escritor depende más veces de su asunto y de la predisposición feliz de sus lectores que de su propia habilidad. Abandonado a ésta sola, considérome débil, y escribo todavía con más miedo que poco mérito, y no es ponderarlo poco, sin que esto tenga visos de afectada modestia.

Habiendo de parapetarme en las costumbres, la primera idea que me ocurre es que el hábito de vivir en ellas, y la repetición diaria de las escenas de nuestra sociedad, nos impide muchas veces pararnos solamente a considerarlas, y casi siempre nos hace mirar como naturales cosas que en mi sentir no debieran parecérnoslo tanto. Las tres cuartas partes de los hombres viven de tal o cual manera porque de tal o cual manera nacieron y crecieron; no es una gran razón; pero ésta es la dificultad que hay para hacer reformas. He aquí por qué las leyes difícilmente pueden ser otra cosa que el índice reglamentario y obligatorio de las costumbres; he aquí por qué caducan multitud de leyes que no se derogan; he aquí la clave de lo mucho que cuesta hacer libre por las leyes a un pueblo esclavo por sus costumbres.

Pero nos apartamos demasiado de nuestro objeto; volvamos a él; este hábito de la pena de muerte, reglamentada y judicialmente llevada a cabo en los pueblos modernos con un abuso inexplicable, supuesto que la sociedad al aplicarla no hace más que suprimir de su mismo cuerpo uno de sus miembros, es causa de que se oiga con la mayor indiferencia el fatídico grito que desde el amanecer resuena por las calles del gran pueblo, y que uno de nuestros amigos acaba de poner atinadísimamente por estribillo a un trozo de poesía romántica:

                ¡Para hacer bien por el alma
                del que van a ajusticiar!

Ese grito, precedido por la lúgubre campanilla, tan inmediata y constantemente como sigue la llama al humo, y el alma al cuerpo; este grito que implora la piedad religiosa en favor de una parte del ser que va a morir, se confunde en los aires con las voces de los que venden y revenden por las calles los géneros de alimento y de vida para los que han de vivir aquel día. No sabemos si algún reo de muerte habrá hecho esta singular observación, pero debe ser horrible a sus oídos el último grito que ha de oír de la coliflorera que pasa atronando las calles a su lado.

Leída y notificada al reo la sentencia, y la última venganza que toma de él la sociedad entera, en lucha por cierto desigual, el desgraciado es trasladado a la capilla, en donde la religión se apodera de él como de una presa ya segura; la justicia divina espera allí a recibirle de manos de la humana. Horas mortales transcurren allí para él; gran consuelo debe de ser el creer en un Dios, cuando es preciso prescindir de los hombres, o, por mejor decir, cuando ellos prescinden de uno. La vanidad, sin embargo, se abre paso al través del corazón en tan terrible momento, y es raro el reo que, pasada la primera impresión, en que una palidez mortal manifiesta que la sangre quiere huir y refugiarse al centro de la vida, no trata de afectar una serenidad pocas veces posible. Esta tiránica sociedad exige algo del hombre hasta en el momento en que se niega entera a él; injusticia por cierto incomprensible; pero reirá de la debilidad de su víctima. Parece que la sociedad, al exigir valor y serenidad en el reo de muerte, con sus constantes preocupaciones, se hace justicia a sí misma, y extraña que no se desprecie lo poco que ella vale y sus fallos insignificantes.

En tan críticos instantes, sin embargo, rara vez desmiente cada cual su vida entera y su educación; cada cual obedece a sus preocupaciones hasta en el momento de ir a desnudarse de ellas para siempre. El hombre abyecto, sin educación, sin principios, que ha sucumbido siempre ciegamente a su instinto, a su necesidad, que robó y mató maquinalmente, muere maquinalmente. Oyó un eco sordo de religión en sus primeros años y este eco sordo, que no comprende, resuena en la capilla, en sus oídos, y pasa maquinalmente a sus labios. Falto de lo que se llama en el mundo honor, no hace esfuerzo para disimular su temor, y muere muerto. El hombre verdaderamente religioso vuelve sinceramente su corazón a Dios, y éste es todo lo menos infeliz que puede el que lo es por última vez. El hombre educado a medias, que ensordeció a la voz del deber y de la religión, pero en quien estos gérmenes existen, vuelve de la continua afectación de despreocupado en que vivió, y duda entonces y tiembla. Los que el mundo llama impíos y ateos, los que se han formado una religión acomodaticia, o las han desechado todas para siempre, no deben ver nada al dejar el mundo. Por último, el entusiasmo político hace veces casi siempre de valor; y en esos reos, en quienes una opinión es la preocupación dominante, se han visto las muertes más serenas.

Llegada la hora fatal entonan todos los presos de la cárcel, compañeros de destino del sentenciado, y sus sucesores acaso, una salve en un compás monótono, y que contrasta singularmente con las jácaras y coplas populares, inmorales e irreligiosas, que momentos antes componían, juntamente con las preces de la religión, el ruido de los patios y calabozos del espantoso edificio. El que hoy canta esa salve se la oirá cantar mañana.

Enseguida, la cofradía vulgarmente dicha de la Paz y Caridad recibe al reo, que, vestido de una túnica y un bonete amarillos, es trasladado atado de pies y manos sobre un animal, que sin duda por ser el más útil y paciente, es el más despreciado, y la marcha fúnebre comienza.

Un pueblo entero obstruye ya las calles del tránsito. Las ventanas y balcones están coronados de espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan, y se agrupan para devorar con la vista el último dolor del hombre.

–¿Qué espera esta multitud? –diría un extranjero que desconociese las costumbres–. ¿Es un rey el que va a pasar; ese ser coronado, que es todo un espectáculo para un pueblo? ¿Es un día solemne? ¿Es una pública festividad? ¿Qué hacen ociosos esos artesanos? ¿Qué curiosea esta nación?
Nada de eso. Ese pueblo de hombres va a ver morir a un hombre.

–¿Dónde va?
–¿Quién es?
–¡Pobrecillo!
–Merecido lo tiene.
–¡Ay!, si va muerto ya.
–¿Va sereno?
–¡Qué entero va!

He aquí las preguntas y expresiones que se oyen resonar en derredor. Numerosos piquetes de infantería y caballería esperan en torno del patíbulo. He notado que en semejante acto siempre hay alguna corrida; el terror que la situación del momento imprime en los ánimos causa la mitad del desorden; la otra mitad es obra de la tropa que va a poner orden. ¡Siempre bayonetas en todas partes! ¿Cuándo veremos una sociedad sin bayonetas? ¡No se puede vivir sin instrumentos de muerte! Esto no hace por cierto el elogio de la sociedad ni del hombre.

No sé por qué al llegar siempre a la plazuela de la Cebada mis ideas toman una tintura singular de melancolía, de indignación y de desprecio. No quiero entrar en la cuestión tan debatida del derecho que puede tener la sociedad de mutilarse a sí propia; siempre resultaría ser el derecho de la fuerza, y mientras no haya otro mejor en el mundo, ¿qué loco se atrevería a rebatir ése? Pienso sólo en la sangre inocente que ha manchado la plazuela; en la que la manchará todavía. ¡Un ser que como el hombre no puede vivir sin matar, tiene la osadía, la incomprensible vanidad de presumirse perfecto!

Un tablado se levanta en un lado de la plazuela: la tablazón desnuda manifiesta que el reo no es noble. ¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil? Quiere decir indudablemente que no hay idea positiva ni sublime que el hombre no impregne de ridiculeces.

Mientras estas reflexiones han vagado por mi imaginación, el reo ha llegado al patíbulo; en el día no son ya tres palos de que pende la vida del hombre; es un palo sólo; esta diferencia esencial de la horca al garrote me recordaba la fábula de los Carneros de Casti, a quienes su amo proponía, no si debían morir, sino si debían morir cocidos o asados. Sonreíame todavía de este pequeño recuerdo, cuando las cabezas de todos, vueltas al lugar de la escena, me pusieron delante que había llegado el momento de la catástrofe; el que sólo había robado acaso a la sociedad, iba a ser muerto por ella; la sociedad también da ciento por uno: si había hecho mal matando a otro, la sociedad iba a hacer bien matándole a él. Un mal se iba a remediar con dos. El reo se sentó por fin. ¡Horrible asiento! Miré el reloj: las doce y diez minutos; el hombre vivía aún... De allí a un momento una lúgubre campanada de San Millán, semejante el estruendo de las puertas de la eternidad que se abrían, resonó por la plazuela; el hombre no existía ya; todavía no eran las doce y once minutos. «La sociedad –exclamé– estará ya satisfecha: ya ha muerto un hombre.»

martes, 17 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 3

Concepción Arenal (1820-1893) fue una mujer preocupada en todo momento por mejorar la situación de los grupos y colectivos menos favorecidos. Esa inquietud y ese afán de justicia inmediatamente la llevaron a trabajar durante toda su vida a favor de la mujer y la consecución de la igualdad de derechos con el hombre, por un lado; por otro, a intentar mejorar la situación inhumana en que se encontraban los presos en las cárceles del siglo XIX.

En su trabajo El reo, el pueblo y el verdugo o la ejecución pública de la pena de muerte (1867), como gran humanista que era, se puede leer, al comienzo de la tercer parte, este párrafo referido al ejecutor de la pena, normalmente siempre olvidado en las discusiones y análisis sobre la pena de muerte, al margen siempre en los debates de los especialista.

Meditando sobre la pena de muerte, es imposible no preguntar si no debe haber algún vicio en la teoría de una ley cuya práctica lleva consigo la creación de un ser que inspira horror y desprecio; de una criatura degradada, vil, siniestra, cubierta de una ignominia que no tiene semejante; de un hombre, en fin, que se llama el verdugo. Cuando la ley arroja así a la opinión un hombre, una generación de hombres, para que la opinión la odie y le escarnezca, ¿la ley no comete un atentado de lesa justicia, de lesa dignidad humana? Las leyes, como los hombres, deben pensar lo primero en no hacer mal; el hacer bien viene después, y muy lejos. Asombra cómo el legislador puede escribir sin vacilar: "Habrá un verdugo en cada Audiencia". Es decir, habrá un hombre degradado, vil y maldito, cuya proximidad inspira horror, cuyo trato da vergüenza, y cuyos hijo son viles y degradados, y malditos como él. Imagínese cualquiera lo que pensaría, lo que sentiría, lo que haría si hubiera nacido hijo del verdugo. No tendría más alternativa que aceptar resueltamente la horrible herencia de su padre y tomar su oficio, o huir avergonzado del que le dio el ser, procurando ocultar su ignominia, envidiando a los expósitos, y engañando a la mujer amada para que no le rechace con horror y con vergüenza.

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PS: Podéis ver un buen documental sobre su vida y su obra en este enlace.

lunes, 16 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 2

Cesare Bonesana (1738-1794), más conocido como Cesare Beccaria, fue un ilustrado italiano cuyo trabajo en el campo de las leyes influyó notablemente en la reforma del derecho penal en Europa, que en aquel siglo XVIII no se ajustaba precisamente al principio de legalidad, sino a la caprichosa voluntad de quienes ejercían la justicia. 

Como curiosidad, el juego del amor y del azar dio como resultado que Manzoni, el autor de Los novios, obra cumbre de la literatura en italiano, fuera nieto suyo. En cambio, el siempre loable ejercicio del reconocimiento hizo que uno de los asteroides que pululan por el cinturón de tal tenga su nombre: 8935 Beccaria.

No es útil la pena de muerte por el ejemplo que da a los hombres de atrocidad. Si las pasiones o la necesidad de la guerra han enseñado a derramar la sangre humana, las leyes, moderadoras de la conducta de los mismos hombres, no debieran aumentar este fiero documento, tanto más funesto cuanto la muerte legal se da con estudio y pausada formalidad. Parece un absurdo que las leyes, esto es, la expresión de la voluntad pública, que detestan y castigan el homicidio, lo cometan ellas mismas, y para separar los ciudadanos del intento de asesinar ordenen un público asesinato. ¿Cuáles son las verdaderas y más útiles leyes? Aquellos pactos y aquellas condiciones que todos querrían observar y proponer mientras calla la voz (siempre escuchada) del interés privado o se combina con la del público. ¿Cuáles son los sentimientos de cada particular sobre la pena de muerte? Leámoslos en los actos de indignación y desprecio con que miran al verdugo, que en realidad no es más que un inocente ejecutor de la voluntad pública, un buen ciudadano que contribuye al bien de todos, instrumento necesario a la seguridad pública interior como para la exterior son los valerosos soldados. ¿Cuál, pues, es el origen de esta contradicción? ¿Y por qué es indeleble en los hombres este sentimiento en desprecio de la razón? Porque en lo más secreto de sus ánimos, parte que, sobre toda otra, conserva aún la forma original de la antigua naturaleza, han creído siempre que nadie tiene potestad sobre la vida propia, a excepción de la necesidad que con su cetro de hierro rige el universo.

¿Qué deben pensar los hombres al ver los sabios magistrados y graves sacerdotes de la justicia, que con indiferente tranquilidad hacen arrastrar un reo a la muerte con lento aparato; y mientras este miserable se estremece en las últimas angustias, esperando el golpe fatal, pasa el juez con insensible frialdad (y acaso con secreta complacencia de la autoridad propia) a gustar las comodidades y placeres de la vida?
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Podéis leer la obra completa o descargarla gratuitamente aquí.

domingo, 15 de enero de 2017

EL CARRO DE HENO

El carro de heno. El Bosco. Museo del Prado
Contemplar las obras del imaginativo, pesimista y moralista Hieronymus Bosch resulta siempre inquietante. 

Este tríptico está dedicado, tal y como se ha explicado cientos de veces, al pecado. En el panel izquierdo podemos ver la expulsión del cielo de los ángeles rebeldes —arriba—, así como la expulsión del Paraíso de Adán y Eva. En el panel izquierdo está representado ese lugar último del pecado que tanto prodiga el artista en su obra: el Infierno. El panel central, el más interesante, tiene su origen en la cita de Isaías 40, 6: Toda carne es heno y toda gloria como las flores del campo.

Según los especialistas, parece que también le sirvió de inspiración un proverbio flamenco más directo que Isaías: El mundo es como un carro de heno y cada uno coge lo que puede. Y así se puede ver ciertamente en la pintura: cada uno de los personajes representados procuran hacerse con un puñado del simbólico heno sin reparar en qué tengan que realizar para conseguirlo.

Poco me interesan la concepción religiosa de la época y las enseñanzas morales del artista, a no ser como un elemento más para comprender la sociedad de comienzos del siglo XVI. Lo que más me gusta de esta obra es la parte baja del panel central, eso que está representado fuera del camino por donde transcurre la procesión de locos, avaros, asesinos y lujuriosos varios (para apreciarlo con detalle acudid al enlace del Museo del Prado).

Es ahí abajo, al margen, donde la vida cotidiana transcurre humilde y hacendosa. Unos pocos personajes —pocos, pero afortunadamente algunos—, son capaces de cuidarse mutuamente, de atender al otro y de preocuparse por la vida en sus quehaceres más sencillos y necesarios. Por supuesto, viven al margen del ruido y de la furia.



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sábado, 14 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 1

Inicio con esta entrada una serie dedicada a reivindicar la abolición de la pena de muerte a través de textos, imágenes o cualquier otro material que pueda exponer aquí y que he ido guardando a lo largo del tiempo. Como lo que mejor conozco es la literatura, serán textos de diferentes autores los que con mayor frecuencia aparezcan, pero también habrá aportaciones de otras disciplinas y manifestaciones artísticas. El célebre escritor francés Victor Hugo, abolicionista militante del siglo XIX, será quien la inicie.

Y creéis que porque una mañana levanten una horca en sólo unos minutos, porque le pongan la soga al cuello, porque un alma escape de un cuerpo miserable entre los gritos del condenado, ¡todo se arreglará! ¡Mezquina brevedad de la justicia humana! (...) Nosotros, hombres de este gran siglo, no queremos más suplicios. No los queremos para el inocente ni para el culpable. Lo repito, el crimen se repara con el remordimiento y no con un hachazo o un nudo corredizo. La sangre se lava con lágrimas y no con sangre.

Escritos sobre la pena de muerte, Ronsel, 2002.


***
PS: Si conocéis poemas, canciones, obras pictóricas, vídeos..., cualquier elemento artístico que pueda introducir aquí, os agradecería vuestra colaboración. Muchas gracias.

viernes, 13 de enero de 2017

BICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JOSÉ ZORRILLA

¡Cuál gritan esos malditos!
Pero, ¡mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caro sus gritos!

Con esta conocida redondilla da comienzo el texto más famoso y tópicamente romántico del teatro escrito en castellano: Don Juan Tenorio. Durante muchos años fue costumbre en España representar esta obra el Día de Difuntos; es más, años hubo en que la inauguración de la temporada teatral se realizaba con ella a comienzos de octubre.

Pero no voy a comentar aquí esta obra del autor vallisoletano más internacional, que tenéis muy bien glosada en este documental de La mitad invisible donde intervienen el filólogo Héctor Urzaiz y el psicólogo Félix Pérez, entre otros.



Lo que quiero recordar hoy con esta entrada es el bicentenario del nacimiento de José Zorrilla (1817-1893) y dar noticia de la página web que se ha creado para recoger cuantos eventos se organicen para celebrarlo.


Los poetas contemporáneos. Fuente: Wikipedia. Zorrilla es quien lee.
De entre todos ellos —de momento, muy pocos, quiero suponer que se organizarán muchos más— destaco el que lleva precisamente por título el primer verso de su obra más famosa, ¡Cuál gritan esos malditos!, que está programado para el 22 de abril, y que desea convertir la ciudad en un escenario lleno de versos en el que pueda participar toda que persona que se anime a poner en voz alta versos propios o ajenos. Para no perdérselo.


***
PS: Descubro con horror la cantidad de veces que aparece mal citado ese primer verso en la prensa actual. En lugar de "cuál" —cómo—, escriben "cuán" —cuánto—. José Zorrilla no se confundió, entre otras cosas dominaba muy bien la lengua que hablaba, y sabía del valor de ese "cuál", hoy, es cierto, ya en desuso.

jueves, 12 de enero de 2017

EL PASO DEL COMETA C/2016 U1 NEOWISE

Órbita del cometa. Fuente: Wikipedia.

Con un poco de suerte, mañana podremos ver a simple vista, pero solamente desde el hemisferio norte, el paso del cometa 
C/2016 U1 NEOWISE. Y la suerte depende de dos elementos: el estado del cielo y la magnitud del brillo del cometa. En este caso, cuantas consultas he realizado me dan medidas diferentes, desde +6 (visible con una vista normal) a +7,2 (visible con prismáticos).

Este cometa fue descubierto durante la misión NEOWISE de la NASA (de ahí su nombre), en octubre de 2016, y es ahora cuando pasa más cerca de la Tierra. Su órbita es hiperbólica y se desconoce si volverá a pasar por el interior del sistema solar.


El mejor momento para su observación será mañana, antes del amanecer en el horizonte sureste.

¡Feliz observación!

DAYANNE Y MURILLO, un cómic de divulgación para los amantes de las historietas

Con el fin de dar a conocer las propiedades de la nanociencia CIC nanoGUNE y Donostia International Phisics Center han promovido el proyecto NANOKOMIK. Es una inciativa en la que pariciparon jóvenes de 12 a 18 años y con la que se persigue divulgar los avances en este campo de la investigación científica, al mismo tiempo que impulsar la creatividad. 

El resultado es, de momento, este cómic, que se ocupa de explicarnos seis superpoderes sobre los que ya opera el conocimiento científico y con los que se está trabajando en aplicaciones tecnológicas: el efecto camaleón y la iridescencia, la superadherencia, el superolfato, las aleaciones con memoria, las estructuras con propiedades hidrófobas y los materiales ignífugos.

En la elaboración del libro ha colaborado Hodei Iparraguirre, quien se ha ocupado de dar la forma definitiva a personajes y escenas.

Podéis leerlo desde estos enlaces y en estos idiomas:

miércoles, 11 de enero de 2017

LES JEUX D'EAU A LA VILLA D'ESTE, Franz Liszt

Con el juego que la lluvia se trae entre los cristales de casa y en los charcos de la calle, más la pereza hedonista que me inclina a la ensoñación, hoy me siento absolutamente liszt y me abufando hasta el tuétano con sus notas desde las manos mágicas del prodigioso Arrau. La música, es cierto, puede hacernos buenos en algunos momentos.



En días como hoy yo también podría idolatrarle como dicen que hacían las mujeres que acudían a sus conciertos.

Caricatura del Bolond Istók. Fuente: http://photographersdirect.com/

martes, 10 de enero de 2017

WILLIAM CARLOS WILLIAMS, El hombre

Empujado por la película Paterson vuelvo hacia el poeta que inspira la película e impregna el estilo narrativo de la misma: W.C.W. 

Por si alguien después de ver la película cree que nació allí habrá que decir que nació en Rutherford, pero que sí escribió el largo poema homónimo que los críticos consideran el poema épico moderno más importante del siglo XX norteamericano: Paterson.

W.C.W. comenzó escribiendo poesía dentro de los parámetros del imaginismo —no en vano era amigo de Ezra Pound—, pero pronto se fue escorando hacia el objetivismo. Por cierto, siempre pensó que Pound había sido una buena influencia para él, pero una mala influencia para los demás.

Seguramente el poemario más famoso y el de mayor éxito sea La primavera y todo, donde se encuentran las composiciones más leidas del autor: "Por el camino hacia el hospital de infecciosos", "Solo para decirte" y la omnipresente "La carretilla roja". 

De esa colección os dejo "El hombre" (el título aparece en castellano en el original), que no he visto por ningún lado en internet y que es uno de mis preferidos:

Extraño valor el que 
me infundes, lucero antiguo:
¡brillar solo en el alba,
al que nada aportas!

Títulos traducidos que podéis hallar en bibliotecas y librerías:
  • Viaje hacia el amor y otros poemas, Trieste, 1982.
  • Poemas, Visor, 1985.
  • Cien poemas, Visor, 1988.
  • La música del desierto y otros poemas, Aldus, 1996.
  • Paterson, Cátedra, 2001.
  • Cuadros de Brueghel, Lumen, 2007.
  • Viaje de amor, Lumen, 2009.
  • Antología bilingüe, alianza, 2009.
Y que la seducción del objeto sea con vosotros.

lunes, 9 de enero de 2017

EL DISCURSO DE MARCO ANTONIO

Que nos manejen, que nos hagan cambiar de opinión, que nos lleven de un lado a otro, suele ocurrir más a menudo de lo que creemos, y también suele ser más fácil de lo que estamos acostumbrados a aceptar. Shakespeare nos lo dejó bien claro con el insuperable discurso de Marco Antonio, prodigio y modelo de retórica. Uno de los discursos mejor construidos de la historia de la literatura (Julio César, acto 3º, escena 2ª).

La lingüista Estrella Montolíu nos ofrece un análisis de algunas de sus virtudes y sus resultados en el programa Gente despierta que dirige Carles Mesa.



Y por si os entra el gusanillo y la curiosidad os vence, os dejo la interpretación del Julio César que se realizó en el programa Estudio 1, 24 de noviembre de 1965. No era Hollywood, pero las actuaciones son francamente buenas.

domingo, 8 de enero de 2017

NADA QUE PERDER, de Alfredo Félix-Díaz

Ed. Renacimiento
TELEGRAMAS A CALIPSO

Mi mujer quiere decorar la casa
una vez más. Le aburren mis historias.

Ya nunca duermo. los fantasmas de
mis amigos caídos me atormentan.

Ver madurar a mi querido hijo
no es volver a vivir.

Añoro nuestra isla. Extraño tanto
nuestras lentas veladas de pasión.

Y mi padre se escuda en su vejez.
Me abruma con reproches. Me entristece.

Surcaría yo treinta mares, créeme,
para volver contigo (y no morir).

Nunca debí dejarte vida mía.


Escribe Luis Alberto de Cuenca en el prólogo que Félix-Díaz escribe una poesía encantadora, atenta a las técnicas y a las métricas tradicionales, relampagueante, graciosa, sutil, original y personalísima.

Que el autor de La caja de plata diga algo así es mucho decir, y siempre es un gran elogio. En cualquier caso, vale mucho más que cualquier otra cosa que yo pueda escribir aquí. 

Aquí tenéis uno de esos vídeos que suelo ofreceros con millones de visitas —lo que prueba que la poesía sigue siendo el número uno de los intereses mundiales—, donde el autor, además de la presentadora, comenta el poemario.



¡Ah!, y recordad quién era Calipso para recoger toda la carga irónico-fracasada del poema.

sábado, 7 de enero de 2017

LA MATERIA OSCURA Y LOS DINOSAURIOS

La investigación que Lisa Randall y Matthew Reece realizaron, y que posteriormente la primera expone en este volumen, fue motivada por la pregunta que le realizó un colega, Paul Davies, en un seminario de astrofísica en febrero de 2013: ¿es el disco de materia oscura responsable de la desaparición de los dinosaurios? Después de la sorpresa inicial vino el trabajo de investigación, la publicación en medios científicos para su debate y, finalmente, la divulgación a través de este sugestivo texto.

La hipótesis que expone la autora es la siguiente: la gran extinción del Cretácico-Jurásico, que hizo desaparecer 3 de cada 4 seres vivos que habitaban la Tierra, entre ellos los populares dinosaurios, tuvo que ver con el disco de materia oscura de nuestra galaxia. Para llegar a ella, Randall y Reece tuvieron que realizar un complejo estudio que englobaba conocimientos de cosmología, astronomía, geología y biología.

Esta es la afirmación un tanto llamativa —amarillista, quizás— que se defiende en el libro. Es el foco de atracción llevado al título para captar lectores. Sin embargo, tanto el estudio como la hipótesis tienen otra dimensión y otra finalidad, aunque necesariamente pase por los dinosaurios. Tras cotejar numerosas evidencias y consultar otros tantos estudios sobre el tema, los investigadores llegan a la conclusión de que parece que existe un patrón de unos 32 millones de años entre cada una de las extinciones o, lo que es lo mismo, entre las grandes colisiones de la Tierra con meteoroides, cometas y asteroides.

El intervalo, si al final resulta confirmada la tesis por más estudios y evidencias, estaría ocasionado por el efecto marea de la materia oscura sobre el sistema solar, que da una vuelta alrededor de la galaxia cada aproximadamente 230 millones de años. En este subir y bajar sobre el plano galáctico, la materia oscura ejercería la suficiente influencia gravitatoria como para desplazar de la nube de Oort unos cuantos elementos —básicamente cometas— que en su errático viaje irían a chocar contra el Sol o los planetas, entre ellos, el nuestro.

Como el libro tiene su complejidad, la autora utiliza la primera parte para exponer cómo ha evolucionado el universo, la teoría del Big Bang, qué es la inflación cósmica, la materia oscura, cómo se averiguó su existencia y por qué es relevante para la estructura del universo. En la segunda, expone todos aquellos conocimientos sobre el sistema solar y nuestro planeta que son necesarios para comprender los mecanismos e ideas que expondrá en la tercera y última, y que constituyen propiamente la tesis del libro.

viernes, 6 de enero de 2017

EL SUBMARINO DE LA MEMORIA, una autobiografía apasionada de la infancia

Confieso que no soy lector de biografías, autobiografías, memorias y demás textos sobre la vida de las personas. Supongo que esta inclinación se debe a mi interés por lo universal más que por lo particular; por el análisis, más que por la descripción. Hay excepciones, claro. Siempre hay excepciones, y esta que aparece aquí es una de ellas.

Anteayer, cuando volví a casa por la noche, la excepción estaba esperándome junto con la correspondencia. Me la mandaba su autor, que había sido mi profesor de Lengua y Literatura en mis años de estudiante y con quien mantengo una buena relación en la distancia, salpicada a veces de rápidos encuentros. Era, por tanto, un regalo de amistad y como tal lo he leído.

Más allá del valor afectivo que para mí poseen estas memorias de la infancia de mi admirado Miguel, encuentro en ellas tres virtudes que pueden hacerlas interesantes y atractivas para cualquier otro lector sin ninguna relación con el personaje que aquí vive y se nos ofrece.

La primera es que vemos el relato de una vida y unas costumbres ya prácticamente desaparecidas de nuestro entorno. Los años treinta del siglo pasado están muy lejos, y la vida rural de un pequeño pueblecito leonés —San Cristóbal de Valdueza—, que el autor nos pinta con vivacidad, hace tiempo que ha desaparecido de esta civilización de ciudades en que nos movemos. Este hecho, de por sí, ya tiene su interés como relato antropológico y etnográfico.

El segundo aliciente de la lectura viene dado por la especialidad del autor, gran conocedor del idioma y de su historia, y es que las 200 páginas del texto están continuamente salpicadas de notas y aclaraciones sobre nombres ya casi perdidos —juegos, aperos, costumbres, topónimos, objetos de todas clases— que aquí encuentran un lugar natural de residencia y una exposición festiva y luminosa.

Pero tal vez el aspecto más importante que esta autobiografía de una infancia feliz nos ofrece sea la defensa continua de esa etapa como territorio esencial e imprescindible del ser que somos. No en vano el autor se doctoró con un trabajo sobre la creatividad del lenguaje infantil. Esa ha sido, hasta donde le conozco, una de sus pasiones, y este libro es, de alguna manera, un homenaje exaltado a la creatividad de la infancia. Una muestra:

Nuestro ingenio no tenía límites —como no los tiene la creatividad y la imaginación de los niños—. El instrumento más importante de nuestro trabajo eran las navajas —que entre nosotros era un apreciado, y cotizado, tesoro—. Construíamos casi todos los objetos que nos servían para nuestras "necesidades" de diversión, entretanimiento y desarrollo. Éramos pobres pero vivíamos repletos de ilusiones (p 81).


***
Podéis encontrar el libro en este enlace.

miércoles, 4 de enero de 2017

LA TERMINOLOGÍA ASTROFÍSICA Y LOS PLANETAS

Fuente: Wikipedia.
La verdad es que la terminología astrofísica heredada del pasado puede resultar muy confusa en la actualidad, sobre todo cuando necesitamos precisión y no subjetivismo. Sin embargo, esa misma terminología, a veces, tiene la virtud de agregar significado si nos tomamos la tarea de averiguar lo que se esconde detrás del término.
Este es el caso de la palabra planeta —Del lat. planēta, y este del gr. πλανήτης planḗtēs; propiamente 'errante'—. 

¿Por qué los antiguos griegos les dieron el nombre de errantes? ¿Es que, acaso, mantienen una órbita errática? ¿Su caminar por la bóveda celeste es tan extraño? No se trata exactamente de eso, pero casi, y el nombre de planeta tiene sentido si nos situamos en la antigüedad, cuando el ser humano solamente podía distinguir unos pocos miles de objetos en la profundidad de la noche... y no todos parecían comportarse de la misma manera.

Hasta que no surgieron instrumentos de observación más potentes que la vista, es decir, los telescopìos, lo que veíamos en el cielo nocturno no era otra cosa que un montón de puntos luminosos, la mayoría de los cuales permanecían fijos —se movían en bloque y muy lentamente—, mientras que otros poquitos iban a velocidades distintas, pero, en cualquier caso se movían con un ritmo individual que, en ocasiones, incluso iban hacia atrás —movimiento retrógrado—.

Esto es exactamente lo que también nosotros podemos observar si nos dedicamos pacientemente a mirar el cielo nocturno y anotamos las diferencias a medida que transcurren los días. Tendremos la sensación de que cinco objetos nocturnos —Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno— se mueven, a veces de manera aparentemente caprichosa, sobre un fondo fijo e inmutable —las estrellas—. Así, pues, les dieron el nombre de ἀστέρες πλανῆται, estrellas errantes, que es lo que creían que eran, estrellas que andaban moviéndose a su bola por el cielo.