Cuando el lunes de esta semana la cartera me entregaba el librito de haikus de José Mª Cabañes —¡oh, casualidad!—, estaba yo revisando la poesía de Antonio Machado para preparar la tertulia de mañana en la Casa del Libro. La casualidad, me explico, no viene por los haikus que nunca escribió el sevillano, sino por la coincidencia en uno de los símbolos que sí empleó. Rafael Ferreres, a quien tal vez sí conoció el autor de este espléndido y brevísimo destello,
Crece la hierba
El columpio olvidado
Crecen los niños
dejó escrito que fue Verlaine el primero que recurrió a la imagen del parque olvidado, del parque abandonado a su soledad como símbolo de la vida que falta. Recurso que poco después se extiende por toda la poesía modernista. Es la atracción que los simbolistas sintieron por el pasado, por el arañazo de la nostalgia; es la atracción de la pérdida que permanece como herida constante. Pasa el tiempo y con él se nos va escapando la infancia, la juventud, la vitalidad...
—¿Se canta lo que se pierde?—
Lo curioso, lo casual es que andaba yo enredado en estos versos del primer poema, "El viajero", perteneciente al también primero de los títulos que publicó Machado
Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo
Ahí se encuentra la misma idea, el mismo símbolo. El símbolo que nos trae lo invisible por medio de lo visible, es decir, concreta lo abstracto, que eso es en buena medida el quehacer poético.
No sigo más. Ya tendremos ocasión de extendernos por los diferentes paisajes machadianos en la tertulia del viernes (19:00 horas).
Por si no tuvisteis ocasión de ver el programa Antonio Machado Camino de soledades de hace ya muchos años, que se emitió en cuatro capítulos y que Profedelenguajrv ha tenido a bien recogerlo y unirlo para que podamos seguir disfrutando de él.